Carta 7. Tres horas después

Olga:


Hoy has rondado mis memorias más de lo que debería permitirme. Incluso sentí, en el silencio de la tarde, como el murmullo de tu voz me buscaba, llamándome, siempre exigente, siempre tú

¿Por qué no me hablaste de tus planes? Mantuviste en secreto tus verdaderas intenciones y ninguno de nosotros supo ver a través de tus actos. Pero qué importan los demás, se supone que entre nosotros había algo más, algo por lo que tendrías que haber confiado en mí. Yo probablemente te hubiera detenido porque lo que tenías en mente iba simplemente en contra de toda lógica y de la ley más básica, de aquella que rige toda la vida, toda existencia en este universo.

Lo peor fue darme cuenta de que ellos, la Corporación a la que servíamos creyendo ingenuamente que perseguíamos un propósito noble, conocían desde un principio tu meta, es más, te alentaron, te patrocinaron, hicieron de tu plan su bandera.

¡Hipócritas! ¡Arrogantes! ¡Mezquinos! Debimos saberlo, que tontos fuimos, que tonto fui. Lo que pretendías fue una locura, tan parecida a ti ¿recuerdas esas noches de éxtasis? Nadie como tú me hizo vibrar. Entre tus brazos encontré que el paraíso existía ¿por qué me privaste de ti? ¿Por qué me privaste de todo? ¿Acaso te hice daño? Respóndeme, me lo debes, vuelve de tu tumba artificial, despierta de tu sueño eterno y acláramelo ¿Por qué me elegiste? ¿Fue el azar o lo hiciste deliberadamente? Antes pensé que había sido la fatalidad, que mi ADN respondió a tu suero por una casualidad que había escapado a tu control, pero ya no estoy seguro, comienzo a sentirme paranoico y la única que puede responderme, no lo hará nunca.


Siempre tuyo, Hans

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