22. Día de trabajo (Parte 1)
Hoy como cada tres días, debería volver a recibir una carta de M. Antes de irme al trabajo, reviso el buzón y efectivamente, ahí está la carta. La meto en mi bolso, cuando llegue a la oficina la leeré con más calma. Conduzco hacia el trabajo y entro a mi oficina, no sin antes saludar a mis compañeros. Dejo mis cosas en el escritorio y me siento, para luego sacar de mi bolso la esperada carta.
Comienzo a leerla y sonrío de inmediato. Quiere que nos veamos en tres días más, justo ese día lo tengo libre entonces podré juntarme con él. Estoy tan entusiasmada, ya quiero que sea ese día.
Con mucho ánimo sigo mi trabajo, hasta estoy con ánimo de llamar a Daniel para coordinar la próxima visita a su casa, para seguir con la redecoración.
(Llamada)
—Hola, Daniel —lo saludo.
—¡Helena! ¿Qué tal? ¿Me extrañaste? —me dice divertido.
—Nunca tanto —me río despacio— ¿Qué día estarás en tu casa?
—¿Me quieres venir a ver? —me pregunta con voz coqueta. Ya empezó con sus indirectas, todo iba bien hasta sus frases que no son necesarias.
—No, Daniel —digo con voz fría. No me río ni nada— Tú sabes a lo que voy a tu casa, hay que terminar la decoración de la habitación.
—Ya, ok —dice resignado— ¿Mañana?
—Está bien. Nos vemos —me despido, antes de cortar la llamada.
Hasta ahí me llegó el buen humor... es que Daniel y sus indirectas innecesarias ya me cansan, no causan nada en mí, él no me gusta y no volvería a estar con él, aunque me suplicara.
La tarde se pasa algo lenta, después de la conversación con Daniel mi ánimo bajó pero al recordar que en tres días más conoceré a M, sonreí de un momento a otro y mi buen humor volvió. Es sorprendente lo que aquel "desconocido" causa en mí, sólo al pensar en él.
En cuanto al trabajo, sigo enviando correos electrónicos y llamadas con clientes, por lo cual la tarde se pasó algo más rápida. Apenas comienza a oscurecer, tomo mis cosas y vuelvo a mi casa, aún con una sonrisa en la cara.
(******)
¡Mañana conoceré a M! Estoy tan emocionada y feliz. Por fin conoceré a la persona que se encuentra detrás de esas cartas de amor. Ya no puedo esperar a que sea el día de mañana.
Me despierto con una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro al recordar lo que ocurrirá mañana. Me visto, desayuno y salgo de mi casa para subirme al auto. Conduzco hacia la casa de Daniel, quien espero que no comience con sus indirectas "muy directas" hacia mí, ya que no quiero que nada ni nadie arruine mi buen humor de hoy.
Tomo mis carpetas y los trabajadores ya se encuentran afuera de la casa de Daniel. Los saludo con una sonrisa y toco la puerta. Me abre Jasmine. Eso me hace de alguna manera aliviarme ya que Daniel no tendrá oportunidad para decirme nada inapropiado, no creo que se le ocurra decir nada con su novia al frente.
—¡Hola! —la saludo.
—¡Helena! Adelante —nos hace pasar.
—¿Cómo has estado? —le pregunto.
—Bien. Hoy es mi día libre y aproveché de venir a mi casa, ya que hace días que no veía a Daniel —me dice, con un aire de enamorada. ¡Ay Jasmine, supieras cómo es en realidad tu novio!
—¡Me imagino! Debes de extrañarlo trabajando todos los días afuera de la ciudad.
—Sí, mucho —me dice. Ahora mira detrás suyo— ¿Daniel? —lo llama. Y caminando hacia nosotras aparece él.
—Helena, ¿cómo estás? —sí que sabe mentir, eh. Me saluda como si no hubiera dormido hace algunos días en mi casa, y en mi cama. Me sonríe.
—Yo bien, ¿y tú? —le sonrío de la misma manera. Me dan unas ganas de borrarle esa sonrisa hipócrita, pero no quiero arruinar mi día, además aquí solo estoy trabajando, nada más.
—Bien, gracias —me responde.
—¿Comenzamos? —me dirijo a Jasmine y le sonrío. Ella asiente y ahora les doy la señal para que los trabajadores suban las escaleras y caminen hacia la habitación. Yo los sigo, y detrás de mí vienen Jasmine y Daniel.
Apenas entramos a la habitación los hombres comienzan con la segunda parte del trabajo, hoy corresponde cambiar todos los muebles.
—Está quedando hermoso, Helena. ¡Me encanta! —dice Jasmine mientras mira a su alrededor— El color es muy lindo.
—Me agrada que te guste. Esa es la idea —le sonrío.
—Los dejamos trabajar entonces —me dice ella. Toma a Daniel del brazo y bajan las escaleras.
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