Carta 2

Julio/17/2007

Querido hijo.

Hace poco estuve en el parque donde solíamos ir con tu hermano y contigo, y fue muy esplendido visitarlo otra vez después de tantos años. Se sintió como volver a casa, una tranquilidad inquebrantable, muy cliché de mi parte. Sin embargo, fue como si todo estuviera en orden y en paz de nuevo.

También volví a aquella librería donde íbamos a leer y comprar libro. Hablé con el señor que trabaja ahí, y la verdad, no recuerdo la última vez que disfruté de una buena charla y lectura que, por cierto, ese señor me recomendó.

La librería ha cambiado mucho, sus paredes que antes eran de un amarillo de esos que te dolía al verlo, ahora son blancas como los huesos. Los estantes también cambiaron, ya no tienen ese aspecto que parecía que en cualquier momento se iban a caer, ahora son tan resistentes como la madera de los árboles.

Sentir de nuevo ese olor de las hojas de un nuevo libro, esperando por ser leído, y el olor de los libros viejos que los han tocado miles de manos se siente reconfortante; ese cosquilleo entre los dedos que dan cuando vas pasándolos por cada lomo, es No tengo palabras para describirlo. Y cada una de esas sensaciones me acuerda a ti.

Se que esta carta es melancólica, pero es algo que no puedo evitar. Sabes que nunca se me dio bien escribir cartas, pero esta vez lo quise intentar por ti.

Espero que estés bien, donde sea que te encuentres en este momento. Te llevo en mi corazón hijo mío.

Con mucho amor, tu padre.

P.D: Hermano, papá murió de un infarto. Estaba saliendo de la librería cuando sucedió. Encontré la carta, y te escribo esto para que vengas cuando puedas. Todos te extrañamos. Atentamente: tu hermanito.

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