Nos separamos del abrazo y me mira, divertido.

-Fui yo el que le pegó la paliza a Blas.

-¿Fuiste tú?-lo miro, incrédula.

-Sip. Después de que me suplantara, la cosa no podía quedar así.

-¿Eres tonto? Le eché la culpa a Álvaro.

-¿Qué culpa tengo yo de que tenga tan mala fama? Además, él siempre me dice que debo defenderme. Se cansa de ayudarme siempre.

-¿Él lo sabía?

-Sí... Se enteró cuando pidió ayuda a mi madre para encontrar a Auryn.

-Nunca me enteraré de por qué me ayudó... Se supone que me quería.

-A mí me lo contó, Natalia. Dijo que vosotros nunca estaríais juntos y prefería ayudarte antes que perderte como amiga.

-No tiene sentido... Él siempre ha sido súper chulito y pesado...

-Es su fachada. Álvaro es muy inseguro en realidad. Siempre tiene miedo a liarla o a hacer algo que te enfade. Tú le gustas de verdad.

Sonrío ante el pensamiento de que Álvaro nunca ha sido tan malo...

-Tenéis que estar juntos-me despierta de mis ensoñaciones-. Se nota que tú sientes lo mismo.

-Oh, no. No me gusta.

-¿Pero tú te has visto? No sé si no te das cuenta, pero tu vida gira a su alrededor. Cuando os llevabais mal, siempre estabais discutiendo y todo el rato te quejabas de él. Y cuando empezasteis con el trabajo, te fuiste enamorando casi sin querer de él. Afrontalo. Estás enamorada hasta las trancas de él, y no lo puedes evitar toda la vida.

Me mira a los ojos, me hace sentir culpable. Sé que tiene razón, pero no creo ser capaz de decírselo a la cara.

-Anda, corre y habla con él. No esperes a que sea demasiado tarde.

Asiento y me dirijo a la cabaña de nuevo. En el sofá que antes ocupaba Álvaro ahora no hay nadie.

-¿Dónde está?-señalo el sofá.

-Se ha ido, Nata...-Paula me mira, apenada-. Ha dicho que no quería seguir sufriendo mientras tú estabas con Dani.