Compadezco a un alma que me suplica cada noche que la deje libre, que deje ir su esencia fragmentado por las cortadas que le han infringido el verme hacerme daño.

Es suficiente, supongo.

Ha estado conmigo pero ya es suficiente, supongo.

Ella solo me súplica poder abandonar este cuerpo que se derrumba con cada respiración dificultosa, con cada lágrima espesa que me lastima dejar ir,

Ella solo quiere huir, pero yo la consuelo con el simple hecho de que al menos no se fue contigo.

Podrá morir en el basto universo, en las entrañas del infierno, en la boca de algún demonio hambriento o en mi mismo cuerpo que insiste en seguir respirando...

Pero al menos no perecerá en tus brazos suplicando volver a mí.

Suplicando volver a la tumba que es mi pecho, solo porque ya no se siente bienvenida en ese lugar al que tanto le había convencido era su hogar: tu corazón.