Carta 8. Dos semanas después
Querida amiga imaginaria y más que nunca anhelada:
Hablé con Olga. Luego de mucho tiempo y de un resentimiento que me impedía hasta mencionar su nombre, pude hacerlo ¿Cómo lo hice? Pues de la misma forma que hablo contigo, sin esperar respuesta, sin esperar más que el respiro que me dan mis propias palabras emitidas a la nada que me rodea y plasmadas en este pobre medio que se me antoja absurdo y vulgar para lo que realmente desearía expresar.
Ella lo supo casi desde el principio: el ser humano estaba al borde de la extinción y no había manera de revertir el daño. Cada hombre, mujer, niño y niña había sido castrado químicamente. La raza humana desaparecería en poco menos de un siglo o lo que tardase en morir el más joven o el último exponente. Pero Olga se guardó para ella tan valiosa conclusión, únicamente la compartió con aquellos que tenían en sus manos nuestras vidas sin que lo supiéramos.
Siguió trabajando, investigando y haciéndonos creer que participábamos en la creación de una cura ¿cómo pudo engañarnos? También me lo pregunto. Éramos inteligentes, nadie nos superaba en nuestro campo, en nuestra área del conocimiento.
Desgraciadamente, Olga poseía una habilidad que ninguno de nosotros conocía y ante la cual no teníamos ninguna defensa: la destreza para hacernos ver lo que quería, para manejarnos a su antojo y que encima, creyéramos que actuábamos según nuestros propios objetivos. Lo que realmente sintetizamos por otros dos años fue un suero, si ese maldito suero que ya te he mencionado antes y que apenas hoy estoy preparado para describirte.
Es increíble la evasión ocasionada cuando uno trabaja en conjunto y al mismo tiempo aislado. Cada uno era su propia isla que crecía a la par de nuestra petulancia profesional. Sin embargo, fuimos solamente pequeños peones, ciegos, ignorantes y totalmente sacrificables en el tablero de Olga y la Corporación de la que era reina, ama y señora.
El suero no fue creado para curar la esterilidad sino para retardar el envejecimiento al corto plazo y al largo, evitar la degeneración celular ¿Lo has adivinado ya? Fabricábamos sin saberlo el elixir de la juventud, la mítica fuente de la vida eterna, una mentira, otra más.
Hans
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