1.- Letras de un condenado.

Aldebarán.

 Ayer vi como fulminabas a alguien con tu mirada, sentí miedo pero luego tu sonrisa de rosas blancas recién recogidas brilló ante un pequeño gato e hizo brincar mi corazón.

 Hay algo que quisiera saber mientras la libertad me mira de reojo, ¿ Una relación amorosa es digna de mi?

¿ Tú me  querrías o alguien más muy a pesar de que un trozo de pan me condenó a esta selva oscura y sin esperanzas?...

Mi compañero de celda, se hurga los dientes con un palillo en tanto sigo escribiendo la décima carta, a ciencia cierta, perdí la cuenta de cuantas llevo escritas y por eso digo que es ese número. La historia de mi vida tiene un principio modesto, pero en la trama, es un nudo confuso e injusto que sólo yo debo desenredar.

Escribir es mi panacea, fantasear romances contigo y sonreír cada vez que el amanecer con su cabellera del color de un mar limpio hace que mi existencia blanca y negra tenga días despejados.

Llevo la mitad de la carta, la tinta se acabó. Mi compañero alza los hombros y saca de sus bolsillos una pluma de color distinta que tomo agradecido, él se asoma dispuesto a fisgonear mi escrito, pero logro cubrir las partes más comprometedoras con mi mano.

—¿ Es para la señorita que ves desde la ventana?

Es entonces que alzo la cabeza y veo esa ventana pequeña, las palabras desaparecen de mi cerebro y el papel queda abandonado a medio escrito para ir hasta ella y ver si hay felicidad para mis pupilas. Estoy en el cielo a pesar de que los postes se balancean con el paso de los vehículos pesados.

Trato de silbar, pero los motores de los automotores impiden que me escuchen.

—No te va a escuchar, amigo—la voz rasposa de mi acompañante golpea mi realidad—somos apestados en esta bazofia de lugar, sólo crea más incertidumbre.

Tú, menuda, pequeña observas fascinada cada construcción como si fuera un lienzo de miles de dólares, ignorante de que yo, un reo, un condenado se ha enamorado de una rosa fragante cuyo aroma, quizá perfume mi tumba...

Vuelvo a silbar, esta vez más fuerte. Desconozco tu nombre, sólo se que tu cabello es del color de las esmeraldas que un día robé en mi desesperación por comer y por las cuales casi arrebato vidas inocentes. Un rasgo distintivo tuyo es un anillo en forma de serpiente que siempre llevas y el cual retrato en mis cartas con severa devoción.

Bajo mi estatura prominente, mi sombra empequeñece ante mis sentimientos mundanos. Un tipo de dos metros como yo, tiembla como un cervatillo ante el frio inclemente de la soledad en este Tártaro llamado prisión. Mi cabello antes largo fue eliminado de un tajo por decisión propia, otorgándome una plena apariencia que suavizaba mi condena.

Mis espesas cejas suben y bajan al consultar un diccionario editado hace una década y más, busco con ferviente anhelo, una palabra para describir tu etérea presencia.

Mi celda oprimente y falaz muestra sus fauces duras y frías mientras mis dedos acalambrados pero deseosos de proseguir, tejen hilos infinitos de epítetos que desconozco en su mayoría, más su pronunciación y contexto me maravillan.

En estos lares donde purgo mis errores, donde mis cuitas susurran estruendosamente, vestidas de negro viudez, lleno una hoja amarillenta que nunca llegará a su destinataria...

Pueril ilusión.

¡Que los dioses me perdonen por albergar emociones infaustas!

Culmino el escrito del día, lo guardo entre los pliegues de mi colchón viejo que parece la versión roída de cualquier cosa menos un colchón decente. Apoyo mi espalda en la pared despintada, empapelada de imágenes para adultos y cierro los ojos satisfecho por haber culminado mi escrito diario.

A menos que existiera otro intento para dar marcha atrás a mi delito. Pero no, la justicia corrupta condena a pobres diablos con castigos exorbitantes y a los delincuentes de cuello blanco, les dan ridículas decisiones que provocan llorar de la rabia.

Oigo tu mágica voz colarse entre los barrotes, preguntas preocupada por la situación de estos marginados y me incorporo deseoso de verte cerca, de admirar el brillo de tus ojos que seguro serán como el diamante más grande y hermoso del mundo.

—¡ Vaya!—dices enfadada mientras caminas estudiando las celdas—los ladrones de un estado viven a cuerpo de rey mientras que un ladrón de gallinas y pan vive miserablemente como un despojo...

Varios silban y te dicen cosas que tú ignoras, ese día mágico vistes una blusa gris mangas cortas con un estampado de serpiente, creo es una cobra, pantalones de cuero y una botas que cualquiera diría que no fueras de Derechos Humanos.

Pero no me uno a los piropos, estoy con mi rostro iluminado tras los barrotes fríos aguardando toparme con tu mirada y de paso tener mas inspiración para mis agonizantes líneas. Llegas hasta mi celda y yo  sin pensarlo uno de mis brazos sale de su prisión para tocarte, sobresaltada me miras y sonríes.

—¡Aldebarán!—me llama con inquina el guardia penitenciario ante mi acción—la señorita Shaina es enviada de Derechos Humanos y...

—Precisamente estoy aquí para constatar que ustedes tengan condiciones decentes de vida en este centro carcelario—interrumpes al guardia con amabilidad y firmeza—y por cierto, Aldebarán es un gusto conocerte.

Oírte pronunciar mi nombre, significa una bocanada de aire para mi alma herida por la condena, siento que mis días ya no serán un eclipse y que tal vez podrían revisar mi caso y al ser libre, dedicarme a un oficio honesto.

—Usted es un hada, su presencia alivia mi pena, bella dama—recito como un poeta bohemio a su dama favorita, nadie dice nada, todos con la boca cerrada miran estupefactos tu reacción, pero en tus ojos hay una sonrisa para mi.

No intercambias  más palabras conmigo, el guía te va revelando todo lo que preguntas hasta que satisfecha, te marchas. Pasa esa noche, no puedo dormir, mi mente me dice que debo escribir un par de líneas más porque por lo menos, una de esas cartas, debe llegar a ti cuanto antes.

Como mi celda es algo alejada de las otras, prendo la luz y me siento en el filo de mi catre con la hoja de la última carta para escribir lo que mi corazón dicta, sé bien que ni en otra vida te podré decir que me cautivaste, más aún que pretendes que las penas para desgraciados como yo, sean revisadas. Escribo, escribo y escribo sin cesar, la noche es fresca, la luna plateada y hermosa me acompaña en mi labor, esta vez no necesito el diccionario ya que tengo las palabras exactas.

La firmo, la leo atentamente en busca de un error. Nada, entonces mi ojos comienzan a pesar, Morfeo presiona su poder en mi y no me queda más remedio que guardar la carta y dormir...

Pasaron los días, supe que mi condena fue revisada y debido a mi buena conducta sería liberado, mi compañero de celda me felicita porque a decir verdad fui más pacífico que un campo de rosas. No digo nada, sólo asiento y comienzo a sacar debajo del colchón el legajo de papeles con los que mataba mi tiempo.

Todo marchaba sobre ruedas, hasta que el impertinente dice algo que me perturba...

—¿ Y la dulce señorita?—ante la mención, suelto las hojas que caen dispersas a mis pies, suelto una maldición para luego agacharme y tomarlas en desorden.

—Fue sólo una ilusión para sobrevivir en este mundo, que te quede claro—finalizo la charla con tono duro.

A las 24 horas de todo eso, me anuncian que seré libre dentro de tres días, sólo eran trámites burocráticos y todo sería historia.

Setenta y dos horas más tarde las prendas cobijan mi cuerpo, al fin libre, al fin lejos de esa ratonera donde las tormentas eran usuales. Me llevo consigo las cartas para destruirlas donde sea .Pero no estoy contento del todo...

Ella, no volvió más.

Dejé cuatro cartas  para ella en el buzón firmadas con mis iniciales y con el carácter de urgente. Yo sabía que ella era como una pieza musical compleja pero hermosa y que tal vez detrás de su labor, estaba una mujer que amaba a alguien, quizá tenía hijos, padres o hermanos por los que velar.

De repente, unos pasos se acercan a mi espalda, debido a los constantes acosos en la cárcel de parte de otros reos para que no te asesinen, desarrollé reflejos y me preparé para reaccionar.

—¡Aguarda!

La sangre de mis venas comenzó a corretear por todo mi cuerpo, mis manos comenzaron a temblar y mi cerebro procesó cada letra y el sonido de las mismas. No pensaba verte de nuevo.

Volteo despacio, en cámara lenta, mis pies picaban por pisar el mismo espacio que el tuyo, quedo frente a ti, en tu cabellera corta hay una diadema sencilla que pasa desapercibida a mis ojos sorprendidos. 

—Yo... sólo quería saber si tienes donde estar. 

El hambre podría agobiarme en unas horas. No tenía un centavo partido a la mitad y mi cobijo provisional sería un puente.

—No quiero incomodar señorita...

—En tus cartas no me llamas así—me sorprendes, ya has leído mi escrito y sin quererlo deseé desaparecer, te echas a reír—eres muy bueno, sabes. Deberías escribir, te sale bien.

No puedo responderte, mis manos ante el peso de mis escasas cosas se acalambran y mis ojos escocen ante la primera muestra de aprecio luego de mucho tiempo en prisión donde solo somos lacras, despojos de una sociedad hipócrita. No noto que te has acercado más y que tienen sus finos dedos alrededor de mi equipaje el cual arrebatas.

—Ayudo a reinsertar a personas como tú, tengo una casa donde se los acoge, se les enseña oficios para que luego generen su propio negocio—iniciaste la marcha hacia una camioneta negra aparcada a varios metros a la que subes de un salto.

Silencioso te imito, para amenizar el ambiente enciendes la radio donde una melodía de AC/DC retumba y emprendemos la ida hacia ese lugar donde según tú, iniciaría una nueva vida.

El grandote que había robado un mendrugo de pan, tendría otra oportunidad, donde las puertas ya no se cerrarían.

💫


Ha pasado un año desde mi excarcelación, Shaina me animó a escribir otras cosas y se encargó de que mis cartas, todas dirigidas a ella  sean publicadas en un compilado de poesías de una revista. Mi enamoramiento por ella se convirtió en una amistad con la que me siento cómodo.

Ahora, sentado en una silla giratoria estoy a punto de ver cómo mis cartas plasmadas en unas páginas de un pequeño libro lanzado con apoyo de la mentada revista, verán la luz. Mi cabello ya ha crecido y las cicatrices de la prisión han desaparecido .

—¡Grandote!—entras al campo de visión, ahora eres mi amiga entrañable, consejera y la cual no me juzgó por mi pasado—el editor de la revista quiere que leas una de las cartas, la que más te guste...

En mi bolsillo tenía cuatro, las mismas que te dejé para que las leyeras a raíz de mi liberación, metí una mano al bolsillo y extraje dos. Me esperabas impaciente, así que seleccioné una para mi debut...

Un salón nos recibe, veo un escenario donde varias luces pequeñas iluminan un banner con la foto del libro, yo no quise salir, no lo veía necesario.

Un hombre joven rubio se me acerca y estrecha una de mis manos, le sonrío nervioso y él hace lo mismo, creo que busca transmitirme confianza ante aquellas personas que esperan mi presentación. 

Me siento adelante, estoy temblando, mis manos se sienten frías. Todo me da vueltas, estoy mareado pero respiro profundo para reponerme.

Silenciosa te sientas a mi lado, una de tus manos está empuñada, la abres y me muestras varios caramelos.

—Estás más asustado que un estudiante en su tesis, Alde—comentas mientras una dama de mediana estatura, de cabellera lila toma el micrófono y da la bienvenida—come este caramelo, te hará bien.

Lo hago, el azúcar me renueva y me pongo de pie dispuesto a todo, dispuesto a que mi pensamiento hable de nuevo a través de un papel impreso. Todo desaparece a mi alrededor, me enfoco en ti que asientes para que inicie mi exposición.

Abro el papel arrugado escrito con tinta negra, mis ojos se emocionan tanto que debo parpadear hasta que vuelve la calma, en mi cabeza, el conteo comienza, es hora, es hora de quitarme esa capa que me dolía, capa purulenta de un historial negro que me sirvió de enseñanza.

Mi garganta se pronuncia, el aplomo surge como agua fresca mientras las palabras de la primera línea explotan sin detenerse...

Ha sido la luna plateada que me ha dicho que la soledad tiene un color específico cuando esta es asfixiante. Cuando el corazón está copado por esa brisa del amor, el color cambia a cálido, respiras aire puro y el dolor no tiene cabida.

Sé que nunca podré estar a tu lado porque los barrotes impiden que yo salga al mundo y además tú eres una doncella libre de ataduras. Sé que te llamas Shaina porque oigo que te llama el director de la cárcel cada vez que llegas para echarte las usuales mentiras que seguro no crees...

El sol no quema mi piel desde hace tiempo, dicen que no tenemos derecho.

Escribo en estos papeles viejos y amarillentos mis sentimientos, porque nadie puede oírlos ni saberlo, quizá queden en un bote de basura, considero que  es lo mejor, es mejor  a que sean descubiertos por que la vergüenza me embargaría.

Si un momento llegases a leer estas estupideces, perdóname. 

Soy indigno de dedicarte esto, pero quiero que sepas que mi mundo es otro desde que te vi, espero que el hombre que gane tu corazón, sepa conservarlo como oro puro y que lo salvaguarde del fuego negro de la traición.

Me despido antes que la tinta se acabe y no pueda continuar.

Espero verte pronto a través de mis barrotes.

Aldebarán T.

Alzo la vista silencioso y nervioso, la audiencia conmovida me miraba sin emitir sonido alguno, temí haberme equivocado. Hasta que un hombre se pone de pie y comienza a aplaudir sin descanso, los demás lo imitan. La joven de cabellera lila tiene unas lagrimillas que bajan por sus sonrosadas mejillas mientras camina hacia mi.

—Eres un alma sensible—el mismo hombre rubio se acerca para afirmar lo dicho, ella prosigue—me gustaría oír más, pero el tiempo es apremiante, así que dejaremos que respondas a las preguntas y decidas que más hacer...

Al final de toda esa extenuante jornada, Shaina viene a mi. Estoy sentado frente a una mesa vacía. Mi mano duele de tanto firmar, estoy cansado, pero su presencia me quita el peso y trato de estar completo para ella.

 Se inclina hacia mi altura. Iba a decir algo, pero sus labios se posan en mi frente.

Se marcha sin decirme nada, tengo muchas preguntas.

¿ Eso significa algo?

Me dispongo a seguirla, en el suelo a pocos pasos hallo una nota escrita por ella.

" Un ex-convicto tiene derecho a ser feliz, si estás dispuesto a pasar de los sentimientos en papel a la realidad, ya sabes donde estoy..."

Mis preguntas tienen respuestas. Voy a intentarlo, sé que no será fácil, pero lo lograré.

🌕

Fue un proceso largo, sé que había dicho en días, pero tuve otros contratiempos pero logré concretar la idea de Alde enamorado de alguien que hace que sus días no sean tan amargos en prisión. Además que la escribí escuchando " Let it be", " Angel" y varias más :3

Espero sea de su agrado. Si hay un error, lo corregiré con gusto.

@CourSiren,mil gracias por por la campaña por los Tauros, tardé siglos sin quererlo, aspiro sea de tu agrado y no me mates por mi lentitud. Un abrazo para vos.😘

Un abrazo y recuerden que todos los dorados merecen amors.💖💖💖



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