Limusina de asalto: Guerra de Nerfs y otras estufas.


Oh, boy, ¿creías que todo estaba tranquilo? 

¡Jamáis!

Y así es como la paz, la tranquilidad y la quietud que parecen reinar a esas horas —es la hora de la siesta— en las calles del extrarradio, es brutalmente interrumpida y rota por la tremenda entrada de un vehículo: una flamante limusina azul, con la bandera LGBT arcoiris pintada en los laterales. Era la limusina de Vianney, que conducía con la actitud de una diva empoderada, pretendiente a ser jefa de una mafia secreta que secuestraría pájaros para adiestrarlos y dominar el mundo. Llevaba el pelo morado, y los ojos, verde fosforitos, fijos en la carretera, esperando ver algún viandante que atropellar. A su lado iba Alex, como siempre; cazadora de cuero negra, pelo corto y un gorrito de lana negro, y todo sea dicho, iba divino. 

La tremenda limusina azul de Ney aparcó de forma bastante dudosa, subida a la acera la parte delantera, travesada y a punto de volcar un cubo de la basura, pero al menos consiguió aparcar sin cargarse a nadie —aunque eso era lo que ella siempre había querido—. De pronto, detrás de unos arbustos que había por allí, como indios apaches en la guerra, saltaron unos chavales salvajes —muy salvajes, siempre—. Gritando como locos, algunos aullando y otros ululando o incluso rugiendo como leones, salieron de improviso y en completo caos al ataque; y estos eran los que siguen: Dos Dos, con dos rayas de tizón negro en ambas mejillas y una cinta en la cabeza, los cordones de las botas sueltos, con una espléndida mirada de locura y un hacha en la mano. A su lado, como siempre, Fulanilla; iba muy normal en comparación a la otra, con una sudadera en la que ponía "Tú eres GILIPOLLAS", salvo por las manchas de rojo en su ropa y la pistola que llevaba, y una mirada serena que no auguraba nada bueno. También estaba Minion, la portadora de su colección de navajas, y que con su estatura de minion era de las más fieras. Ale, alias Lexuga, pelo teñido de rosa y ropa de putón, con una sonrisa maquiavélica dispuesta a la guerra. Y también estaba Comando, con aire de no saber qué cornos hacía allí. Y el Perejil Manu, y Tomi, y también la gran Yaya Ixy, y la Marciana Marcy. Todos sacaron las armas; pistolas Nerf de todo tipo, bien cargadas con las balas de plástico que eran todo un peligro.

—¡¡AAAAHHHHH!!

—¡AL ATAQUEEEE!

—¡¡VAMOS, PUTAAS!!

—¡ATACA PERRA, ATACAAA!

Todo sucedió en segundos; a la vez que detrás de esos arbustos salían armados con nerfs Dos Dos, Fula, Ale, Ixy, Com, Marcy, Minion, Tomi y Manu el Perejil, detrás de una tapia en la acera de enfrente surgieron otros bandidos: Chimi, Juls, Gaby, Maxxie, Eli y Cris. Vianney y Alex que venían en la limusina sacaron pistolas de agua y se unieron a los últimos. 

—YIAAAAAAA.

—¡¡ESTO ES LA GUERRA!!

Llovieron balas de plástico y chorros de agua por doquier, fue algo realmente tremendo, como las peores guerrillas en la selva de la guerra de Vietnam que te pueda contar un abuelo yanqui; ambos grupos se enfrentaban con verdadero amor por ello, llovían imprecaciones, palabrotas, gritos, pero sobretodo llovían tiros. Una bala de nerf disparada por Dos Dos con demasiada buena puntería le dio en todo el ojo a Chimi, que pegó un alarido que habría alterado la fauna autóctona en varios kilómetros a la redonda.

—¡¡MI OJO, PENCA!! ¡Me vas a arruinar mis maravillosos ojos azules!

—Ups —dijo ella, poniendo cara de inocente—. Me pasé de buena puntería. 

El drama de Chimi era solo eso, puro dramatismo, porque cogió su pistola de agua y le tiró un chorro a la cara de la chica. Así, volvieron a enzarzarse en la guerra, la cual proseguía entre unos y otros. Los bandos empezaron a disolverse, y ya había traidores que se unían al otro bando, rebeldes sin causa que iban de por libre, y en definitiva, salvajes entre salvajes. El tiempo que duró esta encarnizada batalla, nadie lo sabe. Unas leyendas cuentan que se prolongó durante cuarenta días y cuarenta noches, mientras que otros dicen que a la media hora se fueron a comprar donuts. 

PIUM. Pium, pium. ¡Splash! Zassss. Bam, bum. Patapúm. Fiuum. Plaaash. 

Fue terrible, fue tremendo, fue algo delipendo —la mezcla de delicioso y estupendo, cosa que sabes si has leído a los siete secretos—. Gritos salvajes, balas hijaputas que daban en su objetivo, chorros de agua agresivos, y alguna que otra hostia a traición. 
En conclusión, terminaron mojados, heridos, jadeantes, y sonriendo como guerrilleros victoriosos. El pelo húmedo, gotas de agua corriéndoles por la cara sucia con las pintadas de guerra, la ropa descolocada, las armas en las manos, y el porte regio y divino de dioses.

—¡La bombaaa! —exclamó uno de ellos, todo eufórico.

—¿Nuclear?

—Para bomba nuclear yo, beiby —dijo Dos Dos, haciendo postura sexy.

Antes de que hubiera una escalada de egos, porque ya iba Manu a responder que de eso nada, monada, que él era mejor, a lo cual habrían respondido Tomi, Chimi, Ale, y así todos, con lo que habría vuelto a empezar la guerra, una imprecación de Fula los distrajo de eso.

—¡Me cago en la puta mierda esta que no funciona, la hostia! —maldijo, dándole golpes a su pistola Nerf—. ¡Esto es una estufa!

—¡Estufaaa! —corearon los otros, uniéndose por puro deporte a la indignación.

—Todo el rato estufas y más estufas. 

—¿Por qué decís estufas? 

—De estafaaa. Es un chiste —dijeron.

—Mira mira —dijo Manu ¿o era Tomi?, dispuesto a volver a contar el mismo chiste—. Esto es uno que compra una estufa en la tienda, ¿no? Pero cuando llega a su casa no le funciona, y va a la tienda a devolverla, muy indignado, se planta y dice: ESTO ES UNA ESTAFA. Y el dependiente le dice: No, no, no, no, esto es una estufa. 

Todos rieron. Daba igual que contaran chistes malos cien mil veces, ellos se reían; se reían de puro respirar oxígeno. Sobre todo Dos Dos, que parecía empeñada en morirse de un ataque de risa.

—Broo —dijo alguien. No sabría decir quién fue, porque estaban todos aglomerados y además siempre dicen las mismas cosas—. Tengo hambreeeee.

—¡YO TAMBIÉN, QUIERO COMIDA!

—¡VAMOS A POR EL DONUT DE LA PAZ!

Y todos los que había allí, frikis y salvajes, Dos Dos, Fula, Ale, Manu, Tomi, Ixy, Com, Minion, Marcy, Chimi, Vianney, Alex, Maxxie, Gaby, Eli, Cris, Juls... Y ya, ¿no? Bien pues, todos los guerreros salvajes fueron corriendo a la flamante limusina de asalto, donde se acomodaron bien cómodamente en los lujosos asientos, como fabulosas estrellas de cine o rockstars. 

Y sí, ahí fueron... ¡Al asalto de una tienda que vendía donuts! Dos o tres de ellos, mejor no digo nombres, bajaron corriendo del automóvil (que casi aluniza y entra en la tienda por el morro), y arramplaron con la total existencia de donuts que había. Evidentemente, salieron corriendo al ver el precio de los susodichos, y cuando el dependiente se recobró del susto ya habían volado con la mercancía. Otra estufa más.

Los dejamos comiendo donuts hasta hartarse, en paz después de una de las más encarnizadas guerrillas que se hayan visto, dando un tranquilo paseo en la limusina azul de Ney, y planeando cosas muy... maravillosamente negras.


quiero una nerf (y donuts), bye.

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