Carta 21: Un día o dos - Parte I

Premier Inn (el de Leicester Square), Londres, viernes

Ay no, no me juzgues. Espera, vieja Demon. No me juzgues aún.

Sí, estoy en Londres. Creo que odio este lugar de mierda con toda mi alma, pero tuve que venir, ¿sabes?. Anteayer recibí un llamado telefónico de Timothy al celular de Pattie, porque aún sigo incomunicada. Primero se disculpó por molestarme, luego me dio un breve sermón sobre lo boba que fui al desaparecer de la faz de París sin haber hablado con él ("podrías haberte quedado en el otro apartamento y arreglar las cosas, pero no... siempre es mejor el drama, supongo") y finalmente, después de disculparse por haberme diez segundos antes, me pidió que me sentara y me lanzó un bombazo que me dejó helada por varios minutos.

D, necesito que vayas a Londres a acompañar a Adam... sé que es mucho pedir, preciosa, pero él te necesita... su padre tuvo un infarto y está internado de gravedad... Domi está en Los Ángeles y no llegará hasta el sábado, pero tú estás cerca, nena... por favor... te necesita   

No lo pensé siquiera. Armé la maleta, compré un boleto de la primera cosa que me acercara a Londres (resultó ser el tren) y partí sin dar muchas explicaciones. Las chicas se quedaron estupefactas al verme salir volando casi, pero prometieron llegar a Positano el lunes, donde nos volveríamos a encontrar todas. Sin una queja me acompañaron a la estación, me rogaron que me cuidara, y desde el andén Pattie me guiñó un ojo y gritó sonriente "salúdalo de mi parte". 

Llegué a Londres luego de trece horas. No pude dormir ni un instante, asustada por lo que podría encontrarme al llegar. Intenté prepararme mentalmente para cualquiera de las situaciones que pudiera encontrar, pero ninguna de las posibilidades me aterraba tanto como volver a encontrarme a Adam luego de lo que me prometió en la noche de su cumpleaños. Y te recuerdo que una de las posibilidades era... bueno, la muerte. 

Tal vez, en el poco tiempo que estuvimos juntos, se me pegó algo de su organización casi obsesiva y algunas cualidades de mando. En los veinte minutos que estuve en el hotel (desde el check in hasta que salí casi corriendo) me comuniqué con mi cuñada... ex cuñada... es decir, Stephanie... pasamos a buscar a sus nenas por la casa de una amiga, compré café, té y bocadillos para todos, una manta para que Adam pasara la noche abrigado, peiné a un pony rosado y le desenredé el pelo a una muñeca, hice trenzas varias, saludé a mi suegra, escuché un parte médico aterrador y finalmente me senté con la lengua afuera a esperar que se presentara el hombre que me partió el corazón. 

Lo esperé paciente, sentada en ese café horrendo de hospital, con el alma aterrada y una criatura sentada en la falda. Abracé a Sophie y la escuché contarme sobre el campamento de verano al que sin dudas la enviarían, las clases de baile y cómo su mamá se niega a dejarla tener un perro. Olivia estaba sentada frente a nosotras en el regazo de su abuela, aparentemente distraída, pero acotando a cada comentario de su hermana. En algún momento de la historia comenzaron a pesarme los párpados; quizás por el viaje tremendo en tren, los analgésicos, las pastillas para que no se me derrita el cerebro o bien el calor y el olor a florecitas que emana Sophie, pero terminé quedándome dormida junto con ella. Soy la niñera fiasco.

De pronto noté que mi cabeza estaba colgando y el cuello me estaba rogando que lo ayudara. Desperté completamente desorientada y luego noté a Sophie, que seguía acurrucada, cubierta con un abrigo que no era mío. Levanté la vista y ahí estaba él. En cuclillas frente a mí, con su carita demacrada y los ojos rebosantes de pena.

No supe qué hacer ni decir, ¿qué se hace en un momento así?. Simplemente lo observé a los ojos y traté de hablarle como hacíamos siempre, mirándonos, sin la necesidad de palabras que estorbaran. Me hundí en sus ojos tristísimos y él solo inclinó su cabeza a un lado y apoyó una de sus manos en mi rodilla libre. Tan herido, siempre sufriendo, mi pobre niño. Cómo me gustaría ser suficiente para ti y tenerte conmigo, mi amor.  

—Tío, dile a Soph que se baje, ahora me toca a mí

Los dos nos sorprendimos por el regaño. Olivia nos miraba enfurecida, no por la falta de atención, sino porque su hermana seguía durmiendo conmigo. Abrí la boca para decirle que la tomaría en brazos cuando quisiera, pero Adam se me adelantó con voz pastosa. —Tu hermana está dormida, cariño, en cuanto se despierte vas a—

—¡¡NO!! —y aquí le pellizcó la pierna a la otra pobre, que se despertó llorando aterrada.

Permanecí en silencio viendo cómo Stephanie ponía orden y Adam se llevaba en brazos a Olivia. No entiendo nada de niños y mucho menos cómo contentarlos, pero me pareció importarte frotarle la pierna a Sophie y tratar de hacerla dormir otra vez. No funcionó. Lloriqueó por su tío y porque quería ver a su abuelo, y cuanto más trataban de explicarle que podría verlos a ambos muy pronto, más lloraba.

—Vaya, creo que es hora de ir a casa... están exhaustas —comentó Steph algo compungida—. Dylan, ¿vienes con nosotras? ¿Dónde estás hospedándote?

—En El Premier Inn de Leicester Square

Me miró sorprendida. ¿Es que no sabe... sobre nosotros?. —¿En un hotel? ¿Perdiste la razón? ¡Creí que estabas en la casa de Dominic! No no no —me miró con la cara de pocos amigos que tan bien le conozco a su precioso hermano—. Te quedas con nosotras.

—Steph lo aprecio, de verdad, pero está bien... en verdad —asentí como una desquiciada... ni de casualidad quiero quedarme con ella, más aún con las recientes evidencias de que, tal vez, no tiene ni idea de que Adam y yo no estamos juntos. —Todo está cerca... además, sólo me quedaré un día o dos y...

—¿Un día... o dos? Qué... tú... aguarda, ¿qué sucede aquí?

Puff, me salvé de la explicación. Adam irrumpió desde la nada misma con una Olivia sonriente, que corrió a disculparse con su hermana. —Steph, ¿puedes llevar a mamá a casa? Yo me quedaré esta noche...  

 —Sí, claro... —nos observó desconfiada—. Me llevo a Dylan, que también está agotada...

Nooo no no, que prefiero quedarme aquí y atender en Urgencias antes que darte explicaciones. —No te preocupes por mí, me quedaré por si Adam necesita algo —comenté seria y decidida, a pesar de que no podía mantenerme en pie del cansancio.

Después de un sinfín de preparativos, protestas y varios lloriqueos, Stephanie partió con sus niñitas y su madre. Pase lo que pase, no creo que pueda olvidar jamás la mirada y el abrazo que me dio esa buena mujer. "Gracias por venir a cuidar a mi niño, preciosa, no te imaginas cuánto te necesita estos días" me susurró mientras me abrazaba y yo me quise morir justo ahí. Yo también necesito a su hijo, señora. Todos los días. 

Si me hubieras preguntado: ¿cómo crees que será tu primer encuentro con Adam después de haberse peleado?, seguramente hubiera contestado que en Italia, en una de esas callecitas pequeñas llenas de flores y colores, en un anochecer soñado. Él se acercaría y yo huiría dando saltos (que no puedo correr y dudo que vaya a hacerlo por un tiempo) para finalmente alcanzarme en una esquina desierta. Me acariciaría sin dudas, y yo permanecería enfadada un poco más, hasta que me tendiera un bellísimo helado con dos perfectas esferas, una de frutilla y otra de vainilla recubiertas de chocolate. Yo le daría un lametón tímido al helado mirándolo a los ojos (tampoco voy a aceptar su ofrenda de perdón así como así), él sonreiría alegre, y ambos caminaríamos hacia el ocaso, que casualmente queda en la misma dirección que una casa de pizzas increíble que no escatima en la rúcula ni en las aceitunas. Ahhh, la reconciliación soñada. 

Pero es sabido que no tengo suerte, y tuve que verlo por primera vez en el pasillo de ese hospital, con su papá enfermo y el corazón destrozado. Sin Dominic que lo contenga ni Timothy que le asegure que todo se va a solucionar, sin secretarias, helados, ni pizzas de porciones generosas para confortarlo. Sólo yo, con mi patita herida, el dolor que me quema las entrañas y un dilema más grande que el estado de Texas.

Sé fuerte, Demon, sé fuerte. Tendrás tiempo para reproches luego.

Me giré a verlo y estaba muy quieto, observando la puerta por la que acababa de salir su familia. —Hablé con él anteayer en mi festejo de cumpleaños, y luego de felicitarme y preguntar cómo estaba, me dio una lista de preguntas importantes para ti... no quería que yo la leyera, sólo tú

—¿Preguntas... para mí?

—Sí... sobre fertilizantes y por qué se mueren las plantas que están cerca del naranjo, esas cosas, tú  sabes... —seguía con la vista clavada en la puerta, con las lágrimas rodándole por el rostro cansado— la miré para preguntarte y... al final de la lista decía... el había escrito... ¿qué voy a hacer si se muere, cariño? No estamos listos... por favor, ayúdame, no sé qué hacer... ¿qué voy a hacer si él se va?

Me olvidé de mi bello primer encuentro. Lo abracé tan fuerte como pude, y él me aferró como si fuera la única cosa verdadera en el universo. Lo dejé desahogarse y llorar en mi cuello tratando de infundirle una fortaleza que no tengo, para terminar haciendo pucheros y llorando a la par suya. Luego de un rato me separé, le limpié la cara y le di un beso en la mejilla. Sonrió levemente, y pidió permiso para abrazarme otra vez. Me derretí de ternura y acepté con la misma alegría que hubiese aceptado el helado de dos esferas de vainilla y frutilla.

—Se va a reponer, Adam, ya lo verás... tendrá que cuidarse pero va a estar bien

—Lo sé, cariño... pero estoy preocupado

—¿Qué puedo hacer por ti? ¿Quieres un café o algo de cenar antes de ir a acompañarlo?

—No... estoy bien —me miró serio, como cuando quiere que haga algo que no me va a gustar; me aferró con más fuerza, hundiendo la nariz en mis rulos— ve a descansar y estaré contigo mañana en cuanto llegue mi madre... ¿puedo verte mañana?            

—Sí... sí, puedes.

Y ahí fue el tímido lametón al helado.  

No he podido pegar un ojo porque sé que va a estar aquí en un rato. Y lo conozco demasiado como para no saber que querrá hacer preguntas, y obtener respuestas, que por cierto no tengo. ¿Qué se supone que haga, Demon del pasado?. Mierda, necesito tanto a Patricia. Ojalá me respondieras, estoy en blanco en estas situaciones, y la cabeza está matándome. Voy a recostarme un rato... Jebús sabe que ese pobre chico no necesita otra tragedia.

Sigo contándote luego.

++Demon++

P.D: ya sé qué le voy a pedir primero: que se duche. Porque huele a corrí-dos-maratones-seguidas y, además, después de ducharse siempre le da sueñito. Plan perfecto.


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