Deseos cumplidos
El día de oficina fue agobiante. Las complicaciones se sucedieron, una detrás de la otra. Por fin, el reloj marcó la salida y Horacio respiró con alivio.
Ya en la vereda, esperaba no cruzarse con nadie para tener que soportar burlas o recriminaciones, pero, por desgracia, el supervisor de área doblaba la esquina y terminaría topándose de frente con él.
"trágame tierra, por favor"—murmuró de manera automática.
Un leve temblor del suelo pareció responder a su pedido, luego, una enorme boca se abrió bajo sus pies y el abismo infinito le dio la bienvenida.
Como Horacio no volviera a aparecer por el trabajo su jefe se alegró. Le resultaba muy incómodo tener que despedir a los empleados.
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