Carta 22: Un día o dos - Parte II
Villa TreVille, Suite Maestro Zeffirelli, martes
Oh, vaya cambio. De la sobria habitación del Premier Inn de Londres a una suite soñada frente al mar Tirreno. No, no me gané la lotería... bueno, sí. Pero no en forma de vil metal. La lotería está, en este instante, leyendo concienzudamente el diario y protestando como un chiquillo cada vez que le pido que vuelva a ponerse protector solar.
Espera, no nos apresuremos. Deja que te cuente, amiga mía. La última vez que te escribí (hace dos semanas) estaba esperándolo en el hotel. Ésas fueron, hasta hoy, las seis horas más largas de mi vida.
Terminé de escribirte y ya no supe qué hacer conmigo misma. El cerebro me golpeaba el cráneo desde adentro, mi pie palpitaba por el tiempo que pasé parada como una estatua en la estación de tren tratando de ubicarme, por supuesto me dolía el estómago de miedo y preocupación... y también algo más. Me di cuenta de lo que pasaba en el instante en que mi piel rozó la suya.
Lo deseaba con una furia incontrolable, enloquecedora... casi irracional. Similar a aquella noche en la India en la que me hizo perder la cordura por vez primera. Luego volvió a hacerlo una y otra vez, a conciencia, siempre pidiendo un poco más. Pero no sólo pide, él se entrega por completo en cada oportunidad. Con furia, pero también con una honestidad brutal. "Esto es todo lo que soy, cariño" murmuraba entre dientes, "soy tuyo y tú eres mía". Y ciertamente yo quería lo que me pertenecía.
Pero en otro lado, tal vez en algún minúsculo lugar del cerebro, restaba un poco de mi amor propio. Porque sé bien que esos pensamientos no vienen de mi corazón: alguien que ha amado al menos un poco no puede sentir tanto repudio por sí mismo. Ni sentir tanta vergüenza, ni humillarse tanto. Desearlo, estando tan enfadada, me hacía sentir tremendamente sucia. ¿Lo dejé en París, corrí a mi casa y llené mis días de llanto y remordimiento para qué? ¿Para venir aquí y bajarme los calzones ante la primera caricia?. Ni una caricia siquiera, ante la sola insinuación de proximidad. Se me revolvía el estómago al pensar lo que diría mamá en esta situación: que no me han educado para esto, claro; que hay un sólo nombre para las mujeres que se comportan como yo, el que empieza con P y termina con UTA. Y si teníamos en cuenta las condiciones en las que me encontraba (desesperada por un mimo suyo, rogando por que apareciera oliendo a hombre y comiéndome con la vista tal como hizo al despedirme del hospital), bueno, sí: puede que yo fuera una grandísima puta en ese instante.
Así que, resumiendo, sobre un 100%:
* Enojo - 6%
* Malestar - 2%
* Ganas de obtener cariño - 2%
* Ganas de dar cariño - 0%
* Ganas de golpearlo en su cara de muñeco hermoso - 15%
* Ganas de llorar hasta que se vaya la angustia y el desprecio que siento por mí misma - 8%
* Ganas de olfatearlo entero - 12%
* Ganas de preguntarle por qué, por qué, por qué ella sí y yo no - 5%
* Ganas de lanzarlo a la cama, atarle las manos con mis calzones y enseñarle quién manda aquí - 50%
Y ese, querida Demon del pasado, era mi alentador panorama mental. Ansiosa, crispada, anhelante, enojada. Un combo mortal en el que nada puede salir bien.
Tomé un buen baño, hasta que me arrugué como pasa de uva. Esperé junto a la ventana viendo a la gente salir alegremente del bar que queda frente al hotel. No pude dormir ni un segundo, así que cuando llegó estaba muerta de sueño, con los ojos vidriosos y más pálida que de costumbre (nivel fantasmagórico). Recuerdo que me puse un vestido de algodón de mangas largas que a veces uso para dormir, una tanga con voladitos de lo más ridículos y unas medias largas hasta la rodilla tejidas al crochet que me hizo la tía. Recuerdo haber pensado "pero qué estupidez" cuando me las obsequió, pero en las noches frías son lo máximo. Bendigo su dulce corazón cada vez que las uso.
Había avisado en la recepción que vendría, así que ni se molestaron en llamarme. Le abrí la puerta ansiosa pero de repente terriblemente cohibida, y ahí estaba, tan demacrado y bonito como lo recordaba hacía unas horas. Lo hice pasar a la habitación y quitarse el abrigo, y luego de preguntarle cómo estaba su padre y si necesitaba algo, me quedé literalmente en blanco. Noté también que no traía brassier y que ya era tarde para buscar uno. Crucé los brazos con fuerza.
—Qué medias tan lindas —comentó sonriente, mirando hacia mis pezones delatores, que quedan bastante lejos de mis medias nuevas.
Ojalá tuviera un brassier, o menos frío. —¿Estas? —comenté estirando mi patita herida— sí, claro... me las obsequió mi tía Norma
—Te quedan muy bien... ¿qué le pasó a tu pie, cariño?
El primer cariño del día. Fue devastador, especialmente para mis calzones. —Yo... ahmmm... Casey se cayó en mi pie subiendo una escalinata
—Vaaaya, suena doloroso
—¡Fue horrible! —admití, notando que se agachaba junto a mi pie. Tengo que sacarlo de ahí. —¿Te gustaría ducharte? Todo está listo y te ayudará a descansar
—No quiero ducharme, quiero hablar contigo —corto, conciso y al hueso.
—Yo no quiero
—Pero tenemos que hacerlo. Necesitamos hablar, cielo, para solucionar esto —estiró uno de sus brazos larguísimos y no llegó a tocarme—. No quiero estar tan lejos de ti... es muy triste
Se me trabó el cerebro y comencé a balbucear. —Lo sé... lo sé, y yo hago lo que puedo, pero... pero tú... ¡esto es tu culpa! ¡TU CULPA! Y yo no voy a hablar. No quiero, no: no no no no no.
—Dylan, escúchame entonces... necesito que...
—¡NO! —grité, de pronto furiosa— ¡NO NECESITAS NADA! ¡Siempre estás pidiendo algo! ¿Qué hay sobre lo que yo necesito? ¿Lo que yo quiero? ¡También quiero cosas!
Me miró con sus ojos tristes, mientras extendía una mano en son de paz y se acercaba despacio. —Dime lo que quieres, cariño. Todo lo que quieres.
Lo miré furiosa, llorando de frustración y de rabia contenida. —Quiero... yo quiero que estés triste y me necesites... que extrañarme te hiera adentro, como a mí. Quiero... quisiera... partirte la cara de un golpe, que te enfades y me grites... quiero una pelea de verdad... —lo detuve con mis manos en su pecho. Oh, santo cielo. Tan tibio y cómodo.— quiero que dejes de ser tan lindo y te vayas a duchar, pero también quiero hacerte cosas mientras estás sucio... quiero que te vayas y quiero que te quedes conmigo, y de verdad quiero quedarme contigo, pero es tan... oh Dios, esto es tan humillante
—No nena, no... esto no es humillante, es simplemente... la forma en que nos amamos —me tomó de las manos mientras intentaba empujarlo— es hermoso cuando estamos juntos y duele en el alma cuando nos separamos... habla conmigo, cielo, déjame solucionarlo... déjame tocarte, Dylan... —lanzó, mandón como suele ser— no me rechaces
—Quítame esto... esto horrible que siento encima... ¿por qué la nombraste? ¿Por qué ella y no yo? ¡Hice lo que pude! Y tú...
Oh diantres, el bello durmiente tiene la espalda de un rojo furioso. Supongo que va a dormir de pie esta noche... le pasa por caprichoso. Voy a salvar la situación antes de que se queme de verdad.
Sigo luego, Demon del pasado.
++Demon++
P.D: se quemó los hombros terriblemente y está encabronado a nivel galáctico. Puede que termine tirándolo por la ventana de la habitación.
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