Es ella


Los días siguientes fueron un ir y venir de diferentes actividades. Agnes y yo estábamos cargadas con miles de tareas, entre preparar los papeles para la legalización del refugio, los permisos municipales y la dotación de suministros, hasta contactar con las otras fundaciones que ya no daban abasto en cuanto a sus gastos y nos enviarían algunos de sus bebés para que nos hagamos cargo. Empezábamos temprano en la mañana y terminábamos por la tarde, cuando yo debía darme una ducha rápida y asistir a la facultad, que quedaba bastante lejos del refugio, por cierto.

Todo eso sin mencionar que no entendía casi nada de lo que se hablaba en clase. Por lo que al volver a casa, a las once y media de la noche, tenía la necesidad de leer sobre los temas que se trataron e investigar por mi cuenta, al menos durante una hora más antes de dormir.

Yo no estaba para nada acostumbrada a ese ritmo de vida. Para mí, siempre había sido mi trabajo tranquilo en la tienda. Mis mayores problemas anteriores se daban de vez en cuando, cuando Trisha y yo nos veíamos obligadas a quedarnos hasta tarde preparando los pedidos para el día siguiente. ¿Pero agotamiento físico y mental a diario? Nada comparado con lo de ahora.

Durante las clases, trataba de sacar el mayor provecho posible, así no tendría que estudiar tanto en mi escaso tiempo libre. Aunque, aun así, se sentía inagotable la cantidad de texto con el que tenía que ponerme al día. Y sin nadie que me ayude a estudiar. Así que a veces leía durante los descansos de almuerzo en el refugio o cuando esperaba a la gente antes de cada reunión.

El jueves era el único día de la semana en que no tenía clases por la tarde. Así que ese día, cuando salí del refugio, aproveché para ir a solucionar un tema que ya me estaba por volver loca: mi relación con mi mejor amigo.

Otra razón para detestar el haber sido tan caprichosa antes.

Llegué a su departamento a eso de las ocho de la noche. Estaba bastante agotada, pero si no lo hacía en ese momento, no podría verlo hasta el fin de semana. Y no estaba dispuesta a seguir esperando.

Curi me recibió al minuto en que toqué el timbre. Se sorprendió bastante de verme allí, después de tantos días sin hablarnos, y sin que le hubiera avisado que iría.

Me lancé a abrazarlo sin más. Necesitaba tanto enredar mis brazos alrededor de su espalda y, a decir verdad no sabía demasiado bien qué decirle, ya que nunca habíamos pasado tanto tiempo enojados el uno con el otro.

—Perdóname —susurré, incapaz de agregar algo más.

—Los dos estuvimos mal —reconoció él, mientras me daba espacio para ingresar.

Subimos al estar y me puso al tanto de los últimos acontecimientos en su vida. El sábado, en la noche de pizzas que tuvieron sin mí, los chicos le dieron la cámara que tanto había querido, y que compramos entre todos como una sorpresa para compensarlo por haber perdido en el concurso de fotografía. Después me contó sobre lo que hicieron ese día, que Amy seguía con Jacob, lo cual ya era todo un record de parte de nuestro amigo y nos hacía pensar que tal vez estaba sentando cabeza, por muy improbable que eso pareciera.

Luego le conté todo, desde el momento en que dejamos de hablar hasta que toqué la puerta de su departamento. Él me escuchó casi en silencio, sin hacer ningún juicio de valor, sin soltar ningún "te lo dije" o algún regaño en mi contra. Simplemente acarició mi mano en las partes en las que me vio peor y me dio otro abrazo cuando finalicé.

—Me alegra que te hayas dado cuenta de lo que en verdad importa —me dijo.

Le sonreí con remordimiento.

—Ojalá lo hubiera hecho antes —exterioricé—. Si tan sólo te hubiera escuchado cuando me lo dijiste.

Él negó.

—Jackie, el verdadero cambio se da cuando somos capaces de verlo por nosotros mismos. Y supongo que, en ese sentido, el mejor maestro fue el amor que sientes por él.

—Lástima que tuve que verlo triste antes de darme cuenta de cuánto lo quiero... —admití.

—No pienses en eso. Créeme que mientras él aún te quiera, tienes esperanzas de arreglarlo —agachó la mirada sin darse cuenta. Probablemente por recordar que su amor no era correspondido por la chica que le gustaba.

Lo miré con aflicción.

—Estuve pensándolo bien y... no tienes que decirme quién es esa chica —exterioricé—. Me había enojado mucho al pensar que no confiabas en mí lo suficiente, pero ahora me di cuenta de que no puedo forzarte. Dímelo cuando estés listo.

Él sonrió con alivio.

—No sé qué es lo que Ethan hizo para que maduraras, pero se lo agradezco mucho —bromeó, haciéndome reír.

—Creo que merezco algo de mérito también —me quejé, avergonzada.

—Claro que sí —indicó, acariciando mi hombro con ternura.

Como nos quedamos en el sofá, hablando hasta pasada la medianoche y comiendo papas fritas, decidí dormir allí.

Curi me llevó a la tienda un poco antes de las ocho de la mañana siguiente, para que pudiera prepararme y estar en el refugio temprano. Trisha ya había abierto las puertas cuando llegamos y salió a saludarnos.

—Me alegra mucho que se hayan arreglado —nos dijo, mostrando una sonrisa.

—Espero que no volvamos a pelear hasta que tengamos cincuenta años —imploró mi amigo, haciéndonos reír.

—No lo haremos —aseguré.

—¿Quieres desayunar? —le preguntó ella a Curi.

Los tres pasamos y nos sentamos a comer juntos en el salón. La mesa estaba llena de medialunas de rellenos diversos, así que Curi y yo nos burlamos, diciendo que Trisha se sentía tan sola ahora que yo no estaba, que llenaba mi vacío con comida. Como era de esperarse de ella.

Mi día había empezado muy bien. Tal vez no tenía al chico que quería a mi lado, pero sí a los dos mejores amigos que cualquiera pueda pedir. Esos que me conocían tan bien que podían considerarse mis hermanos, que me regañaban cuando debían hacerlo, pero también me cuidaban con fervor porque sabían que daría mi vida por ellos.

Hacía mucho que no compartíamos un momento los tres solos, así que reímos y pasamos muy bien. A pesar del poco tiempo que teníamos, porque yo debía llegar al refugio en un momento más. No quería ser justamente yo la que se atrasara con el trabajo.

Fui a bañarme y alistarme a prisa porque nos habíamos demorado bastante en la comida.

Cuando volví, Trisha sostenía el periódico. Su expresión al verme hizo que me diera cuenta de que algo la perturbaba. Dobló rápido las hojas y lo depositó sobre la mesa.

—¿Qué es? —pregunté al instante.

—Nada —aseguró nerviosa.

Fruncí el ceño, desconfiada.

—Entonces supongo que no hay problema en que me fije yo misma —contesté, tomando el periódico entre mis manos y desdoblando sus hojas. Adentro estaba la revista que venía con la tirada del día y que se trataba de la semana de la moda, que comenzaba ese mismo día. En la tapa se podía ver a una espléndida Cindy Preston, en un vestido corto rosado, lentes de sol y llevando de la mano a Ethan. Estaban saliendo de algún restaurante y se notaba que les tomaron la fotografía al paso, pero aun así se veían muy bien juntos—. "Nuestra modelo favorita estrena novio" —leí, mientras Curi reía y Trisha lo miraba mal.

—¿Estrena novio? —Preguntó él, entre risas— ¿Qué es Ethan: un auto nuevo?

—Aquí lo catalogan como el empresario del año —rodé los ojos—. "El mejor partido para Cindy" —recalqué lo que decía la nota.

—Apuesto a que sólo lo usa por figurar —se quejó mi amiga.

—Creo que éste noviazgo va a durar más de lo que pensé —confesé, hastiada—. Lo peor de todo es que me siento mal al esperar que termine. ¿Acaso soy una mala persona?

—No eres una mala persona —me consoló ella—. Es obvio que no están enamorados...

—Bueno, pero tampoco podemos culparlo por salir con ella —interrumpió Curi—. Es decir, te quiero Jackie, pero ¡Demonios! ¡Es Cindy Preston!

Trisha le dio un golpe en el hombro.

—Eres un tonto baboso —lo regañó, pero yo no pude evitar reír— Lo importante son los sentimientos, y él quiere estar con Jackie.

—Mejor vámonos ya —le dije a Curi, dejando a un lado ese maldito periódico. No quería que me invadiera el desconsuelo de golpe.

Casi no hablamos de ida al refugio. Me pasé todo el camino pensando en ese artículo de revista y tratando de evitar sentirme miserable. Cindy se veía única, seguramente era la chica más deseada de la ciudad, una modelo exitosa, con una carrera en alza. Mientras tanto, yo no tenía tiempo ni de peinarme. Jamás podría competir con ella.

¿Y si terminaba enamorándolo?

Cuando llegamos mi amigo me miró y, al momento de bajarme del auto, habló.

—Jackie —confesó nervioso—, la chica de la que estoy enamorado, es ella.

Volteé a verlo, sin comprender.

—¿Cindy Preston? —pregunté tontamente, porque no me la había podido sacar de la cabeza.

Él rio con gracia.

—Siempre tan distraída, abejita.

—¿Entonces quién? —seguí sin entender.

—No quise decírtelo antes por miedo a que eso arruinara la relación que tenemos entre los tres— explicó.

Uno de los chicos de la fundación llegó detrás de mí y se acercó a saludarme en ese momento. Le devolví el saludo, pero centrada en lo que me acababa de decir mi mejor amigo. Cuando el chico ingresó a la casa, volví a ver a Curi.

—Es Trisha —me dijo él, con dolor en los ojos. Tanto que hubiera dado todo lo que estuviera a mi alcance por hacerlo desaparecer.

¿Trisha? ¿Nuestra mejor amiga, Trisha?

—No puede ser —susurré mientras un escalofrío recorría mi columna. No sabía qué más decir al respecto. De todas las personas que pensé que podían gustarle, nunca jamás pasó por mi cabeza que pudiera ser alguna de nosotras. Después de todo, éramos sus amigas desde hace tantos años.

¡Éramos como sus hermanas! O tal vez, sólo yo lo era. Tal vez ella siempre le gustó.

Pero todo cobró sentido en un instante. Él me había dicho que llevaba mucho tiempo enamorado de ella.

¿Cuánto tiempo? ¿Tal vez años? ¿Cuándo había empezado a sentirse así?

Me llené de preguntas por dentro y sentí que moriría de ansiedad. Necesitaba subir de nuevo al auto y exigirle que me contara todos los detalles. Pero no tuve oportunidad de hacerlo, porque Ethan llegó en ese momento y se ubicó a mi lado.

—Hola chicos —nos saludó—. Jackie, necesito tener una reunión con ustedes adentro, ahora.

—Ya voy —le contesté seria, sin mirarlo. No podía sacar los ojos de encima de Curi.

Es decir, me encantó que estuviera allí, pero ¿por qué justo en un momento como ese?

—Jackie, es en serio. No tengo mucho tiempo —insistió, al ver que no me pensaba mover.

—Demonios, Ethan. Dije que ya voy —me quejé, dejándolo pasmado.

Curi negó rápidamente con la cabeza, como diciéndome "no lo hagas enojar".

—Hablamos después —me dijo mi mejor amigo. Amagó cerrar mi puerta, pero la sostuve.

—Quiero que hablemos ahora —pedí. No podía dejar pasar algo tan importante como eso, a pesar de lo aturdida que me sentía.

El otro me esperaba, impaciente.

—Prefiero que no hablemos de eso, Jackie —contestó—. Además Ethan te está esperando —me miró severo. Estiró de nuevo la puerta, la cerró y movió el auto.

Me quedé allí, viéndolo alejarse.

—¿Ya? —preguntó Ethan, algo irritado.

—Ya —contesté, volteando hacia él con mala cara.

Se colocó delante de mí y llevó las manos a su cintura.

—Jackie, no sé qué esté pasando entre Kurt y tú —empezó—. Pero recuerda que no puedes hablarme así delante de los chicos de la fundación. Allí dentro no soy tu amigo, soy tu jefe.

Era un sermón bastante tenue y tenía razón, así que asentí.

—Lo lamento —dije.

Él curvó los labios. Su sonrisa me daba vida, a pesar de la angustia que la confesión de Curi dejó en mis adentros.

Fuimos al interior de la que antes había sido su casa y ahora se estaba convirtiendo de a poco en el refugio para bebés.

Él reunió al grupo y nos habló sobre los planes para el proyecto. Les dijo a todos que tuvieran en cuenta que, si bien Agnes me estaba ayudando, la directora del refugio era yo. Y que todas las decisiones las tomaba yo. Que no intentaran hacerme cambiar de opinión porque era bastante terca (lo cual me hizo reír por dentro). Y que, durante la próxima semana, la prioridad de todos debía ser terminar de armar el hogar a tiempo para la inauguración y promocionar tanto como sea posible.

Todos lo escucharon con atención. Le tenían mucho respeto, e inclusive estima, por lo que pude notar.


—Y ésta es mi oficina —le dije luego, cuando ingresamos a la que antes había sido su habitación y que se había estado transformando desde el día anterior. Ya se encontraba instalado un escritorio, una silla giratoria y una computadora. La decoración aún dejaba mucho que desear, pero por ahora no tenía tiempo de ocuparme de eso. —No es tan linda como la que tienes en tu edificio... pero está bien.

—Ciertamente —dijo él —. De hecho, es bastante descuidada.

Su franqueza me hizo reír.

—Oye, hago lo que puedo —me quejé.

—Te traeré una planta la próxima vez que venga. O mi foto, lo que sea que la haga más agradable a la vista —rio.

Me sentí un poco nerviosa de estar a solas con él. Habíamos dejado al grupo abajo, continuando con los preparativos.

—Hablando de eso... te vi con Cindy en la revista del periódico —comenté, recordando otra vez esa desagradable imagen.

Él se avergonzó en un segundo, lo supe porque se restregó la nuca.

—Yo trato de mantener un perfil bajo, pero ella es todo lo contrario. Ya le ha hecho saber a todo el mundo que estamos juntos —se excusó.

Me recargué de espaldas contra el escritorio y él se ubicó frente a mí.

Miró su reloj de pulsera.

—Debo retirarme enseguida. Tengo otra reunión —explicó —. Pero no quiero ir sin que me digas si está todo bien contigo. ¿Al fin te arreglaste con Kurt?

Asentí.

—¿Entonces qué es lo que te tiene así?

—¿Así cómo? —pregunté.

—Distante...

Supuse que lo preguntó porque me había estado escribiendo en estos días para saber cómo me iba con la facultad y el refugio, pero yo no había tenido demasiado tiempo de hablar con él, así que le respondía tarde o con pocas palabras. Por lo que no habíamos mantenido una conversación real desde el lunes, cuando me enteré de su noviazgo.

—Son muchas cosas —expliqué pensativa.

No podía decirle que era su relación con Cindy lo que me tenía así. Y realmente, no era solo eso, sino también el estrés por terminar el refugio a tiempo y el hecho de haber retomado la facultad inesperadamente y que me costara tanto. Y ahora, por supuesto, me perturbaba lo que Curi sentía por Trisha.

—Al menos dime una —pidió —. Aún soy tu amigo... ¿o no?

Sonreí.

—Eres mi persona favorita en el mundo, Ethan.

Juraría que lo vi sonrojarse, pero nunca antes lo había hecho, así que no pude estar segura. Llevó la vista a otro lado.

—Creí que era Kurt...

—Curi siempre lo fue, pero él es como mi hermano —le confesé—. Tú eres diferente.

Entrecerró los ojos, hundiéndose unos segundos en mi mirada.

—Tú también eres mi favorita —admitió con algo de timidez reforzada por una leve sonrisa.

Sacudió la cabeza, para volverse a sí mismo a la realidad, aunque le costó dejar de sonreír.

—Está bien, dime... que tengo poco tiempo.

—Curi me contó de quién está enamorado —le aclaré —. Tú me dijiste una vez que ya lo sabes, pero la verdad es que yo no tenía idea, y ahora estoy consternada —mis manos se aferraron con fuerza al borde de madera del escritorio —. No puedo creer que haya estado delante de mis narices tanto tiempo y no me haya percatado... Y además, creo que es verdad que ella no siente lo mismo por él. ¡Y no sé qué hacer!

—Jackie —él depositó sus manos en mis hombros, para calmar mi ataque de nervios —. No hay nada que puedas hacer.

—Pero no voy a quedarme de brazos cruzados —gimoteé —. Es mi mejor amigo, y está sufriendo desde hace tiempo por esto.

—Mírame —dijo y llevó ahora sus manos a mis mejillas, levantando mi rostro —. Ni tú ni Kurt pueden cambiar lo que ella siente. Y él lo sabe, tal vez por eso no te lo dijo antes. Para no ponerte en esta situación.

—Pero quiero ayudarlo —insistí.

—No puedes salvar el mundo —aseguró, mirándome con atención.

—Entonces ayúdame —supliqué.

Sus ojos me transmitieron inquietud.

—Bien —dijo al fin—. Invítalos a la inauguración del refugio y veremos qué hacer. Pero mientras tanto, enfócate en esto que debes construir. ¿Está bien?

Asentí con alivio.

—Gracias Ethan —llevé los ojos abajo un segundo —. Y gracias también por creer en que puedo hacer esto del refugio.

—No tienes que agradecerlo, eres perfectamente capaz de hacerlo.

Su ternura me sacó una sonrisa.

—Voy a lograr que te sientas orgulloso de mí —expresé.

Levanté una mano y acaricié su cabello. Pero esto hizo que se sobresalte un poco.

—Me tengo que ir —indicó apartándose con sutileza.

Asentí y él salió de la habitación rápidamente. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top