Carta 14: Soltar... digo, saltar
Castillo von Frankendemon, Atlanta, sábado por la mañana
MEH.
Estoy de un humor de perros. Todo se está yendo a la mierda y ya estoy cansada. Ni Cosmo me aguanta ya, supongo; recién traté de darle un beso pero antes de alcanzarlo se fue a un rincón, me miró con cara de cansancio y prefirió refrescarse sus partes perrunas antes de atender al "ven precioso, ven con mami". Sigue ocupadísimo en la tarea, con la patita en alto, como si fuera un bailarín clásico algo rechoncho.
Estoy cansada, fastidiada y hace mucho calor. Algunas de mis necesidades básicas están insatisfechas y eso me pone gruñona. Y encima de todo, me ha caído una tonelada de información sobre mis adorables amigos que preferiría haber dejado donde estaba, pero qué va... mejor antes que después. Me transpira la cara, y entre los raspones que pican y la crema que uso para curarlos, siento que la piel va a comenzar a crujir y a caerse a pedazos.
Crujir.
"Dylan cariño, ve con cuidado... ya lo estás haciendo crujir".
Lo recuerdo y me río sola. Especialmente la mirada asesina que Adam le lanzó a su amigo. ¿Sabría que nos habíamos pasado la tarde entera jugueteando y, que si no fuera por el berrinche que hice, sin duda alguna no hubiésemos ido a su cena?. Probablemente sí.
Estamos en confianza aquí, así que supongo que puedo decirlo, ¿verdad?. Tú no vas a ir a contarle a nadie... bueno... aquí va: estoy en llamas. L L A M A S. Escucho su voz en los mensajes de audio y siento como las hormonas me estallan bajo la piel. Lo quiero aquí, conmigo, ahora. Me alegro tanto de que mamá no lea la mente... me haría pasar una buena temporada en un retiro espiritual. Esos no son pensamientos de una mujer decente, Dylan Stephanie McCann. Tu educación nos ha costado un ojo de la cara, señorita. Debería darte vergüenza. Pero no, no me da vergüenza. Soy tan sólo una pequeña entidad demoníaca que no ve a su novio hace una semana.
Quiero sentarme en sus rodillas, frente a su rostro, para charlar. Quiero sentir sus manos tibias en mis muslos, recatadas al principio, pero que al cabo de unos minutos encuentran el camino sinuoso hacia mi ropa interior. Necesito acariciarle el cabello y decirle que es un niño muy bueno, besar sus mejillas delgadas y frotarme en su cuello. Daría lo que fuera por ver su cara de "deja que te atrape" cuando está distraído y le toco el trasero. Ansío ver cómo se le encienden los ojos cuando estamos juntos, enredados en las sábanas, si de casualidad estamos cerca de la cama... cuando no estamos haciendo volar libros y papeles, o pateando almohadones. Anhelo oír los recuéstate, inclínate, sostente, aguanta, mírame disparados con su voz tan cálida e inapelable. Lo necesito conmigo, dentro mío, recordándome a cada segundo que me ama y que estamos aquí. Juntos, en esta realidad.
Anteayer estaba hecho un fastidio. Refunfuñó desde el primer mensaje de la mañana, que me envió a las 9. A las 11:30 estaba de un humor de los mil demonios, y casi podía ver su mala onda escapar como humo por la pantalla del celular. "Cariño, ¿por qué no sales un momento al sol? ¿O tomas un rico té dulce? Suenas tan amargado" le escribí, tratando de ayudar, pero en gratitud recibí un desalentador "Aquí no hay sol, es Londres. No necesito ningún té". Ésos son los momentos en los que quisiera darle unas cuantas bofetadas, aunque suelo optar por pellizcarle el trasero y huir a toda prisa. Lo dejé estar un buen rato, y como no volvió a escribir, le envié un último mensaje. "Si se te quita el mal humor, te espero en Skype a las 8PM para darte un obsequio... si no se te quita ni te molestes, cielo". Luego apagué el celular y seguí con mi bello día. Por la noche (cuando me dispuse a conectarme y encendí el aparato) el pobre casi se derrite por la cantidad y el tono de los mensajes que me envió. No me amargué y seguí con mi plan. Prontamente dispuse todo, y cuando escuché que estaba llamándome por Skype sonreí como una boba. Menuda sorpresa se debe haber llevado cuando vio que su interlocutor tenía era una mata de rulos apelmazados grises, producto de la siesta post-merienda. Escuché unas risitas entre dientes, y finalmente un "Hola, Cosmo". Mi dulce cachorrito ladeó la cabeza, le dio un par de lametazos a la pantalla y luego se revolcó en la cama dejando al descubierto su pancita para que lo rasquen. Si sigue malhumorado después de eso tal vez deba hacerse revisar el cerebro.
¿A qué viene todo esto? Ya no recuerdo lo que iba a contarte... ah, sí, malhumorado.
Ayer fui (de muy mala gana) a buscar a Rob a una cena junto con Pattie y Cosmo. Tienen una pick-up perfectamente nueva, así que Cosmo fue en la caja, disfrutando del viento nocturno. No me gusta que viaje así, porque tal vez se golpee o se caiga, y ya ha tenido bastante. Al llegar tocamos el claxon, bip bip bip de reconocimiento. Rob salió, se sentó en el lugar del conductor y yo me pasé a la caja para acompañar al cachorro, que me recibió con besuqueos y la determinación furiosa de sentárseme encima. Se escucharon voces dentro de la casa, unos muchachos salieron y Robbie arrancó. Avanzamos una cuadra, doblamos una esquina... tal vez cien metros más... una pick-up negra pasó por la otra esquina, y como si hubiese sonado una alarma, Cosmo se puso en alerta absoluta. Saltó de mis brazos, se impulsó en la portezuela y se fue corriendo calle abajo.
Mi perro se lanzó a la calle.
Salté de la camioneta sin pensarlo ni un instante. Simplemente reaccioné. Me tomé del borde y me empujé hacia en suelo. Por supuesto que caí rodando, prueba de eso son mis rodillas destruídas y la mitad de mi cara llena de raspones. Me levanté al instante y salí corriendo lo mejor que pude calle abajo, por donde Cosmo se había ido. Un terror sobrenatural me nubló el pensamiento; la posibilidad de perder a mi perro (atropellado, secuestrado, desorientado y solo en la noche) me traspasó como un flechazo. Nunca más. Corrí a toda velocidad, doblé en la esquina que habíamos dejado atrás hacía unos minutos y... no sé qué pasó. Lo último que recuerdo fue el conocido latigazo en la frente, mi estómago retorcerse y chocar a toda velocidad contra algo inmenso y sólido. Caí como una bolsa de cemento, sin el más mínimo control sobre mi cuerpo.
Me desperté mirando el cielo estrellado. Descubrí la luz amarillenta de la calle, y el rostro de Robbie recortado en la penumbra, entre un millón de sombras. Luego tomé conciencia de que mi cuerpo no estaba haciendo lo que le ordenaba y, horrorizada, sentí cómo mis músculos se contraían y mis brazos se sacudían con furia. Hubo un chillido angustiado de Pattie. Si hubiese podido, me habría gustado gritar a mí también.
Unos brazos firmes me levantaron suavemente y sostuvieron mis manos junto a mi pecho. Rob intentaba decirme algo pero me resultaba imposible entenderlo. Cerré los ojos y me rendí por completo. Todo tembló, absolutamente todo. Inmediatamente pensé en Adam, y le pedí que me ayudara. Ojalá hubiera estado ahí para tranquilizarme, pero no. Otra vez me vi al borde del Chand Baori, con su agua verde limosa esperando para ahogarme.
Y entonces lo oí, entre las nubes y el miedo.
—Estás bien, pequeña, vas a estar bien —una voz retumbante y profunda en mi oído— tengo a Cosmo y te tengo a ti... todo va a estar bien
Mi cuerpo comenzó a relajarse lentamente. Las luces cambiaron: amarillo, rojo, verde. Quise enunciar, pero mi lengua seguía temblando. —Yo... yo... aaaaa... aaghgh co... co...
—No hables, bebita... vamos a llevarte con el médico
—Co... co-cos-mo
Sus dedos me descubrieron el rostro y vi a los enfermeros acercarse a toda prisa. Aún me pregunto si era mi corazón o el suyo el que latía tan desbocado. Podía sentirlo retumbar en mi espalda. Yo conozco esta voz. —¿An... drew?
Los enfermeros los sacaron a todos. Me subieron prontamente a un camilla, y aunque estaba consciente, no podría haber movido un dedo ni para salvar la vida. Lo vi de pie junto a Robbie, sosteniendo a Cosmo, que se debatía furioso y ladraba sin parar.
Después de pasarme todo el día en el hospital, finalmente llegué a casa hace un rato. En el trayecto tuve que oír las reprimendas de Rob y Pat.
—Ya estás grande para jugar a la heroína, D... Cosmo es un perro muy inteligente, ¿en qué mierda pensabas? — comentó Pattie, sin siquiera girar la cabeza hacia el asiento trasero donde me llevaban.
Los ignoré. No tenía ganas de hablar con ninguno de los dos.
—¿Qué te pasa ahora? — Rob estiró la mano por el espacio entre los asientos— ¿duele mucho?
Seguí callada. Se piensan que soy estúpida. Aún convulsionando en una calle de mierda de las afueras me di cuenta de lo que pasaba. —¿Quién es ese tipo?
—¿Qué tipo, Papita? Sí que te diste fuerte, no rec—
—Andrew, Robert, Andrew... ¿qué relación tenía conmigo?
Pattie giró a mirarme, con ojos grandes y preocupados. —Es tu profesor de cocina y como le gusta—
Me acerqué al espacio entre los asientos. —Ese tipo no es mi profesor de cocina, ¿crees que soy idiota?
Pattie abrió la boca dubitativa, pero Robbie se le adelantó, ofuscado. —No lo sé, dímelo tú... te estamos diciendo que es tu profesor y no nos crees
—Robbie, no me subestimes... ¡dime quién es!
—Tu profesor de cocina, ¿quieres un documento firmado?
—Sí por favor, así lo enrollas y te lo metes en el—
—¡¡BASTA YA LOS DOS!! —Pattie dio un golpe con la mano en el tablero para callarnos— ¡Es tu profesor, Demon, mierda! No todo es una conspiración para esconderte cosas, Jesús... no eres el puto ombligo del universo
¿Sobreviviré si me lanzo por segunda vez de una camioneta en movimiento? No... probablemente no. Los tres seguimos viaje callados. Finalmente llegamos a mi apartamento, y vi a papá aguardando junto a Cosmo en la acera. Yeyyy papá. Pattie abrió la puerta para descender, pero la detuve.
—No se preocupen por mí. Gracias por todo, de verdad. Mi papá está aquí
—Te llamo luego para coordinar la hora en la que te pasamos a buscar para la fiesta
—No. Mejor me llamas cuando no me vayas a mentir.
Rob asomó la cabeza y me miró con cara de enfado. Lo conozco bien y sé que va a decir algo hiriente, para luego arrepentirse. También sé que voy a tener que replicar. —Estás insoportable, Demon, vete a dormir... y si cuando te despiertas te sientes igual, bueno... date la cabeza contra la pared, ¿quieres?
Lo miré con socarronería y le regalé una linda sonrisa. Aquí vamos. Me incliné por el orificio de la ventanilla, con los rulos al viento. La cara raspada estaba matándome, pero me las ingenié para levantar las cejas. —Lo haré cariño, lo haré, aunque no me llames... ¿sabes qué? mejor no lo hagas... si te necesito sé muy bien a qué putero ir a buscarte
Lo vi a los ojos, y por el espanto reflejado, supe que era cierto. Me di vuelta y me encaminé a casa con mi padre, que probablemente también me miente. Cielos, mi vecina tenía razón en todo lo que dijo. ¿Por qué siguen siendo mis amigos, si me detestan, me pregunto?.
++Frankendemon++
P.D: se pueden meter la fiesta de cumpleaños donde no les alumbra el sol, yo me voy a pasar el día a Savannah con Skylar. Ya te contaré sobre ella... es muy simpática, me agrada. Seguro fuimos buenas amigas antes de que nos separaran.
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