-Te juro que estaba enfermo el día que dijeron que había examen.

Yo a este chico no sé que creerle. Tratamos de estudiar, pero él no deja de quejarse. Según parece, no recuerda nada del examen. Y yo aquí, acoplándolo...

-Pues haber preguntado-le digo lo más borde que puedo.

-¿Sabes qué? Esto es inútil. No voy a aprobar ese asqueroso examen aunque me tire toda la noche. Mejor lo dejo. Que pase lo que tenga que pasar y ya me encargaré de que el proyecto sea perfecto.

-Oye, la nota también es un poco actitud.

-Se nota que no me conoces, Nat. Soy hablador y molesto para la profesora. Me salva que tengo interés por la asignatura.

-Supongo que tendré que ayudarte...-resoplo.

-¿En serio?-ahora tiene una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Me ayudarías?

-No voy a dejar que pongas el peso de tu nota en un solo trabajo. Pero hay que ponerse manos a la obra...

Asiente enérgicamente. O no quiere suspender, o está deseando pasar la noche conmigo... estudiando, malpensados.

Me olvido de estudiar yo y me encargo de él. Le explico todo página por página. Hasta que no entiende una no pasamos a la siguiente. Lo bueno es que realmente se le da bien y le interesa bastante. No bromeaba antes...

No sé en que momento de la noche nos quedamos durmiendo, pero cuando miro el reloj, son las cinco de la mañana.

-¡Álvaro! ¡Despierta! Aún queda medio tema.

Él gruñe y sigue dormido, o fingiendo que duerme. Para probarlo, hago algo que jamás en mi vida haría...

Le beso. Un beso de medio segundo, suficientes para que Álvaro pegue un salto y me mire con los ojos como platos.

-¿Acabas de...?

-Que eso nos salga de aquí, García.

Seguimos estudiando hasta que son las siete. A esa hora bajamos a desayunar, ante la sorprendida mirada de mi hermano.

Sorprendentemente no dice nada. Eso es que ha madurado.

Ya en el instituto...

-¿Crees qué irá bien?-en la entrada de la clase, me mira algo asustado.

-Has estudiado mucho. Te saldrá bien...