Capítulo 31
Hola. Espero que les haya gustado la pequeña participación de Daniel en "Vanesa entre líos" :) Los invito a leer esa novela al finalizar esta ♥
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Estoy releyendo el capítulo veinte del primer libro de La cama cuando escucho a alguien llorar. Mi radar de reconocimiento de voz no puede fallar, es Vanesa. Y aunque sigo enojada con ella por encabezar el amotinamiento que me tiene encerrada aquí, me acerco a la puerta.
—Vane... —digo.
Sé que está un poco loca, pero es mi mejor amiga.
—Sé que me odias —chilla.
—Sólo un poquito —Ella está al otro lado de mi puerta, pero aún así nos siento cercanas—. No puedo creer que no confíes en mi prudencia.
—¿Cómo?
—Que no puedo creer que pienses que me voy a lanzar a los brazos de Daniel Saviñon. Él no me ha propuesto nada, ¿recuerdas? Y después de esto... menos.
—¡Tengo miedo de que te haga daño!
—Vane...
—Eres mi mejor amiga. Porque todavía eres mi mejor amiga, ¿cierto? —pregunta, preocupada.
—Sí. Necesitarás arruinarlo todo en serio para que ya no lo seas.
—Ay, te amo —Ahora escucho que limpia su nariz—. Y sabes que hago esto por tu bien.
—Vane...
—¿Recuerdas esa vez que quise llamar a mi ex para decirle que seguía enamorada de él?
Fue en la secundaria pero lo recuerdo bien.
—Sí.
—¿Qué hiciste Carolina Navarro?
—Te quité tu teléfono y te encerré en el baño —digo, aporreando un poco mi cabeza contra la puerta.
—Y me hiciste entrar en razón. ¿A qué sí? Y él no estaba acusado de intento de asesinato.
Daniel no es malo.
—También recuérdame qué hago yo cada que tengo un problema.
Rasco mi frente. —Te encierras en tu closet a llorar sobre tu ropa. ¡Pero, no es lo mismo Vanesa! Esa eres tú, no yo. Yo quiero hablar con Daniel —insisto.
Necesito hablar con Daniel.
Poco a poco ella cede.
—Pero lo tendré vigilado —promete.
—Yo también lo tendré vigilado —objeto—. Porque si, por algún milagro, él está genuinamente interesado en mí —Cosa que dudo porque en cuestión de amor no suele irme de lo mejor—, antes de decir sí a algo quiero conocerlo bien. A él, a sus amigos, a su familia...
—Marco es su amigo...—dice Vanesa, interrumpiéndome.
Que esté amistado con Marco es un punto a favor de Daniel, supongo.
—Sí, ya me habías contado que él te lo dijo.
—¡Y él ahora metió a nuestro piso a la señorita Rock'n Rose Couture de Valentino!
Ella se desmorona otra vez.
—¿Cómo?
No lo puedo creer.
—Marco. ¿Recuerdas que te platiqué de la tipa con la que suele desayunar? La que apesta a Rock'n Rose Couture de Valentino.
—Sí. La recuerdo.
—Hoy empezó a trabajar en Grupo M.
Otra vez golpeo un poco mi cabeza contra la puerta.
—¡Qué descaro!
Con razón Vanesa está desecha.
—Y Marco a ella si le asignó un cubículo, mientras yo sigo sin tener un escritorio propio.
—Ay, Vane.
—Y me hizo servirle agua con gas —sigue llorando ella.
—¿Escupiste en su vaso? —pregunto, preocupada.
—No, pero lo pensé.
Típico.
—Ojalá pudiera darte un abrazo.
Cuando termino de decir eso escucho una llave entrar en la ranura de mi puerta. Vanesa entra en menos de un segundo a mi habitación.
Entonces nos abrazamos...
—La vamos a matar —prometo, acariciando su rubia cabellera.
—¡Y se fue con ella! ¡A la hora de salida se fue con ella!
—Zorra —me quejo. Porque aunque no conozco a la tipa ya la odio.
Así funciona el código entre nosotras: Tus enemigas, son mis enemigas.
Vanesa y yo nos sentamos sobre mi alfombrado.
—Nuestra situación es deprimente —digo.
—La tuya ya no tanto —me dice ella entregándome su teléfono móvil—. Él llamará en seis minutos.
—¿Él? —pregunto.
—Daniel. Le pedí a Marco su número de teléfono. Hablé con él... Discutimos un poco... Pero no me mires así. Te va a llamar —confiesa y me mira con ojos de mamá borrego—. Ten cuidado, por favor.
Por supuesto.
Miro el teléfono de Vanesa con precaución.
—¿Por qué cambiaste de opinión? —pregunto, confusa.
—Se oye sincero —titubea ella.
—No me mientas, Salcedo.
—Es que Marco me dio buenas referencias de él —confiesa.
Sonrío un poco. —¿Eso es ganancia no? Que alguien lo haya tratado. Ahora sólo debo...
—Conocerlo mejor —termina de decir ella.
Asiento con la cabeza y nos abrazamos una vez más.
...
Cuando pasan los seis minutos leo el nombre Daniel en la pantalla del teléfono de Vanesa. Siento que no puedo respirar.
—Anda, contestale —me apura Vanesa.
Lo hago, pero aún no acerco el teléfono a mi oreja. Estoy pensando...
—Les daré espacio —dice mi amiga, poniéndose de pie y caminando hacia mi puerta.
—¿A dónde vas? —pregunto.
—A donde voy cada que estoy deprimida.
A la cocina.
—Tráeme un poco de comida. Le rechacé a Nat lo que me ofreció hoy.
Vanesa me da un gesto afirmativo y sale de mi habitación.
Esta vez si acerco el teléfono a mi oreja. Pero no sé qué decir. Oh, Dios.
—Dan... —balbuceo.
—Carolina —escucho que él dice mi nombre y mi cuerpo se tensa.
Ahí está otra vez su voz. Su tierna voz.
—Sí. Soy yo... creo —aprieto mis labios para contenerme un poco y que él no me escuche nerviosa.
Dios, ¿por qué me hiciste tan malditamente sensible?
—Ha pasado una eternidad —dice él.
—Casi veinticuatro horas —suspiro yo.
—Suficientes para dudar.
¿Dudar?
—¿Sobre qué estás dudando? —le pregunto, pese a que temo su respuesta.
—Yo no. Tú... tal vez —dice él.
—¿Sobre qué estoy dudando yo? —insisto, porque no sé e intento contener mis lágrimas.
No quiero que dude de lo nuestro.
Necesito saber que sé con quién estoy hablando. Quiero pensar que te conozco al menos un poco, Daniel.
Él jadea. —Dudando sobre mí —dice.
Asiento. Dudar. Ahora comprendo.
—Un poco —confieso—. Llámale prudencia. Y no porque te esté acusando de algo en particular... Es que antes ya me han fallado. Y uno siempre debe tener cautela sobre a quién le entrega su corazón.
—Entonces sí has considerado entregarme tu corazón.
Por su tono de voz sé que está sonriendo.
Me limpio unas lágrimas. Ay no ya salieron.
—Sí.
—Pues... —Él calla unos segundos— yo ya te entregué el mío, así que cuídalo, por favor.
Escucharle decir eso me termina de romper. —Yo...
—¿Estás llorando? —me pregunta, preocupado.
Mi voz tiembla. —Sólo un poco.
—Y asumo que no puedo ir a verte.
Corazón: Sí, ven, por favor.
—Mejor otro día —digo, haciendo caso a la prudencia que me pide mi cabeza.
Cabeza: No escuches a tu corazón. Él ya te ha metido en problemas antes.
Corazón: Eres tan aburrida, cabeza.
—De acuerdo —Ahora Daniel se escucha triste.
—¡No es por mi! —intento aclarar—. Vanesa ya cedió, pero dice que Natalia continua con reservas y yo vivo en casa de ella.
—Sí, comprendo —dice, pero aún se escucha desanimado.
Los dos guardamos silencio un momento. Escucho coches al otro lado del teléfono.
—¿En dónde estás? —pregunto.
—A un lado de la autopista. Estacioné mi camioneta cuando el reloj marcó la hora que me indicó Vanesa.
—Pero es peligroso. Ve a tu apartamento.
—Estoy bien... Mi corazón está contigo.
Corazón: Awww
—Daniel, es en serio...
—Sí, lo sé.
—Ve a tu apartamento —insisto.
Miro la hora. Ya es tarde y él sigue fuera. ¿Por qué está fuera?
Lo escucho encender su camioneta.
—De acuerdo. —dice.
—Y no manejes mientras hablas por teléfono —Ahora lo escucho reír—. ¿Qué? —pregunto.
—Nada. Es sólo que es bonito escucharte preocupada por mí.
No, él no sería capaz de hacerme daño, me digo.
Corazón: Entrégame.
Cabeza: Ni lo pienses.
—¿Estás ahí? —me pregunta.
—Sí. Hablemos cuando llegues a tu apartamento.
—Tardaré diez minutos más en llegar —dice.
—Puedo esperar.
—Pero yo no, ya te extrañé demasiado.
Corazón: Dale, pendeja.
Cabeza: ¡No, espera!
—Yo también te he extrañado.
Cabeza: Ay, no.
Corazón: Wiiiiiiiiiii
—¿Mucho?
—Me puse a releer La cama —confieso.
Ahora se escucha cansando.—Ya no leas esa historia enfermiza, Carolina —dice—. Estoy escribiendo algo sólo para ti.
Sólo para ti.
Corazón: Awww.
Cabeza: Resiste... resiste....
—Muero por leerlo —lo escucho bocinar—. Daniel, es en serio, no hables por teléfono mientras conduces.
—¿Me vuelvo a estacionar?
—Esperemos diez minutos más. Primero llega a tu apartamento.
—Bien —dice—. Otra eternidad hasta entonces.
—Sí —digo y cuelgo —Te amo —agrego, cuando sé que él ya no me está escuchando.
Escucho a alguien toser. Vanesa.
Cuando miro sobre mi hombro ahí está ella.
—¿Estabas escuchando? —reclamo.
Ella tiene un sándwich en la mano. —Sólo lo último, lo prometo. Tu cara de Bambi enamorado está para morirse.
—Ya cállate.
—¿Lo amas? —me pregunta, un tanto preocupada.
—Mi situación no es mejor o peor que la tuya —es lo único que contesto.
—Vale, ya entendí —dice, sentándose a mi lado—, pero ya deja de abrazar mi teléfono como si se tratase de él —ríe.
Aparto el teléfono de mi pecho y me como el sándwich que me trajo ella.
...
El teléfono vuelve a sonar en tiempo.
—Hola —contesto.
—Te extrañé estos diez minutos que estuviste lejos —dice él.
Sonrío. —¿Ya estás en tu apartamento?
—Acabo de terminar de estacionar mi camioneta.
—¿Verdad que tiene una voz linda? —pregunta Vanesa.
Aparto un poco el teléfono de mi oreja. —Dijiste que nos ibas a dar privacidad.
—Es mi teléfono —Vanesa saca mi propio teléfono de su bolsillo—. Dale el tuyo. Mamá ya me está esperando abajo.
Después de darle mi número de teléfono a Daniel le explico que tengo que volver a colgar porque Vanesa ya se va.
—Llámame en cinco segundos —le pido.
Vanesa pone los ojos en blanco. La golpeo en el hombro.
—Te pones tan cursi cada que tienes novio —me reclama.
—No es mi novio —le aclaro, todavía con el teléfono cerca.
—¿No soy tu novio? —me pregunta Daniel, exagerando su indignación.
—Eh... —me sonrojo.
Corazón: Desde que te conocí. Ya hasta tenemos diez hijos imaginarios.
Cabeza: Yo ya no opino nada.
Vanesa se echa a reír y yo empiezo a toser por culpa de mis nervios.
—Tranquila —me pide Daniel—. No tienes que responderme ahora.
—¿Cuándo recibiré mi invitación para la boda? —me pregunta Vanesa batiendo sus pestañas.
Daniel se echa a reír. Él escucha todo lo que dice ella.
—¡Vanesa! —Golpeo otra vez su hombro.
—Mi teléfono —me señala otra vez el aparato en mi mano.
Cierto, aún no se lo he dado.
—Llámame en cinco segundos —le vuelvo a pedir a Daniel y cuelgo.
Le devuelvo su teléfono a Vanesa y la veo salir de mi habitación bailando un vals con una pareja imaginaria, y tareando Eres tú, el príncipe azul que yo soñé...
Le arrojo uno de mis peluches antes de que cierre la puerta. A tiempo en la pantalla de mi teléfono miro otra vez el número de teléfono de Daniel.
Contesto.
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