"Ding, dong..."

Bendito timbre. Se separa colorado, momento que yo aprovecho para salir del taller y dirigirme a la puerta.

Me voy a comer a besos a la persona que haya llamado al timbre, aunque sea un mendigo. Abro la puerta, y se trata de Paula.

-¡Oh, Paula, te quiero, te quiero, te quiero!

-Venía a por tu hermano, pero si quieres me quedo, ya que me quieres tanto...

-No hace falta, pero muchas gracias. Me has salvado del momento más horrible de mi vida.

-No entiendo nada...-me mira extrañada.

-Ni yo tampoco.

Le sonrío y entro de nuevo al taller. Álvaro está distraído jugueteando con la turbina. Tres horas me tiré haciéndola... Más le vale no romperla.

-Ya estoy. Era Paula.

Asiente y se muerde el labio.

-Hay que continuar. ¿Colocamos la turbina?

Ahora asiento yo. Le dejo que use él la pistolita de silicona. Yo se la sujeto desde la distancia.

Una vez pegada, ya no quedaría más que poner el motor y los cables.

-¿Los compraste tú?

-No... Creo recordar que dijiste que lo harías tú.

-Bueno, pues lo hago ahora.

Le enseño el número de teléfono y él llama. Se tira como diez minutos hablando, que me dan para pensar. ¡Casi nos besamos! ¿A dónde he llegado?

-Dicen que no tendrán los cables hasta la semana que viene. El motor lo puedo comprar enfrente de mi casa.

-Estupendo... ¿Y ahora qué?

-¿Auryn te mandó más cartas después de que yo cotilleara?

-Me mandó dos. Una ayer y otra justo antes de que llegaras. La última no me ha dado ni tiempo a leerla.

-¿Puedo verlas?

Le hago un gesto con la mano para que me acompañe. Voy a mi habitación y abro el "Cajón de las Cartas". Lo sé, no soy muy imaginativa.

Le saco la que me mandó ayer y se la doy. Yo observo el sobre cerrado de la última. Esta apareció sobre mi cama.

-Nat, ¿qué te pasó ayer para que salieras llorando?

Álvaro ha terminado de leer la carta y me mira preocupado. Yo me echo a llorar ahí mismo, y mira que odio hacerlo con gente delante...

Él me abraza, preocupado, dejando que me apoyara en su hombro.