No todo está bien


—Sigo sin creer que no le hayas dicho ni una sola palabra —me reclamó Trisha el lunes de noche. Ella y Curi fueron a visitarme con un par de pizzas para ponernos al día con los detalles de nuestras actividades del fin de semana.

—¿Qué podría haberle dicho? Ni siquiera era una cita de verdad. No tenía derecho a reclamarle que se haya acaramelado con esa modelo —contesté sintiendo de nuevo el malestar al recordar esa escena tan grotesca.

—Pero él te besó la tarde anterior —dijo ella.

—Me besó porque yo se lo pedí, no por iniciativa propia.

—Eshog es vegdag —dijo Curi con la boca rebosante de pizza y dio un gran trago con dificultad— si Cindy Preston viniera a darme un beso yo tampoco me negaría —se encogió de hombros. Trisha y yo le lanzamos miradas asesinas, así que se calló y volvió a llenarse la boca de comida.

—Además, tiré su cepillo de dientes al wáter antes de que llegue a recoger sus cosas. Supongo que habrá tomado eso como una crítica suficiente —dije y Trisha explotó en carcajadas.

—Ustedes sí que son malvadas —exclamó Curi.

—¿Y qué te dijo con respecto a su cepillo? —preguntó ella ignorando a mi amigo por completo.

—Nada. De hecho, ninguno de los dos dijimos nada en todo el viaje de vuelta. Sólo cuando bajé de su auto frente a casa él me dijo "gracias por acompañarme". Pero cerré la puerta de su convertible tan fuerte que no habrá quedado muy agradecido, te lo aseguro.

Trisha volvió a reír.

—Espero que seas consciente de que él te gusta —dijo Curi ganándose una nueva mirada asesina.

—No me gusta —le dije sirviéndome gaseosa en el vaso—. Pero se lo merece.

—Oh, Dios. ¡Ustedes mujeres pueden llegar a matarme!

—Eso dices porque no nos entiendes —le dijo Trisha—. Ethan estaba como pareja de Jackie en esa quinta, no tenía derecho de andar besuqueándose con otra.

Asentí.

—O sea que no se besuqueaba contigo, pero tampoco tenía derecho de besuquearse con otra —dijo él poniendo los ojos en blanco.

Volví a asentir.

—¿Y qué hay de ti, Curi? ¿Te "besuqueaste" con Julia? —le dije entre risas.

Trisha se puso seria al instante —Ni me lo recuerdes —dijo.

—¿De qué hablan? —se defendió él— Si me pasé toda la noche fingiendo que no la recordaba, así como me dijiste. Hasta que ella le dijo a su padre que yo le había robado su primer beso. ¡Casi me corren a patadas de la fiesta! ¿Ven por qué no entiendo a las mujeres?

Trisha y yo volvimos a reír.


No volví a ver a Ethan hasta que llegó el miércoles. Yo regresaba del taller, acarreando unas pequeñas cajas de madera que vendrían a buscar a la mañana siguiente, cuando lo vi en el salón con Trisha.

—Hola, Jacqueline —me dijo mientras yo depositaba las cajas sobre el mostrador.

—Hola —contesté sin dirigirle la mirada. Él nunca me decía por mi nombre, por lo que asumí que también seguía algo molesto.

—Genial, —exclamó Trisha irónica— ahora tengo que estar yo en medio de este témpano de hielo. Tengo una mejor idea que eso, Ethan ¿por qué no vas al taller y ayudas a Jackie a traer las cajas que faltan?

—Claro —contestó él, al mismo tiempo en que yo decía "no es necesario". Pero él me ignoró y se puso en marcha hacia el taller, siguiéndome los pasos. Tomé las cajas que faltaban, asegurándome de cargarlas todas para evitar recibir su ayuda. Él lanzó un bufido cuando me vio caminando con todas las cajas que llagaban hasta mi mentón. Se colocó delante de mí, tapándome el paso, sujetó las cajas entre sus manos y las llevó al salón. Lo seguí sin decir nada. Él las depositó en el mostrador y se fue a colocar delante de Trisha como había estado antes.

—Vamos al cine —le dijo a ella sin rodeos.

—Me parece una buena idea, —contestó— le enviaré un mensaje a Curi para que vaya con nosotros. ¿Vienes? —me preguntó girando su cabeza hacia mí.

Pero Ethan negó antes de que yo pudiera hablar.

—Me refiero a que vayamos solos tú y yo.

Trisha lo miró con la boca abierta. —Esa no sería una buena idea —contestó negando con la cabeza y mirándome en busca de ayuda.

Pero yo me quedé inmóvil, observándolos. Trataba de entender a qué se debía eso. ¿Ethan de verdad estaba invitando a salir a Trisha? ¿O había algo más? Su rostro no reflejaba ese semblante egocéntrico que demostraba cada vez que me coqueteaba.

—¿Por qué no? —Preguntó de nuevo él inclinándose hacia ella por encima del mostrador—. Si vamos al cine estaremos teniendo una cita y si tenemos una cita podrías terminar pidiéndome un beso —Trisha lo miró sin comprender, pero yo empezaba a hacerme una idea sobre qué iba su juego—. Si me pides un beso —prosiguió él, pícaramente— yo accedería y te besaría. Tal vez me agrade nuestro primer beso, y tal vez me deje con ganas de más. Y eso estaría bien. Ahora, lo que no estaría bien es que luego de ese beso yo me percatara de que sólo lo hiciste con la intención de ganar una absurda disputa por la superioridad femenina con mi prima —sentenció—. Si eso ocurriera, tendría todo el derecho del mundo de molestarme, ¿no?

—Oh, oh —Trisha comenzó a asentir rápidamente como si hubiera resuelto algún enigma— Ya entiendo lo que estamos haciendo —se detuvo a pensar por un instante—. Entonces supongamos que ocurre todo eso que dijiste —ahora le lanzaba a Ethan una mirada coqueta, rodeó el mostrador hasta llegar hasta él y le clavó su dedo índice en el pecho—. Supongamos que a mí me gusta ese beso tanto como te gustó a ti y que al día siguiente te encuentro con la lengua metida dentro de la boca de una modelito engreída. Si fuera así, ¿no estaría yo también en mi derecho de molestarme y tirar tu cepillo al wáter?

Él soltó una risita. —O sea que lo de mi cepillo fue apropósito... —murmuró.

—Puedo llegar a ser muy malvada si juegas con mis sentimientos —ella le guiñó un ojo.

Él meditó un momento. Ninguno de los dos volvió la vista hacia mí, estaban enfrascados en su pequeño teatro.

—Entonces estabas celosa —soltó de golpe y el calor subió directo a mis mejillas.

Ella sonrió de costado. —Tal vez.

—Ya es suficiente de todo esto —les corté molesta, tenía la cara completamente roja, estoy segura. Los dos me miraron divertidos.

—Está bien, ahora que todo está aclarado, pueden estar en paz —prosiguió Trisha haciéndole un gesto como invitándolo a ir junto a mí.

Él se acercó con una sonrisa y me rodeó con sus brazos.

—¿Estamos bien?

—Estamos bien —contesté sonriendo también.

Ya había llegado la hora de cierre, por lo que me despedí de ambos y me fui a casa a prepararme para salir a dar una caminata. Me puse la ropa de gimnasia, llené mi botella de agua y me colgué del hombro la toallita en la que figuraba tejido mi nombre. Había sido un regalo de mi abuela. Cerré mi casa con llave y me dirigí por el pasillito que bordeaba el salón por fuera, en dirección al portoncito de hierro. Trisha se comprometió a dejar limpio el salón y, en mi camino, la vi repasando el suelo. Ethan seguía allí, dando vueltas y hablando con ella. No sé cuál sería el tema de conversación, pero me detuve con curiosidad y los observé desde el ventanal. Él parecía preocupado, hablaba sin parar y gesticulaba demasiado, mientras Trisha asentía con el ceño fruncido. Ethan se llevó las manos arriba y recostó la cabeza hacia atrás, apretando los ojos con fuerza. Ella se acercó y depositó una mano en su hombro, estaba intentando alentarlo, pero él negó y continuó explicando algo inaudible para mí desde donde estaba. Podría jurar que el gesto que le hizo, pasando una mano horizontalmente por su cuello se podría traducir como el típico "estoy muerto".

Cerré el portoncito con el candado y me acerqué a la entrada principal de la tienda. Ethan se quedó callado en cuanto me vio a través del blindex.

—¿Está todo bien? —les consulté dejando la puerta entreabierta.

Trisha lo miró directamente, parecía no saber qué decir. Él se apresuró en cambiar el tema.

—Si no vas a caminar ahora se hará tarde y será peligroso. Mira que tengo trabajo que hacer en casa y no puedo acompañarte.

—No necesito que me acompañes, necesito saber si está todo bien.

—¿Qué podría estar mal?

Muy astuto Ethan, respondió una pregunta con otra para evitar tener que decir una mentira. Pero se olvidó de que soy más terca que él y no dejaré pasar el tema. Así que usé la misma táctica que él.

—¿De qué estaban hablando? —pregunté.

—Nos estábamos poniendo al día, nada más.

Ahora miré a Trisha, definitivamente a él no le iba a sacar nada.

—Claro —dijo ella encogiéndose de hombros falsamente. —Sólo nos poníamos al día.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top