Two
Aún estaba acostumbrándose a tener al mortal cerca suyo, puede que a la vista sean completamente iguales sin embargo en cuánto a personalidades...
–Tsk, ya te dije que así no es.
–Pero de esta forma es más fácil, Milk dice que...
–Nunca puedo esperar inteligencia de parte de los mortales –rodó los ojos con fastidio–. Debes hacerlo con cuidado.
–Dijiste que cuando acabáramos entrenaríamos –lo miró con duda, no quería pasarse el día de nuevo en los prados.
–Y lo haremos –concedió Zamas–. Siempre que destruyamos los jardines me ayudaras a reponerlos ¿entiendes? El mundo Supremo no es un campo de guerra, debes respetarlo.
Goku nunca midió tales consecuencias cuando era un sayajin, aunque los planetas estallarán –como en Namek, el planeta de Kaiosama o la Tierra– siempre se solucionaba gracias a Sheng Long, que restauraba todo y él solo seguía su vida como si nada. Sin preocuparse por las consecuencias que dejaban sus actos en páramos y planetas, solo le preocupaba tener algo de comida caliente y oponentes fuertes a quienes vencer.
En cambio a Zamas le preocupaba que se le fuera a contagiar la estupidez del falso dios, con el pasar de los días podía admitir que aprender y practicar nuevas técnicas era provechoso, seguía pensando que un mortal no tiene nada que enseñarle a un dios pero ahí estaba... entrenando y teniendo combates para medir fuerzas.
El sayajin estaba ahí mientras hacían tiempo para el segundo deseo de las super esferas del dragón, tener que soportarlo era un problema menor. Zamas no sabía que era lo que estaba haciendo su homólogo mientras tanto.
Bien en realidad si lo sabía, purgando planetas, regresaría en un par de horas probablemente. Pero estaba un tanto celoso, estaba viajando por todos esos maravillosos mundos.
El otro Zamas hacía un trabajo distinto al suyo, le enorgullecía los logros de este; por ello estaba dando su máximo esfuerzo al intentar domesticar a Goku para que pudiera comportarse como un verdadero dios.
No solamente usar su cuerpo, tenía que demostrarse digno en todos los aspectos y eso incluía ser dedicado y cuidadoso hasta en los más pequeños detalles. Si en verdad era lo que vio, entonces debía comportarse como se debía.
Le tomó de la muñeca obligándolo a tomar la paleta, repitiendo las mismas palabras que todos esos días. No lo entendía, pero eso era obvio, los mortales creían que los dioses hacían las cosas solo por compromiso cuando en realidad todo lo que hacen es con dedicación.
–Primero vamos a cavar con cuidado –alzó la voz en la última palabra–: que podamos crecer la hierba en segundos no es excusa para maltratar el Planeta Supremo, todo lo que destruyas lo repararas.
El falso dios suspiró obedeciendo, por un segundo le pareció escuchar a Milk en lugar de Zamas.
Asociaba toda esa jaula dorada con su vida anterior, no se daba cuenta que estaba siendo utilizado. Creía en las palabras de su dios.
–Eso es Goku –curvo los labios, le gusta ver como se sometía a su palabra incluso por algo tan insignificante.
La verdad es que podía restaurar la tierra del mundo Kaioshin con solo pensarlo pero debía hacer que ese idiota tuviera respeto por las creaciones de los dioses, ahora también viste la piel de uno y debe ser consiente de eso.
I.
Zamas servía té en su taza, agradecía tener momentos a solas sin ese mortal; Goku debía estar en alguna parte del planeta entrenando por su propia cuenta.
La verdad es que anhelaba el regreso de su otro yo, hablar con alguien que le comprendiera y poder compartir su opinión sobre el plan. Estaba ansioso por su llegada.
Bebió sin prisas.
No quería relacionarse con Son Goku porque sabía que era un sucio e indigno mortal, ninguno valía su tiempo compartido de esa forma.
Levantó la vista hacia las ramas del gran árbol observando como el aire mecía las hojas y cerró los ojos para poder concentrarse.
Todo era paz y quietud.
Podía escuchar los susurros del viento, el cause tranquilo del río, los jadeos cansados de Goku, la... ¿¡a Goku?!
Abrió los ojos para darse cuenta que ahora en la silla de enfrente estaba el guerrero de la Tierra, despeinado y con el uniforme de Kaio lleno de polvo.
El recién llegado se había desplomado sobre la silla de madera mientras jadeaba abanicándose con una mano; este nuevo cuerpo a penas se estaba acostumbrando a los raudos entrenamientos que solía tener en el Otro Mundo o con Vegeta.
Vaya que estaba cansado y la ropa que llevaba puesta lo hacía sudar –al igual que le quita cierta movilidad– aún más, prefería usar ropa pesada que esa vestimenta tan incómoda.
Aunque pasando de eso...
Se frotó el estómago, ya tenía hambre y esperaba que el Kaio hiciera algo al respecto, oh cuánto extrañaba a Kaiosama pues él siempre tenía lista deliciosa (no como la de Milk por supuesto) comida caliente cuando acaba el entrenamiento.
Lo cierto era que el Kaiosama ya estaba acostumbrado a la presencia del sayajin, conocía muy bien las aptitudes de los guerreros que pasaron bajo su supervisión; todos sentían una gran hambre al concluir las sesiones del día.
–Ahhh, tengo hambre.
Resopló en un vago intento por ocultar su fastidio.
–Deberías ser más respetuoso –expresó con la mirada fija al falso kai–: recuerda mi posición, yo estoy por encima de todos, soy un dios.
Incluso de esa manera Goku no entendía la hostilidad de su homólogo y lo asociaba con las experiencias pasadas con Kaiosama, aunque ya estaba pensando que Zamas era un sujeto verdaderamente apático y serio.
Ninguno de sus chistes iba a funcionar, así que lo mejor era dejar que se acostumbrara a su presencia así como Vegeta lentamente se ganó su confianza y amistad.
Zamas no era un mal sujeto.
De eso estaba seguro, después de todo habían tenido todas esas peleas de entrenamiento.
Aunque al final era el Zamas del pasado quien realmente los unía y ninguno de los dos lo sabía hasta ahora.
–Son Goku lo es también –posó una mano en el hombro de su yo futuro sin quitarle los ojos de encima al cansado Kaio.
Apareció detrás suyo, no mostraba señales de pelea lo más seguro es que hubiese regresado a su universo a tomar un segundo aire y curarse con los brebajes que guardaban en el Templo para ocasiones especiales.
–Zamas –musitó, como si fuera la salvación de ese pequeño infierno.
–Los sayajines al contrario de los dioses deben consumir una gran cantidad de alimento para recargar sus energías y tener la fuerza necesaria –le recordó, dejando una leve caricia antes de sentarse entre ambos–: y yo poseo el cuerpo de uno.
Ah, es cierto.
Todo esto lo estaba haciendo por Zamas.
A regañadientes acepto la orden, si su objetivo era la justicia entonces debía ser lo suficientemente perseverante como para pasar tiempo con un mortal sin tener que asesinarlo.
Se levanto caminando murmurando "kai-kai" y tal rápido como se fue, regresó. Esta vez con grandes tazones de comida, ambos miraron con hambre todas las delicias preparadas por la deidad de ojos plata.
El azabache se sirvió té antes de comenzar a degustar lo que su otro yo había cocinado en cambio Goku tomó el plato y unos palillos y devoró con avidez el arroz, con otra mano tomó un humeante dumpling metiéndoselo a la boca y tragando casi sin masticar.
Sujetó una de las jarras para beber como si llevará años sin probar ni una sola gota de agua.
A pesar de que llevaban algún tiempo viviendo juntos aún miraba entre incrédulo y asqueado la forma en la que comía.
Totalmente salvaje.
–Ehmmsta maah deemlisoso –balbuceaba mientras se atascaba de comida la boca.
–No hables con la boca llena, es una falta de respeto imperd...
–Dije que está muy delicioso –respondió con una sonrisa.
–P-por supuesto que sí mortal –ese tono tan sincero le descolocaba y le daba náuseas–; soy un dios, todo lo que está hecho por mi mano es... –siguió hablando con grandilocuencias.
El Zamas que habitaba el cuerpo del sayajin observaba en completo silencio la escena que se desarrollaba frente a él, le era fascinante ver las interacciones entre dos personalidades tan distintas y cómo es que ninguno había matado ya al otro.
Cerro los ojos mientras daba un largo trago a su té escuchando como Zamas reprendía al otro Kaio.
II.
Si había algo que admirar de ese descerebrado era su disciplina.
Caminó por el pasillo bañado de luz mañanera, se tallo los ojos mientras veía como su reflejo se aproximaba a él mientras masticaba una fruta.
Se veía tan lleno de energía.
Notó que llevaba puesto una camisa negra sin mangas y los pantalones del uniforme sin el sarashi; ¿habrá entrenado con eso puesto? ¿siquiera lo había hecho? ¿de dónde saco la otra ropa?
–Yahh demspertaste –habló con la boca llena, haciendo que algunos trozos de fruta cayeran al suelo.
Zamas observó con disgusto y desaprobación, vaya forma de comenzar el día.
–Así es Goku –concedió antes de pasar a su lado intentando ignorar la total falta de respeto hacia su persona.
Ya que no se detuvo decidió caminar a su lado.
–Te estahmmos eshp...
–Ya te dije que no hables con la boca llena mortal irrespetuoso –ni se molestó en mirarle, esto ya era una rutina.
–Te estamos esperando –dijo mientras se limpiaba con el dorso de la mano, vaya que era tan estricto como su esposa.
Ambos caminaron en silencio, Zamas le leía la mente a su contrario intentando averiguar si su otro yo había hecho algún movimiento pero solo podía escuchar los pensamientos hambrientos del guerrero de la Tierra.
Cosa que realmente no le interesaba.
Sin perder más tiempo abrió de par en par la puerta principal, encontrándose con Zamas que bebía té y se estaba comiendo unos dulces.
–Buenos días Zamas –saludo sin despegar la vista del Kaio de ropas informales.
–Buenos días –contestó a secas mientras se sentaba frente al azabache–. Goku sírveme té.
El kai de piel menta venía unos pasos atrás sin embargo comenzó a quejarse, no le gustaba mucho que él le diera esa clase de órdenes; prefería que le hiciera ver sus puntos ciegos en batalla, era mejor escuchar las nuevas técnicas que podía enseñarle y entrenar hasta el cansancio. No le gustaba mucho servir como los mayordomos de Bulma, además Zamas tenía la tetera al alcance de la mano ¿por qué no lo hacía él mismo?
–Porque soy un dios y te lo ordeno –respondió al leerle la mente de inmediato, pero que mortal tan irrespetuoso.
–Argh.
Goku podía ser lento en algunas cosas o no comprenderlas al instante pero si algo tenía, es que notaba muy bien era ese cambio de actitud.
Y no le gustaba como es que cuando el otro Zamas estaba ahí, a él lo trataba peor de lo que hacía normalmente era casi como si para que el falso sayajin se quedara más tiempo fuera un requisito tratarlo mal.
–Date prisa mortal.
Suspiró, vaya pérdida de tiempo.
–No es una pérdida de tiempo servirle a tu Dios –le tomó de la muñeca cuando Goku retiraba la tetera–. Somos Dioses, no lo olvides.
No respondió, no valía la pena enfrascarse en otra discusión sin sentido de la cual no comprendía la mitad del discurso del Kaio del futuro.
El azabache había observado en silencio pero su mirada estaba fija en la figura del falso dios que resoplaba sentado en la silla a su derecha, esbozó una discreta sonrisa antes de hablar.
–Entrena conmigo.
Un puñado de palabras que le devolvieron el ímpetu inicial, haciendo que levantara la cabeza y sus hermosos orbes platas brillasen.
No es que el Supremo Kaiosama del décimo universo no fuera un reto pero... entrenar con el otro Zamas era mejor.
Él estaba genuinamente interesado en descifrar hasta los últimos secretos e incógnitas que tenían los sayajines; Zamas quería el cuerpo de Son Goku y no era por mero capricho, aprendería a usarlo y ser él quien explotara los maravillosos dones que se le concedieron a esa iracunda raza.
Por ello había observado cuidadosamente la rutina que seguía el mortal que trajo, notando como despertaba más temprano que su homólogo y entrenaba aún más duro. Se relamió los labios al levantarse de la mesa seguido de Goku que caminaba a su lado con una sonrisa estirando los brazos al cielo.
Zamas por su parte, bebió té insípido. Ni siquiera los miró, suficiente tenía con el hecho de desayunar solo.
Son Goku no podía monopolizar todo el tiempo del falso sayajin.
III.
Zamas caminaba por los angostos pasillos de la biblioteca del Templo, llevaba un libro en la mano mientras con la mirada buscaba algo, estaba seguro que lo había visto por ahí, si por supuesto que sabía que estaba...
Antes de poder darle la vuelta al pasillo el moreno salió de la nada sosteniendo un pesado libro de tapa oscura.
–Creí que estarías afuera.
Zamas arqueo una ceja ante ese comentario.
–No puedo olvidar mis responsabilidades aquí –replicó, pasándolo de largo pues no tenía ganas de verle la cara–. Tú podrías distraerlo, se te da muy bien.
Por supuesto que se había pasado todo el maldito día entrenando con Goku, a él simplemente lo utilizaron como cocinero. Un dios como él –ellos– sirviendo a un mortal y teniendo que lavar toda la vajilla solo mientras ambos seguían en las peleas.
Lo seguía unos pasos atrás era consiente que también tenía que darle su espacio y no hostigarlo.
–Tenemos que apegarnos al plan Zamas, no lo traje aquí para que sean enemigos –vio como tensaba el cuerpo al escuchar sus palabras–; un inmortal debe aprender a defenderse y nunca perd...
–¿¡Qué?!
Se giro hacia él esgrimiendo una mueca, dagas de plata mirándolo a los ojos; ambos eran el mismo y escuchar aquello fue un duro golpe a su ego. Hasta hace unas semanas se creía el más hábil y fuerte de su Universo (sin contar al Hakaishin) era un dios después de todo y luego, su otro yo trajo consigo la salvación multiversal pero... también un mortal que lo humillo en combate.
–¿Insinúas que sin ese mortal, yo sería un dios...? –no quiso terminar siquiera, dándose la vuelta para ignorarlo.
–Lo somos ambos –respondió firme, mentir no es una virtud divina–. ¿Acaso debe ser un dios débil ante la injusticia de los mundos? ¿Serviría nuestro poder actual para ejecutar nuestro plan?
Se detuvo al escuchar sus palabras.
–Si piensas eso, debo haberme equivocado contigo.
El corazón se le oprimió en el pecho, desde la llegada de Zamas no había vuelto a tener esa sensación de soledad y muerte en vida. Fue su salvador.
A su llegada aprendió su propia aceptación y era por eso que tampoco podía permitirse el alejarlo de su lado por sus simples complejos con los mortales. Tenía que ser sensato y pensar con la cabeza (no a su propia conveniencia) es por ello que se dejó envolver por los fuertes brazos de su alma gemela.
–Gracias a esta oportunidad, estamos un paso más cerca hacia nuestro objetivo.
Sonrió al escuchar eso, fue una débil sonrisa seguido de un "tienes razón".
–Nos haremos más poderosos, todo lo que hemos construido hasta ahora no serviría para nada si morimos.
–Después de todo el plan cero humanos...
Giró su cabeza hacia el sayajin que tenía la vista fija en la mirada de plata, acercando sus rostros lentamente hasta sentir sus alientos.
–... requiere de ambos si queremos que tenga éxito.
IV.
Zamas fue muy convincente, aunque por supuesto no iba a "querer" a Goku de la noche a la mañana era un proceso al cual apenas se estaba acostumbrando, aún después de que ya habían pasado algunos días.
El cambio fue casi imperceptible, ya no era tan déspota y grosero con el guerrero de la Tierra cuando se encontraba el otro Zamas presente, estaba haciendo lo que se suponía que no debía hacer. Ser amable, cortés y comprensivo con un simple mortal.
–¡... haaaaaaaa!
Cerró los ojos cuando las ráfagas de ki lo alcanzaron, derribándolo al instante; las explosiones le dañaron la ropa y estaban tan cansado que decidió caer a seguir sufriendo esa humillación.
Era muy fuerte pero Goku tenía una mejor estrategia y comenzaba a llevar un mejor ritmo con el cuerpo de un shinjin.
Los entrenamientos comenzaban a dar frutos y él estaba probando esos resultados, con la derrota.
Rodó por la terracería gimiendo de dolor, no es como si se hubiera lastimado gravemente (lo más doloroso era su ego quebrado) pero ese último ataque le hizo ver que Goku alcanzaría más rápido un poder superior am suyo estando en ese cuerpo.
Fue algo que le revolvió el estómago.
Que porquería.
–Oye ¿estás bien?
Sin darse cuenta el falso Kaio estaba de pie delante suyo con una genuina mirada preocupada.
–Sí estoy bien –respondió cortante, levantándose para sacudirse la tierra de la ropa–. Mañana tendremos mucho trabajo reparando este lado del planeta.
Goku le miro alarmado, no quería hacer eso.
–No es una pregunta mortal –le leyó la mente, como odiaba escuchar esas quejas tan estúpidas.
Resoplo llevándose los brazos detrás de la nunca antes de hablar.
–Tengo hambre, vayamos a comer.
¿Cómo podía ser tan insensible y grosero con él?
¿Acaso no podría comprender la magnitud de su indiferencia? Bueno, era algo innato de un mortal, no sabía por qué hizo caso a su otro yo para darle una mísera oportunidad.
Zamas había estado expuesto al calor de la batalla, era un dios sensato y benevolente –según su propio criterio– pero estaba harto de ese comportamiento tan asqueroso que tenían los mortales.
Olvidó por completo las palabras que su alma gemela le dijo y arremetió verbalmente contra Goku.
–Si tienes hambre, haz tu propia comida. No tengo porque servirte –escupió las palabras con desprecio.
Y dicho aquello se teletransportó hasta el Templo; se sentó a la sombra del gran árbol, intentando reorganizar sus ideas. No podía perder los estribos así, claro que odiaba a los mortales pero si este... Goku, era importante para este plan.
Tenía que dejar de lado los prejuicios y sus propios sentimientos si quería que su deseo se volviera realidad, estaba luchando por la verdad y la justicia.
Acabar con toda la vida mortal para que la naturaleza tome lo que es suyo por derecho, dejando que la fauna vague libremente y sin temores a que una especie egoísta los desaparezca.
Se quedó sentado bajo la sombra.
Sus pensamientos comenzaron a divagar, pensando en las palabras del otro dios y sus propias emociones. Tenía que dejar de doblegarse ante la furia y el odio, tenía las intenciones más puras entre los universos, sus lágrimas lavarían los pecados del mundo, destruiría todos los monumentos hasta que sus cimientos ardan en el fuego de la absolución, entonces cuando las brasas consumieran hasta el último de ellos... entonces su único deseo se haría realidad.
De solo pensar en cómo los mortales perecerían bajo el filo de su espada le daba una inexplicable felicidad que solo había experimentado la primera vez que vio al otro Zamas.
¡Ah, Zamas!
Cuán hermoso serían los Universos bajo su mando, al ser ambos dos mitades pensaba que se unificaban y fusionaban en un ser de justicia. Ambos serian la divinidad suprema, su cargo estaría por encima de ese absurdo e inútil puesto de Kaioshin.
Serian el único dios.
Gobernarían en una utopía sin plagas mortales.
¡Plagas mortales...!
El golpe de realidad lo trajo de vuelta en segundos casi dejando caer la taza de porcelana ¿dónde estaba Goku?
Sabía bien que se perdía en sus propios pensamientos pero en realidad ya había pasado mucho tiempo desde que dejo a ese mortal solo ¿qué estaría haciendo? Podía sentir su ki en calma pero eso no le decía nada en lo absoluto.
Para este momento ya hubiera venido hasta él, agarrándose el estómago y suplicándole que no sea así y cocine algo.
Algo no andaba bien y murmurando "kai-kai" apareciendo a las orillas de uno de los lagos del planeta Supremo, algo confundido pues no era ahí donde Goku y él estuvieron entrenando.
La localización era aún más lejos del anterior punto.
Buscándolo con la mirada pues era obvio que alguien así no podía perderse simplemente entre los prados debía estar por algún lugar...
–¡Zamas!
Era el sonido del cuerpo saliendo del algo.
Lo primero que sus ojos vieron fue el torso descubierto y mojado de Goku mientras al hombro llevaba un pescado que se retorcía para que lo liberase.
Pero mientras más se acercaba hacia el Kaioshin del décimo universo más piel podía apreciarse.
Zamas estaba estupefacto.
No se movió ni un centímetro cuando lo tuvo de frente, ese mortal estaba...
–No te quedes ahí, vamos a comer –le dijo de forma casual mientras caminaba.
El dios pego el grito al cielo cuando salió del shock de (literalmente) verse así mismo desnudo y sin ninguna vergüenza.
Se fue tras Goku mientras le daba una reprimenda acerca de que era un indecente y depravado mortal que claramente merecía un castigo severo por exhibirse de esa forma.
–Tú dijiste que hacer mi propia comida –explicó con obviedad mientras dejaba caer el pescado a la hierba poniéndose cara a cara con el otro Kaio.
–¡Eso no explica por qué no llevas puesto ropa! –no daba crédito a lo que escuchaba. Vaya mortal tan exasperante.
–Me la quité para que no se mojara, no me gusta entrenar con la ropa mojada –contestó mientras paso una mano por su cabello.
Las finas hebras de cabello blanco se sacudieron hacia todas direcciones haciendo que muchas gotas de agua salpicaran en todas direcciones.
Ese gesto tan simple y vano le pareció... divino.
También el hecho de que hubiera muchas gotitas de agua que se deslizaron por su pecho y abdomen, hasta el vientre bajo y...
Es un dios, él si tiene pudor por lo que no detuvo su sermón.
No es correcto mostrarse desnudo ante nadie, muchísimo menos ante un Supremo Kaioshin. Debería considerarse una gravísima ofensa que tendría que ser castigada con la muerte.
Mientras pensaba todo aquello no apartó la vista ni por un segundo del mortal, incluso cuando este le dio la espalda para sacar de entre los arbustos el uniforme de Kaioshin.
Se puso las prendas inferiores y las botas, amarrándose a la cintura la camisa y la faja.
–Lleva esto por mí –le lanzó la chaqueta al pasar junto a él.
El héroe de la Tierra se elevó mientras sujetaba la cola del pescado, diciendo que se diera prisa para que pudieran comer juntos.
Zamas simplemente... no supo cómo responder.
V.
Nunca antes había probado la carne de uno de los peces del planeta Supremo.
De lo cual se arrepintió después de dar el primer bocado pues la carne era suave y de un exquisito sabor en sus papilas –¿o es qué solo sabía así porqué Goku lo cocino de esa manera?– realmente un manjar digno de un dios como ellos.
Miraba la rústica forma de las piedras y palos que sostenían al pescado en el fuego, ambos se habían sentado alrededor de la fogata sin decir ni una sola palabra. Solamente había observado en silencio como el falso dios había hecho todo para un almuerzo al aire libre, Zamas abrazo sus piernas al ver como las ramitas se hacían cenizas.
Muchas cosas rondaban por su cabeza, fijando sus ojos en la silueta de Goku que devoraba la carne.
Aunque la manera poco grácil de cazarlo seguía en su cabeza ¿por qué tenía que desnudarse para eso?
–¿Quieres más? –preguntó Goku al ver como el Kaioshin se ponía de pie.
–No, debo preparar el té para Zamas.
Como tenía la boca llena no pudo contestar al débil "gracias mortal" que expresó antes de desaparecer.
Para alguien como él ese gracias no era nada, su abuelo le había enseñado a no ser un patán (especialmente con las chicas) y sus memorias se remontaban a cuando Milk se enfadaba con él.
Su mejor arma contra eso era... hacer su propia comida.
Entonces ella cambiaría de actitud y le diría que no tiene por qué hacer eso, para eso estaban casados.
Le daría un beso y todo estaría como antes.
Sin embargo, para Zamas el que Goku hiciera eso era un gesto nuevo y extraño que realmente le sorprendió.
A este punto pensaba que él debía notar que su hostilidad y forma de tratarlo era suficiente para que entendiera el mensaje que no lo quería cerca pero todo lo que hacía era tratarlo tan casualmente.
Casi como si se conocieran de toda la vida.
Goku disfrutaba de su pescado asado sin preocupaciones incluso cuando sintió el Ki del otro Zamas. No se inmutó para nada y siguió comiendo.
Los dioses son simples.
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