—¿Pasas o qué?

No tengo ganas de sus tonterías. Sólo quiero hacer el trabajo rápido.

Entra y subimos a mi habitación.
Le cuento mi idea para el proyecto. Espero a que me diga que sí, al fin y al cabo, yo soy la experta.

—¿Y bien? ¿Qué te parece?

—Bueno, no está mal, pero está muy visto. Es lo típico, y la profesora dijo algo original.

—¿Ah, sí? ¿Y tú que sugieres?

—Yo había pensado en algo distinto. La profesora dijo que debía mover el agua, pero no dijo nada de que la máquina se moviera.

—¿En qué piensas?—me intereso. Podría estar bien.

—Podríamos hacer un barco que se mueva con energía solar y que en la parte de abajo lleve una rueda que vaya moviendo el agua.

Lo que estoy a punto de decir me va a doler, en el fondo de mi corazón.

—Es una gran idea.

—¿Me estás dando la razón?—abre los ojos, sorprendido.

—Sí, yo tampoco me lo creo... Pero es una estupenda idea, y mi orgullo no va a impedir que consigamos una buena nota.

—Vale... Deberíamos encargarnos de los planos hoy y montarlo en los próximos días.

Asiento y busco en los cajones. Tengo papel grande en alguna parte... Lo encuentro y lo pongo sobre la mesa.

—Mi madre tiene hojas de presupuesto en su despacho. Voy en un momento. No toques nada.

No dice nada, pero le veo cabecear. Yo corro, no quiero dejarlo mucho tiempo solo en mi habitación. Pero mis nervios lo hacen imposible.

La hoja no aparece por ningún lado y a mí me dará una ataque. Al final, la encuentro y subo disparada a mi habitación.

Álvaro no se ha movido de la silla. Lo veo dibujar. Es bastante bueno. Eso último me ha dolido.

—Wow... Te sale genial.

—Veo que te empiezo a gustar—me mira con sorna—. Ya empiezas a alabarme.

Ya estaba tardando en decir alguna tontería.

—En primer lugar, cállate un rato. En segundo, tenemos que seguir. Yo empezaré con el presupuesto, tú sigue con eso. Por cierto, ¿de dónde has sacado el lápiz?

—De un lapicero. Ahora sí, me has decepcionado bastante...

—¿Por qué?—lo miro, extrañada.

Seguro que me dice alguna tontería.

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