8. Visita sorpresa.
(******)
Me despierto cuando la luz que entra entre las cortinas me llega a los ojos. Me levanto y miro por la ventana, recordando que anoche casi logro saber quién es M. Me visto para luego comer algo y salir al trabajo, hoy tengo un poco más de tiempo antes de irme a la oficina. Apenas bajo las escaleras veo a mi papá en la cocina, y siento un olor característico ¡son hotcakes! Cuando era pequeña él me los cocinaba todos los días.
—¡Buenos días! —digo saludándolo.
—¡Buenos días hija! Espero no te moleste que esté usando tu cocina... —se excusa.
—No, tranquilo. ¿Son hotcakes? —le pregunto, mirando la sartén en la estufa.
—¡Sí! Quería prepararte el desayuno... ¿recuerdas que cuando pequeña tú querías desayunarlos todos los días? —ríe.
—Sí, es que los cocinabas tú, y me encantaban —le sonrío.
—También quería disculparme por lo de anoche...
—Yo no sabía que bebías... o por lo menos nunca te había visto hacerlo.
—¡Y no lo hago! Sólo que no sé... comencé a recordar a tu madre, vi la botella en el estante, y comencé a beberla. Y después ya no podía parar. ¡Lo siento por venir aquí anoche!
—Tranquilo. Prefiero que hubieras venido aquí, que a cualquier otro lado —le sonrío. Él me mira tranquilo— Ahora desayunemos. ¡Se ven deliciosos!
Mientras desayunamos, conversamos acerca de mi trabajo, y de cómo están nuestras vidas. Me pregunta por Marco, yo le contesto que está bien y que vive con su novia. Si bien él no es su hijo biológico, lo crió desde pequeño por lo tanto lo quiere con si fuera su hijo. ¡Cómo extrañaba estos hotcakes! Terminamos de comer y yo tomo mis cosas para ir al trabajo.
—Yo tengo que ir a la oficina ahora. Si quieres te paso a dejar a la casa... o donde quieras ir ahora —le sonrío.
—A la casa está bien. Muchas gracias, Helena. Yo sé que aún me culpas, pero de verdad que quiero recuperar la relación que teníamos... —me dice, con la mirada triste.
—Tranquilo, papá. Estuve pensando y quizás... ¿Un día de estos podría aceptar tu invitación a tomar un café? —le digo. Él me mira incrédulo, y esboza una pequeña sonrisa.
—¿En serio? Claro que sí, cuando quieras —y me abraza. Al darse cuenta de lo que hace se separa de inmediato— Disculpa.
—No te preocupes —lo vuelvo a abrazar— Quizás sea hora de arreglar las cosas...
Salimos de la casa y nos subimos al auto. Conduzco hacia la casa de mi padre, nos despedimos y yo sigo mi camino hacia las Oficinas Williams. Apenas llego, el Sr. Williams se acerca a mí.
—¡Buenos días, Helena! —me saluda.
—¡Buenos días, Sr. Williams! —le respondo.
—Dime Charlie, ya te lo dije —me sonríe— ¿Qué tal tu mañana?
—Muy bien, ¿y la suya? —le sonrío de vuelta.
—Una mañana muy productiva. Conferencias y clientes desde muy temprano. Y hablando de clientes... hay alguien que te está esperando en tu oficina. Dijo que necesitaba hablar contigo.
—Está bien. Muchas gracias. Me voy a mi oficina entonces, nos vemos —le sonrío. Él hace lo mismo y yo entro a mi lugar de trabajo. Daniel está sentado en mi lugar en el escritorio. Cierro la puerta detrás de mí.
—¿Qué haces aquí? —le espeto.
—¿Así tratas a todos tus clientes? —me dice tranquilo— Eso está muy mal, Helenita. —¿Helenita? Así me decía cuando éramos novios...
—No me digas así.
—¿Por qué no? A ti te gustaba cuando te decía así... —dice poniéndose de pie y acercándose a mí.
—Bueno, eso era antes. Ahora no me gusta —digo, sentándome en mi silla— ¿A qué se debe su visita, Sr. Daniel?
—Para qué tan formal... sólo vine a verte. Ahora que nos reencontramos, es hora de recordar viejos tiempos, ¿no te parece? —se da media vuelta y vuelve a acercarse a mí. Se agacha para quedar a mi altura y me mira fijamente, primero a mis ojos y luego mis labios. Se acerca cada vez más. Yo me quedo quieta, nerviosa. ¿Quién se cree que es? Por algo terminamos, no quiero volver a lo mismo. Además, él tiene novia, y no lo conoce realmente. Me aparto y me pongo de pie.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le digo alzando la voz— Si hubiera sabido que tú ibas a ser mi cliente, no tomaba el trabajo —le digo seria.
—¿Te cuento algo? Yo sabía que eras tú —me dice de repente.
—¿De qué estás hablando? —le pregunto confundida. ¿Cómo que sabía que era yo?
—Eso. Cuando a Jasmine se le ocurrió redecorar la habitación, busqué por internet y cuando supe que tú trabajas en esto, le rogué que fueras tú quién lo hiciera. Aparte trabajas aquí, en Oficinas Williams, y Jasmine aceptó de inmediato —me dice tranquilo. ¿¡Qué!? ¿Él lo sabía desde el principio? ¿Por qué? ¿Por qué tiene que aparecer ahora? Cuando pensaba que todo iba bien en mi vida...
—¿¡Qué!? ¿Por qué lo hiciste? Nosotros terminamos hace muchos años. ¿Por qué volver a contactarme ahora?
—¡Porque yo nunca te olvidé, Helena! Y yo sé que tú tampoco me has olvidado a mí...
—¡Nooo! Tú estás loco. ¡Tú tienes novia, Daniel!
—Lo sé. Comencé una relación con ella para olvidarme de ti, ¡y no he podido!
—Lo siento. Pero esto no puede ser ¡Yo no te amo! Y nunca lo hice —le espeto. Si su mirada era de tristeza, ahora cambia a enojo. Se acerca rápidamente a mí.
—¿Qué dijiste? ¡Eso no es cierto! —dice alzando la voz. Me toma las manos, sin dejarme la posibilidad de moverme— ¡Tú me amas!
—¡No! ¡No te amo! Y métetelo bien en la cabeza, porque si quieres que trabaje en tu casa, esto tiene que terminar. Sé feliz con tu novia, que yo estoy feliz sin ti —digo, usando su mismo tono de voz, y me suelto de su agarre. Creo que afuera escucharon, porque al instante tocan la puerta.
—¿Quién es? —pregunto. Abren la puerta un poco, es Chris.
—¿Está todo bien? —pregunta. Mirándonos a los dos. Primero a mí y luego a un Daniel rojo de furia.
— Sí, está todo bien. Gracias por la preocupación —le sonrío para tranquilizarlo.
—De acuerdo. Cualquier cosa estoy en mi oficina —me devuelve la sonrisa y cierra la puerta.
—¿Quién es él? —me pregunta Daniel.
—¿Y qué te importa? Es un compañero, trabajo con más gente ¿no te diste cuenta? —estoy furiosa. Crecí, ya no soy la misma de antes, y no tengo las ganas de volver a soportar a este hombre— Ahora, si necesitas hablar sobre algo que sea del trabajo, dime. Si no, puedes irte —le digo, mirando hacia otro lado. Sé que está enojado, y si lo miro a los ojos y lo enfrento, puede volver a gritar, y no quiero alarmar a ninguno de mis compañeros de trabajo.
—Por ahora, nada más. Pero tenemos que volver a conversar. Te voy a llamar cualquier día de estos —me dice, acercándose a la puerta— Por cierto, ese tal M no te conoce tanto como yo.
Dice eso y se va. Yo miro de inmediato el cajón de mi escritorio en donde tengo las cartas guardadas, lo abro y ahí están. ¡Uff! por lo menos no falta ninguna, pero ¿qué significa eso que me dijo al final? ¿Las leyó todas? ¿Cómo soy tan tonta para olvidarme de cerrar con llave este cajón? Él no tiene derecho a aparecerse así de la nada y volver a darme problemas. Sin embargo, ya no soy la misma mujer que era en la universidad, no voy a dejar que me pisotee otra vez.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top