15. Decisión.
Hace tres días no recibí carta de M, eso quiere decir que hoy debería volver a recibir una. Espero que al levantarme y abrir el buzón esté ahí, no quiero preocuparme más que lo que estoy ahora.
Con ánimo me visto y apenas salgo de mi casa con mis carpetas en la mano reviso el buzón, y ¡adivinen qué! no hay ninguna carta. Esto ya me está empezando a preocupar... ¿qué le habrá pasado?
Me subo a mi auto y conduzco hacia la casa de Daniel. Hoy quedé de ir junto a los trabajadores a empezar con la remodelación. Yo tengo que estar en todo momento allí, ya que debo supervisar lo que se realice. No tengo nada de ganas de ver a Daniel, pero no tengo otra opción. Sólo espero terminar lo antes posible con este trabajo, así no lo veré más.
Llego y hay tres personas frente a la casa de Daniel.
—¿Helena? —me pregunta uno de ellos.
—Sí, mucho gusto —los saludo— ¿Llegaron hace mucho?
—No, llegamos recién. ¿Esta es la casa?
—Sí —digo mientras toco la puerta. Abre Daniel, sonriente, hasta que ve a los tres hombres detrás de mí.
—¿Viniste acompañada? —me pregunta, algo serio.
—Sí, son quienes vienen a pintar la habitación. ¿Podemos entrar? —le pregunto, de la misma manera. Él solo asiente y nos da paso para entrar.
¿Pensaba que iba a venir sola? Bueno, estaba muy equivocado. Aparte, yo vengo a trabajar, a nada más, y hoy sí será así.
Entramos y de inmediato subimos a la habitación para comenzar con el trabajo. Yo les doy las indicaciones a cada uno de los trabajadores de lo que se tiene que realizar y ellos asienten, mientras sacan los materiales y mueven los muebles para empezar. Yo los observo, mientras reviso las carpetas, hasta que siento que Daniel entra a la habitación.
—¿Es necesario que hayas venido con tres hombres? —me pregunta susurrando, para que los demás no escuchen.
—¿Qué dijiste? —le pregunto para saber si escuché bien. ¿Me está preguntando por qué vine con hombres?
—Eso. ¿Los trabajadores no podían ser mujeres? —me pregunta serio. Yo me sorprendo. Ese tipo de celos tenía Daniel cuando estábamos en la universidad, especialmente con Paul, mi amigo. Le molestaba que me juntara con él.
Yo lo tomo del brazo y lo saco de la habitación, no sin antes avisarles a los trabajadores que ya vuelvo y sonreírles para tranquilizarlos y que no sospecharan nada entre Daniel y yo.
—¿Por qué la pregunta? Da lo mismo si son hombres o mujeres si saben hacer bien su trabajo —le digo mirándolo fijamente a los ojos, sin vacilar.
—Es que no da lo mismo. Yo creo que ellos no hacen bien su trabajo, y menos si te tienen a ti como supervisora —me dice, algo enojado. ¿¡Qué!? Ya me está empezando a molestar su actitud. Yo vengo con el mejor ánimo a trabajar aquí, siendo que no tenía ninguna gana de venir, y ¿él me viene con esto?
—Eso no lo sabes, ni siquiera los has visto trabajar. ¿Y qué tiene que me tengan a mí como supervisora?
—Es que si te ven, se pueden desconcentrar... —dice acercándose a mí y mirándome fijamente a los ojos— Qué suerte tener a una supervisora tan linda como tú.
—Relación estrictamente profesional, Daniel —le digo alejándome de él.
—No puedo.
—Yo vine a trabajar aquí. A nada más. Así que no sigas haciendo tus insinuaciones y eso ¿ok? Que no te van a funcionar.
—¿No me van a funcionar? Eso no parecía el otro día... La estabas pasando muy bien —dice volviendo a acercarse a mí. No alcanzo a reaccionar y me toma de la cintura, apegándome a él. ¿¡Es que no entiende!?
¡No! ¡Este hombre está loco si piensa que voy a volver a caer en sus redes! Me separo de él y camino de vuelta hacia la habitación, ya cansada de su actitud. ¡Me exaspera que insista tanto en acercarse a mí de esa manera! Antes de entrar, me giro a mirarlo.
—Voy a pedir que me cambien de cliente. Y tú tendrás otra persona para que siga con la decoración de tu habitación —digo seria y entro, antes de que él pueda decir algo más. ¡Es que ya este hombre se pasó de la raya! No puedo seguir trabajando así, no si quiero mantener mi puesto de trabajo y alejar a Daniel de mi vida. Apenas llegue a la oficina hablaré con mi jefe.
Apenas entro me doy cuenta de que las personas que están trabajando escucharon lo último que le dije a Daniel, y me miran sorprendidos.
—Tranquilos, ustedes no perderán su trabajo. Se los aseguro —les sonrío, tranquilizándolos.
Seguimos trabajando y, para mi sorpresa, Daniel no nos molesta durante toda la tarde. Espero que haya entendido. Los trabajadores terminan de pintar toda la habitación, incluyendo techos y paredes ¡Son personas muy eficientes y rápidas! Eso me encanta, cuando encuentro a gente que trabaja con entusiasmo y no se demora nada. Eso me hace replantearme el hablar con mi jefe para que me cambien de cliente. Quizás si son así de rápido los trabajadores, la decoración de la habitación se terminará antes de lo que yo pensaba. Creo que por ahora no pediré cambio, pero si Daniel vuelve a hacer algo inadecuado, sin pensarlo hablaré con mi jefe en un santiamén.
Apenas finalizamos el trabajo bajamos las escaleras y no veo a Daniel por ningún lado para avisarle e irnos de la casa. Les digo a los trabajadores que se vayan, que yo le avisaré al dueño de casa. Ellos asienten y se van. Mientras yo busco a Daniel casi por toda la casa. Lo llamo y no contesta. De repente aparece por la puerta de la cocina.
—¿Ya terminaron? —me pregunta indiferente.
—Sí. Me gustaría que fueras a ver como quedó pintada la habitación —le sonrío. Él asiente, sin ninguna expresión en su cara, y sube las escaleras. Yo lo sigo. ¿Y ahora qué le pasa a este hombre?
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