Confía en mí
Mi boca se abrió sin disimulo cuando pasamos adentro. Si no hubiera tenido una cama, pensaría que se trataba de un salón completamente equipado. Su habitación tenía tres ambientes integrados.
El ambiente principal contaba con una mesita con dos sillas de terciopelo a los costados. Delante de su cama se levantaba una imponente chimenea. ¿De verdad? ¿Quién tenía una chimenea en su habitación? Un televisor plano figuraba empotrado en la pared del costado, como si estuviera más de adorno que de otra cosa. Y amplios ventanales decoraban la pared posterior, con cortinas que se extendían desde el alto techo hasta casi tocar el suelo.
—Ponte cómoda —me dijo mientras desaparecía por uno de los costados. Yo me dediqué a observar con asombro cada detalle de todo. Las paredes, en una solemne combinación de beige y terracota, le daban un aspecto tradicional pero imponente al sitio.
Pasé al segundo ambiente, que era más ejecutivo. Una especie de oficina con un gran escritorio de madera maciza y encima, una computadora de última generación. A un lado, un librero repleto que llegaba hasta arriba y una sobria pecera en el extremo contrario. Me reí por dentro al pensar que solamente Ethan podría tener un lugar de trabajo en su habitación. Probablemente usaba más este pequeño espacio que todo el resto de la casa.
El tercer ambiente me sorprendió aún más. Un piano de cola acaparó inmediatamente mi atención, me acerqué y lo inspeccioné, preguntándome si había sido usado alguna vez. Contra la pared se apoyaba un carrito con bebidas y al costado una mesita contenía una bandeja con finas copas transparentes. En el fondo se extendía lo que podría considerarse como un cuarto ambiente, aunque estaba compuesto únicamente por un enorme ropero que abarcaba las paredes de cada costado. La entrada a su baño se encontraba en el extremo posterior de ese sector. Escuché que el agua aún corría del otro lado de la puerta, así que volví al primer sector y me senté sobre su cama.
Al momento en que mi cuerpo sintió debajo la comodidad de su colchón, caí rendida. Me saqué los zapatos y me recosté. Solamente estar apoyada allí ya se sentía tan relajante como la visita a un spa. Al menos ahora tenía una idea de por qué Ethan no había dormido nada la noche anterior. Descansar sobre mi dura cama probablemente le había parecido como hacerlo sobre piedra.
Acomodé mi cabeza en su almohada y respiré el perfume que tenía impregnada. Me gustó tanto esa sensación de comodidad mezclada con la familiaridad de su olor, que me quedé allí con los ojos cerrados por un largo rato.
Escuché la puerta del baño abrirse y cerrarse de nuevo a mis espaldas, pero no quise voltear en caso de que él se estuviera vistiendo. Su celular sonó en ese momento.
—Hermano —contestó. Probablemente era Jason, Ethan no tenía hermanos. —No, hoy no puedo —respondió en un susurro. —Porque estoy con Jackie y creo que se quedó dormida, no quiero despertarla —seguía contestando a las preguntas en voz baja. Podía mostrarle que estaba despierta, pero no lo hice. —No, para nada —rio con vergüenza—. Amigos, nada más —sentí que se acercó a verme y, por alguna razón, al escucharlo hablar de mí, mantuve los ojos cerrados. Creo que quiso comprobar si estaba dormida, porque sólo se ubicó detrás un segundo y luego siguió de largo hacia adelante. —No sé si iré mañana tampoco. Tío Norman y yo discutimos, no es que me muera por ir a almorzar a su casa. —Escuché que estaba moviendo algunas cosas de su mesita y me animé a entreabrir los ojos un poco. Ethan me daba la espalda, se estaba colocando su perfume y seguía sin remera—. Por lo de siempre, el Directorio le pide mi cabeza y ya no sabe cómo atajarlos. Además que no soporta a Jackie. Pensé que alejarlos sería la mejor opción, pero sólo lo empeoró. Y ahora cree que tengo algo con ella y se lo oculto. Así que si voy mañana le pediré que me acompañe. Tal vez si la ve más a menudo se dé cuenta de que ella no es como él piensa. —Oh, Dios. ¿Ethan pensaba llevarme a casa de su tío el domingo? Nada sería más perturbador que un almuerzo familiar con Norman y Brittany—. ¿Mi papá dijo eso? —Preguntó extrañado, mientras se colocaba la remera intentando no separar el teléfono de la oreja—. Eso sí que es raro. Bueno, creo que en ese casó sí iré, para ver qué se trae entre manos —volví a cerrar los ojos al notar que empezaba a voltear de nuevo hacia mí—. Está bien, nos vemos mañana.
El sonido del corte de la llamada se escuchó hasta donde estaba. Intenté normalizar mi respiración al sentir que se aproximaba de nuevo a mí. Me inundó el calor de la manta que me depositó encima antes de salir de la habitación y me sentí aliviada de que no se haya percatado de que estaba despierta.
Esperé un buen rato para disimular y luego bajé las escaleras hacia el estar. Él se encontraba viendo un partido de fútbol, pero apagó la televisión cuando me aproximé.
—¿A dónde iremos? —me preguntó—. Jason me llamó hace rato para ir a un club. Pero dudo que te guste la idea, así que cancelé.
Me senté a su lado en el sofá.
—Trisha también me avisó que hay noche de pizzas hoy —el mensaje me había llegado cuando todavía estaba en casa.
—¿Quieres que vayamos?
Lo miré bien, se había vestido con un jean y una remera casual al igual que yo, probablemente porque no sabía cuáles eran mis planes.
Negué con la cabeza.
—Prefiero que nos quedemos aquí. Curi y yo no nos hablamos desde hace una semana, así que no quiero ir. Si me extraña un poco más tal vez vuelva y se disculpe conmigo.
Él soltó una risa.
—¿Kurt y tú pelearon...? Vaya, eso es de no creer.
Asentí, cruzando los brazos.
—Y tú, ¿lo extrañas?
—Todo el día —confesé—. Pero sabes cómo soy, no voy a ceder...
—Nadie lo sabe mejor que la persona que lleva meses tratando de comprar tu casa —expresó con risa y rodando los ojos.
Reí con él, al momento en que pasaba su brazo por encima del respaldo y acariciaba mi cabello.
—Entonces, ¿vas a contarme por qué estás molesta con tu mejor amigo? —preguntó al fin.
Levanté los hombros simulando indiferencia, pero involuntariamente había agachado la mirada.
—Aparentemente no soy lo suficientemente confiable como para que me confiese de quién está enamorado.
Él puso una rara expresión, de desconcierto.
—No irás a decirme que no lo sabes... — cuestionó, como si se tratara de la cosa más obvia del mundo.
Eso me tomó completamente por sorpresa. ¿Acaso Ethan sabía más que yo de mi mejor amigo?
Hizo que me diera vergüenza afirmar que no tenía idea.
—¿Tú lo sabes? —me limité a preguntar, analizando su mirada.
—Te dije que soy una persona muy perceptiva —presumió.
—Entonces dime, señor genio, ¿quién es? —lo miré con mala cara.
—Eso no me corresponde a mí —contestó con gracia—. Además, todo lo que yo pueda decirte serían solamente suposiciones mías. Y me parece que si lo extrañas tanto, deberías arreglarte con él.
—Sabes que no voy a hacer eso —solté hastiada.
—Lo sé —acarició mi mejilla con el dorso de su mano. Su tacto me hizo entrecerrar los ojos y preguntarme hasta qué punto este tipo de caricias cabía en la definición de amigos. Así que me puse de pie sin pensarlo, con la intención de hacer más espacio entre nosotros—. ¿Vamos?
—¿A dónde? Creí que no querías salir...
—No iremos a ningún lado, lo que quiero es recorrer tu casa.
Me miró sin entender.
—Dijiste que sería para el albergue —expliqué—. Bueno, quiero verla entonces.
Sus ojos se abrieron en sorpresa y se puso de pie de inmediato.
—¿Me estás diciendo que aceptas hacer el refugio? —Preguntó con viva emoción.
Asentí. Y, sorpresivamente, me dio un abrazo tan fuerte que me levantó del suelo unos centímetros.
—Gracias Jackie, gracias —susurró en mi oído, causándome escalofríos—. ¿Por eso querías que no vayamos a ningún lado esta noche? —me depositó de nuevo en el suelo.
—Sí —confesé entre risas.
—Ohh —echó la cabeza hacia atrás riendo y la volvió de nuevo abajo— Estoy tan feliz que podría... Besarte —hizo una mueca de gracia—. Sí, podría besarte —amagó acercarse más, en broma.
—Pero no lo harás —coloqué un dedo en sus labios para frenarlo, aunque apenas podía aguantarme la risa— Me lo prometiste esta mañana.
—No fue estrictamente una promesa —recordó con una sonrisa pícara, recostando su frente contra la mía. Le dio un tierno beso a mi dedo, que era lo único que separaba nuestros labios ahora. Y luego se alejó con delicadeza. —¿Vamos?
—Vamos —le sonreí, con el corazón palpitando un poco más rápido.
Pasó a la cocina, la cual estaba casi anexada al estar, e ingresé detrás de él.
—Ya conoces la cocina, así que vamos a saltárnosla, porque la casa es grande y hay mucho por ver —dijo pasando por ahí. Me detuve un segundo en la entrada y me avergoncé al recordar que fue allí donde nos besamos la primera vez que vine. Pero él siguió su camino, tal vez ni siquiera lo tuvo en cuenta. Así que no tardé en hacer lo mismo.
Pasamos a un salón en el que sobresalía una mesa larga de gruesa madera, a los costados se ubicaban esculturas y jarrones decorativos.
—Esta es como una sala de reuniones. Te servirá mucho así como está.
Arrugué la frente.
—Espera un momento... ¿piensas darme la casa con todo lo que tiene adentro?
Él me miró como si hubiera hecho una pregunta absurda, luego sonrió.
—Claro Jackie. ¿Acaso esperabas una casa vacía?
Me sobresalté por dentro. Con solo haber visto la estructura por fuera ya podía asegurar que valdría una fortuna. Ni siquiera podía calcular cuál sería su valor con todo el contenido.
—¿Estás seguro de eso? —tuve que preguntar de nuevo, para no quedarme con la duda.
—Bueno, hay cosas que evidentemente no te van a ser de utilidad, como el jacuzzi por ejemplo. Ya veremos con Agnes qué hacer con eso. Pero todo lo que sirva se quedará.
A continuación pasó al siguiente cuarto. Yo me sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría, pero tuve que componerme y seguirlo. No porque no me agradara Agnes, sino porque empezaba a sospechar que éste proyecto era mucho más grande que yo y comenzó a darme algo de temor.
—¿Entonces Agnes me ayudará? —consulté mientras admiraba el espacio siguiente. Se trataba de una sala de música. Había varios instrumentos y otro piano aún más grande que el de la habitación de Ethan. Las paredes se decoraban con amplias cortinas de terciopelo y el suelo con una finísima alfombra.
Él me observó con ternura.
—Todavía no tienes la experiencia necesaria para llevar adelante esto tú sola. Ella te apoyará los primeros meses.
—Parece una buena persona —comenté.
Él sonrió ampliamente.
—Lo es —afirmó—. Era amiga de mi mamá desde que eran pequeñas y me tiene mucho cariño.
Asentí.
—Tal vez solo por eso aguanta tener un jefe como yo —agregó entre risas.
—No creo que seas tan malo...
—Eso es porque nunca trabajaste conmigo. Puedo llegar a ser muy estricto. Así que no pienses que seré flexible contigo por ser tú —lo dijo algo severo, pero luego me dirigió una sonrisa.
Me abrí paso a su costado cuando ingresamos a la biblioteca. Era amplia, llena de libros en cada estante, los cuales llegaban hasta arriba mismo. Tenía un balcón interior en el segundo piso, desde donde estábamos se podía apreciar el área de arriba, donde se ubicaban unos escritorios para lectura y aún más libreros.
—Oh, Dios —exclamé—. Me encanta este sitio.
En el techo se extendía un ventanal que hacía juego con el que estaba en el fondo del salón. Magníficos cuadros decoraban los pocos espacios en las paredes que no tenían libros.
Luego de regañarlo durante unos buenos minutos, por haberme dicho que no acostumbraba a leer allí, pasamos a la zona de spa, donde se encontraba el jacuzzi.
—Al menos dime que usas este espacio —le reclamé y él rio.
—A veces sí.
Pero creo que más bien lo dijo para ahorrarse otro sermón.
—No me imagino cuánto debe salir mantener toda esta estructura al mes —me quejé—. Y no puedo creer que estés pagando por tantos lujos que ni siquiera usas.
Él se encogió de hombros.
—Cuando era nuevo solíamos reunirnos con los primos y amigos. Luego perdimos la costumbre. Además, no puedes culparme por querer darme algunos gustos.
Rodé los ojos. —Olvidé que tu ejemplo a seguir es tu tío.
Él se me acercó, pasó ambas manos sobre mis hombros, llevando mi cabello hacia atrás.
—No empieces a quejarte de mi familia otra vez —estaba conteniendo una sonrisa.
Puse mis manos en las caderas y lo miré severa, pero también se me hizo difícil no reír.
—Está bien.
Él había dejado sus manos en mis hombros, ahora me miraba como pensando en algo que no se animaba a decir. Suspiró.
—Hablando de mi tío Norman... —empezó— mañana habrá almuerzo en su casa —antes de decir lo siguiente desvió disimuladamente la mirada— y me preguntaba si quieres acompañarme.
Volvió sus ojos a los míos. ¿Por qué tenía que proponerme algo así estando tan cerca? No había forma de decirle que no, hasta empecé a sentir que se me debilitaban las rodillas.
—Sabes que él me odia, Ethan.
—Odiar es una palabra muy fuerte. Vamos a decir que no le agradas... —sus ojos me miraron suplicantes—. Y quiero cambiar ese concepto que tiene de ti. Para eso necesito que te conozca mejor.
Llevé la vista hacia el costado.
—¿Y qué hay de Brittany? O ya te olvidas que peleamos ayer en la gala.
—Hablé con ella esta mañana y me prometió intentar llevarse mejor contigo.
Exhalé. Él se estaba esforzando por acercarme a ellos y se me encogió el corazón de solo pensar en negarme.
—Ellos no me quieren allí, Ethan. Y esta vez es diferente porque es su casa.
Él se acercó un paso más.
—Yo te quiero ahí —aseguró—. Y mi padre va a ir, no vas a pasarla mal. Seguro llevará a su novia también.
—Está bien —tuve que rendirme ante sus ojos claros.
Me sonrió.
—¡Gracias! A cambio puedes pedirme lo que quieras —afirmó.
—¿Lo que quiera? —reí con picardía.
—Ajá —asintió.
—En ese caso... dijiste que mañana va a ir Evelyn. Y quiero que seas amable con ella.
Él se alejó con frustración pero gracia a la vez.
—¿Bromeas? —Se lamentó entre risas—. Puedes pedirme lo que quieras, literalmente. ¿Y me pides eso?
Asentí. —Quiero que la trates tan bien como me tratarías a mí.
—Está bien —no le agradaba para nada la idea—. Pero la trataré bien en la medida de mis posibilidades. No me pidas que sea la mejor persona del mundo con ella.
Incliné levemente la cabeza con una mueca de reclamo.
—Podías pedirme que renuncie a tu casa, ¿sabes? Pero tenías que elegir hacerme sufrir.
—Eso me da igual, de todos modos no la conseguirás —le guiñé el ojo—. Vamos, que aún nos falta recorrer.
Me siguió, resignado. Aunque debo admitir que el hecho de que estuviéramos hablando de la novia de su padre y que la situación, en vez de molestarlo le causara gracia, ya era un gran avance. Tal vez estaba empezando a aceptarla, después de todo.
Conocí todos los lugares de la planta baja, y luego pasamos al piso de arriba.
—Y aquí están las veinte habitaciones —dijo, invitándome a pasar a un largo pasillo lleno de puertas a cada lado—. Lo más estúpidamente egoísta que pude haber hecho en mi vida. Pero, lo bueno es que probablemente este sector te sirva incluso más que el resto de la casa —Llevó la mano a la barbilla, analizando el lugar—. Podemos empezar con esto y luego vamos adecuando la casa, cuando vayas necesitando ampliar.
Asentí, intentando imaginar cómo se vería ese lugar, que ahora estaba tan vacío y solitario, cuando la gente esté pasando de aquí para allá.
—Estoy seguro de que harás grandes cosas —comentó, como si supiera en qué pensaba—. Por esta noche, yo puedo dormir en una de ellas, y tú te quedas en mi habitación. Ahí vas a estar más cómoda.
—¿Seguro?
—Sí. Sólo que te arriesgas a que entre en plena noche y me acueste a tu lado —comentó entre risas, recordando lo que le hice yo la noche anterior.
No pude evitar reír también.
—Yo tuve una fuerte razón para hacerlo —me defendí.
—Yo también la tengo, créeme.
Le golpeé suavemente el hombro, mientras reíamos.
—Ya, hablando en serio —me detuvo y volteó hacia mí—. ¿Puedo preguntarte por qué propusiste quedarte a dormir aquí hoy?
Pensé que nunca me lo preguntaría.
Pero ya tenía formulada mi estrategia incluso antes de llegar. Desde el momento en que me propuse probar si Ethan sería capaz de confesarme que le había pagado al jefe de Benjamín para que lo mande a otra ciudad. Así que le di rienda a mi pequeño teatro, con la intención de sacarle la verdad.
—El problema es... —me acerqué más a él, sin sacarle los ojos de encima. Necesitaba hacer esto lo más creíble posible— Que Benjamín había dicho que volvería por mí. ¿Lo recuerdas?
Él asintió.
—Y me dio mucho miedo pensar que podría hacerlo... Entonces preferí dormir fuera de casa.
Cuando pronuncié la palabra "miedo", bajé adrede la mirada, para darle más énfasis a mi actuación.
Él volvió a asentir. Su cabeza parecía estar a mil por hora, probablemente se estaba preguntando si confesarme o no lo que le hizo a Benjamín. Al cabo de un segundo pareció dejarlo pasar, comenzó a voltear como para continuar con el recorrido. Pero lo detuve.
—Ethan, ¿crees que soy algo exagerada? ¿O tengo razón al pensar que podría volver, como dijo?
—Está bien que seas precavida. Ese tipo puede ser peligroso —contestó como si nada. Pero no era esa la respuesta que yo esperaba, y no iba a parar hasta escucharla o asegurarme de que en verdad no le importaba mentirme.
—Sí —afirmé—, y si dijo que volverá, lo más probable es que lo haga. Es posible que ahora mismo se encuentre frente a mi casa de nuevo. ¿No lo crees?
Tal vez mi insistencia le resultó algo extraña, porque volteó de nuevo hacia mí y se acercó. Con ambas manos tomó mi rostro y me miró a los ojos.
—Lo importante es que estás a salvo. No voy a dejar que te haga daño.
Pero tampoco me vas a decir que no hay forma de que me haga daño porque compraste a su jefe como si fuera mercancía, ¿no, Ethan?
—Gracias —lo abracé para ganar tiempo, mientras formulaba en mi mente una nueva frase que lo obligue a decirme la verdad. Necesitaba darle otra oportunidad de que sea sincero conmigo. No podía dejar esto así y quedarme con la idea de que él era perfectamente capaz de mentirme.
Levanté mi rostro, sin despegarme de su cuerpo.
—Me preocupa pensar que podría volver mañana, pasado, o cualquier otro día —insistí por última vez, esperando atentamente su respuesta—. No sé qué hacer para que no vuelva.
—Ey —me miró directamente a los ojos—, no voy a dejar que te pase nada Jackie. Lo prometo, confía en mí.
¿Confía en mí? ¿Confiar en alguien que podía mentirme en la cara, sin una pizca de arrepentimiento?
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