Algo que me llene el alma
El incidente en la inauguración no había sido suficiente para que Ethan y Cindy terminaran.
De hecho, no había servido de nada.
Le había escrito al día siguiente, y me contó que comprendió que ella aún sintiera algo por Oliver y por eso la había perdonado. Que estaban bien.
"Nunca dejé a ninguna de mis novias, Jackie. Y Oliver es un tonto si cree que Cindy será la excepción" me había escrito antes de despedirse.
Era de esperarse, Ethan no era la clase de persona que la iba a abandonar por dejarse llevar con alguien a quien ella quería. Y él estaba con ella para superarme. La infidelidad de Cindy no era motivo suficiente para olvidar la razón que lo mantenía a su lado.
Oliver no había vuelto a aparecer por el refugio, por pedido de su madre, quien obedecía órdenes de Ethan. Y yo no había visto a Ethan desde el sábado, a pesar de que ya era jueves.
Pasé mi única tarde libre de la semana ayudando a Evelyn con los preparativos del casamiento. Ella estaba exaltada con todo lo que tenía que tener listo en poco más de un mes. Además, su reciente embarazo la tenía más cansada de lo normal, así que me ofrecí a ayudarla, a pesar de que yo misma estaba exhausta debido a que los bebés nuevos habían ido llegando durante el transcurso de la semana.
Era una experiencia maravillosa, no podía negarlo. Pero así mismo, extremadamente agotadora porque requerían de muchísimos cuidados. Por ahora teníamos poco personal, así que nos arreglábamos como podíamos. Algunos de los chicos de la fundación habían vuelto a dedicarse a las tareas relacionadas a ésta y ya no hacían oficina en el refugio.
Los bebés eran lo que más alegraba mis días, y no veía la hora de tener en mis brazos al de Evelyn, aunque todavía era pronto para que se supiera siquiera el género. Ella estaba emocionada, diciendo que sentía que sería una niña. Rogué en mis adentros que así fuera, pensando en que Ethan ya estaba demasiado en contra de todo eso como para que David tuviera otro hijo varón que viniera a hacerle sombra. Pero no quise pensar demasiado en ello. Evelyn era mi amiga y sabía que tenía derecho a formar una familia con el hombre al que amaba.
Familia. Que lejos sentía eso para mí misma.
La que tuve alguna vez ya no existía. Y la que hubiera podido tener con él se sentía cada vez más inalcanzable.
Ethan no iba a terminar con Cindy, ya me lo había dejado en claro. Lo único que me quedaba era esperar a que ella lo hiciera. Pero en verdad, ¿quién podría dejar una relación con un chico como él?
Es verdad que todas sus novias anteriores lo habían hecho, pero yo tenía entendido que se debía a que él no les dedicaba el tiempo necesario porque priorizaba su trabajo. Cosa que no parecía hacer con Cindy, ya que se había pasado toda la semana de la moda detrás de ella y sus desfiles. En parte Cindy era su amiga, después de todo, y probablemente era su prioridad ahora.
El fin de semana salí con los chicos a la noche. La relación entre Trisha y Curi era lo único que había cambiado desde la inauguración. Él no se había animado a declararse, pero sí se mostraba con mayores esperanzas de estar con ella, luego de que lo convencí de que yo sí estaba segura de que ella sentía lo mismo.
Observándolos atentamente pude percatarme de que de vez en cuando se lanzaban algunas miradas cómplices. Curi era igual de atento con ella como lo había sido siempre. Y Trisha incluso estaba sentada con ellos en el suelo, intentando aprender a jugar los videojuegos que ellos acostumbraban y que nunca antes le habían interesado.
Yo me quedé casi toda la noche acomodada al lado de Amy. Ella se pasó hablando de Jacob y de lo bien que estaban juntos. No eran novios oficialmente, porque Jacob le tenía un miedo terrible al compromiso, pero el hecho de que estuvieran viéndose durante tanto tiempo era como si lo fueran.
Todos estaban mejorando en sus relaciones. Todos menos yo.
El lunes siguiente le envié un mensaje a Ethan, preguntando si podíamos salir a almorzar. Me contestó que le sería imposible, pero que pasaría por el refugio otro día. Pero ese día no llegó.
Y la semana terminó de nuevo.
A veces me quedaba varios minutos mirando la foto de perfil en su chat, antes de dormir. Pensando si alguna vez podría ser capaz de alcanzar esa felicidad a su lado, que Oliver me había asegurado.
Dolía tanto. Tanto que Curi comenzó a preocuparse por mí, porque el siguiente fin de semana no quise salir con ellos. Puse excusas tanto el viernes como el sábado y él me conocía demasiado bien como para creérselas.
Me hacía falta hasta el punto en que empezó a costar incluso concentrarme en la facultad, lo que se traducía en muchas más horas de lectura durante la madrugada.
"Seguir adelante", era todo en lo que pensaba cuando me quería derrotar el dolor. Era lo que Ethan me había enseñado. Y a él le salía tan bien eso, que empecé a preguntarme si no había avanzado ya con respecto a mí. Si los besos de Cindy no lo habían hecho olvidarme.
Tampoco volví a ver a Oliver ni hablar con él. Se había borrado por completo y no quise escribirle para evitar que me ofreciera más problemas. Tal vez se había aburrido y dejó de lado sus intenciones de volver con Cindy.
Unos días después me enteré por Agnes que Ethan viajaría. Le escribí, deseándole buen viaje y me contestó desde el avión. Me contó que se iría por treinta días.
Un mes más sin verlo, y ni siquiera se había despedido de mí.
Los días que siguieron me sentí tan debilitada que el llanto me tomó por sorpresa incluso en horario de oficina. Agnes me descubrió unas cuantas veces. Así que le dije que los bebés me ponían sentimental y, en la oportunidad siguiente, que estaba muy agotada por la facultad. Cualquier cosa menos la verdad.
Intenté distraerme más. Ayudaba a Evelyn con la preparación del casamiento cada vez que podía, e incluso salí unas cuantas veces con David, cuando ella no podía acompañarlo. Pero eso sólo lo empeoró más, porque sus gestos, su tono de voz, su andar, todo me recordaba a Ethan aún más.
Lo único que me daba alegría era ver que la relación entre Curi y Trisha se había vuelto de lo más bonita. Al comienzo había sido algo raro para mí. Pero eran tan tiernos juntos (sí, Trisha también era tierna con él, por difícil que pareciera) que pronto me acostumbré a la idea de que se hayan vuelto novios.
Curi estaba tan feliz que pasaba los días enteros haciéndole compañía en la tienda, así que al menos ella ya tenía ayuda allí.
Eso sí, me tocaba escuchar a cada uno hablando del otro las veces que me quedaba a solas con ellos, o cuando me escribían por las tardes. Pero les dije que mis oídos estaban a su disposición siempre que no se tocaran temas demasiado fogosos. Me descolocaría imaginarlos así.
La fecha en que Ethan volvería se había grabado en mi mente. Pero cuando ese día llegó, él no me escribió, ni siquiera para avisarme. Lo supe porque hablé con Evelyn y ella me contó que David lo llamó temprano para saber si había vuelto bien.
Era más que evidente que quería evitarme, así que opté por no escribirle tampoco.
Entonces ocurrió, dos mañanas después de su regreso. Yo estaba en el refugio en medio de una reunión y mi celular comenzó a sonar insistentemente. Era Norman.
Ignoré la llamada tres veces para no ser descortés con el director de otro refugio, que estaba sentado delante de mí. Pero al cabo de unos minutos sin que parara de sonar, comencé a preocuparme. Pedí disculpas y salí a contestar afuera.
—Norman, ¿está todo bien?
—Jaqueline, por fin —se oía con prisa—. La última vez que hablamos me dijiste que estabas enamorada de él. ¿Aún lo estás?
—¡Claro que sí! Pero dime qué pasa —la urgencia en su voz me hizo asustarme.
—Entonces ven a la Corporación Welles de inmediato —me ordenó y cortó sin decir nada más.
Comencé a llamarlo de nuevo. No podía dejar mi reunión a medias y desaparecer. No sin saber qué estaba pasando. Pero él no me contestó.
Entré corriendo a la oficina, tomé mi cartera y me disculpé al paso, antes de salir con la misma prisa con la que había entrado.
Detuve al primer taxi que pasó y le di la dirección. En el camino comencé a llamar a Ethan a su celular. Tenía un mal presentimiento. Tampoco contestó, lo que hizo que mi pecho apretara con más fuerza.
Arrojé sobre el asiento el dinero que tenía a mano, antes de bajar, e ingresé al edificio corriendo tan rápido que empujé a varias personas que estaban alrededor.
Apreté con insistencia el botón del piso once, como si eso hiciera que el ascensor subiera más rápido. No me importó lo extraño que me miró la gente adentro.
Pasé a la recepción frente al despacho de Ethan, pero no encontré a Lydia por ningún lado. Abrí la puerta de su oficina pero nadie había allí.
Salí de nuevo al pasillo y me crucé con un muchacho que llevaba unas carpetas en la mano.
—¿Dónde está el sr. Welles? —le pregunté, intentando contener el aliento.
—Está un piso abajo —me contestó, asustado por mi actuar.
Bajé corriendo las escaleras, sin prestar atención a lo siguiente que expresó. Ni siquiera tuve miedo de tropezar.
El pasillo de abajo también era largo, así que me apuré en inspeccionar desde afuera cada habitación que tenía cerca. Entonces vi a Lydia frente a una puerta de vidrio. A su lado se encontraba Marco Herra, el abogado. Llegué a prisa junto a ellos y llevé la vista adentro.
Era un salón amplio, con una mesa larga, abarrotada de gente. Unas veinte personas tal vez, entre las que se encontraban Norman y David. Ethan estaba en un extremo de la mesa, se veía preocupación en su rostro. Él y otro hombre al que no conocía eran los únicos que estaban de pie.
Más de la mitad de los presentes tenían una mano en alza. Casi todos de hecho, excepto Norman, David, un hombre al que reconocí como el padre de Jason y dos mujeres que sabía que eran primas de los otros tres.
—Jacqueline —me dijo Marco al percatarse de mí.
—¿Qué es? ¿Qué pasa allí? —le pregunté, un poco más calmada al ver que al menos él se encontraba bien.
—Pasa que acabo de perder mi trabajo —contestó Marco, rendido.
Lo miré sin comprender. Entonces llevé la vista hacia Lydia. Ella tenía los ojos rojos y se estaba aguantando las lágrimas.
—Fue el mejor jefe que tuve hasta ahora —comentó—. Y el más atractivo también —dejó escapar un sollozo.
—¿De qué hablas? —le pregunté, recuperando el apremio de antes.
—Lo destituyeron —me explicó ella—. El Consejo acaba de hacer una votación para sacarle la dirección de la corporación.
Mi pecho se detuvo.
—¿Por qué? —pregunté sin poder acreditarlo.
—Porque ya se acerca la fecha tope y aún no ha resuelto lo del centro comercial —aclaró ella, enjuagándose las lágrimas.
¿Por el centro comercial? Por mi casa será.
No lo pensé más. Me obligué a llenarme de valor, empujé la puerta e ingresé al salón. Todos los ojos se clavaron en mí y las voces se detuvieron.
—No pueden echarlo —ordené. Porque sí, fue una orden. Yo, que no era nadie, me sentí con el poder de exigirles a esos hombres tan poderosos que hicieran mi voluntad. Porque al final yo poseía lo que más necesitaban.
—Ya lo hemos hecho —contestó el señor que estaba de pie—. ¿Y quién demonios es esta mocosa? —se dirigió al resto.
Norman soltó una risotada, cargada de confianza.
—Te presento a Jacqueline Rose —le dijo—. Es la dueña de la casa que tú tendrás que ocuparte de adquirir ahora. No creo que llamarla "mocosa" sea la mejor forma de empezar tus negociaciones.
El hombre se asustó, al darse cuenta de que apenas empezaba su mandato y ya acababa de equivocarse.
—No hay nada que negociar —dije yo—. Porque vengo a entregar mi casa. Pero solo a él —apunté a Ethan, quien se sorprendió incluso más que los demás—. Y solamente si le devuelven su puesto.
El lugar entero estalló en murmullos. Ethan se acercó y me obligó a mirarlo a la cara.
—No lo hagas —me dijo casi rogando—. No hagas esto sólo por mí.
Negué.
—Lo hago por mí —le dije con certeza, tranquilizándolo un poco más.
Pero Norman llamó la atención de todos, hablando en voz alta.
—Entonces supongo que ni siquiera es necesario que hagamos la votación de nuevo. Estamos todos de acuerdo en que Ethan siga en su puesto, ¿no es así?
La mayoría de los presentes asintió.
—Modifica el acta —le impuso al escribano.
Ethan seguía con la mirada clavada en mí. Mientras los hombres comenzaban a retirarse, satisfechos.
—¿Estás segura de esto? —volvió a preguntarme él.
Le sonreí. A pesar de que estaba cediendo lo que durante mucho tiempo había considerado como lo más preciado que me dejaron mis padres. Y se lo estaba dando a él, cuando ni siquiera sabía si todavía sentía algo por mí.
—Lo estoy —reforcé.
—Herra, trae los documentos para que Jacqueline los firme —le ordenó Norman a Marco.
—Aún no hemos discutido los acuerdos de la venta —lo detuvo Ethan, y luego se dirigió de nuevo a mí—. Sabes que voy a darte lo que me pidas —confirmó.
Mi mirada se entristeció.
—No puedes darme lo único que quiero ahora, Ethan —susurré.
Porque te quiero a ti, y tú estás con ella.
—Pide lo que sea —insistió.
No tuve que pensarlo demasiado, llevaba tiempo haciéndolo.
Desde que me había decidido guardar los recuerdos que tengo de mis padres dentro de mí, y no de una estructura vacía.
Desde que aprendí a enfocarme más en el futuro que en el pasado.
Es lo que ellos hubieran querido.
—Sólo pido una donación al refugio, por el valor real de mi propiedad, para poder albergar muchos bebés más en menos tiempo —declaré—. Pero tiene que ser hecha por Norman.
Su tío me miró con sorpresa y desagrado.
—¿Que la pague yo? —preguntó.
Asentí. No le gustó la idea, pero no le quedó de otra que aceptar.
—Me agrada la idea —resaltó David—. Tal vez así puedas remediar algunos de tus pecados, hermano.
Entonces me dirigí a Ethan.
—A ti te pido dos cosas. Primero, quiero un espacio en tu centro comercial, a nombre de Trisha —sonreí—. Que tenga armada una tienda como la mía. Ella se lo merece más que yo —él sonrió, viéndome con ternura—. Y segundo, —miré a David, que me devolvía la mirada orgulloso— que te lleves bien con tu padre de ahora en más —expresé, mientras mis ojos empezaban a escocer.
Ethan se puso serio primero, pero luego me mostró otra sonrisa.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó.
—Todo eso es también para mí.
Era la verdad. Estaba lista para avanzar, pero jamás podría vivir conmigo misma si cambiaba mi preciada casa por dinero. No lo quería.
Esa casa no valía dinero.
Su valor se medía en sentimientos.
Así que la cambiaría por algo que me llene el alma.
Entonces Ethan me dio un abrazo tan fuerte que consiguió justamente eso.
—¿Cómo pongo eso en el contrato? —le preguntó Marco a Norman, haciendo reír a David.
—Yo prepararé el contrato —le dijo Ethan, separándose de mí y limpiando con su dedo pulgar las lágrimas que ni siquiera me percaté de que había derramado emocionada—. Si ella va a firmar algo será lo que yo escriba en éste.
Se retiró, seguido de Lydia y Marco, por el pasillo en dirección a las escaleras.
David se acercó en ese momento.
—Ya te dije una vez que eres lo mejor que le ha pasado a él —me dijo, abrazándome—. Y aún lo creo.
Sonreí, devolviéndole el gesto.
—Pensé que ya no te inmiscuías en los asuntos de la empresa —le dije.
—No lo hago, pero me avisaron que probablemente lo iban a destituir, así que vine a prestar mi voto a su favor —me explicó—. No es que haya servido de mucho, pero al menos ya lo arreglaste.
Luego se apartó y se retiró también.
Entonces mis ojos pudieron al fin detenerse en Norman, y nos miramos sin expresión durante largo rato.
Pero yo podía ver a través de él. Por dentro estaba complacido, lleno de júbilo. Una sonrisa perversa se asomó a su rostro y dio unos pasos hacia la salida, pero lo detuve.
—Estoy segura de que cree que ganó —le dije—. Que fui una tonta por caer en su ridículo montaje.
Él se detuvo de golpe, con sorpresa por mi repentina revelación. No esperaba que me hubiera dado cuenta. Pero Norman y yo teníamos meses de disputar. Y ese tiempo me había enseñado a conocerlo lo suficiente como para saber que, desde el mismo momento en que le dije que estaba enamorada de Ethan, él estaría maquinado en su mente la manera de hacer uso de esa información a su favor. Probablemente sólo hubiera estado esperando a que su sobrino volviera de su viaje, para llevar a cabo su plan.
—No te preocupes, nadie más se dio cuenta —le dije—. Tal vez tu hermano sospeche, porque te conoce demasiado. Pero Ethan aún cree en ti. Y no seré yo la que le diga que pusiste en riesgo su puesto solamente para forzarme a vender.
Sus ojos me miraron con expectación. Como si me estuviera poniendo a su altura por primera vez, después de tanto tiempo en que me había estado mirando desde arriba.
—¿Entonces por qué? —lo invadió la curiosidad— ¿Por qué accediste si sabías que lo había planeado?
Sonreí, calmada. Redimida, por así decirlo.
—Porque ya aprendí que mis sentimientos estaban mal enfocados. No le pertenecen a mi casa, me pertenecen a mí —confesé con sinceridad—. Y el fallo de su plan igual implicaba que él perdiera el proyecto por el que tanto se ha estado esforzando. Yo estaba atrasando su futuro, por aferrarme a mi pasado.
Él me siguió observando, sin decir nada, procesando todo lo que yo estaba diciendo.
—Pero debe tener en cuenta algo —continué—. Lo que usted hizo fue peor. Estaba dispuesto a dejar a Ethan sin nada, sólo por la pequeña posibilidad de ganarme a mí.
Se puso serio al oír esto. Me dio la impresión de que ni siquiera había pensado en la posibilidad de que yo no vendiera y que Ethan perdiera la presidencia del directorio, por su culpa.
Se dispuso a continuar, pero mis palabras lo detuvieron de nuevo.
—¿Sabe qué es lo que no me gusta de usted, Norman? —Le pregunté en el mismo tono que él había empleado conmigo una vez—. Que es incapaz de hacerlo feliz. Es caprichoso, egoísta y no piensa en él antes de hacer las cosas. A usted no te importa él —finalicé, recitando lo que recordaba de su discurso, ese que se había colado en el fondo de mi ser.
Él miró hacia abajo, comprendiendo lo que yo acababa de hacer.
Luego de un instante se retiró. Y lo dejé marchar, esperando que mis palabras tuvieran el mismo efecto que habían tenido las suyas en mí, esa vez en su casa, cuando me ayudó a entender lo que era más importante.
Después de firmar los papeles, salí de ahí con la frente en alto y la seguridad de haber hecho las cosas bien. A pesar de que, al cruzarme con Marco me di cuenta de que él había tenido razón; después de tantos intentos por conservar mi casa y la persona a quien amaba...
Me había quedado sin ninguno de los dos.
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