Para mí siempre amado y tierno Layne,

Hola de nuevo Layne, acabo de llegar a mi oficina y mientras que todos vienen, he querido escribirte esta nueva carta.

Venía caminando por el largo pasillo de baldosas, que queda en el segundo piso. Ahí es donde está la recepción. Me quedé en el balcón y miré el gran terminal de buses rojos y te imaginé caminando por él y el corazón me brincó con alegría y anhelos. Venías con tus ojos fijos y dulces, distraído por aquellos buses rojos, y un poco nervioso, quizás por el que sería nuestro reencuentro y subiste las escaleras, que dan con el largo pasillo de baldosas, que es donde está gerencia y la recepción donde trabajo.

Vi tu tierna sonrisa tras la puerta de vidrio y el corazón volvió a acelerarse en mi pecho.

Desperté de ese bonito sueño, mi escape a mi imaginación, y ahora estoy sentada frente a mi computador. Tú estás de fondo de pantalla y yo te miró una y otra vez y vibró de alegría al instante.

Desde que coloqué tu tierna foto en mi computador, me das ánimos para realizar mis labores e iluminas mis días por completo.

El hecho de que me levante de mi escritorio y que luego vuelva y te vea en mi fondo de pantalla me alegra y me hace sonreír sin razón. Ese es mi dulce y bonito motivo, de que cuando me tenga que levantar de mi escritorio y después regrese a sentarme, sé que te encontraré observándome fijo, con tus tiernos y profundos ojos de cielo.

Tomarme una bonito foto contigo, a diario en mi escritorio, se ha convertido en una dulce afición y hobbie, del que también me pone muy contenta y ansiosa por gritarlo a todos, subo nuestra foto a Instagram.

Oigo tu voz, sueño despierta contigo. Tu constante recuerdo vive en mí, tú me llenas el alma, mi Layne.

Eres mi tierno y juguetón ángel, y mientras sigo mirándote con amor en tu foto, más me convenzo de que es así y que llegaste a mi vida por alguna razón.

El escribirte todas estas cartas es para expresarme y decirte a ti, a la vez, cuanto te quiero y te extraño, mi Layne.

Te amo.

Tuya siempre,

Stephanie.