Conociendo a Norman Welles
Cuando llegó a la tienda en la mañana siguiente, Trisha tampoco quiso decirme nada al respecto, aunque Ethan ya no se encontrara junto a nosotras.
—Lo siento Jackie, se trata de sus asuntos, así que tendrás que pedirle a él que te lo cuente —fue todo lo que pude sacarle, a pesar de haberle insistido y preparado un delicioso chocolate licuado para desayunar.
Si no pude sacarle información con comida, definitivamente no me lo diría. Por lo que evité hablar del tema el resto de la mañana. Sin embargo, fingí recordar unos pendientes y me retiré pasadas las diez.
El viaje en bus me tomó casi el doble de tiempo que había tardado la vez que fui en el auto. Sin embargo, me las arreglé para llegar sin problemas, ya que recordaba perfectamente la zona.
Me bajé del bus casi a las once treinta e ingresé por la imponente entrada de vidrio y me dirigí a la recepción.
—Vengo a ver al Sr. Welles —le dije a quien se encontraba detrás del recibidor.
—¿Tiene alguna cita agendada?
Dudé. —No, pero...
Ella me interrumpió. —Si no tiene una cita agendada me temo que deberá marcar una. El Sr. Welles está disponible para la fecha... —comenzó a hojear una agenda repleta de marcas y anotaciones en cada día del mes.
—Necesito verlo ahora —supliqué.
Ella levantó la mirada y sonrió con picardía.
—Ya entiendo por dónde va esto —murmuró—. Me temo que sin una cita agendada o una invitación personal del Sr. Welles no puedo dejarla ingresar.
—Pero tengo que hablar con él.
Me miró con cara de pocos amigos. —Y yo necesito casarme con él, querida, ¿ok? Ni tú ni yo obtendremos lo que queremos.
—Pero...
Ella se cruzó de brazos y arrugó la expresión.
—¿Tienes idea de cuántas chicas vienen aquí, al año, esperando verlo? Si las dejara pasar a todas perdería mi trabajo, te lo aseguro.
—Esto no es lo mismo.
—Oh, querida. Es lo mismo, déjame adivinar: Te llevó a cenar y no te volvió a llamar. Te dio un beso y ahora te ignora. O, el mejor de todos, dormiste con él y te acabas de dar cuenta de que es el amor de tu vida —bufó—. Ya lo he escuchado todo.
—No, no se trata de eso —la corté molesta, preguntándome si en verdad había chicas que se acercaran a la recepción alegando cosas como esas—. Soy Jacqueline Rose. Soy la propietaria de la casa que necesita comprar para edificar el centro comercial —expliqué.
Ella primero frunció el ceño y al instante abrió los ojos de par en par. Por fin conseguí captar realmente su atención.
—Jacqueline Rose, dices —revisó unos papeles durante unos minutos y tildó mi nombre en uno de ellos—. Piso once —señaló el pasillo de la derecha.
—¡Gracias! —me dirigí a toda prisa por el pasillo y marqué el ascensor. Pareció tardar una eternidad.
Llegué al piso once al cabo de unos instantes. Su secretaria estaba allí, con el teléfono fijo anclado a la oreja.
—Sí, ya está aquí. Es la misma chica. —le dijo a la persona del otro lado y a continuación colgó. —Rose —me dijo con la misma cara de disgusto con la que me había mirado el día en que vine por primera vez.
—¿Puedo verlo? —pregunté exaltada.
Ella negó. —Está en una reunión muy importante ahora. De hecho no se encuentra aquí, sino en la gran sala de reuniones, unos pisos más arriba.
Suspiré. No había hecho todo ese camino para retirarme ahora.
—Voy a esperarlo —le dije y me senté en uno de los sillones sin aguardar su aprobación.
—Probablemente esté terminando ya, iniciaron hace más de una hora. Sin embargo, —acotó con maldad— debes ser la persona en el mundo a la que menos quiera ver en este momento.
La miré sin comprender.
—Gracias a ti, tiene a todo el Directorio encima suyo —se acomodó los lentes mirándome fijamente—. Se rehúsan a que la construcción se haga alrededor de tu propiedad. Como era de esperarse, los inversores lo tienen entre la espada y la pared y amenazan con hacer rodar su cabeza si no lo soluciona pronto.
Me quedé con la boca ligeramente abierta. ¿Acaso era de eso de lo que estaba hablando con Trisha ayer? Recordé el gesto que Ethan le había hecho y que recordaba mucho a un corte en su cuello.
Pero me tocó esperarlo, así que me acomodé en el sofá. La puerta volvió a abrirse a pasos del mediodía. Él entró a toda prisa, con expresión cansada y ni siquiera se percató de que yo estaba sentada, leyendo una revista, al costado de la recepción.
—Lydia, que nadie me moleste por favor —le dijo casi sin mirarla, de camino a su oficina.
Ella asintió. —Le llevo el almuerzo enseguida.
—No te molestes, no tengo hambre.
Sonaba serio, cortante y angustiado. Me puse de pie cuando él llegaba a la entrada a su despacho y miré a Lydia, llamando su atención.
—Ah, Sr. Welles, —dijo ella recordando mi presencia y él se detuvo con la puerta entreabierta— la Srta. Rose ha estado esperándolo.
Él volteó algo sorprendido y me miró confuso.
—¿Jackie?
Le saludé con un movimiento de la mano.
—Ven, pasa —me dijo y así lo hice. Ethan llevaba puesto un traje azul oscuro, de la mejor calidad y que le quedaba a la perfección, tanto que me hizo sentir vergüenza de mi blusa gastada y mis jeans.
—¿Está todo bien? —preguntó, cuando quedamos a solas en su oficina.
—Es lo que me pregunto yo —contesté acercándome a la mesa y contemplando la infinidad de planos desperdigados uno encima de otro. En todos los que alcancé a ver figuraba mi propiedad y la estructura del centro comercial extendiéndose a los costados. Posé los dedos sobre uno de ellos, pensativa. Él se acercó a mis espaldas.
—En verdad tengo mucho trabajo que hacer, Jackie...
Lo interrumpí. —¿Por qué me ocultaste que tienes problemas con el Directorio?
Se quedó en silencio. Entonces volteé, lo miré a la cara y levanté una ceja, esperando una respuesta.
Él desvió su mirada de la mía. —Entonces Trisha te lo contó...
Negué. —Lydia lo hizo. Resulta que mi mejor amiga tampoco me quiso decir una sola palabra, por lo que tuve que venir aquí. ¿Por qué no me dijiste nada? Porque es mi culpa, ¿verdad? —soné molesta, pero en realidad me sentía culpable por dentro. No quería causarle problemas a Ethan y menos con su trabajo, que resultaba tan importante para él.
—No, claro que no —se exaltó—. Justamente porque no quería que pensaras que es culpa tuya.
—Pero lo es, y me lo ocultaste —reclamé.
Él negó repetidas veces.
—¿Qué esperabas que hiciera? ¿Rogarte que vendieras? No voy a forzarte a hacerlo.
—Pero...
—No, Jackie —ubicó sus manos en mis hombros— sólo déjame a mí lidiar con ellos. Encontraré una manera.
Dos golpes contra la madera me hicieron detener lo que estaba por decir. La puerta se abrió e ingresó un hombre adulto, rubio y alto. Pude ver a Lydia atrás bastante asustada por haber dejado pasar a alguien sin el permiso de su jefe. Pero el hombre no parecía arrepentirse de haber interrumpido y, a decir verdad, Ethan tampoco lucía molesto por aquella perturbación. La manera en que entró, de golpe y sin pedir permiso, me hizo deducir que se sentía tan dueño de esa oficina como lo era Ethan.
—Tío Norman —dijo él.
El hombre entró, cerrando la puerta prácticamente en el rostro de la secretaria, sin reparo, y recordé automáticamente quién era. Lo había visto el fin de semana en la quinta, pero me costó reconocerlo en ropas tan formales. Ese rostro vanidoso, esa forma de andar tan presumida y esa mirada desde arriba, con el mentón ligeramente levantado, que te hacía sentir la persona más miserable del mundo, sólo podía pertenecer a alguien: el padre de Brittany.
—Ethan, debemos hablar de forma urgente. —Sus ojos se posaron en mí ahora, como si fuera una molestia a la que no esperaba ver allí— ¿Nos dejarías a solas, Jacqueline?
Al pronunciar mi nombre su rostro se iluminó de una forma perversa, su mirada se tornó aún más siniestra y sus labios se curvaron a un costado como si todo en su mente estuviera cobrando sentido rápidamente, en ese mismo instante. — Jacqueline... —repitió pensativo— ¿Rose...? —agregó.
Me quedé atónita y por unos instantes mi pecho se detuvo. El hombre acababa de percatarse de que quien no quiere vender su casa y yo somos la misma persona, estaba segura. Traté de recobrar la calma, aunque sus ojos clavados en mí me intimidaban de una manera espeluznante. Ethan pareció percibir mi consternación, porque me colocó con cuidado una mano en el hombro.
—Iré a verte esta tarde —me susurró y me dirigí, sin decir nada, hacia la salida.
Norman Welles me siguió con la mirada hasta que crucé la puerta y la cerré detrás de mí. Lydia también debió haber leído la expresión de perturbación en mi rostro porque soltó un comentario al respecto. Pero pasé sin prestarle atención y me fui cuanto antes.
Sabía que Norman era el hermano de David, porque oí a alguien comentarlo en la quinta, pero no se parecían más que físicamente y en la elegancia que desprendían a cada paso. David era alegre, agradable y cariñoso, y Norman parecía ser todo lo contrario: calculador, frío y malévolo. Se notaba que se esforzaba por dar la imagen de un hombre poderoso y temerario.
Ya en la tienda, le di la tarde libre a Trisha en agradecimiento por ocuparse de mi puesto en la mañana y me dediqué a ponerle apliques a los marcos y barnizar algunas tablas. Me pasé con eso toda la tarde. Mis habilidades no eran tan buenas como las de Trish y por ende, me tomaba más tiempo y más trabajo lograr la calidad de trabajo que ella conseguía en sus obras.
—Te ves tan linda cuando te enfocas en tu trabajo.
Sus palabras no sólo me hicieron perder la concentración, sino que casi arruinan la terminación de un marco. Lo miré irritada y avergonzada a la vez, mientras él cruzaba el salón.
Llevaba el traje de la mañana, sin el saco, aunque ya eran casi las seis de la tarde. Esbozó una sonrisa cuando llegó hasta mí.
—Creo que nunca podré acostumbrarme a esto —metió las manos en los bolsillos mientras me observaba.
—¿A qué?
—A ti, sonrojándote cuando te digo cosas como esas.
Hice una mueca y volví a acercar el rostro a las piezas que estaba tratando de encajar en los espacios del marco, para evitar que siguiera contemplando mi rostro avergonzado. Él se sentó en la misma butaca en la que yo estaba, acomodando su espalda contra la mía. Que esté tan cerca hizo que me llegara el olor de su exquisito perfume.
Soltó un suspiro profundo.
—Si estás agotado debiste haber ido directo a tu casa, a descansar.
—Pero te extrañaba... y no estoy agotado, es sólo... olvídalo —suspiró de nuevo.
—Estás estresado, Ethan.
—No lo estoy.
—Lo estás, y apostaría a que es él quien te presiona.
—¿De quién hablas?
—De tu tío Norman. Está en el Directorio, ¿no?
—Mira Jackie, es entendible que no te agrade. Es intimidante. Pero no, no me presiona él. De hecho, es quien mejor me entiende. No estaría donde estoy de no ser por él.
Pensé un segundo, meditando sobre qué tipo de cosas habría hecho Norman por él en el pasado para que le tuviera tanto respeto.
—Entonces sientes que estás en deuda con él, y te estresas por ello.
Él rio, recostando su cabeza hacia atrás, por sobre mi hombro. Miraba hacia arriba, pensativo.
—No estoy estresado —repitió. Llevó su mano a la sien, haciéndose unos breves masajes—. Sólo es un rompecabezas que debo resolver. Necesito tiempo, eso es todo.
—¿Y cuánto tienes?
—Un mes, es todo lo que consiguió que me dieran. El Sr. Stevens quiere dejar el proyecto. Si él se retira otros inversores lo harán también.
Mi corazón se estrujó al oír eso y me entró un temor enorme de que Ethan pudiera terminar perdiendo todo a causa de mi negativa a venderle el terreno.
—¿Y qué ocurrirá luego de ese tiempo? —pregunté, aunque sentí miedo de lo que pudiera contestar.
Negó. —Lo ignoro. Tío Norman intenta mantenerlos calmados.
Recosté mi cabeza sobre su hombro también. No sabía hasta qué punto podía confiar en que Norman mantuviera las cosas en calma con el directorio.
—¿Te dijo algo sobre mí? Claramente sabe que soy yo quien está atrasando tu proyecto.
Inclinó su rostro hacia el mío.
—Tú no te preocupes por eso —levantó una mano y despeinó mi cabello.
Medité unos instantes, aunque no tanto como hubiera querido. No quería vender, de eso estaba segura, pero verlo angustiado de esa manera me hizo pensar que tal vez podría volver a pensar en esa idea.
—Creo que no estaría mal... —dije— volver a escuchar alguna propuesta de tu parte.
Él pareció sorprendido, pero negó.
—Me ha llegado a agradar este lugar. Creo que no podría reducirlo a escombros, aunque tú me lo pidieras.
Se puso de pie y se acercó al cuadro más grande de todos, el que se encontraba detrás del mostrador. Era un paisaje totalmente tallado sobre diferentes tipos de maderas de excelente calidad.
—Esta es una verdadera obra de arte —dijo examinándolo. —¿Lo talló Trisha?
—No... —Agaché la cabeza sin querer— es el último trabajo de papá. Lo terminó unos días antes del accidente.
Él debió sentir la angustia en mi voz, porque se quedó en silencio por unos segundos.
—Es realmente precioso —dijo al fin.
—Aún no estoy segura de querer que se venda. Lo dejo más bien como adorno, ya que es su mejor obra.
Él pasó sus manos por la madera, siguiendo el relieve del tallado.
—Era un gran artista, estoy seguro. Pero no fue ésta su mayor obra —me guiñó un ojo con cariño.
No pude evitar mostrar una sonrisa al recordar que papá también me decía siempre que, sin importar lo bueno que fuera en su trabajo, nunca podría llegar a tallar algo tan hermoso como yo. Me daba mucha ternura escucharlo decir esto, en especial porque sé que mi apariencia no es realmente hermosa, sino más bien común y corriente.
—En realidad amaba lo que hacía, así que le ponía mucho empeño a cada cosa —me limité a contestar.
—¿Lo extrañas a menudo?
—Todos los días —me sentí abrumada por la melancolía— Era mi héroe y mi ejemplo.
—Lo entiendo, también extraño a mi madre. Y no sé qué haría sin Norman.
Lo miré extrañada, su comentario me descolocó, dijo Norman, no David. —¿Y qué hay de tu padre?
Él se encogió de hombros.
—No tenemos la mejor de las relaciones. Supongo que eso es lo que pasa cuando sólo te preocupas por tu novia y dejas de lado a tu familia —lo dijo sin más, como si no le importara, pero pude ver lo contrario en su mirada.
—Estoy segura de que no es así. Tal vez no sabe cómo llegar hasta ti. Te mostraste bastante frío con él durante el fin de semana.
—Creo que ella nunca me agradará. Tal vez es por eso.
—Pero Evelyn es amable contigo. No le has dado la oportunidad.
Él negó. —Es que no lo entiendes. Podría ser mi hermana, o incluso mi novia.
—Pero no lo es, Ethan.
—Porque no tengo tan malos gustos, afortunadamente.
—Oh, claro. Empezando por Cindy Preston —bufé. —Al menos Evelyn no está hecha de plástico.
Él rodó los ojos y se cruzó de brazos.
—Me encantaría seguir escuchándote defender a quien no me agrada y demostrar tus celos incontrolables, pero debo ir a casa —cruzó a mi lado, revolvió mi cabello al paso y se retiró.
Reí mientras lo vi atravesar el acceso. Evidentemente ese era un tema que no le agradaba tocar, por lo que no le dije nada más, pero preparé mentalmente una estrategia para cambiar ese concepto que tenía de ellos dos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top