Carta 10. Quince días después
Amiga mía:
He tardado en volver a ti, lo lamento. Mis exploraciones al exterior han sabido gastar mi tiempo, eso que renace afuera y que cada día me sorprende, ha cautivado mi interés. Las bestias salvajes me han respetado, me miran desafiantes como si supieran la amenaza que mis iguales significaron alguna vez para ellas. Por mi parte les dedicó la mirada humilde de aquel que se sabe bendecido por su piedad. Las observó constantemente, aprendo de ellas, vivo a través de sus ojos. Me estoy volviendo un hombre bestia, o es que siempre fui más bestia que hombre, no lo sé, no sé nada, solo que me siento una vez más satisfecho con algo, intrigado, deseoso de despertar cada día, como si volviera a un principio del que empiezo a ser parte.
He dejado sin terminar mi historia, que descortés, una vez más te pido una disculpa. La Corporación no tardó en iniciar su campaña publicitaria. Al principio fue discreta, ofreció su elixir, su "maravilloso" suero a los más empoderados, a los adinerados, a los poderosos, a aquellos que sabía podían pagar su precio. Muchos, más de los que imaginamos, lo adquirieron gustosos, excitados ante la idea de una eternidad material. Antes de eso, el suero fue administrado y probado en animales que superaron rápidamente su período de vida, luego en los sujetos que se encontraban más a disposición: nuestro equipo, los prescindibles peones en el tablero de Olga.
Los resultados fueron sorprendentes: en el período de prueba propuesto y teniendo ya una base que indicaba el deterioro celular que debía presentarse en ese determinado tiempo, no hubo tal. Nuestros sistemas, órganos internos y externos, no presentaron el más mínimo detrimento de sus facultades. Nos estacionamos en el inexorable pasar del tiempo sobre nuestra mortalidad. Festejamos a medias y más obligados por el furor de Olga, aquello no era lo que buscábamos, estaba muy lejos de llamarse triunfo. Habíamos trabajado arduamente, al límite de nuestra fuerza, por una cura y lo que obtuvimos fue una ilusión. Eso fue para mí porque, aunque el ser humano hubiera conquistado la inmortalidad mediante su avanzada comprensión de los procesos naturales sobre los que creía ingenuamente tener dominio, lo cierto era, fue y seguirá siendo que somos una raza extinta.
¿Qué importancia tenía si algunos especímenes vivían por siempre? Ya no habría otros que se enriquecieran de lo que los viejos tenían para enseñar y de sus propias experiencias, que evolucionasen para superar a sus predecesores. Todo eso me parecía aberrante, sacado de una pesadilla de pseudo ciencia. Algo irreal que nunca pude aceptar, aun sabiéndolo, dejé que ella me utilizase. Una vez más, Olga hizo conmigo lo que quiso. Muy a menudo me cuestiono qué fui yo en realidad para ella ¿Qué fue lo que signifiqué en su vida? ¿Un colega? ¿Un compañero sexual? ¿Un amigo? ¿Un sujeto de experimentación? ¿Qué? ¿Alguna vez sabré la respuesta?
Hans
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