Así en partes rueda ella por la pendiente. Va perdiendo en el caminos trozos de su cuerpo. Cae desmembrada a los pies de la montaña y así es recordada, así es como se muestra. Un crimen contra la madre es el peor de todos. Contra la madre que no fue, contra la madre que no se deseó ser. Su nombre era Coyolxauhqui, "adornada de cascabeles", aunque podría llevar el tuyo o el mío.

Hay un hombre detrás del crimen que se presume justicia, como es habitual. Un hombre que divino o terreno termina juzgando de una u otra manera. Que termina siendo la causa de que una caiga hecha pedazos cuesta abajo, que termine convertida en trozos que nada podrá volver a unir jamás. Que concluya el mito con la muerte no es fortuito. Dudo que fuera posible otro final.

Ahí se quedan, la madre aterradora, la de la cabeza de serpientes, la que exige sacrificios de sangre para mantener el orden cósmico, la que da la vida a cambio del terror y por cuya causa se pierde la misma. Y en el firmamento siempre habrá cuatrocientas estrellas que juzgarán a la que osó transgredir el orden cósmico y natural, al decidir que eso de jugar a ser madre no era para ella.