¿Qué has hecho, Oliver?

Me sorprendí tanto que abrí la boca.

—No voy a besarte —le dije con seguridad, pero él se puso de pie y me levantó a mí también.

—Cada tanto los dos miran hacia acá —explicó, acercándose más—. Así que te agradecería que imagines que soy Ethan y me partas la boca de un beso. Yo haré lo mismo.

Qué sutil.

Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza. Miré de reojo hacia Ethan y Cindy. Era verdad que entre los movimientos de su baile, a cada rato miraban hacia nosotros.

Volví a ver a Oliver, él me observaba con decisión. Sólo dependía de mí.

—No puedo hacer eso —confesé.

Rodó los ojos.

—¿Por qué no?

—Porque sé que no eres Ethan, no podrías ser más distinto. Y cuando él comenzó a salir con Cindy me pidió que respete su decisión...

Miré hacia abajo, recordando. No podía romper la palabra que le di a él, por mucho que me estuviera muriendo por separarlos.

—Pero tú no te estás metiendo en su relación, sólo vas a besarte con el tipo que supuestamente te gusta. Si a ellos dos les molesta, no es culpa tuya —levantó los hombros—. Se supone que si están juntos no deberían querer estar con nosotros.

Su manera retorcida de justificar la situación tenía un punto válido. O al menos eso quise creer en ese momento. Pero mis dudas seguían ahí, aferrándose a mi decisión de hacer las cosas bien con Ethan.

Él me miró con decepción.

—Está bien. No tienes que hacer nada, gallina —dijo—. Simplemente quédate allí y yo haré todo.

Contó tres segundos para que me pudiera hacer a la idea, o tal vez asegurándose de que no me echaría atrás al último instante, y luego se acercó todo lo que pudo. Llevó una mano a mi mentón para hacerlo más creíble, y la otra a mi espalda. Yo apreté los ojos y me quedé tiesa. Entonces sentí sus labios alojarse sobre los míos y cerrarse en un beso seco y desabrido.

Él inclinó la cabeza, para simular que lo que estábamos haciendo era algo apasionado. Pero estaba claro para mí, que tampoco lo estaba disfrutando.

Me quedé ahí, esperando a que se acabe y sintiendo el sabor a cerveza que tenía su boca.

Luego de un instante, se apartó con algo de hosquedad.

—Te lo dije —se jactó, mirando hacia el costado.

Abrí los ojos y vi que Ethan y Cindy ya no se encontraban allí.

—¿Qué pasó? —le pregunté.

—Ella nos vio y se fue disgustada, hasta llorando podría decir —pareció afligirse un poco, a pesar de que sonreía—. Ethan la siguió.

Me sentí mal por haber lastimado a Cindy, aun sabiendo que ella no lo hizo ninguna de las veces que se besó con Ethan delante de mí.

—¿Por qué tienes esa cara? —me preguntó él.

—Me preocupa que todo esto haya estado mal...

—No lo estuvo. Vamos a darles unos minutos más. Estoy seguro de que terminarán.

Asentí, sin dejar de mirar hacia la salida, esperando que regresen. Él puso los ojos en blanco al verme con tantas dudas encima.

—Al final resultaste no ser tan mala cómplice —dijo para consolarme—. Ahora vamos a tomar cerveza para olvidar que ese desagradable beso acaba de pasar.

Reí, pero no pude dejar del todo la culpa que sentía.

Cruzamos la pista en dirección a la barra de tragos. Miré de paso a Curi y a Trisha, que seguían bailando y noté que estaban bastante más cerca que antes, y tan concentrados el uno en el otro que no se percataron de que cruzamos por ahí.

Pasaron al menos veinte minutos sin volver a ver a Cindy o a Ethan. Agnes se acercó a nosotros y me llevó junto a los demás, porque algunos querían sacarse fotos más espontáneas que las que nos habíamos tomado al inicio.

Nos divertimos un rato mientras nos fotografiábamos de las formas más ocurrentes, hasta que Ethan llegó al grupo.

—Señor presidente, ¿quiere salir en las fotos? —le preguntó Agnes con una sonrisa.

—No, y ya te dije que me llames Ethan —le contestó él, evidentemente molesto—. Necesito hablar contigo.

Con su mano en la espalda de ella, la apartó del grupo.

El alma me cayó al suelo en un instante. ¿La iba a despedir? Me había olvidado por completo de eso.

Me alejé un poco, mientras los otros seguían en lo mismo y clavé mi mirada en ellos dos.

Ethan comenzó a darle un discurso que se pareció mucho a un sermón. Llevó una mano al bolsillo y con la otra gesticulaba como si le estuviera llamando la atención. Agnes se sorprendió al comienzo y luego se afligió, pero asintió de todos modos.

Al terminar, los dos se retiraron hacia lados contrarios, pero ninguno volvió a donde estábamos los demás.

Seguí a Ethan lo más rápido que el taco del zapato me permitió, con el sentimiento de haber arruinado todo.

—¡Ethan! —lo llamé a unos pasos de él—. Detente por favor.

Volteó hacia mí, apretando los puños.

—¿Qué quieres? —estaba histérico.

—Por favor dime que no la despediste —rogué.

—Eso no te incumbe —contestó con el ceño fruncido, al tiempo que se daba la vuelta de nuevo para continuar.

Tomé su brazo casi con desesperación.

—¡No puedes hacer eso! —le reclamé casi a gritos. Él se sorprendió, probablemente por la vergüenza de que yo pudiera hacer una escena en medio de la celebración. Volteó de nuevo, pero esta vez con mayor rudeza. Tomó mi brazo, abrió la puerta que teníamos al costado y me estiró para adentro.

Cerró de nuevo detrás de nosotros. Nos había metido en la piecita que se estaba usando ahora como armario para guardar los abrigos de los presentes.

—No me grites delante de la gente —me sujetó por los hombros contra un abrigo de tela—. Ya te lo dije antes, no soy tu amigo en el trabajo. Soy tu jefe, y puedo echar a quien me dé la gana.

Sus ojos me mostraban tanto enfado que estuve segura de que no se echaría atrás en lo que acababa de hacer. Negué con tristeza.

—Entonces despídeme a mí —supliqué—. A Agnes no, por favor.

—Debiste pensarlo bien cuando te lo dije antes —dispuso.

No podía perder a Agnes. No sabría qué hacer sin ella. Fue mi mayor apoyo en los últimos días y había demasiadas cosas que debía enseñarme aún. No me veía capaz de hacer todo eso sola. Agnes era la mejor guía en toda esta experiencia que era nueva para mí.

—No es justo —le dije, sintiendo que se humedecían mis ojos—. No puedes castigarla así sólo porque no te agrada Oliver —moví mi cabeza de lado a lado—. Ella no tiene la culpa de eso, se está esforzando demasiado —me empezaron a temblar los labios.

Pero, como siempre, él se ablandó inmediatamente al verme así.

—No llores, sólo te pido que no llores —susurró, soltando mis hombros y llevando una mano dulcemente hasta mi mejilla—. No la despedí, Jackie. Le advertí que no quiero que Oliver vuelva a pisar este lugar —confesó.

El alivio recorrió todo mi interior y detuvo las lágrimas que estaban por surgir.

—¿De verdad? —le pregunté un poco más calmada.

Él acarició mi rostro y bajó la mano suavemente por mi cuello, rozando mi nuca. Incliné un poco la cabeza por su tacto y no pude evitar entrecerrar los ojos.

—No voy a permitir que haga contigo lo que hizo con Cindy —me dijo—. Y dile que no se cruce en mi camino, porque lo voy a matar.

—Terminaste siendo incluso más sobreprotector que Curi —reí, para terminar de cortar la tensión que había surgido entre nosotros.

—Sólo porque me importas demasiado —me devolvió la sonrisa, ahora que estaba tan cerca me percaté de que su aroma era tan exquisito como de costumbre—. Y hablando de él, ¿cómo le está yendo con Trisha?

Iba a contestar, cuando su celular comenzó a sonarle en el bolsillo. Él lo tomó y vi que figuraba el nombre de su novia en la pantalla. Contestó. La proximidad y el escaso ruido que había allí, me permitieron percatarme de su voz del otro lado. Pude escuchar perfectamente cuando ella le dijo con desesperación "Ethan, estoy afuera, ven rápido... Acabo de besar a Oliver"

La furia le hizo tirar su celular al suelo, destrozando la pantalla por completo. Abandonó la habitación a toda prisa.

Salí detrás de él, pensando si dirigirme afuera también, o volver a adentrarme al salón para buscar a Oliver.

Decidí salir, pero cuando estaba por cruzar la puerta, una mano me jaló para adentro de nuevo.

Era Oliver, tenía una enorme sonrisa plasmada en el rostro.

—Ya está. Se acabó su relación —me dijo con seguridad.

—¡¿Cómo pudiste besarla?! —le reclamé, pero él no disminuyó su sonrisa ni un poco. —¡Tiene novio!

A mí jamás se me pasaría por la cabeza besar a alguien con novia. Ni siquiera a Ethan, aunque me estuviera muriendo por hacerlo.

—¿Por qué te preocupas por tonterías? Van a terminar, eso es todo lo que importa.

Lo miré con mala cara.

—¿Ella te dijo que lo va a dejar? —le pregunté.

—No —su sonrisa no desaparecía igual.

—¿Entonces? —Rodé los ojos—. ¡Ethan no la va a dejar, tonto! Él no es de los que se rinde fácil.

—En eso te equivocas, pequeña Jackie —me dijo, dándole un toque a mi nariz—. Ethan sí la va a dejar. Porque papá Oliver tiene todo fríamente calculado.

Llevé una mano a mi rostro, apretándolo.

—A ver, ilumíname —contesté, sin darle demasiado crédito a sus palabras.

—No sólo besé a Cindy, sino que la besé en medio del salón —confesó extremadamente complacido, señalando hacia atrás—. Delante de todos los invitados y, lo que es mejor aún, frente a la prensa.

Mis ojos se abrieron con una perturbadora sorpresa.

—¡No tienes idea de lo bien que me hicieron sentir los flashes de las cámaras! —Admitió entre risas—. Mejor incluso que el hecho de que ella me haya devuelto el beso. Y ya me imagino los titulares de mañana en las revistas de chismes. De hecho, deberíamos fijarnos en internet. Estoy seguro de que ya corrió alguno que otro video tratándolo de cornudo.

—Dios mío Oliver, ¿qué hiciste? —pregunté, sujetando mi cabeza.

—¡Soy genial! —siguió vanagloriándose él—. Estoy seguro de que la va a dejar. Ningún hombre quiere quedar en ridículo frente a todo el mundo.

Agnes se acercó a prisa en ese momento.

—Oliver, nos vamos —le ordenó, llevándolo del brazo. —¿Cómo pudiste hacerme eso con mi jefe?

Él me hizo un gesto de "estoy frito", pero acompañándolo con una risotada. Y se fue detrás de ella.

Yo seguía en shock. Sabía que necesitaba hacer algo para remediar esa situación. Era peor de lo que había pensado. Y Oliver tenía razón en que probablemente ya había fotos y videos circulando por la red. La ciudad entera se burlaría de Ethan al día siguiente, porque Cindy era una celebridad y su nombre solo ya vendía un montón. Además, la semana de la moda había enfocado incluso más la atención en ella. Los medios se darían un festín con una noticia como esa. No había nada que yo pudiera hacer para ayudarlo.

De pronto se me iluminó la mirada.

Yo no podía ayudarlo, pero había alguien que sí.

Salí de la fiesta sin mirar atrás, pero no vi a Ethan o a Cindy por ahí. Ya se habían ido.

Me saqué los zapatos, dejándolos a un lado de la entrada, y comencé a correr por las calles descalza. Tenía que llegar cuanto antes a su casa. Sabía que quedaba cerca de la que había sido la casa de Ethan y que ahora era el refugio, pero no tenía idea de hacia qué lado. Igual dudaba que me pasara desapercibida, a pesar de las hermosas viviendas que había en ese barrio, estaba segura de que la de él era sin duda una de las más grandes.

Entonces la vi desde lejos. Imponente, increíblemente iluminada. Aceleré el paso, aunque me costaba cada vez más correr porque cada residencia ocupaba varios metros de terreno alrededor de su construcción.

Llegué jadeando hasta el inicio de la mansión, pero unos formidables guardias salieron al paso, deteniéndome.

—Necesito ver al Sr. Welles —dije con el poco aliento que me quedaba—. Es urgente.

Ellos se miraron con desconfianza.

—Me llamo Jacqueline Rose —agregué, porque no me dejarían entrar así nomás y era seguro que él me recibiría al oír mi nombre.

Uno de ellos tomó el comunicador que tenía ubicado en la cintura y me anunció a través de este. Los dos estaban parados delante de mí, cerrándome el paso y sin sacarme los ojos de encima. Enseguida vinieron otros tres más y pasaron a mi costado, inspeccionando el área.

Al rato se encendió de nuevo el aparato y una voz de mujer les ordenó que me hicieran pasar.

Me escoltaron hasta la entrada principal. Una señora, vestida con uniforme de mucama, abrió la puerta y me invitó a entrar.

Ingresé detrás de ella hasta el recibidor, que era una pieza con unos sillones y un televisor en un lado.

Norman llegó un instante después. Tenía puesta ropa de casa, aunque aun así era notable la diferencia entre su ropa de casa y la mía.

—Te das cuenta de que es casi media noche y mis guardias te podían haber matado por acercarte así, ¿verdad? —dijo él con su mal carácter acostumbrado —. No es que yo fuera a lamentarlo, pero Ethan probablemente no me lo perdonaría...

—Norman, —lo interrumpí —escúcheme. ¡Esto es importante! —Me puse de pie y me acerqué a él, recuperando de nuevo la desesperación que sentía hace un momento —¡Mañana saldrá en todos los periódicos una foto de Cindy besándose con Oliver!

Él me miró sin comprender bien.

—Cindy —reforcé, —Preston —me seguía observando sin entender —¡La novia de Ethan! Besándose con el que fue antes su novio.

Esperaba haber sido lo suficientemente clara. Este hombre me estaba haciendo perder la poca paciencia que tenía en un momento como ése.

Él asintió, concibiendo por fin la gravedad de la situación. Pero no se mostró tan alarmado como yo estaba.

—¡Será el hazmerreír de toda la ciudad! —añadí, como si hubiera necesidad de explicarlo. —¡Y me va a odiar para siempre! Porque en parte es culpa mía y...

—Jacqueline —me interrumpió con serenidad—. ¿Qué digo cuando hay un problema?

Arrugué los ojos, pero él esperó a que respondiera, así que tuve que concentrarme y pensar.

—Resuélvelo —contesté con ánimos, recordando su conversación con Ethan esa vez en esta misma casa.

Él curvó sus labios, como sintiéndose orgulloso de mí. O tal vez de su propia capacidad de convicción.

—Bien, ¿entonces cómo lo resuelves?

—No puedo hacerlo —no tuve que pensar para dar mi respuesta—. Al menos cincuenta personas habrán visto esa escena y tomado fotos o videos. ¡Justamente por eso estoy aquí! Para que usted me ayude.

Llevó la mano al bolsillo y extrajo su celular.

—Tienes razón, —aceptó con algo de gracia— eres completamente inservible.

Rodé los ojos, no podía dejar pasar la oportunidad de ofenderme. Pareció buscar un contacto en la agenda e inició una llamada.

Mi celular comenzó a sonar un segundo después. Mostrando un número que no tenía registrado.

Entonces Norman cortó.

—Registra mi número, para que puedas pasarme la lista de invitados —dijo.

Claro, Norman me tenía entre sus contactos desde que se había apropiado de mi móvil, tiempo atrás.

Llevé los ojos al aparato e hice lo que me pidió. Le reenvié la foto de la lista de invitados que Agnes me había pasado días antes.

Él la recibió y comenzó a escribir algo bastante extenso.

Le contestaron un segundo después y pareció complacido.

—El problema de los invitados ya se va a resolver —dijo—. Ahora déjame hablar con mis contactos en los medios para evitar que figure en sus redes sociales y ediciones impresas. No irían a publicar nada con mi apellido sin que yo lo apruebe primero, pero es mejor prevenir. Algunos enemigos tengo también allí.

Se alejó a la habitación del costado, haciendo otra llamada.

Me senté a esperarlo mientras pensaba en la facilidad que tuvo para resolver en minutos un problema tan masivo como ese. Supongo que se debía a sus influencias y el poder que ejercía sobre la gente.

Hasta me sentí un poco tonta por haberme alarmado tanto al respecto. Pero sólo podía pensar en la vergüenza que tendría Ethan si algo así salía a la luz.

Al menos ahora ya estaba más tranquila.

También pensé en Oliver y la decepción que se llevaría al día siguiente, al ver que su plan se había ido por la borda.

Nos lo merecíamos.

Él no era una mala persona, pero sí la clase egoísta que yo había decidido dejar de ser. Y no permitiría que me volviera a inmiscuir en ninguno de sus planes, por mucho que me afectara ver a Ethan con Cindy.

Norman volvió un momento después.

—Todo solucionado —dijo, haciéndome revelar una sonrisa.

Me levanté y, en un arrebato de satisfacción mezclada con gratitud, le di un abrazo.

Él se quedó tieso por un momento y luego impuso distancia entre nosotros.

—Nunca más vuelvas a acercarte así —me advirtió, algo aturdido.

Aun así me alegré, y él me devolvió una casi inapreciable sonrisa.

—Justo cuando pensé que me había librado de ti, ahora que él está con otra —dijo con arrogancia —. Pero resulta que te apareces en mi casa, trayéndome problemas y... descalza —llevó la vista a mis sucios pies.

No pude evitar liberar una carcajada.

—No podrás deshacerte de mí así nada más —le dije. Lo miré a los ojos, porque quería que él, la persona a la que Ethan más apreciaba en el mundo, fuera el primero en oírlo claramente de mi boca —. Estoy enamorada de él.

En ese momento me fue imposible descifrar lo que se reflejó en su mirada al escuchar mis palabras.

—Sé que me equivoqué antes —continué con determinación—. Y que tuvo razón en muchas cosas de las que me dijo la otra vez. Pero lo estoy esperando, y voy a hacerlo feliz.

Norman me miraba serio. Pero no había en su rostro vestigios de esa superioridad ni del desprecio con que siempre me había observado. Ahora se veía algo muy parecido a curiosidad.

Entrecerró los ojos y encorvó los labios antes de retirarse.


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