Capítulo 18 Guardar un tesoro
Ya estaban cansados. Llevaban horas remando y no sentían que estuvieran avanzando. Sintieron una vibración extraña debajo de la lancha.
—No tengo la fuerza para luchar contra un kraken ahora mismo —se quejó Mal y se asomó por los bordes para percibir algo, pero no vio nada. Entonces, del lado de Lonnie salió una criatura que la hizo gritar y retroceder. Era Melody, la hija mayor de Ariel y Eric.
—M-melody —Lonnie se llevó la mano al corazón —. Tenía tiempo sin verte.
—Lo sé, no hemos hablado mucho —comentó —¿Qué hacen ustedes por acá?
—Venimos de una super genial misión en la Isla de los Perdidos, te lo contaré todo —prometió Lonnie. Ella y Melody solían ser amigas, hasta que Melody se metió de lleno con sus obligaciones como princesa heredera y aprendiz de Tritón.
—Cool ¿necesitan ayuda?
—Pues sí, estamos un poco estancados —dijo Evie —. Por favor.
—Los llevaremos a la orilla.
—¿Los? —preguntó Jay, solo podía ver a Melody, no había más sirenas con ella.
Dos delfines plateados y risueños asomaron la nariz. Melody los presentó como sus amigos acuáticos. Melody le pidió a los delfines empujar la lancha mientras ella la mantenía en la dirección correcta. En un rato llegaron a la orilla. Evie casi se lanza a la arena para besar la tierra firme.
—¿Quieres venir con nosotros a Auradon? Puedes ver la estrella.
—No, gracias. Tengo que volver al palacio de mi abuelo.
—¿Nos vemos luego entonces?
—Sip. No olvides escribirme sobre tu aventura.
—No lo haré —juró Lonnie.
Melody se marchó de nuevo al mar. Mal no podía llamar a Ben con su teléfono arruinado por el agua. Ninguno podía en realidad, así que no les quedó de otra que volver a la preparatoria buscando un autobús, que después de no llegar en casi una hora de espera, detuvieron un taxi donde fueron apretados y oliendo a camarones, agua salada, tierra y alga. Se disculparon por dejar el mal olor en el vehículo y Mal tuvo que recurrir a su privilegio como la novia del rey para que el taxista no les cobrará, ninguno tenía un centavo al cuál recurrir. Caminaron hasta la oficina del Hada Madrina y abrieron la puerta, para su sorpresa se encontraron a Ben ahí también.
—¡Chicos, al fin volvieron! —Ben se lanzó a abrazarlos, incluso si olieran horrible él no se apartó hasta asegurarse que estuvieran completos —. Cielos... ¿Están bien?
—Me molieron a golpes —dijo Jay.
—Estoy segura de que me rompieron la nariz —agregó Evie.
—Casi me rebanan el cuello —siguió Lonnie.
—No puedo con más traumas —continuó Carlos.
—Volvimos bien —confirmó Mal —. Nada que dormir y comer no pueda solucionar.
—¿Lonnie fue con ustedes? —preguntó Ben recapacitando que ella estaba en el grupo.
—Se coló —dijo Mal —. Oh, y también le debes un barco al rey Eric, y como cincuenta dólares al taxi que nos trajo.
Lonnie se adelantó al escritorio del Hada Madrina. Mal la siguió e Evie también.
—Hada Madrina, logramos recuperar la estrella mágica que cayó en la Isla de los Perdidos, pero no pudimos usar su magia porque necesitamos un pergamino.
—Yo tengo el pergamino, es parte del ritual para usar los poderes de la estrella, pero no sabemos qué hacer con esto ahora. Es magia demasiado poderosa para manejarla nosotros.
—Además, encontramos este libro con maldiciones y anotaciones de magia. Creemos que son artículos que estarían mejor con usted.
El Hada Madrina examinó la estrella brillante, analizó el pergamino y ojeó el libro curiosa. Sin duda eran artículos de su interés. Miró a los chicos y se levantó de su escritorio.
—Muchas gracias a todos ustedes. Auradon jamás podrá agradecerles lo suficiente por todas las veces que nos han salvado. La estrella necesita el pergamino para liberar su poder mágico y cumplir deseos, pero por sí sola es una batería que podría crear su propio campo mágico aún dentro de la barrera. Sacar la estrella fue lo mejor que pudieron hacer.
—¿Entonces qué sucederá ahora?
—Se me ocurren algunas ideas, pero primero debo estudiarla un poco más. Les daré más noticias después —el Hada Madrina se retiró. Mal se tumbó sobre una de las sillas de la oficina.
—Ben ¿hallaste a Chico? —preguntó Carlos.
—Oh, cierto, jaja. Felicidades Carlos.
—¿Felicidades? ¿Por qué lo-?
—¡Wah! —unos cachorros saltaron sobre Mal y ladraron. Eran de un color crema, con ojos oscuros y extrañamente parecidos a Chico —. Vaya, Chico no perdió el tiempo —Mal tomó a una de los cachorros y le rascó la oreja.
—¿Qué- pero? ¿Chico es papá? ¿Por qué no me dijo nada?
—Dijo que te escribió una nota.
—Ow —Carlos sacó una hoja de papel que guardaba en su bolsa —. Sí, bueno, yo no hablo manchas de tinta —enseñó cómo la nota solo eran las huellas de Chico manchando una hoja de papel con gotas de tinta.
—Tranquilo abuelito, así son todos. Les das todo lo que piden y al final se van con su nueva familia —se burló Mal.
—¡Tocino, tocino, tocino! —dijo la cachorrita. Todos abrieron la boca sorprendidos. Ben tomó a otro de los perritos.
—Sip, son una camada de perros que hablan.
—Ay por mis duendes —Carlos se sentó en la silla junto a Mal —¿Yo debo cuidarlos?
—No, por suerte ya los pude acomodar en buenas familias. Chico podrá visitarlos cuando quiera.
—Genial —acarició a un cachorrito —. Iré a ver a Chico —Carlos se fue. Evie lo siguió alegando que aún podía curarse a sí misma su nariz roja e hinchada. Lonnie dijo que estaba cansada y se fue a dormir, Jay se decidió a acompañarla para asegurarse que estuviera bien. Ben y Mal quedaron a solas en la oficina.
—Ben... Hay algo que tengo que decirte.
—Sea lo que sea seguro puede esperar a que veas un médico primero —Ben se arodilló frente a Mal y le acarició la mejilla, donde el corte ya estaba cicatrizando.
—Ben... Creo que te debo una sudadera nueva.
El chico miró la mancha de sangre y analizó que el corte también estaba cicatrizando ya. Ben unió su frente con la de Mal.
—Odio que vayas a la Isla de los Perdidos, siempre regresan heridos de alguna forma. Tú regresas herida.
—Estoy bien, esto no es nada.
—Es que ¿qué diablos es esto? —preguntó tentando los cortes.
—Es lo que pasa cuando tu peor enemiga es una pirata que usa espadas afiladas.
—Vamos, quiero asegurarme de que estás bien, además necesitas descansar —el último rayo de luz del sol se ocultó y quedaron a oscuras en la oficina. Mal accedió. Podía ser sincera con Ben otro día.
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