La fiera
Estar perdido es lo mejor para poder orientarse. El camino es un artificio, el sentido y el deseo también lo son. El norte es real, sin él no habría razones para seguir adelante. Hay que encontrar el norte, y en su búsqueda, es que me encuentro con la fiera. Primitiva, hambrienta, deseosa de sangre. Furibunda e irracional, animal, me ha seguido por el camino, me acecha; huyo de ella y me refugio entre mis pétreas convicciones, tras las elevaciones de mi gélida hipocresía, que para esa criatura no son mayor impedimento para aparecerse y mirar con ojos inyectados y mostrar la dentadura. Ese ser enfurecido y brutal por el que la adrenalina circula, que respira desacompasadamente, que me resulta tan ajeno cuando la mente y el corazón están en calma, a veces, a la menor provocación, se abalanza desde la oscuridad y bufa por mi nariz y grita con mi garganta.
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