Despedida.

Kate.

—¿Estás bien?—Preguntó mamá mientras tomaba mi mano.

Acaricié la tela del traje negro mientras me observaba en el espejo. ¿Estoy bien? De pronto parece que aún recuerdo el momento en el que la máquina me despertó.

Su corazón había dejado de latir, y la máquina lo indicaba. Abrí los ojos y la vi allí, silenciosa, sin ninguna mueca que señalara dolor, una expresión pacífica.

—Los doctores dicen que falleció en el sueño.—Murmuró mamá tratando de animarme. ¿Cómo eso sería un consuelo para mí?

—¿Señora Bishop?—Llamó Peter entrando a mi habitación. —Comenzarán en media hora, debemos irnos.

Cerré los ojos, recordé el escándalo que hice al ver como me sacaban de la habitación apartándome de su lado.

Ella no se merecía ésto.

—¿Vamos, cariño?—Preguntó mamá.

Estiró su mano y la observé en silencio. No quiero que me toquen, quiero que ella sea la última en tocarme. Su cuerpo y su calor serán mi último contacto con alguien.

—¿Kate?—Insistió mamá acercándose. Me aparté. Pasé por su lado sintiendo nuevamente las lágrimas amenazando con salir. Peter me siguió con cautela, unió únicamente su meñique con el mío caminando a una distancia prudente.

No dije nada.

No he dicho nada desde hace dos días, cuando ella se fue. He querido despertar creyendo que es una pesadilla, un maldito juego mental de mal gusto, pero no.

Ella está dentro de un frío cajón de madera, ella me dejó...

《Kate Bishop》aún puedo oírla llamarme, aún puedo oírla decir mi nombre completo con su hermoso acento marcado.

Kate Bishop... Mi nombre jamás será tan lindo como cuando mi novia lo decía. Me detuve en seco en cuanto vi la entrada de casa, observé a Peter y me hundí en su cuello buscando su abrazo. Él entendió.

Me abrazó, y quise fingir que eso no borarría el recuerdo de Yelena. Quise fingir que el calor de ella no se confundiría con el de Peter.

Quise fingir que realmente estaría marcada para siempre en mí cuando sabía que realmente jamás sería así.

La extraño, gritaba la voz de mi mente. Gritaba tanto que probablemente se desgarrarían sus cuerdas vocales por la desesperación, pero yo no puedo articular una sola palabra desde que Yelena me dejó.

Desde que Yelena se fue....

Me separé lentamente de Peter, él secó mis lágrimas con su traje y yo caminé hasta el auto, me subí en silencio en la parte trasera, él me siguió y mamá comenzó a conducir al cementerio.

No estaría en su casa, sus padres le han hecho una pequeña reunión en una iglesia, no he ido. No quería verla allí, quiero recordarla con sus dulces besos contra mis labios, no con las manos heladas abrazando el frío de la muerte.

Ella no era la Yelena que yo conocía, mi Yelena, mi rubia... Mi rubia amante de los cómics, ella... Ella era mi chica, una chica romántica, dulce y muy intensa. Esa era la verdadera Yelena Romanoff.

Mi Yelena.

—¿Podemos poner la radio?—Preguntó mamá y asentí apartando la mirada.

¿Qué más me da? Cualquier cosa es mejor que el sonido de mi mente recordándome su voz.

De fondo comenzó a sonar una canción que me hacía pensar en ella. Sonreí de forma inconsciente, ahora todas las canciones de amor tenían su rostro...

—Te amo.—Susurré para mis adentros.

[PLAY: As it was – Harry Styles]

Saqué del bolsillo de mi traje la última nota de Yelena. Estaba junto a unas barras de chocolate en su bolso, había una para Peter y dos para mí.

Acaricié su caligrafía.

Hey, Kate Bishop. ¿Sabes? Me detuve únicamente a comprarte ésto para hacer nuestro encuentro como novias... La experiencia más dulce de todas. Te quiero demasiado... Estoy feliz de verte y poder al fin besarte. Oh, sí, y he comprado un chocolate para Peter, ya que es como nuestra mascota. El semáforo está en rojo, no puedo esperar a que se ponga en verde y avanzar para llegar a verte. Tu novia y sinceramente tuya, Yelena.》

Sonreí.

Ella sabe que al menos yo sé quien es la verdadera Yelena, no quien todos creían que era.

—Llegamos.—Dijo Peter y guardé la carta. Observé el cementerio.

Abrí la puerta del auto y puse un pie fuera quedando helada momentáneamente.

Kate bishop. Aún resuena en mi mente.

—Kate, sabes que no estás bien sola.—Dijo Peter arrodillándose frente a mí.—¿Te haz tomado algo hoy? ¿Qué clase de pastillas haz tomado?

Volví la mirada hasta él.

—No se siente igual a como era antes.—Murmuré.

—¿De qué hablas?

—Vivir.

Peter apartó la mirada y asintió mientras se apoyaba sobre mis rodillas.

—¿Recuerdas todo?—Preguntó y mi mentón tembló.

¿Recuerdo? Claro. Recuerdo incluso como las agujas clavadas en su abdomen se sentían a través de mi ropa. Recuerdo como me decía que no le dolía, pero se iba durmiendo.

Hemos dormido dos horas antes de que ella fallezca.

—Kate, no estás bien sola.

—He tomado las pastillas para la ansiedad.—Contesté luego de un rato.

—¿Sigues soñando con ese momento?

Han pasado dos días.

Cerré los ojos.

Sólo dos días.

—¿Quieres hablar sobre eso? Podemos ir a casa...

—No quiero hablar de la forma en que fue.—Susurré.

—Podrías ir tu casa, podemos ir. No es necesario estar aquí, en ocasiones el hogar es mejor en ocasiones de estrés.

Solté una risita amarga, por un momento Peter se había animado, pero al ver que mi risa no era sincera, dejó de sonreír.

—Mi hogar está dentro de un frío cajón de madera, y estará en una lápida fría por el resto de su vida.—Susurré.—Ya no hay hogar.

—Debes comenzar a contestarme el móvil. —Dijo él y no hice caso.—No estás bien sola, Kate. Sólo somos tu y yo...—Tomó mis manos y noté que mamá se había adentrado en el cementerio.

—Sabes que no es lo mismo que fue.—Suspiré y las lágrimas comenzaron a caer.—No es lo mismo a como fue.

Entramos en el cementerio.

[PLAY: Two birds – Regina Spektor]

Peter tomó mi brazo, me apegué a él cuanto pude, caminanos hasta donde estaba la gente acumulada.

El día tenía un enorme arcoiris que se había formado en cuanto llegamos. Creímos que llovería, es lo que pronosticaron.

—Seguro ha llegado al cielo.—Dijo Peter al ver el arcoiris.—Hey, Yelena. —Saludó.—Está feliz de verte aquí.

Por alguna razón esas palabras endulzaron mi dolor. Sonreí.

—Hola, amor.—Lancé un beso al cielo y la luz del sol iluminó el cementerio llamando la atención de todos. La brisa se había detenido.

Nunca fui muy creyente de estas cosas. Pero puedo sentirla...

Vi a la chica del beanie junto a una pelirroja que deduje era Natasha. No recuerdo bien sus rostros de la llamada, pero la diferencia de tamaños me hace recordarlas de la librería de papá.

Ambas observaron el cielo. La más bajita se apartó y la otra trató de contenerla.

Caminé hasta mamá. El equipo de fútbol de la escuela, acompañado del equipo de basquetbol y natación. La mayor parte del alumnado se encontraba aquí, muchas personas con expresiones entristecidas.

La castaña se acercó al micrófono mientras todos la observamos.

—Hola, soy Wanda, cuñada de Yelena, daré un discurso de despedida en nombre de mi novia y de mi parte.Ella creía que todos tenían una mala perspectiva de si misma.—Partió la castaña.—Pero al ver a tantas personas reunidas aquí, creo que Yelena... Hizo bien las cosas...—Su voz se cortó.—Ella siempre supo lo orgullosa que estoy de ella... Lo mucho que la amábamos, así como era... Algo intensa, algo nerviosa y muy despistada. —Sonrió. —Boo, quiero que sepas... Desde donde estés, espero que alguna vez puedas volver a casa, te amamos... Te amamos mucho, y te amaremos toda la vida. Gracias por ser nuestro pequeño ángel en vida.

—Mi ángel. —Susurré y Peter apoyó su cabeza contra la mía.

El funeral avanzó entre despedidas, tristes y dolorosas. América, su madre... Y de pronto llegó el turno de su padre.

El hombre se puso de pie delante del micrófono y no aguantó más.

—Lo siento tanto.—Susurró antes de arrodillarse y llorar en un silencio desgarrador.

Su esposa trató de consolarlo a la par de su nuera.

—Mi bebé...—Insistió el hombre y pude ver a su hermana de pie sin expresión alguna. La pelirroja y yo cruzamos mirada. Se acercó hasta mí pausadamente sin observarme.

Llegó a mi lado y su tono de voz me hizo temblar. Es idéntico al de Yelena.

—Kate Bishop.—Murmuró.—No me gustan las personas.—Continuó.—Pero sé que a Yelena le habría encantado que tengas ésto. —Abrió un bolso que cargaba y sacó un pequeño cómic.—Es algo en... Lo que trabajábamos juntas. Ya no lo quiero, no...—Levantó la mirada y me observó un segundo antes de mirar sus zapatos y jalar la cinta de su bolso ansiosamente.—Ella ya no vive, por lo que no podremos acabarlo. Es tuyo, Kate Bishop. Seguramente le habría gustado que veas. Te ha dibujado.

—Ella no sabía dibujar. —Susurré recordándo lo que dijo.

Natasha me arrebató el cómic y me enseñó una pagina.

—Lo hacía, ves. Ella dibujaba, esto es dibujar. —Dijo algo desesperada.—Cuídalo, Kate Bishop.

—¡Hey! Espera, ¿no quieres una copia?—Pregunté y ella simplemente se alejó ignorándome. Observé los dibujos y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

Ella dibujaba.

Comencé a sollozar observándo las aventuras de la arquera, Katie Bishova. Ella... Ella lo hizo. "La gran Katelena" se leía a lo grande, unió nuestros nombres.

Peter me observó con una sonrisa.

—Retrató bien tus ojos.

—Retrató bien todo. Incluso a Lucky y sólo lo vio por llamadas.

Peter observó las anotaciones.

—Fuerte, perseverante, terca y optimista. Dulce como ninguna, y la chica más hermosa y valiente del mundo.

Sonreí y luego la tristeza volvió a mi.

—La extraño tanto.—Sollocé cayendo de rodillas.

Vi como a lo lejos la castaña trataba de calmar a la pelirroja quien hace unos minutos parecía bajo el efecto de unas pastillas.

—Cariño, piensa en que Dios está cuidando de ella.—Dijo la madre de la pelirroja tratando de calmarla.

—¡Dios me odia! ¡Dios me odia! ¡Dios me odia! ¡Dios me odia!— Gritó hasta que su novia la abrazó inyectándole algo en el muslo.

—Cálmate, bebé...—Murmuró ella y logró ayudarla a sentarse sobre una banca.

Peter observó en silencio y yo me levanté del suelo.

El ataúd de Yelena comenzó a bajar y los llantos volvieron. Todos lloraban, menos la pelirroja.

Ella ya estaba calmada. Inexpresiva.

—Adiós, amor.—Susurré.—Te amaré toda una vida, lo juro.

Creo que la intensidad se pega, y la verdad... No me importa vivir una vida viviendo como Yelena, no me importa recordarla, quiero recordarla, quiero... Sentirla cerca.

La lluvia no tardó en hacerse presente.

Habiéndose puesto la lluvia como si fuesen las lágrimas de Dios, observamos la tierra caer sobre su ataúd.

—No estás sola.—Susurró América acercándose para abrazarme.—Lamento haber sido una mierda, pero... Eras lo más importante en el mundo para mi mejor amiga, créeme que haré hasta lo imposible por cuidar de ti, lo haré por ella.

Me abrazó y apoyé mi rostro en su hombro cerrando mis ojos.

No sé si alguna vez podré superarte, Yelena. Pero pretendo no olvidarte jamás.

Nota de autor:

Queda el final y el epílogo. ¿Los van a leer? ª

-Codex.

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