Capítulo 7 Palabras mágicas

Salieron de la habitación corriendo, dando su mejor esfuerzo por no pisar trampas y aunque algunas se activaron lograron salir ilesos. Cuando pasaron a la siguiente sala se dieron cuenta de que solo había un barranco frente a ellos, era difícil de percibir entre la oscuridad de la noche, pero Jay logró detenerse justo en la orilla y detuvo a sus compañeros antes de dar un paso mortal. La puerta conducía a un puente que conectaba con la torre más alta, pero el puente no estaba. Miraron la cámara superior, brillando en dorado, la estrella debía estar ahí.

—¡Fin del camino, chicos! —comentó Lonnie con un hilo de voz, mirando el abismo.

—¿Cómo podremos llegar hasta allá? —preguntó Evie.

—Carlos, ideas —ordenó Mal.

—¿Eh? Bueno... L-la última vez que tratamos de cruzar un puente necesitábamos hablar con la verdad. La verdad que más nos duele —murmuró —. No quiero hacerlo de nuevo.

—Por favor, Carlos, estamos muy cerca —suplicó Mal. El pequeño suspiró agotado y aceptó. Tragó saliva antes de hablar.

—El verdadero amor de Cruella son sus pieles, ella no me ama —frente a ellos se materializó una pequeña tabla de madera suspendida en el aire. Carlos la pisó con cuidado y comprobó que era segura —. La hipótesis es cierta, debemos decir la verdad.

—Mi padre me cambiaría por unas monedas de oro si pudiera —confesó Jay. Otro tablón apareció y Carlos avanzó, Jay lo siguió.

—Mi madre jamás me amará más que a ella misma —dijo Evie. Otro tablón se manifestó en frente.

—Necesitamos terapia —bromeó Mal y los tablones continuaron —. Solo era un chiste, pero funciona —Faltaba una verdad más para que Lonnie pudiera seguirlos, Mal le cedió su lugar.

—Hm... No estoy segura de qué decir... Tal vez, mis padres están más orgullosos de mi hermano que de mí —dijo y pudieron avanzar —. Odio admitirlo.

—Todo estará bien —Jay la miró y Lonnie se sintió un poco mejor.

—Genial, continuemos —Mal se emocionó y pensó en alguna verdad que pudiera confesar, pero no se atrevía. Ben no podría perdonarla, ni siquiera ella misma podía hacerlo. Evie dijo algo y apareció el siguiente tablón, Mal estaba a punto de dar el siguiente paso cuando sintió el suelo desaparecer bajo sus pies, Lonnie logró atraparla antes de que cayera al abismo, con esfuerzo pudo ponerla a salvo en la plataforma —. Esa era la parte difícil... ¡Arg, diablos! —Se sostuvo el brazo adolorido y miró el corte en la tela, ahora, no solo le debía una camisa del equipo de Tourney a Ben, también una sudadera.

—Hay que tener cuidado, los tablones se desvanecen después de decir muchas- ¡Ah! —Evie tembló en su plataforma, Mal y Lonnie estaban pegadas a ella —. ¡Eh! ¿Qué demonios? —tragó saliva cuando vio la plataforma detrás desaparecer lentamente —¡Vamos, vamos, vamos!

Jay se giró y comprendió que las plataformas iban desapareciendo con el tiempo. Carlos confesó que más de una vez se vio obligado a comer comida para perro porque era lo que Cruella le llevaba. Jay dijo que en realidad no era tan bueno con las chicas como siempre presumió. Evie admitió que solo coqueteaba con los chicos para beneficiarse de ellos. El camino hasta la torre parecía hacerse más largo, pero los tablones desaparecían más rápido.

—¡Se me acaban las ideas! —exclamó Carlos y la antepenúltima tabla antes de las chicas y Jay se desvaneció —¡Verdades, necesitamos más verdades!

—¡Ya no tengo nada! Lo dije todo —mencionó Jay.

—¡Yo fui lo bastante sincera hoy! —dijo Evie.

—Maldición —murmuró Mal — ¡Jamás le confesé a Ben porque le entregue la galleta hechizada! ¡Nunca le dije lo mala que era en verdad! ¡No quiero casarme con él! ¡No quiero ser reina! —finalmente lograron saltar a la siguiente torre y respirar en paz.

Evie la volteó a ver confundida.

—¿Qué? Pero... La galleta era para acercarnos a la varita mágica ¿qué cree Ben que pretendías al enamorarlo con magia?

—Cree que le di la galleta por celos... Porque él seguía saliendo con Audrey y yo estaba enamorada de él.

—Olvídate de eso ¿a qué te refieres con que no vas a casarte con él? —preguntó Lonnie.

—¡Ey! —Jay trató de pararla, pero Mal interrumpió.

—Lo amo, es la verdad, pero sé que no soy lo bastante buena para ser la reina. Me encantaría ser su esposa, pero las cosas saldrán mal si me caso con él.

—Okay... —susurró Carlos —. Esto está a punto de acabar.

—Por favor... —suplicó Jay.

—Si nos apresuramos podremos llegar a clases —dijo Lonnie mirando la hora en su celular. Las tres de la madrugada, en la Isla de los Perdidos solían ser supersticiosos, así que Mal lo sintió como un presagio "La Hora de las Brujas" algo terrible iba a pasar.

—Necesitas hablar con Ben —le recomendó Evie.

—¡Ya lo sé! —gruño, pero todos los escenarios donde se veía confesandole a Ben todo lo que sentía no eran favorables. 

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