Soy un masoquista, lo sé y lo admito.

Creo mis propios tormentos y me encadeno yo mismo a ellos, en la jaula donde perduro sufriendo por mi propia voluntad.

Me creo la inocente esperanza de huir de algo en lo que en el fondo tal vez no quiero escapar;

Mis lágrimas son las únicas que logran huir de mí;

Mi corazón permanece atado, en su incesante palpitar, en esa tortura constante de no saber si rendirse o continuar.

Soy masoquista, lo sé y lo admito.

Pero nadie entiende lo que hago.

Este infierno lleno de tormentos es una piedra a la que me aferro para no caerme en un precipicio del cual no saldré,

Del cual ni las ramas de los arboles evitaran mi caída, ni el cantar de las aves disfrazaran melodiosamente mis gritos de terror.

Soy masoquista, lo sé y lo admito...

Pero prefiero morir por mi mano, que de la mano de este asqueroso mundo.