Capítulo 4 Laberinto confuso

Mal derrapó sobre el suelo resbaladizo cubierto de lodo y cayó de espalda. Jadeó de nuevo, no recordaba que la fortaleza prohibida fuera tan grande y se dividiera en varios caminos apenas entrar.

—¿Qué es esto? —preguntó levantándose, ahora con la ropa sucia y mojada.

—No lo sé... No era así antes ¿verdad? —Evie la alcanzó y se dirigió a Carlos, unos pasos detrás.

—Para nada. No puedo olvidar experiencias así de traumáticas —comentó recuperando el aliento.

—Hay que seguir, perdimos demasiado tiempo. Uma y Maddy ya pueden estar a unos pasos de la estrella —Mal dio un paso al frente y Evie la jaló de regreso.

—¡No, aguarda! —la detuvo —. ¿Qué hay de Jay y Lonnie?

—Ellos se las pueden arreglar por su cuenta, tenemos que ganar esa estrella —dijo Mal, pero Evie no la escuchó.

—¿Y qué haremos exactamente con la estrella?

—¡Evitar que destruyan Auradon, Evie, vamos, no podemos seguir perdiendo el tiempo! —Mal se zafó de su agarre y entró en el primer pasillo. Escuchó a Evie y Carlos gritar detrás de ella, exasperada, se giró de vuelta para gritarles, sin embargo el pasillo se había convertido en una pared —¿Qué diablos? —volvió a girar, su camino se dividía en dos pasillos que iban en direcciones distintas —dio un último vistazo a la pared contra su espalda y regresó la mirada a sus dos caminos, pero ahora eran tres caminos que miraban en direcciones distintas —¿Q-qué?

Cada vez que cambiaba la mirada, los caminos frente a ella cambiaban. Era un laberinto del cuál no podía trazar un mapa mental. Tragó saliva y avanzó sosteniéndose de la pared que parecía ser una ruta segura mientras la tocara con la punta de sus dedos.

Había entrado más magia de la que creía. La estrella había alterado la barrera mágica de una forma que no reconocía. Si en la Isla había suficiente magia para que la fortaleza de Maléfica se reactivará y la estrella pudiera conceder un deseo sabía que estaba en problemas. No había manera de detener a los villanos si lograban alcanzar su deseo antes de que Mal se interpusiera. Trató de respirar, todo estaría bien mientras ella fuera más rápida o más lista.

(***)

—¡Mal, no! —gritó Evie, pero cuando parpadeó, Mal ya no estaba ahí, solo una pared con dos caminos diferentes en los costados —¿Qué pasó?

—¡Wah, no lo sé! —Carlos dio un brincó hacía atrás —. Solo apareció... —señaló el muro.

—Desapareció... —Evie se acercó al camino izquierdo, pero dudó antes de poner un pie dentro y regresó al camino derecho, pero ya no estaba, ahora había dos nuevos caminos.

—Espera, Evie, no sabemos que está pasando —Carlos la paró antes de que ingresara a cualquier pasillo.

—¿Y qué haremos? ¿Dejar que Mal este ahí sola con Uma y Maddy?

—Solo dame unos minutos —Carlos miró atento los pasillos y paredes. Cuando parpadeaba, los pasillos cambiaban, pero no eran aleatorios o al menos eso percibía él —. Creo que hay un patrón que se repite, pero necesito analizarlo más tiempo.

—Ya escuchaste a Mal, no tenemos tiempo.

—¡Solo déjame entender cómo funciona!

—¡Carlos, hay que ayudar a Mal!

—¡Ya lo sé, eso estoy intentando, ya no soy un niño, sé lo serio que es esto, sé que debemos proteger a Auradon, pero no quiero cometer un error y hacer que nos perdamos en un laberinto aleatorio! Tenemos que pensar en una estrategia antes de entrar y perdernos como Mal —exclamó Carlos, entonces al parpadear, un pasillo se congeló. Ahora cuando el laberinto cambiaba su forma, ese pasillo en particular permanecía igual.

—Esa es una reacción interesante —dijo —. Algo hicimos que congeló esta parte del laberinto.

—¿Gritarnos? Puedo hacer eso, pero ¿qué clase de grito?

—No, no creo que fueran los gritos... ¿Recuerdas como la última vez la fortaleza nos obligaba a admitir nuestras vergüenzas y humillaciones por nuestros padres?

A Evie le recorrió un escalofrío y de nuevo se sintió enferma.

—De hecho, quisiera olvidarlo.

—¿Y si esta vez la fortaleza intenta que nos fortalezcamos?

—¿Eh? ¿A qué te refieres?

—La última vez... Después de admitir nuestras penas y dolores, nuestra relación cambió. Fuimos enemigos, extraños, cómplices, traidores y al salir terminamos como amigos ¿y si esta vez en lugar de fortalecer nuestra amistad con dolor intenta hacernos más confiables?

—No lo entiendo. ¿De qué manera?

—Solo es una hipótesis, pero —Carlos dio un paso al frente y logró entrar al laberinto sin perder la entrada —. Tengo miedo de perder a mis amigos por no ser tan fuerte como ellos lo son —confesó.

Los tres pasillos frente a él desaparecieron y solo un camino se mantuvo. Carlos continuó avanzando.

—Ese es el mecanismo —confirmó —. Nos hace confesar nuestros miedos. Así el camino se vuelve claro.

—Tengo un mal presentimiento sobre esto —murmuró Evie. No creía que la fortaleza del mal tratara de unirlos más como amigos, pero no tenía ningún argumento para oponerse.

(***)

—¿Sabes? Mi mamá me enseñó un truco para escapar de una mala situación —comentó Lonnie.

—¡Genial! ¿Cuál es? —preguntó Jay esperanzado.

—Distraer a tu oponente y correr tanto cómo puedas —Lonnie tomó un puñado de arena del suelo y lo lanzó a los ojos de las hermanas brujas. Jaló a Jay de la camisa y lo obligó a correr. Las brujas los comenzaron a perseguir unos segundos después, aún con los ojos llorosos y enrojecidos. Jay saltó sobre el cuerpo de Harry y siguió a Lonnie a través de la selva oscura que protegía los alrededores de la fortaleza. El moreno atrapó una rama semi flexible de un árbol oscuro, la jaló hacía él y cuando las brujas se acercaron lo suficiente la soltó para golpearles el rostro. Eso les consiguió unos segundos de ventaja, pero igualmente solo consiguieron hacer enojar más a las hermanas de Maddy.

—¡Necesitamos una mejor estrategia que hacerlas enojar! —comentó Jay a Lonnie, mientras ella saltaba los troncos caídos con facilidad, esquivaba las ramas bajas y evitaba las telarañas. Por un momento Jay se distrajo y se mostró orgulloso de la imagen de Lonnie luciéndose como una mejor atleta que él, pero su corazón latió de manera extraña, de una forma que no había sentido nunca.

—¡Tranquilo, tengo un plan! —le respondió ella. Llegaron al puente y las hermanas estaban cerca de ellos. Lonnie se quedó en la orilla expectante a que se acercaran más. Jay la acompañó aunque sudaba frío al verla retroceder hacía la orilla del puente, donde una caída abismal y una muerte dolorosa parecía esperarlos con ansias.

—¿Tú plan tiene algo que ver con saltar directamente a nuestra muerte?

—Nope, bueno, algo así —las hermanas los acorralaron y ellas les saltaron encima. Lonnie gritó una orden.

—¡Agachate! —el hijo de Jafar obedeció y las hermanas se perdieron en la niebla bajo el puente mientras sus gritos se iban ahogando de camino al fondo.

—¡C-caray! —exclamó él —. Ni siquiera yo he podido...

—¡Ayuda, por favor! —Jay se asomó para ver el graznido bajo la piedra del puente. Las hermanas de Maddy se sostuvieron de una de las columnas y no podían subir de vuelta. El moreno se sintió aliviado al instante.

—¿Qué hacemos con ellas?

—Dejarlas colgando —dijo Lonnie —. A menos que estén dispuestas a dejar de atacarnos.

(***)

Jay y Lonnie llegaron a la entrada. Evie y Carlos habían avanzado lo suficiente para dejar un camino claro que ellos pudieron seguir. Lonnie tentó el hombro de Carlos y el pequeño soltó un grito agudo con un brinco.

—¡Por todos los demonios del infierno, Lonnie! —Carlos le gritó evitando tartamudear aunque no tuviera voz suficiente, se llevó la mano al corazón —. No vuelvas a hacer eso.

—Lo siento —ella levantó ambas manos en modo de rendición —¿Qué está pasando?

—Este laberinto... Los caminos cambian cada vez que los pierdes de vista por un solo segundo, hallar la salida es difícil así, pero descubrí que confesando tus temores el camino se vuelve sencillo.

—¿En serio? No recuerdo esta parte... —murmuró Jay y luego se tragó un jadeo —¿Dónde está Mal?

—Entró al laberinto antes de que supiéramos resolver el camino, estamos tratando de encontrarla —dijo Evie preocupada.

—¡Vamos, entonces! —Jay se puso frente a Carlos y esperó a que el camino se abriera. No pasó nada —¿Eh?

—Tienes que confesar tus temores en voz alta —dijo él. Jay se lamentó e intentó restarle importancia a su orgullo.

—Le temo a los payasos... Su maquillaje es horrible —el camino se abrió y el grupo ahogó una carcajada —¡Ey, ya basta!

—Ja, perdón, nos tomó por sorpresa —Evie se colocó al frente —. Temo llegar a vieja. A una vieja fea, puedo morir tranquila sabiendo que tengo ochenta años pero seguir siendo fabulosa. Jamás podría morir siendo una anciana fea y con verrugas en sus mejores atributos.

El camino continuó siendo claro y siguió abriéndose hasta la salida.

(***)

—¡Maldición! —Mal golpeó la pared, era la cuarta vez que daba una vuelta y regresaba al mismo muro del comienzo. Escuchó un quejido detrás suyo y se giró nerviosa. Uma apareció frente a ella, aparentemente, igual de cansada de dar vueltas inútiles.

—Miren lo que trajo la marea —Uma se limpió el sudor de la frente y sonrió con altanería —. Veo que te quedaste sola.

—Claro que no, pero igual, no necesito a nadie para vencerte.

—Díselo a mi polvo, perdedora.

Mal siseó y sus ojos brillaron, su orgullo ya estaba bastante herido y no quería demostrarlo ante Uma. El camino se volvió a cerrar y esta vez, el muro apartó a ambas. Lograron soltar un quejido audible entre los muros. Uma corrió, pero Mal no podía verla hacerlo. Ella continuó su camino esperando encontrar una salida pronto, no tenía ni idea de donde podía estar Mad Maddy y ella era su mayor preocupación. Un muro se abrió frente a ella y finalmente, Mal se encontró con sus amigos.

—¡Ja, sí, al fin! —Mal los abrazó —. Necesito a mi equipo —Mal iba a dar otro paso, sin embargo, Jay la aprisionó entre sus brazos.

—No tan rápido. Volverás a perderte —le dijo —. El camino se abre contando tus mayores temores. Nosotros agotamos nuestros miedos, así que ahora es tu turno.

—¿Eh? ¿De qué hablan?

—La manera de resolver el laberinto es confesando tus miedos, sino el camino se bloquea. Ninguno de nosotros tiene más miedos que admitir. Faltas tú, es un milagro que te hayamos encontrado justo a tiempo.

—No voy a admitir mis miedos.

—Mal, se nos acaba el tiempo —le recordó Lonnie. Mal se mordió el interior de los labios —. Diablos... Le temo a perder mi fuerza.

El camino se abrió un poco, no lo suficiente para abrir una gran senda hacía la salida.

—Continua hasta llegar a la salida —le ordenó Carlos.

—Tengo miedo de convertirme en mi madre —el camino se abrió en un gran pasillo y pudieron avanzar —. Temo ser una mala líder —continuaron por un nuevo pasillo —. Temo herir a los que amo —un pasaje nuevo se manifestó frente a ellos —. Temo... Temo perder a Ben —un sabor agrio se alojó en la boca de Mal —. Temo decirle la verdad a Ben.

Finalmente llegaron al final del laberinto, estaban afuera de los pasillos confusos y caminos falsos. Se acercaron a la puerta al final del salón e intentaron abrirla, pero estaba bloqueada.

—¿Decirle la verdad a Ben? ¿De qué hablas? —susurró Evie en el oído de Mal. Ella la ignoró.

—Busquen una forma de abrir esta puerta —ordenó, levantando la mano y señalando los hocicos de unas gárgolas en el techo, se podía ver el brillo de algunos objetos dentro de ellas y Mal guardaba la esperanza de qué alguna contuviera una llave para la puerta.  

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