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8/Jun/2022
1:02 p.m

El suave sonido de la puerta cerrándose marcó el inicio de una conversación que Mercurio llevaba días esperando tener. En su habitación, iluminada solo por la tenue luz de una lámpara en su escritorio y la ventana de su habitación, invitó a la Tierra a sentarse mientras Luna ya se había acomodado en el borde de la cama, jugueteando con uno de los patines de Mercurio que estaba tirado en el suelo.

-Por fin algo de paz -murmuró Mercurio, dejando escapar un suspiro y sentándose en su silla giratoria. Miró a la Tierra, quien estaba acomodándose en el pequeño sillón junto a la ventana, y luego a Luna, quien parecía más relajado de lo usual-. Gracias por venir, de verdad. Con todo lo que pasa por mi cabeza, necesitaba a alguien con quien hablar sin que mi papá o Venus se metan.

La Tierra sonrió ligeramente, inclinándose hacia adelante mientras sacaba algo envuelto en papel de su mochila.

-No tienes que agradecerme, Mercurio. A fin de cuentas, somos primos. Pero antes de hablar de cualquier cosa seria, tengo algo para ti y para Luna.

Mercurio y Luna intercambiaron miradas curiosas mientras la Tierra desenvolvía el paquete, revelando un par de radios portátiles de aspecto moderno, con una carcasa metálica pulida y botones estratégicamente colocados.

-¿Radios? -preguntó Luna, acercándose para observarlas más de cerca.

-Sí, radios de alta calidad. -La Tierra las sostuvo con orgullo-. Me las dio mi papá Murray como regalo después de que gané una pelea de entrenamiento contra él. Bueno, más bien, porque logré aguantar más de diez minutos sin caerme.

Mercurio tomó una de las radios, examinándola con detenimiento. Era ligera pero sólida, con una antena retráctil y una pantalla digital.

-Esto es genial, Tierra. ¿Y funcionan bien? -preguntó, presionando algunos botones para ver cómo se encendía.

-Por supuesto que sí. Mi papá no regala nada que no sea de calidad. Estas tienen un rango impresionante, pueden funcionar incluso en edificios con muchas paredes, y tienen canales privados para que nadie más pueda escuchar nuestras conversaciones.

Luna tomó la otra radio, probándola con una sonrisa divertida mientras ajustaba la frecuencia.

-¿Estás diciendo que ahora podemos comunicarnos como si fuéramos agentes secretos? -bromeó, haciéndolos reír.

-Exacto, agente Luna. -La Tierra se unió al chiste, levantándose para hacer un falso saludo militar.

El ambiente en la habitación se volvió relajado mientras los tres comenzaron a probar las radios, estableciendo un canal privado y utilizando frases tontas como contraseñas para sus conversaciones. Por un momento, las tensiones y preocupaciones de los días anteriores parecieron desvanecerse. Luna incluso sugirió usar las radios para hacer bromas a Venus, lo que provocó carcajadas entre los tres.

Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho. Unos golpes suaves en la puerta llamaron la atención de todos. Antes de que alguien pudiera responder, Murray, el padre de la Tierra, asomó la cabeza por el marco. Su imponente figura llenaba la entrada, y aunque su expresión era tranquila, había un aire de urgencia en sus ojos.

-Tierra, tenemos que irnos -dijo Murray con voz grave pero amable. Entró a la habitación, cruzándose de brazos mientras miraba a los chicos-. Thot acaba de llamarme. Quiere que vayas a verlo ahora mismo.

La Tierra suspiró, sabiendo que no podía negarse. Se puso de pie con algo de desgano, recogiendo su mochila.

-Lo siento, chicos. Parece que la diversión se termina aquí.

Mercurio y Luna asintieron, entendiendo que cuando Thot llamaba, era por algo importante. Sin embargo, antes de salir, la Tierra dejó las radios sobre el escritorio de Mercurio.

-Quédense con ellas -dijo con una sonrisa-. Así podremos mantenernos en contacto, incluso si estoy ocupado.

-¿Estás seguro? -preguntó Mercurio, sosteniendo la radio con cuidado.

-Por supuesto. Además, no quiero que te quedes sin alguien con quien hablar si las cosas se ponen raras para ti otra vez.

Murray sonrió ligeramente desde la puerta, observando a su hijo despedirse de sus amigos.

-Es hora, hijo.

La Tierra asintió, lanzando una última mirada a Mercurio y Luna.

-Nos vemos luego. Y no olviden usar el canal privado, ¿entendido?

-Entendido, capitán -respondió Luna con una sonrisa, levantando la mano como si estuviera haciendo un juramento.

La Tierra salió de la habitación, seguido por Murray, quien cerró la puerta suavemente detrás de él. Mercurio se quedó mirando las radios por un momento antes de sonreír.

-Creo que esto va a ser útil más pronto de lo que pensábamos.

El sonido del motor encendiéndose resonó mientras Murray giraba la llave del auto, un vehículo negro robusto y bien cuidado, que encajaba perfectamente con su personalidad de hombre fuerte pero metódico. La Tierra se subió al asiento del copiloto, cerrando la puerta con un golpe más fuerte de lo necesario, reflejo de su molestia.

Murray lanzó una mirada rápida a su hijo mientras ajustaba los espejos retrovisores.

-¿De verdad es necesario que hagas tanto ruido? -preguntó con calma, aunque su tono denotaba un ligero reproche.

La Tierra cruzó los brazos y se hundió en el asiento, mirando por la ventana.

-¿De verdad era necesario salir tan rápido? Apenas estaba pasando un buen rato con Mercurio y Luna. -Sus palabras salieron cargadas de frustración-. Siempre es lo mismo, un momento estoy tranquilo, y al siguiente, Thot decide que tengo que dejar todo para ir a verlo.

Murray soltó un suspiro mientras ponía el auto en marcha y salía del estacionamiento. El ambiente en el vehículo estaba tenso, con la Tierra mirando fijamente al paisaje que pasaba y Murray concentrado en la carretera.

-Mira, hijo, yo no hago las reglas. -Murray finalmente rompió el silencio, con su tono firme pero no agresivo-. Si tienes algún problema con esto, díselo a tu otro papá. Yo solo soy el mensajero en este caso.

La Tierra bufó, girándose ligeramente en el asiento para mirar a Murray.

-Claro, porque hablar con Thot siempre es tan fácil. ¿Sabes cuántas veces he intentado decirle que no me trate como si fuera parte de su agenda?

Murray dejó escapar una pequeña risa, sacudiendo la cabeza.

-Créeme, lo sé. He estado casado con él por más años de los que puedo contar, y aún no he encontrado una forma de hacer que cambie su forma de ser. -Una ligera sonrisa apareció en su rostro mientras continuaba-. Pero así es Thot. Él tiene su propio ritmo y su propia manera de hacer las cosas, aunque a veces eso implique ponernos a todos de cabeza.

La Tierra lo miró de reojo, notando la mezcla de resignación y cariño en las palabras de Murray. Aunque seguía molesto, no podía evitar sentir cierta empatía por su padre, quien claramente estaba tan atrapado en las exigencias de Thot como él.

-No sé cómo lo soportas -dijo finalmente, dejando caer sus brazos sobre sus piernas.

Murray sonrió, una sonrisa cálida y un poco nostálgica.

-Lo soporto porque lo amo... Y porque, aunque no lo creas, debajo de toda esa fachada perfeccionista, hay un hombre que se preocupa profundamente por nosotros. Puede que no siempre lo muestre de la mejor manera, pero lo hace a su manera.

La Tierra permaneció en silencio por un momento, dejando que las palabras de Murray se asentaran. Luego, suspiró y se enderezó en el asiento.

-Supongo que tienes razón. No es que tenga muchas opciones de todos modos.

Murray soltó una ligera sonrisa mientras giraba en una intersección.

-Esa es la actitud. Además, no te preocupes demasiado. Tal vez Thot solo quiere hablar contigo sobre algo rutinario.

La Tierra levantó una ceja, claramente escéptico.

-¿Rutinario? Con Thot, eso nunca existe.

Ambos rieron ligeramente, y el ambiente en el auto se relajó un poco mientras continuaban su camino hacia el lugar donde Thot los esperaba.

Murray, siempre paciente y comprensivo, -en pocas ocasiones xd- sabía que su hijo aún necesitaba tiempo para adaptarse a las complejidades de su familia, y la Tierra, aunque frustrado, también sabía que en Murray tenía un aliado incondicional.


2:14 p.m

El auto se detuvo frente al imponente edificio de la empresa, sus ventanales reflejaban la luz del mediodía como si fueran espejos que duplicaban el paisaje urbano. La estructura no solo irradiaba modernidad, sino también un aire casi intimidante de eficiencia y perfección, un fiel reflejo de la mente meticulosa detrás de ella: Thot.

Murray apagó el motor y se giró hacia la Tierra, que permanecía en silencio mientras observaba el edificio con una mezcla de incomodidad y resignación.

-Bien, hijo, aquí es donde te bajo. -El tono de Murray era ligero, pero con un deje de seriedad que no se le escapó a la Tierra-. Tu papá quiere hablar contigo directamente. Yo esperaré aquí abajo.

La Tierra levantó la vista hacia su padre, arqueando una ceja.

-¿No vienes conmigo?

Murray negó con la cabeza mientras desabrochaba el cinturón de seguridad y se reclinaba en el asiento, adoptando una postura relajada.

-No esta vez. Tu otro papá fue claro. Quiere hablar contigo a solas. -Hizo una pausa antes de agregar-: Pero no te preocupes, no te está regañando ni nada. Al menos no me lo dio a entender.

La Tierra dejó escapar un suspiro de frustración mientras abría la puerta del coche.

-Genial, porque eso es justo lo que necesitaba: otra charla "privada" con Thot.

Murray soltó una leve risa, poniendo una mano sobre el hombro de su hijo antes de que saliera del auto.

-Ánimo, Mictlan. No es tan malo como crees. Y si lo es, al menos no será nada que no puedas manejar.

La Tierra asintió sin mucho entusiasmo y salió del coche, cerrando la puerta detrás de él. Con pasos firmes pero algo pesados, se dirigió hacia la entrada principal del edificio, cruzando las enormes puertas automáticas que se abrieron con un suave zumbido.

El interior del edificio era tan impresionante como el exterior: techos altos, paredes pulcras de un blanco impecable, y empleados que se movían con precisión, como engranajes perfectamente sincronizados en una máquina gigantesca. Todos parecían tener un propósito claro, y el aire estaba cargado con la mezcla de determinación y ligera tensión que solía caracterizar los espacios bajo el control de Thot.

La Tierra pasó por la recepción, donde una joven con un auricular le sonrió educadamente y asintió al reconocerlo.

-Buenos días, señor Mictlan. Su padre lo está esperando en el laboratorio de experimentación de alimentos, en el cuarto piso. El ascensor está listo para usted.

-Gracias -respondió la Tierra, forzando una sonrisa mientras se dirigía al ascensor que ya tenía las puertas abiertas, como si lo estuvieran esperando desde antes de su llegada.

Entró al ascensor y presionó el botón del piso subterráneo. El suave zumbido del ascensor lo envolvió mientras bajaba, dándole unos segundos de calma antes de enfrentar lo que sea que Thot tuviera en mente.

Cuando las puertas se abrieron, el pasillo que conducía al laboratorio era igual de impresionante: paredes de piedra blanca pulida que dejaba una vista que hacía sentir claustrofobia, más las actividades en los laboratorios adjuntos, donde no habían empleados con batas blancas que se movieran entre las estaciones de trabajo llenas de complejos equipos y muestras químicas. Sin embargo, el laboratorio al final del pasillo, donde lo esperaba Thot, tenía una puerta opaca, asegurando que lo que sucediera dentro se mantuviera completamente privado.

La Tierra respiró hondo antes de empujar la puerta, que se deslizó silenciosamente para darle paso. Al entrar, lo recibió el característico brillo metálico del equipo avanzado y el olor ligeramente químico de los reactivos utilizados en las investigaciones. En el centro de la habitación, su padre Thot estaba inclinado sobre una mesa, con su característico porte impecable. Vestía un traje negro a la medida, combinado con guantes de látex que denotaban que estaba trabajando con algo importante.

Sin levantar la vista, Thot habló, su tono firme pero tranquilo.

-Llegas justo a tiempo, hijo. Necesito hablar contigo de algo importante.

La Tierra cerró la puerta detrás de él y caminó hacia la mesa donde su padre estaba trabajando, sintiendo el peso de las palabras de Thot antes de siquiera escucharlas.

Entró al laboratorio, observando cómo su padre trabajaba con precisión y calma, rodeado de sofisticados instrumentos y pantallas que proyectaban gráficos y datos complejos. Thot, siempre impecable, se giró hacia su hijo con una expresión calculada, casi neutral, pero con un destello de seriedad en los ojos.

-Ponte esto. -Thot señaló una bata blanca y unos guantes de látex que reposaban sobre una mesa cercana.

La Tierra, acostumbrado a las excentricidades de su padre, obedeció sin cuestionar, aunque con cierta curiosidad. Se colocó la bata, ajustándola alrededor de sus anchos hombros, y luego los guantes, que crujieron levemente al deslizarse sobre sus dedos.

-¿Qué es todo esto, papá? -preguntó finalmente, rompiendo el silencio mientras observaba los equipos a su alrededor.

Thot no respondió de inmediato. En cambio, se acercó a una de las mesas, donde un pequeño frasco de vidrio descansaba dentro de un contenedor hermético. Con un movimiento preciso, Thot señaló el frasco, su mirada fija en el objeto como si analizara cada aspecto de su existencia.

-¿Recuerdas cuando me mencionaste sobre las especias que Mercurio vio en el restaurante? -preguntó Thot, su tono firme pero con un matiz de paciencia que rara vez usaba con nadie más.

La Tierra asintió lentamente.

-Sí, fue algo que Mercurio mencionó como extraño. ¿Qué tiene que ver con esto?

Thot suspiró, cruzándose de brazos mientras continuaba mirando el frasco.

-Cuando me enteré del incidente en el restaurante, decidí actuar antes de que cualquier oficial o periodista llegara a hacer preguntas innecesarias. Ese frasco no podía caer en manos equivocadas. Lo tomé antes de que alguien más lo notara.

La Tierra frunció el ceño, su mente intentando unir las piezas de la historia.

-¿Por qué? ¿Qué tiene ese frasco que lo tan importante?

Thot finalmente lo miró directamente, sus ojos grises brillando con una intensidad casi escalofriante.

-Al principio pensé que solo era papikra, un lote caducado que pudo haber causado el mal olor. Pero... -hizo una pausa, su voz adquiriendo un tono más bajo-. No es solo papikra, Mictlan.

El silencio que siguió fue tan pesado que la Tierra sintió como si el aire a su alrededor se volviera más denso.

-¿Entonces qué es? -preguntó finalmente, su voz cargada de una mezcla de incredulidad y aprensión.

Thot tomó el frasco del contenedor y lo sostuvo frente a la luz, observando el contenido rojizo que parecía casi normal, pero que ahora la Tierra veía con otros ojos.

-Eso es lo que estoy intentando descubrir. Pero ya he encontrado algo... -Señaló una de las pantallas cercanas, donde se mostraba un análisis químico con múltiples compuestos detallados. En el centro de la pantalla, una línea roja parpadeaba junto a las palabras: "Compuesto desconocido/detoxificación sugerida."

La Tierra se acercó a la pantalla, su rostro cambiando de confusión a preocupación.

-¿Un compuesto desconocido? ¿Qué significa eso?

Thot volvió a mirar el frasco antes de colocarlo con cuidado sobre la mesa.

-Significa que esto no es un simple condimento. Algo en esta mezcla está fuera de lo común, y no se parece a nada que hayamos registrado antes en nuestra base de datos.

La Tierra tragó saliva, sintiendo cómo la tensión en la habitación crecía con cada palabra.

-¿Y si esto... si esto tiene algo que ver con lo que pasó con el chico que encontraron muerto cerca del restaurante?

Thot lo miró fijamente, su rostro imperturbable, pero con una seriedad que no dejaba lugar a dudas.

-Esa es exactamente la posibilidad que quiero confirmar o descartar antes de que esta situación se nos salga de las manos.

La Tierra no respondió de inmediato. Su mente estaba inundada de preguntas y escenarios aterradores que no podía ignorar. Finalmente, levantó la vista hacia su padre, esperando más respuestas que aún no llegaban.

-Papá... ¿qué vamos a hacer con esto?

Thot, con su postura inquebrantable y su lógica fría, respondió con una calma que no tranquilizó a su hijo:

-Lo investigaremos hasta el último detalle, hijo. Pero hasta entonces, nadie puede saber de esto. Absolutamente nadie.

Thot se movía por todas partes dentro del laboratorio, ajustando instrumentos, revisando pantallas, y escribiendo notas en su libreta con movimientos rápidos y metódicos. A pesar de su calma externa, La Tierra podía notar una tensión subyacente en su postura. Era raro ver a su padre así. Thot no era alguien que se dejara afectar fácilmente por los eventos a su alrededor.

El silencio en el laboratorio era casi absoluto, roto solo por el zumbido de las máquinas y el leve crujido de los guantes de látex de Thot al ajustar los controles de un microscopio avanzado. Finalmente, después de unos minutos, habló sin mirar a su hijo, su voz baja pero firme.

-Mictlan, lo que estoy a punto de mostrarte no es algo común. He trabajado con todo tipo de compuestos a lo largo de mi carrera, pero nunca... -hizo una pausa breve, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras-. Nunca he visto nada como esto.

La Tierra, que había estado observando en silencio, cruzó los brazos y frunció el ceño.

-¿A qué te refieres? ¿Qué tiene de especial?

Thot presionó un botón en el microscopio, proyectando una imagen ampliada en una de las grandes pantallas del laboratorio. La Tierra se acercó, inclinándose ligeramente para observar lo que su padre había descubierto. En la pantalla, partículas minúsculas de forma irregular brillaban con un tono rojizo, casi como si fueran pequeñas brasas vivientes. Cada una parecía pulsar ligeramente, como si tuviera vida propia.

-Son partículas, o al menos, eso es lo más cercano que puedo describirlas. -Thot señaló con un puntero láser a un área de la pantalla donde las partículas parecían fusionarse y separarse con un movimiento fluido-. Pero estas no se comportan como las partículas normales que conocemos...

La Tierra entrecerró los ojos, intrigado.

-¿Qué quieres decir?

Thot ajustó otro control en el microscopio, cambiando el enfoque de las partículas. Ahora la pantalla mostraba cómo interactuaban entre sí bajo diferentes condiciones simuladas.

-Estas partículas tienen una capacidad de adaptación que desafía todo lo que sabemos sobre química y biología... -Thot comenzó a caminar de un lado a otro mientras hablaba, su tono adquiriendo una intensidad creciente-. He probado exponerlas a temperaturas extremas, tanto de calor como de frío, y no solo sobreviven, sino que se adaptan. Cambian su estructura para resistir.

La Tierra arqueó una ceja, cada vez más intrigado.

-¿Y qué pasa con otros ambientes?

Thot asintió, como si esperara esa pregunta.

-También lo intenté. Les cambié la presión atmosférica, las expuse a ambientes altamente ácidos y alcalinos. Nada... Estas partículas parecen diseñadas para adaptarse a cualquier cosa.

La Tierra miró nuevamente la pantalla, observando cómo las partículas brillaban y se movían de forma casi hipnótica. Un ligero escalofrío recorrió su espalda.

-Es como si estuvieran... vivas.

Thot se detuvo en seco, girándose hacia su hijo.

-Exactamente. -Su voz se volvió más baja, casi como un susurro-. Y eso es lo que más me preocupa.

La Tierra tragó saliva, sintiendo que el aire en la habitación se volvía más denso.

-¿Crees que estas partículas sean peligrosas?

Thot no respondió de inmediato. En cambio, se acercó a la pantalla, pasando un dedo enguantado por la superficie de vidrio como si intentara conectar las ideas en su mente.

-No lo sé. Eso es lo que intento averiguar. Pero hay algo en su comportamiento que me inquieta. -Se giró hacia su hijo, su mirada fija en los ojos de Mictlan-. Estas partículas no solo se adaptan. También parecen reaccionar a su entorno de maneras que no puedo predecir.

La Tierra sintió un nudo formarse en su estómago. Siempre había visto a su padre como alguien infalible, alguien que tenía todas las respuestas. Verlo así, con dudas e incertidumbre, era desconcertante.

-¿Y qué piensas hacer ahora? -preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

Thot volvió a mirar la pantalla, sus labios apretados en una línea fina.

-Voy a continuar los análisis. Pero quiero que sepas algo, Mictlan. Esto que ves aquí... -señaló las partículas en la pantalla-. No puede salir de este laboratorio... Nadie puede saber de su existencia hasta que tengamos respuestas claras.

La Tierra asintió lentamente, aunque no podía evitar sentirse inquieto. Algo en todo esto no le cuadraba, como si estuviera mirando solo la punta de un iceberg mucho más grande.

Mientras Thot regresaba a sus instrumentos, La Tierra aprovechó el momento para acercarse a una de las estaciones de trabajo cercanas. Con movimientos cuidadosos, tomó un portaobjetos limpio y lo colocó bajo el microscopio de repuesto. Miró a su padre, asegurándose de que estuviera distraído, y luego tomó una pequeña muestra del frasco utilizando una pipeta.

El líquido rojizo goteó sobre el portaobjetos, extendiéndose en una fina capa. La Tierra ajustó el microscopio y comenzó a observar.

Lo que vio lo dejó sin palabras.

A través del lente, las partículas parecían aún más vivas que en la pantalla. Se movían con un propósito, casi como si estuvieran explorando el vidrio en el que estaban confinadas. Una de ellas incluso pareció detenerse, girarse, y luego continuar moviéndose en la dirección opuesta.

-Esto no es normal... -murmuró para sí mismo, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

De repente, Thot habló, haciéndolo saltar ligeramente.

-¿Qué estás haciendo ahí?

La Tierra se giró rápidamente, tratando de actuar con naturalidad.

-Solo... echando un vistazo más de cerca. Estas cosas son increíbles.

Thot lo observó por un momento antes de asentir lentamente.

-Sí, lo son. Pero recuerda lo que te dije, hijo. Esto no es un juego. Estamos tratando con algo que podría ser completamente desconocido para la humanidad.

La Tierra asintió, retirándose del microscopio con una sensación de inquietud que no podía sacudirse. Mientras su padre volvía a su trabajo, Mictlan miró de reojo la pequeña muestra que había tomado.

Algo en su interior le decía que estas partículas eran más de lo que parecían. Mucho más.



2:43 p.m

El sonido de un teléfono vibrando rompió la concentración de Thot mientras revisaba uno de los monitores. Miró la pantalla del dispositivo que descansaba sobre la mesa de trabajo y frunció el ceño al ver el nombre del contacto. Sin decir una palabra, respondió la llamada y se llevó el teléfono al oído.

-¿Qué quieres? -preguntó con su habitual tono calmado, aunque había una ligera molestia subyacente.

Mientras su padre hablaba, La Tierra permaneció inclinado sobre el microscopio, fascinado por los movimientos impredecibles de las partículas. Era como si estas tuvieran una especie de inteligencia, o al menos un propósito que desafiaba toda lógica. A pesar de que su padre había advertido sobre los riesgos, no podía evitar sentirse cautivado por lo que veía.

-¿En serio me estás llamando por esto? -continuó Thot, su tono adquiriendo una firmeza fría-. Sabes que tengo cosas más importantes que atender...

La Tierra apenas prestó atención a la conversación de su padre. En cambio, comenzó a ajustar las configuraciones del microscopio, buscando ampliar aún más la imagen. Las partículas parecían estar respondiendo a las diferentes intensidades de luz y calor que el microscopio aplicaba, cambiando de forma y color con cada ajuste. Era como si estuvieran reaccionando de manera consciente.

De repente, Thot terminó la llamada con un corto "Luego hablamos" y dejó el teléfono sobre la mesa con un leve golpe. Se giró hacia su hijo, su expresión más relajada, pero con una seriedad que no pasaba desapercibida.

-Mictlan, tengo que irme. Hay una reunión importante con unos inversores y no puedo retrasarme.

La Tierra levantó la vista del microscopio, algo sorprendido.

-¿Vas a dejar esto aquí?

Thot asintió mientras se quitaba los guantes y la bata, doblándolos cuidadosamente.

-Por eso necesito que hagas algo por mí. -Se acercó a su hijo y colocó una mano firme sobre su hombro-. Quiero que escondas el frasco y toda la información que hemos recopilado en un lugar seguro, donde nadie pueda encontrarlo.

La Tierra parpadeó, claramente nervioso por la responsabilidad que su padre le estaba otorgando.

-¿Y si alguien lo encuentra?

Thot negó con la cabeza y le dedicó una mirada penetrante.

-Eso no debe ocurrir. Confío en ti, Mictlan. Hazlo bien.

La Tierra tragó saliva y asintió lentamente.

-Está bien, lo haré.

Thot esbozó una ligera sonrisa, una rareza en él, y se inclinó para besar la frente de su hijo.

-Eres más capaz de lo que crees. -Se giró hacia la puerta, ajustando el cuello de su traje mientras hablaba-. Recuerda, nadie debe entrar aquí hasta después de las tres. Usa el tiempo sabiamente.

La Tierra lo observó mientras salía del laboratorio, dejando tras de sí un rastro de determinación y expectativa. Las palabras de su padre aún resonaban en su mente: "Confío en ti."

El sonido de la puerta cerrándose lo sacó de sus pensamientos. Miró hacia el frasco y luego hacia la pila de documentos que contenían los datos iniciales del análisis. Tenía poco tiempo y muchas decisiones que tomar. Se acercó al frasco con cuidado, como si estuviera manejando un objeto vivo, y comenzó a buscar un lugar en el laboratorio donde nadie más pensaría en buscar.

La cuenta regresiva hasta las tres de la tarde había comenzado.

El laboratorio estaba envuelto en un silencio casi absoluto, roto únicamente por el tenue zumbido de los equipos que permanecían en funcionamiento. La Tierra, con el corazón aún acelerado por la responsabilidad que su padre había depositado en él, revisaba cada rincón del lugar en busca del escondite perfecto. Sabía que el tiempo corría, y con cada segundo que pasaba, los minutos hacia las tres de la tarde se acortaban.

Finalmente, sus ojos se posaron en un compartimento oculto bajo uno de los bancos de trabajo. Era un espacio pequeño, apenas lo suficientemente grande como para ocultar el frasco y la carpeta con los análisis. Abrió la trampilla con cuidado, asegurándose de que nadie pudiera notar su existencia a simple vista.

-Aquí nadie lo encontrará -murmuró para sí mismo, satisfecho con su elección.

Con movimientos rápidos y precisos, colocó el frasco y los documentos en el compartimento, asegurándose de cerrar la trampilla de manera que pareciera parte del banco. Respiró hondo, dejando que un breve instante de alivio lo recorriera. Había cumplido con lo que su padre le había pedido.

Sin embargo, ese momento de tranquilidad fue breve. Antes de que pudiera levantarse por completo, sintió una mano fuerte cubriendo su boca desde atrás.

-Mmf... -intentó gritar, pero el sonido quedó sofocado.

Un brazo se enroscó alrededor de su torso, inmovilizándolo. La Tierra luchó con todas sus fuerzas, golpeando y pateando como su padre Murray le había enseñado, pero quienquiera que fuera su atacante, tenía una fuerza abrumadora. Sentía su respiración acelerarse mientras trataba de liberarse, pero un olor dulce y químico llenó sus fosas nasales.

"¿Cloroformo...?" pensó con desesperación antes de que su visión comenzara a oscurecerse. Sus piernas cedieron bajo su peso, y lo último que percibió fue el sonido de su propia respiración entrecortada mientras caía en la inconsciencia.

Un encapuchado, vestido con ropas oscuras y un semblante invisible bajo la sombra de su capucha, bajó suavemente el cuerpo inerte de la Tierra al suelo. No perdió tiempo y, con una precisión calculada, abrió el compartimento que el joven acababa de cerrar.

Ahí estaba: el frasco con las partículas y los documentos detallados que contenían los hallazgos preliminares. El hombre sacó ambos con cuidado, observando el frasco con una mezcla de fascinación y resentimiento.

-Thot... tu reino está a punto de caer. -Su voz era baja, apenas un susurro, pero cargada de veneno y determinación.

El encapuchado salió del laboratorio con rapidez, llevando consigo el frasco. Sus movimientos eran fluidos y sigilosos, como si conociera el edificio a la perfección. Evitó las cámaras de seguridad y cualquier punto de vigilancia hasta llegar a un área de almacenamiento donde se procesaban los productos que serían distribuidos a los supermercados y restaurantes.

Después de recorrer y esquivar demasiados guardias y cámaras, frente a él se encontraban decenas de cajas repletas de frutas, verduras y otros alimentos frescos. El encapuchado colocó el frasco sobre una mesa cercana y lo abrió lentamente, liberando el olor extraño y casi insoportable.

-Esto es lo que mereces, Thot. -Su tono era casi jubiloso mientras sacaba un pequeño gotero del bolsillo interior de su chaqueta y lo sumergía en el frasco.

Con una precisión meticulosa, comenzó a esparcir pequeñas cantidades del contenido sobre los alimentos. Las partículas se adherían a las superficies de las frutas y verduras, brillando con un matiz casi imperceptible bajo la luz del almacén.

Cada gota parecía ser un golpe directo al imperio que Thot había construido con tanto cuidado.

-Tu obsesión por la perfección... tu arrogancia... todo acabará aquí. -La voz del hombre se quebró levemente, como si la ira contenida estuviera a punto de desbordarse-. Esto no es solo justicia, es mi venganza.

Continuó trabajando con rapidez, asegurándose de contaminar la mayor cantidad posible de alimentos antes de cerrar nuevamente las cajas. En su mente, ya podía visualizar el caos que esto generaría: clientes envenenados, la reputación de Food Galaxy destruida, y finalmente, el hombre que lo había arruinado enfrentándose a su caída.

Cuando terminó, recogió el frasco y lo volvió a cerrar, escondiéndolo entre sus ropas. Antes de abandonar el almacén, echó un último vistazo a las cajas apiladas, como un artista admirando su obra maestra.

-Esto es solo el principio...

Y con esas palabras, desapareció en las sombras, dejando tras de sí un rastro de destrucción que aún estaba por desatarse. La Tierra, inconsciente en el laboratorio, no tenía idea de lo que acababa de suceder o del peligro que ahora amenazaba a todos los que consumieran los alimentos contaminados.











Me cago en el tipo que puso a mirmir a mi nene 😡💅

4957 palabras.

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