Capítulo 16 Devuelta a las raíces
A Mal no le gustaba pensar en todas las cosas horribles que debía hacer para sobrevivir en la Isla de los Perdidos, pero era consciente de que era una situación desesperada y necesitaba hacer a un lado su nueva filosofía y regresar al camino del mal. Debían robar esa estrella a como diera lugar. Uma no podía conservarla ni un minuto más, tarde o temprano iba a descubrir cómo explotar su poder y si eso pasaba Auradon estaba condenado. Carlos se había escabullido a su casa, en la mansión De Vil logró abastecerse de suministros para fabricar algunos artefactos para ayudarlos en su misión. Evie sabía que su madre debía seguir en el mercado, pues esa era su rutina habitual de todos los días, así que pudieron descansar en el castillo de la Reina Malvada un rato. Mal se tiró al sillón y gritó de satisfacción.
—No recordaba que fuera tan cómodo —dijo aunque los resortes se le clavaran en la espalda. Jay se acostó en el suelo y dijo lo mismo. Lonnie se sentó junto a Evie en su cama, que también podía sentir los resortes, pero no dijo nada.
—Carlos está tardando —murmuró la peliazul observando el reloj.
—Se fue hace diez minutos, va bien —dijo Jay —. Ey, nadie sabe que estamos aquí, eso le da ventaja para escabullirse en su casa. Solo los piratas van detrás de nosotros, pero a lo que ellos concierne es que huimos como ratas.
—Linda comparación —Mal decidió sentarse y continuó —. Si estás preocupada por él puedo ir a buscarlo. Mi reputación ya no es la mejor, pero si alguien me reconoce aún puedo espantarlo.
—Muy arriesgado —dijo Evie —. Al menos tenemos a los antihéroes de nuestro lado ¿no?
—No deberíamos involucrarlos —comentó Jay —. Ellos están ayudando a la Isla desde las sombras, si los convocamos contra los piratas les causaremos problemas. Lo mejor que podemos hacer, es salir de esta por nuestra cuenta.
—Estoy de acuerdo. Ponemos en riesgo todo lo que han construido —mencionó Mal, entonces Carlos entró cargando una mochila consigo —. Al fin.
—Lo siento, no conté con que mi mamá estaría limpiando su auto, casi me ve —dijo y mostró la mochila —. Bombas caseras de luz, humo y apestosas. Suficiente para distraer un muelle repleto de piratas. Oh, además reparé el control de la barrera, por suerte el agua no lo daño tanto y tenía baterías de repuesto en mi casa.
—Todo listo entonces —Mal se talló las manos —¿Todos recuerdan el plan, cierto?
—Yo tengo dudas sobre como entrar al muelle, robar la estrella y salir es un plan. Quiero decir ¿Cómo lo haremos? ¿Qué pasa si nos atrapan? ¿Hay un plan de respaldo? —preguntó Lonnie levantando la mano.
—Okay, tienes razón, fue una terrible explicación del plan —Mal levantó ambas manos rendida —. Carlos e Evie atraerá la atención de los piratas lejos de Uma, la cuál estará trabajando en su restaurante. Yo subiré a su habitación y buscaré la estrella entre sus cosas. Mientras tanto, Jay robará una de las lanchas del muelle y se mantendrá oculto mientras tú y yo volvemos con la estrella.
—¿Entonces cuál es mi trabajo?
—Mientras busco la estrella necesito que vigiles que los piratas se vayan y Uma no nos vea. Si hay peligro me avisas para salir.
—Muy bien —Lonnie estaba lista y el resto también. Entrar al territorio pirata no era tan difícil como parecía, lo difícil era pasar desapercibido cuando eres el enemigo número uno de la comunidad. Jay logró entrar manteniéndose debajo de los muelles, con cuidado de no caer en las fosas de algún cocodrilo. Carlos e Evie tuvieron que ser más creativos, Carlos empezó por tirar un cargamento de cajas al mar, la mitad de los piratas corrieron para salvar la mercancía y ellos entraron para distraer al resto causando destrozos en el muelle. Mal y Lonnie se escabulleron por la parte trasera del restaurante de mariscos de Uma y Úrsula, había unas escaleras que conducía a los cuartos de ambas, por lo tanto Mal trepó después de asegurarse que Uma estuviera ocupada en la cocina. Lonnie se quedó de pie junto a la puerta de la habitación para asegurarse de que nadie interrumpiera.
—Si yo fuera una pirata apestosa ¿dónde guardaria mi tesoro? —pensó en voz alta. Se acercó a los cajones del armario, nada, los cajones junto a la cama, nada, bajo el colchón, nada, la madera suelta del suelo y del techo, nada —. Maldición ¿dónde está? Uma no podía ser tan lista, ¿dónde podía estar la estrella? Mal escuchó por la ventana y vio el alboroto en el muelle. Carlos lanzaba bombas apestosas a los piratas, mientras Evie se encargaba de tirarlos al mar cuando Jay trataba de encender la lancha. Debían correr y encontrar la estrella rápido.
—Mal, ahí viene Uma —la llamó Lonnie.
—Bien, la haré que me dé la estrella —Mal jaló a Lonnie, cuando Uma percató de su presencia.
—¡Hey! ¿Ahora te atreves a venir a mi casa? —Uma corrió hasta ellas —. Primero hundes mi barco, entras a mi casa y destruyes mi habitación ¿eres tan mala perdedora? —Uma se giró para tomar su espada colgada en la pared, pero Lonnie ya la tenía en las manos.
—No me iré sin la estrella —dijo Mal. Uma carcajeo.
—¿Te refieres a esta? —Uma la sacó de su bolsa. Aún relucía aunque su brillo fuera menos intenso que antes, una prueba de que la magia estaba por agotarse en la isla —. Vamos, princesitas, quitenmela de la mano si pueden.
Lonnie apretó la empuñadura y rebanó el aire, rozando a Uma, lo suficiente para cortar un pedazo de su ropa. Mal aprovechó la distracción para taclear a Uma contra la pared. La estrella se cayó y golpeó el suelo. Lonnie robó la estrella.
—¡Da la señal, es hora de irnos! —le ordenó Mal mientras forcejeaba contra Uma, quien la retenía con todas sus fuerzas —. Vete, estaré bien.
Lonnie dudó respecto a lo que debía hacer. Si la misión era proteger la estrella debía abandonar a Mal y esperar que realmente pudiera alcanzarlos, o ayudarla y poner en riesgo la misión. Lonnie había sido criada por dos soldados, dos personas que interponian el deber por encima de lo demás, sus padres como soldados le habían enseñado que la misión es fundamental, seguir órdenes era parte de ser un buen guerrero, pero un soldado y un guerrero no eran lo mismo en su familia. Ser un soldado implicaba sacrificar tu vida por honor y gloria, ser un guerrero era acompañar a tus amigos hasta el final, incluso si el final era morir por una causa. Lonnie regresó y amenazó a Uma con la punta de la espada sobre su cuello.
—Conozco a las princesas como tú. No tienen el valor de hacerlo. No les gusta ensuciarse las manos.
—Así es. Pero yo no soy una princesa. Soy una guerrera —clavó la punta un poco, lo suficiente para que resbalara una gota de sangre y soltara a Mal —. Yo no temo a las consecuencias de una guerra.
—Vámonos antes de que lleguen más piratas —Mal jaloneo a Lonnie y saltaron por la ventana hasta el muelle, ayudaron a Carlos e Evie con la tripulación y finalmente pudieron subir a la lancha, encendieron el motor y huyeron. Uma se asomó por la ventana y les gritó que los persiguieran. Harry y Gil, que venían de comer en Bazofias (Úrsula era buena cocinera, pero no lo suficiente) apenas entendían lo que estaba pasando, aún así se subieron a uno de los botes y los persiguieron.
Los villanos pudieron dar un último vistazo a la Isla de los Perdidos, seguía siendo un lugar horrible, pero se veía diferente, más caótico que nunca. La Isla de los Perdidos había sido su hogar toda la vida y en ellos nació un extraño deseo por volver, cambiar las cosas para bien del mismo modo en que los antihéroes lo intentaban todos los días con el anonimato y la compañía de la noche. Los villanos lograron abrir la barrera mágica con el control que conservaban y cerraron antes de que los piratas pudieran alcanzarlos. Habían sobrevivido a otra peligrosa misión en la Isla de los Perdidos.
Harry y Gil regresaron rendidos. Uma gritó tan fuerte que casi llegó a Auradon. Mal de nuevo se había salido con la suya, pero sería la última vez que pasaría. Uma llamó a sus compañeros. Harry y Gil estaban preparados para un regaño, pero se sorprendieron más por su petición.
—¡Traiganme a las brujas! Voy a hacer un trato con ellas —ordenó. Harry intentó detenerla.
—Pero ellas son nuestras rivales también, además en la Isla de los Malditos intentaron...
—¡No me importa! —golpeó el marco de la ventana —. Les haré una propuesta que no podrán rechazar.
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