-¿Qué?

Suspiro, ya no me puedo echar atrás.

-Que te quiero, ¿vale? Y sí, soy una completa gilipollas. Llevas un mes y medio cortejándome, declarando tu amor por mí y justo ahora soy yo la que te lo dice. Tomame por loca, si te apetece. Total, a mí ya no me podía ir peor. Sé perfectamente que tú y yo no tenemos nada en común y que jamás te prometeré que no discutiremos, porque lo haremos.

>Sé que probablemente me vas a decir que no y yo estoy aquí haciendo el ridículo delante de medio instituto, pero no podía dejar de decírtelo.

Me quedo callada. Él no pronuncia palabra, sólo me mira.

-Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que haces con las chicas? Las enamoras y cuando te has divertido las dejas. Pues bien, enhorabuena, lo has conseguido. No sé ni cómo, pero me he enamorado de ti, tanto que hasta duele.

Noto cómo las lágrimas caen por mis mejillas, inundándolas.

-Olvida todo lo que he dicho. Sólo recuerda que soy idiota y estoy aquí haciendo el ridículo para nada.

La gente a mi alrededor sigue cuchicheando, pero la indiferencia de Álvaro es lo que me mata. Me duele en el alma esto.

Me doy la vuelta para empezar a caminar, sin dejar de llorar.

-¡Nat!

-¿Qué?-grito sin aguantarme las lágrimas.

-Que yo también te quiero.