Capítulo 2: Bienvenidos capitanes
Una espiral de neblina blanca comienza a desvanecerse dejando ver la biblioteca del castillo de “La Bella y la Bestia” y a Ale despertando en el mismo sofá individual rojo de la última vez; aún lleva la armadura medieval y todos los detalles están igual que antes.
Mientras mira a su alrededor, tocan a la puerta al otro lado de la habitación, con el ceño fruncido, desenvaina su espada y se acerca a paso dubitativo a la puerta; toma la manija con su mano izquierda mientras levanta la espada amenazadoramente antes de abrir de golpe. Antes de que pueda lanzar su espada, el rostro de su mejor amigo aparece con las manos levantadas en señal de inocencia.
—¡Miguel! —exhala ella mientras ríe suavemente.
—Hola —saluda el chico con una sonrisa pero sin dejar de mirar la espada que sigue levantada—. ¿Puedo pasar o corro riesgo de que me liquides?
—Pasa, pasa —afirma ella bajando la espada y haciéndose a un lado para dejarlo pasar. —¿Qué haces aquí?
Miguel se queda quieto un momento y su cabeza vibra de forma extraña antes de que abra los ojos mirando a la nada.
—Mis sueños fueron anulados por obra de Morfeo para traerme a este mundo —responde con voz mecánica antes de volver a la normalidad—. ¡No preguntes nada!
—Ah… ¿okey?
—Soy como un robot que lo sabe todo —explica con una mueca—; es bastante cool hasta que me veo obligado a hacer eso cada vez que alguien me hace una pregunta.
—¿Cualquier tipo de pregunta?
—Así es —contesta de nuevo de forma mecánica antes de darle una mala mirada.
—Perdón.
—Si quieres preguntarme algo, hazlo como sugerencia o comentario, por favor.
—Okey, ¿por qué…? —La mirada asesina que su amigo le lanza hace que apriete los labios—. Perdón. No sé cómo preguntar.
—¿Qué quieres preguntar?
—La razón por la cuál hablas así.
—Desconocida.
—Super. —Ale mira a su amigo un momento percatandose de las particularidades de su vestimenta—. No entiendo, ¿eres…?
—¡No preguntes!
—¡Perdón! —exhala ella zapateando con fuerza mientras piensa—. Estás vestido como un futbolista, pero traes artefactos de explorador.
—Así es, no sé a qué se debe.
El chico lleva un jersey de fútbol de los pumas y un short deportivo azul marino con medias largas, pero también un sombrero de explorador, unos binoculares colgando del cuello, guantes negros sin dedos y botas pesadas tipo constructor.
—¿Cómo te diste cuenta de que te pasaba eso? —pregunta ella causando la misma reacción mecánica en su amigo.
—Anoche, estaba en una habitación con un espejo, al hacer una pregunta a mi reflejo, obtenía esta reacción —responde antes de volver a su estado normal y mirarla con molesta—. Te odio.
—Perdón, ya no digo nada. —Ella levanta su mano hacia su boca y finge cerrar un cierre sobre sus labios sacándole una risa.
—¿Por qué no me sorprende que estemos en una biblioteca? —exclama él con ironía causando que ella le enseñe el dedo medio—. ¿Por qué traes una armadura tan rara?
—Se supone que soy una mezcla entre un caballero medieval y Mulán —responde ella mirando sus ropas.
—¿Por?
—No sé, ¿tú por qué estás vestido así?
—Porque estamos en un mundo donde todo aquello que soñamos ser de niños es posible —contesta él mecánicamente—. Bueno, saber eso fue útil.
—¿Ves? No siempre tiene por qué ser algo malo —tranquiliza ella—. ¿Querías…? Perdón. No recuerdo que tú quisieras ser un robot.
—No, yo quería ser igual de listo que Google —explica encogiéndose de hombros—. Definitivamente hay que tener más cuidado con lo que soñamos.
Ella sonríe con simpatía antes de guiñar un ojo y acercar sus dedos índice y pulgar de la mano derecha sacándole una risa a ambos.
—¿Sabes dónde estamos? —pregunta ella, ésta vez con toda la intención.
—En Somnium, una ciudad onírica gobernada por una poderosa sombra que se hace llamar Morfeo y donde solo pueden entrar aquellos elegidos por él —contesta el chico mecánicamente, ambos jóvenes se quedan impactados con la respuesta.
A la par que Ale se encontraba con su mejor amigo, en otro lugar dentro del mismo lugar, Álex abre los ojos en el mismo cuarto de cámaras de la última vez y mira a su alrededor, todo sigue igual salvo que en ésta ocasión lleva la corona sobre la cabeza.
El chico se levanta de la silla/trono y mira a su alrededor con el ceño levemente fruncido, a su lado izquierdo hay una puerta que no estaba ahí la noche anterior. Confundido, desenvaina su mosquete y toma la varita de la mesa antes de apuntar con esta a la puerta.
—Alohomora —murmura haciendo que suene un suave “clic”.
Con cuidado tira de la perilla y abre la puerta exhibiendo un amplio mar fuera de la habitación, abre los ojos de sobremanera y mira a lo largo del océano notando un barco pirata acercándose con las velas desplegadas con una ligereza tal que casi pareciera que solo se desliza sobre las olas.
Álex da un paso, adentrando sus botas en el agua y apuntando con la mano temblorosa hacia el barco mientras este se acerca y finalmente se detiene frente a él desplegando una tabla que cae a sus pies y conduce hasta la proa; el chico mira hacia el barco con duda, negándose a subir hasta que una chica morenita de cabello oscuro con un pañuelo rojo sobre la cabeza y playera de rayas rojas y negras se asoma y le sonríe.
—¡Sube! —grita Victoria haciéndole una seña con su brazo.
Álex sonríe confundido un momento antes de encogerse de hombros y subir con cuidado por la tabla desplegada hasta la proa, al llegar arriba, la tabla sube y el barco avanza; el chico mira a su alrededor impresionado por la visión a su alrededor, una modesta versión del Jolly Roger con velas amplias como las del Viajero del Alba.
—¡Álex! —escucha de pronto a su espalda, al voltear, ve a la chica sosteniendo el timón con maestría.
Álex se acerca a ella a paso lento, agarrándose de las orillas del barco con paso titubeante, el mar y él no son particularmente buenos amigos, conforme se acerca puede ver con más precisión la vestimenta de su amiga; sobre la playera lleva un no tan apretado corset negro de agujetas, un ajustado pantalón negro con cinturón café y unas vistosas botas negras altas de cuero violetas con escamas tipo dragón y en la parte trasera unas pequeñas alas de murciélago; colgado en su espalda también tiene un rifle.
—Nice —comenta Álex al verla, la chica sonríe.
—Gusto verlo, majestad —exhala ella burlona, Álex se encoge de hombros.
—Nunca en mi vida había visto un pirata que tuviera un rifle —apunta el chico sosteniéndose con fuerza del balcón de la popa.
—También cazo zombies cuando me aburro —bromea ella haciéndolo reír—. No tienes que agarrarte así, sé pilotar esto.
—Y confío en tí, pero no en el mar —responde él sin soltarse—. Me da algo de miedo, y ni siquiera en mis sueños sé nadar.
Ella se ríe y el chico solo la mira sonriente.
—¿Eres un rey o un guardia? No entiendo.
—Soy ambos de hecho, aunque prefiero ser mosquetero —admite el chico guardando su mosquete de nuevo—. Y también soy mago.
—¡No! —La chica deja el timón cuando Álex le muestra su varita y la toma con atención—. ¿Sabes de qué es?
—De castaño, con núcleo de pelo de unicornio, veintisiete centímetros y rígida —menciona el chico mirando su varita antes de sonrojarse—. Yo quería ser fabricante de varitas cuando era niño.
—Bueno, sirvió de algo —afirma la chica antes de devolvérsela—. Que ambos estemos aquí significa que, ¿tú eres mi capitán?
—Eres la mejor amiga de mi hermana, me parecería más lógico que ella fuera tu capitana.
—Pero yo no la veo por aquí.
—Touché. —El chico se queda en silencio por unos momentos antes de voltear la vista hacia su amiga—. ¿A dónde vamos?
—No lo sé, el barco solo navega por el océano sin rumbo.
—A…
De pronto ambos levitan unos cuantos milímetros y al momento siguiente el barco y el entorno han desaparecido y ambos caen al suelo de golpe; se encuentran de nuevo en el lienzo en blanco, unos metros más adelante están también Ale y Miguel.
—¡Ale! —grita Álex al ver a su hermana.
—¡Álex! —responde la aludida corriendo hacia él.
Antes de que ambos puedan abrazarse, chocan con una barrera invisible que los separa una distancia de aproximadamente diez centímetros; los dos segundos al mando se acercan a ellos quedando los cuatro frente a frente, entonces, una sombra comienza a rodearlos. Álex y Victoria quedan con la espalda pegada al muro invisible, uno al lado del otro; Ale y Miguel se toman de la mano instintivamente.
—Bienvenidos capitanes y tenientes —saluda la misma voz profunda y misteriosa de la última vez—. Ahora que los líderes de cada equipo han sido elegidos, recibirán algo de información que le darán a sus equipos.
»Durante las próximas noches llegarán en sus sueños a este lugar, la ciudad de Somnium, una tierra onírica donde todo aquello que alguna vez soñaron ser o tener de niños, es posible. Como se habrán dado cuenta, todos aparecen en zonas distintas de la ciudad que representan su más grande sueño de la infancia con una vestimenta y accesorios propios del personaje que hayan anhelado ser.
Los cuatro adolescentes razonan esa información y tienen el mismo acto reflejo de mirar sus vestimentas; un futbolista explorador, una princesa guerrera, una pirata y un mosquetero; todos eran deseos fantásticos, algo que no podrían cumplir realmente, (salvo tal vez el futbolista).
—Ustedes junto con otros veintiséis jóvenes de entre diecisiete y diecinueve años han sido seleccionados para participar en el reto de mi ciudad —continúa la voz —; no deben preocuparse, es un simple juego y no es nada riesgoso, si por cualquier motivo alguien llegara a sufrir alguna herida grave dentro del juego, al despertar estará curado.
»Mi nombre es Morfeo, seré su guía y anfitrión el tiempo que dure su estancia aquí. Sus equipos ya han sido sorteados, habrán en total treinta jugadores, cada equipo contará con quince participantes que pueden ir disminuyendo tanto individual como colectivamente.
»Las reglas del juego las conocerán el día de mañana que conozcan a sus amigos. Hasta entonces.
Entonces los ojos morados volvieron a aparecer entre la nube y los cuatro jóvenes despertaron de golpe en sus respectivas camas.
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