30. Y vuelve a aparecer.
—Ayúdame, Helena. No tenía donde más ir... —me dice. Yo no le digo nada, y sólo vuelvo a cerrar la puerta. Él la empuja y la vuelve a abrir— Por favor... —me suplica.
No me queda otra opción que dejarlo entrar. Cierro la puerta detrás de mí y me dirijo a Daniel.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto seria.
—Jasmine me echó de la casa... y no sabía dónde más ir. Tu sabes que no tengo a mi familia aquí... —¿Y en qué me incumbe eso a mí? Daniel insiste en causarme más problemas de los que ya tengo.
—¿Y? ¿Qué quieres que haga yo? —le digo cruzándome de brazos.
—¿Me dejarías quedarme la noche aquí? Por favor. Te juro que no haré nada.
¿¡Qué!? ¿Dormir en mi casa? ¡Jamás! Aunque ya dormimos juntos en mi cama... y no pasó nada... ¡No, Helena! Tu ya tienes demasiados problemas con lo de David, que seguir con los de Daniel. Él es el culpable de que Jasmine lo haya echado de la casa. Escucho a mi subconsciente, pero como soy tan buena lo pienso dos veces, y no puedo dejarlo dormir afuera, con este frío.
—Sólo esta noche, Daniel. Mañana te irás —le digo apuntándole con mi dedo índice— Ah, y duermes en el sofá. Subiré a buscarte alguna manta para que no pases frío —le digo girándome para subir a la habitación. Vuelvo al salón y veo a Daniel sentado en el sofá. Me mira.
—Gracias, Helena. Eres tan buena... después de todo lo que te he hecho, tú aún así me dejas quedarme en tu casa.
—Aquí te traje las mantas —digo entregándoselas e ignorando lo que me acaba de decir— Que duermas bien.
—Buenas noches, Helena.
Me giro y vuelvo a mi habitación. Me lanzo a mi cama y me acuesto pensando en lo que me dijo Daniel... Sí, quizás soy demasiado buena después de lo que ha ocurrido con él pero eso tampoco significa que sea confiada, sé que Daniel me hizo daño y no volvería a estar con él, aunque me rogara. Además, tengo mayores problemas que solucionar, con David, por ejemplo.
David Miller
Desde que le envié la carta de Helena, no he podido dejar de pensar en ella y en todo lo que ha pasado entre nosotros. No he recibido respuesta de su parte, aunque sabía que no iba a pasar, sin embargo, por algún momento se me pasó por la cabeza que podía escribirme. Sé que debo darle su espacio pero aunque sea quiero verla de lejos, verla me da paz, me tranquiliza, ya que creo que volvieron los problemas en mi casa.
Ayer mi padre, no sé cómo, supo dónde estábamos viviendo mi madre, mi hermana y yo, y llegó gritando, como siempre hace. Le exigió a mi mamá que volviera a la casa, ella asustada lo enfrentó pero él casi la golpea, yo alcancé a colocarme entre los dos, protegiendo a mi madre. Finalmente él se fue, y espero que no vuelva a molestarnos.
Después de eso, necesito ver a Helena. Ella me da paz, conversar con ella a través de las cartas me tranquilizaba, me ayudaba a calmarme de todos mis problemas pero después de lo que pasó entre nosotros, después de que nuestro encuentro no fue como esperaba, sé que debo dejar que ella decida, que ella sea quién decida qué pasará entre nosotros, y si me logra perdonar por todo lo que le hice.
Salgo de mi casa y me dirijo a la de Helena. Cuando llego me quedo en la esquina, mirando hacia su casa, quiero verla cuando salga y se suba a su auto, quiero saber que está bien.
Veo que se abre la puerta, y sale ella con su cabello al viento, sonriendo. Eso quería ver, su sonrisa, la cual al ver me hace olvidar todo mis problemas, aunque sea por un momento. Sin darme cuenta una sonrisa se posa en mi rostro, pero esta se desvanece al ver que detrás de ella sale un hombre. ¡¿Quién es él?! ¿Qué hace con Helena? Antes de que se suban al auto él la abraza. ¿Qué está pasando aquí? Helena, ¿qué estás haciendo con él? No, esto no puede estar pasando, ella no puede estar con otro hombre, no después de todo lo que me dijo... David, controla tus celos, ella no es de tu propiedad. Escucho a mi subconsciente, sí, Helena no es de mi propiedad, pero no puedo dejar de sentirme celoso.
Se suben al auto y Helena conduce, yo me escondo detrás de un auto para que no me vean.
Después de ver eso, vuelvo a mi casa inmerso en mis pensamientos. ¿Quién era ese hombre, Helena? ¿Qué hacías con él? ¿Tan rápido te olvidaste de mí? Pero no puedo preguntarte todo eso, porque no estamos juntos y después de lo que pasó no me diriges la palabra. Sé que te hice daño, pero quiero hacer todo lo posible para que puedas perdonarme. Yo te amo, Helena, y siempre lo haré.
Helena Parks
Me despierto cuando suena la alarma. La apago y me levanto. Siento un olor característico... no lo sentía desde la universidad, son los muffins que comía cada vez antes de ir a clases. Me visto y bajo las escaleras. Veo a Daniel ordenando el sofá.
—Buenos días —me dice y me sonríe.
—¿Cómo dormiste? —le pregunto.
—Bien, es cómodo tu sofá.
—¿Qué es ese olor? —le pregunto mirando hacia la cocina.
—Tu sabes que no cocino muy bien, entonces te compré el desayuno. Son tus muffins favoritos, los que comías cuando íbamos a la universidad —me sonríe, mientras camina hacia la mesa y me entrega un café y un muffin. Yo le sonrío de vuelta.
—Gracias, Daniel. No tenías que hacerlo.
—Sí tenía. Me dejaste quedarme en tu casa. Gracias.
—De nada. Ahora tengo que irme a trabajar, ¿te dejo en algún lado?
—Sí, gracias. Cerca de tu trabajo hay inmobiliarias, tengo que ir a ver algún departamento para vivir ahora —me da una sonrisa de lado.
Cojo mis cosas y salimos hacia el auto. Antes de entrar Daniel me da un abrazo. ¿Qué le pasa a este hombre? Anda cariñoso... pero ni se le ocurra que pasará algo más entre nosotros.
—¿Y eso? —le pregunto cuando nos separamos.
—Gracias por todo, Helena, en serio. Quiero cambiar, quiero ser otro hombre porque me he dado cuenta que le hice daño a muchas personas y no quiero seguir así.
¿Daniel? ¿Cambiar? ¿Esa palabra está dentro de su vocabulario? Sí, quizás sea verdad, pero ¿podré confiar en él? ¿será verdad que quiere cambiar? Bueno, yo no soy quién para juzgarlo, puede ser que haya entrado en razón. Y si quiere cambiar, ¿por qué no ayudarlo?
—¿En serio? —levanto mis cejas— Que bien, Daniel. Si necesitas algo, cuenta conmigo. Pero claramente, como amigos, nada más.
—Sí, lo sé. Ya no te insistiré más, después de todo entendí el mensaje —me guiña un ojo. Yo me río.
Nos subimos al auto y conduzco hacia el trabajo. Nos bajamos y me despido de Daniel. Subo al ascensor aún pensando en lo que me dijo, quiere cambiar... Esto es algo nunca antes visto, pero me alegro por él, en serio. Y si ya no me insistirá ni me dará indirectas, realmente después de todo espero que sea así.
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