Una sola vez


Manuela se sienta en el angosto pasillo, donde un banco de hierro oxidado enfrenta las viejas vías del trencito diesel  que todavía recorre estos lejanos parajes. Espera y sigue el baile de las hojas, que el viento transporta mezclada con la tierra roja del paisaje desértico. 

Recuerda que tuvo miedo el día que él le pidió que lo acompañe y aunque sabe que pasaron muchos años, sigue aguardando; negándose a aceptar, que el tren pasa una sola vez.

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