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8/Jun/2022
8:30 a.m

La atmósfera estaba cargada de energía y adrenalina en el pequeño gimnasio improvisado de la familia. Los rayos del sol se colaban por las ventanas altas, iluminando el polvo en el aire mientras Murray, con sus guantes de boxeo bien puestos, daba un paso hacia adelante, midiendo a su oponente. Frente a él, la Tierra —o Mictlan, como preferían llamarlo en casa— estaba listo, con una postura firme y los puños alzados.

—Mantén los codos cerrados, hijo. Si no lo haces, me voy a colar por ahí como siempre. —La voz de Murray era grave, aunque tenía un toque burlón que denotaba su confianza.

—¿Cómo si pudieras? —respondió la Tierra con una sonrisa, ajustándose los guantes.

Murray soltó una carcajada. A pesar de sus años, todavía mantenía la agilidad y la fuerza que lo habían hecho famoso en su juventud como boxeador profesional en su país natal. Claro, ahora su cabello estaba salpicado de canas y su cuerpo ya no era tan rápido como antes, pero la experiencia le daba una ventaja considerable.

Ambos comenzaron a moverse en círculo, estudiándose mutuamente. Murray lanzó un jab rápido, probando la guardia de su hijo, quien retrocedió ágilmente, manteniendo el equilibrio.

—Bien. Siempre atento —dijo Murray, sonriendo de lado antes de lanzar una combinación de golpes.

La Tierra esquivó el primero, bloqueó el segundo con el antebrazo y retrocedió para evitar el tercero, aunque el golpe pasó lo suficientemente cerca como para sentir el viento en su rostro. Decidido a contraatacar, lanzó un jab directo hacia el torso de su padre, pero Murray giró ligeramente el cuerpo, esquivando el golpe con facilidad.

—¿Eso es todo? —preguntó Murray, burlándose mientras lanzaba un uppercut lento para obligar a la Tierra a reaccionar.

—Estoy calentando, papá. —La Tierra esquivó el golpe y lanzó un gancho que, para su sorpresa, logró conectar ligeramente en el costado de Murray.

—No está mal. Parece que mis enseñanzas están dando frutos. —Murray se acomodó los guantes y volvió a la carga, lanzando golpes con mayor intensidad.

—¿Eso es todo lo que tienes, anciano? —respondió la Tierra, con una sonrisa pícara mientras lanzaba un par de jabs rápidos hacia su padre. Murray los bloqueó con facilidad, como si fueran simples caricias en el aire.

—¿Anciano? —replicó Murray, inclinándose hacia adelante con un destello competitivo en los ojos—. Debería recordarte que este anciano solía dejar a tipos como tú llorando en sus vestidores.

La Tierra rió, pero antes de que pudiera responder, Murray lanzó un gancho de derecha que obligó a su hijo a retroceder con rapidez. A pesar de la aparente calma de su padre, la fuerza detrás de sus golpes seguía siendo intimidante.

—¡Ey, sin trampas! —protestó la Tierra, riendo mientras retrocedía.

La vida no tiene reglas, muchacho. Aprende eso ahora y te evitarás muchas sorpresas. —Murray le guiñó un ojo.

La Tierra contraatacó con un gancho bajo, intentando aprovechar un hueco en la guardia de su padre. Murray lo esquivó con rapidez y devolvió un derechazo que impactó en los guantes de la Tierra, haciéndolo retroceder un paso.

—Tienes que aprender a observar, Mictlan —dijo Murray, moviéndose de un lado a otro con una sorprendente ligereza para su edad—. No basta con atacar. Tienes que ver las intenciones de tu oponente.

—Lo sé, lo sé —respondió la Tierra, respirando con algo de dificultad pero manteniendo su concentración.

El intercambio continuó por varios minutos, una danza de golpes y esquives que mantenía a ambos en constante movimiento. La Tierra intentó un juego más agresivo, lanzando combinaciones rápidas que Murray bloqueó con la misma destreza de siempre. Finalmente, después de un cruce que dejó a ambos en un empate técnico, Murray levantó una mano, señalando el final de la sesión.

—Está bien, suficiente por hoy. No quiero que tu padre me regañe por dejarte lleno de moretones.

La Tierra dejó escapar una risa mientras se quitaba los guantes y los lanzaba sobre un banco cercano. Su cabello estaba empapado de sudor, y su respiración era pesada, pero había una sonrisa de satisfacción en su rostro.

—Un día de estos voy a ganarte, ¿lo sabes? —dijo mientras se limpiaba la frente con una toalla.

Murray tomó una botella de agua y bebió un largo sorbo antes de responder. —Ese día será cuando yo ya no pueda levantarme de la cama. —Su sonrisa era amplia, pero había un destello de orgullo en sus ojos—. Hiciste un buen trabajo hoy, hijo.

—Gracias, papá. —La Tierra palmeó a su padre en el hombro antes de dirigirse a la cocina, donde tomó un par de botanas y una bebida refrescante. Después, se desplomó en el sofá de la sala, buscando algo en la televisión para relajarse y descansar.

Con el control remoto en la mano, comenzó a cambiar de canal, pasando por concursos, películas y comerciales, hasta que un noticiero captó su atención. La presentadora, con expresión seria, hablaba sobre un tema que de inmediato llamó su interés.

—“Última hora: las autoridades continúan investigando el caso del asesinato cerca del restaurante Food Galaxy,”—. decía la presentadora con un tono grave.

Mictlan frunció el ceño al escuchar el nombre del restaurante. Mientras mordía un puñado de papas fritas, prestó atención a los detalles. Las imágenes mostraban el lugar del incidente acordonado con cintas de seguridad, policías y perritos trabajando en el área, y un reportero en vivo describiendo la escena.

—“Se trata de un caso que ha generado gran interés público debido a la proximidad del incidente con una de las sucursales de la cadena Food Galaxy, propiedad de la reconocida empresa de alimentos de nombre "Fresh Herbs". Aunque no hay evidencia directa que relacione al restaurante con el crimen, algunos residentes locales han comenzado a especular sobre una posible conexión.”

Mictlan se enderezó en el sofá, sintiendo una inquietud creciente en el pecho.

—¿Una posible conexión? —murmuró para sí mismo, recordando las palabras de su primo Mercurio sobre las especias extrañas.

La presentadora continuó, mostrando declaraciones de vecinos y expertos en criminología. Uno de los entrevistados, un hombre mayor con gafas gruesas, mencionó:

—“Es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero es inusual que un asesinato de este tipo ocurra tan cerca de un establecimiento con tanto renombre. La policía está investigando todas las posibilidades, incluida la relación con empleados o productos del restaurante.”

Mictlan apretó los labios, sintiendo cómo una espiral de pensamientos comenzaba a formarse en su mente. Sabía que su padre Thot era meticuloso con todo lo relacionado con la empresa. Si había algo sospechoso relacionado con Food Galaxy o Fresh Herbs, Thot seguramente ya lo sabía.

Decidió que más tarde intentaría hablar con él para obtener alguna pista. Por ahora, solo podía observar cómo la noticia terminaba con una imagen aérea del lugar del incidente, seguida por una advertencia a los ciudadanos para que mantuvieran la calma mientras las autoridades resolvían el caso.

Mictlan apagó la televisión y se recostó en el sofá, mirando al techo con expresión pensativa. Algo estaba ocurriendo, y aunque aún no sabía exactamente qué, una parte de él sentía que estaba relacionado con lo que Mercurio había mencionado el día anterior.


12:15 a.m
La luz cálida de la mañana seguía resplandeciente en el horizonte, tiñendo el cielo de un anaranjado profundo. En la sala principal de la casa, el Sol caminaba de un lado a otro con pasos firmes, las manos cruzadas detrás de la espalda y el ceño fruncido. Sus llamativos rayos dorados, que usualmente parecían brillantes y vibrantes, ahora reflejaban su estado de ánimo: un destello de preocupación mezclado con irritación.

—¡Ese chico! —exclamó finalmente, deteniéndose frente a la ventana para observar la calle vacía—. Siempre llega tarde de la escuela, pero esta vez es diferente. ¿Dónde demonios está?

Venus, reclinado despreocupadamente en el sofá con las piernas cruzadas y un libro en las manos, levantó la vista de su lectura. Sus ojos brillaron con una mezcla de diversión y desdén mientras veía a su padre dar vueltas como un león enjaulado.

—Relájate, papá. Seguro que está bien —comentó con un tono tranquilo, casi burlón—. Es Mercurio, después de todo. Probablemente salió corriendo de miedo cuando escuchó lo del asesinato. Ya sabes cómo es.

El Sol se giró hacia Venus, su semblante de inmediato pasando de la preocupación a la ira.

—¡No digas eso de tu hermano! —le espetó, señalándolo con un dedo firme—. Sí, puede ser algo tímido y reservado, pero no es un cobarde.

Venus se encogió de hombros, dejando el libro a un lado y estirándose con pereza. —Claro, como tú digas. Pero no puedes culparme por pensarlo. Sabes que siempre se asusta con cualquier cosa fuera de lo normal.

El Sol soltó un suspiro profundo, llevándose una mano a la frente mientras trataba de calmarse. Por mucho que detestara admitirlo, la situación lo tenía al borde. Desde que escuchó sobre el asesinato cerca del restaurante donde trabajaba Mercurio, no había podido quitarse de la cabeza la posibilidad de que algo le hubiera ocurrido. Era su hijo, después de todo, y aunque sus cambios repentinos de sus emociones a veces lo distanciaban de sus hijos, los amaba profundamente.

—Es diferente esta vez —murmuró el Sol, casi para sí mismo, volviendo a mirar por la ventana—. Ese asesinato… tan cerca de donde trabaja. Y con lo reservado que es Mercurio, si algo le pasó, podría estar enfrentándolo solo sin decirle a nadie.

Venus rodó los ojos, levantándose del sofá con una mueca de disgusto. —Dramático como siempre, papá. Si quieres, puedo salir a buscarlo y traerlo a rastras.

Pero antes de que pudiera dar un paso hacia la puerta, el sonido de la cerradura girando llenó la sala. Ambos se giraron al instante, y la figura de Mercurio apareció en el umbral, seguido de cerca por Luna, quien parecía tan animado como siempre.

El Sol exhaló un suspiro de alivio, pero su expresión rápidamente se endureció de nuevo, reflejando su enfado contenido. —¡Por fin llegas! ¿¡Tienes idea de lo preocupado que estaba?!

Mercurio apenas levantó la vista para mirarlo. Parecía cansado y algo distraído, con el cabello desordenado por haberse quitado los patines apresuradamente antes de entrar.

—Lo siento, papá. No tenía intención de preocupar—

Pero antes de que pudiera terminar la frase, Luna lo interrumpió con una risa despreocupada. —¡Wow, parece que aquí te esperaban con una ovación, Merc!

Venus, apoyado ahora contra la pared, no perdió la oportunidad de lanzar su comentario. —¿Ves? Te lo dije, papá. Probablemente estaba demasiado ocupado huyendo de su sombra.

Mercurio apretó los labios, ignorando deliberadamente a su hermano mientras le hacía un gesto a Luna para que lo siguiera.

—Vamos, Luna. No quiero seguir discutiendo.

Ambos chicos cruzaron la sala rápidamente, dejando atrás a un Sol atónito y un Venus con un rostro confundido y burlón en el rostro. Las palabras de despedida o las explicaciones no eran necesarias; Mercurio estaba visiblemente agotado y no tenía energía para enfrentarse a las recriminaciones de su padre o las provocaciones de su hermano.

El Sol dejó escapar un gruñido bajo, cruzando los brazos mientras observaba cómo la puerta de la habitación de Mercurio se cerraba detrás de los chicos.

—Ese chico… algún día me volverá loco.

Venus, aún con su actitud despreocupada, recogió su libro del sofá y le dirigió una mirada indiferente. —No es tan grave, papá. Está en casa, ¿no? Eso es lo que importa.

—Eso no cambia el hecho de que salió corriendo sin una palabra. —El Sol volvió a la ventana, frunciendo el ceño mientras observaba la calle oscurecida—. Algo le está pasando, y no puedo ignorarlo...

Venus, por primera vez en toda la conversación, mostró una ligera curiosidad. Aunque no lo admitiría, sabía que Mercurio no actuaba así sin motivo.

Pero como siempre, decidió dejar el tema de lado con un simple encogimiento de hombros, volviendo a su lectura mientras el Sol permanecía inquieto, mirando hacia el horizonte.

Mercurio empujó la puerta de su habitación con una mano temblorosa, permitiendo que Luna entrara primero. Apenas cruzó el umbral, cerró la puerta con un movimiento rápido, como si esperara que alguien intentara seguirlos. Su respiración era irregular, y sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y agotamiento. Luna, quien hasta ese momento había mantenido su actitud despreocupada, notó el cambio en su amigo y dejó caer su mochila al suelo.

—Oye, Merc, ¿estás bien? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia él.

Mercurio sacudió la cabeza mientras se dejaba caer en la cama, hundiendo las manos en su cabello. Sus dedos temblaban al pasar por los mechones oscuros, y un suspiro entrecortado escapó de sus labios.

—No… no estoy bien, Luna. —Su voz sonaba quebrada, casi como un susurro—. Todo esto… todo lo que pasó hoy… el restaurante, las especias, Thot… ¡es demasiado!

Luna se acercó y se sentó a su lado, colocando una mano firme pero reconfortante en su hombro. —Respira, amigo. No te estás haciendo ningún favor poniéndote así. Vamos, inhala profundo.

Mercurio obedeció, aunque con dificultad. Tomó aire con un jadeo y lo soltó lentamente, pero sus manos seguían temblando. —No lo entiendes, Luna. Estoy seguro… estoy cien por ciento seguro de que Thot sabe algo sobre todo esto...

Luna frunció el ceño, confundido. —¿Por qué piensas eso?

Mercurio se giró hacia él, sus ojos llenos de desesperación. —¿¡Ya olvidaste de lo que te dije?! ¡Lo vi! Vi cómo sacaba el frasco de la especia del restaurante y lo metía en su coche. Y luego se fue como si nada. ¿Por qué lo tendría él si no tiene nada que ver? Algo no cuadra, Luna. Algo está muy, muy mal.

Luna se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Mercurio acababa de decir. Finalmente, apretó los labios y asintió lentamente. —De acuerdo, eso sí suena… sospechoso. Pero no podemos sacar conclusiones apresuradas. Tal vez Thot solo quería asegurarse de que el frasco no cayera en manos equivocadas.

Mercurio lo miró con incredulidad. —¿En serio crees eso? Es Thot. No hace nada sin un propósito. Siempre ha sido así. Lo sé porque es mi tío.

Luna estaba a punto de responder cuando un golpe fuerte en la puerta los interrumpió. Ambos giraron la cabeza al unísono, y antes de que Mercurio pudiera reaccionar, Venus entró con su actitud típica de superioridad, apoyándose casualmente contra el marco de la puerta.

—Oigan, dramas —dijo con una mueca de irritación—, alguien está buscando a Mercurio.

Mercurio lo miró con sorpresa y preocupación al mismo tiempo. —¿Quién?

Venus se encogió de hombros, fingiendo desinterés. — La Tierra y Murray están aquí. Parece que han venido a pasar tiempo con papá y nosotros.

Luna levantó una ceja, curioso. —¿Murray? ¿Su otro tío?

Venus asintió lentamente, su sonrisa ampliándose. —Exacto. El mismísimo boxeador retirado. Y, oh, sí, trajeron un montón de comida. Parece que será una reunión familiar bastante interesante.

Mercurio dejó escapar un suspiro pesado y se levantó de la cama, su cuerpo aún tenso. —¿Ahora tengo que enfrentar esto también?

Luna sonrió, dándole un ligero empujón en el hombro. —Vamos, Merc. Puede que esto sea lo que necesitas para despejarte un poco. Además, es tu familia. ¿Qué podría salir mal?

Venus soltó una risita, caminando hacia la puerta. —Oh, muchísimas cosas, pero eso ya lo descubrirás.

Sin otra opción, Mercurio y Luna siguieron a Venus hacia la sala principal. Al llegar, se encontraron con una escena cálida pero caótica. Murray, alto y musculoso a pesar de su edad, estaba abrazando efusivamente al Sol, mientras la Tierra se sentaba en el sofá, disfrutando de una bebida y saludando a todos con su habitual sonrisa amigable.

—¡Mercurio! —exclamó Murray al verlo entrar—. Ahí está mi sobrino favorito. Ven aquí, chico.

Antes de que pudiera reaccionar, Mercurio fue atrapado en un abrazo de oso que casi le quitó el aire. A pesar de todo, no pudo evitar reír suavemente. Murray siempre tenía esa habilidad de iluminar el ambiente, incluso en los peores momentos.

La Tierra se levantó del sofá y le dio una palmada en la espalda a Mercurio. —Ey, Merc. ¿Cómo va todo? Espero no haber interrumpido nada importante.

Mercurio forzó una sonrisa, tratando de dejar de lado sus preocupaciones por un momento. —No, nada importante.

Luna, parado detrás de él, susurró en tono de broma: —Mentiroso.

Mercurio le lanzó una mirada de advertencia, pero no dijo nada más mientras la reunión familiar continuaba con risas, anécdotas y un intento por olvidar las tensiones del día.

Sin embargo, en el fondo de su mente, la imagen de Thot con el frasco de la especia seguía siendo una sombra persistente, imposible de ignorar.




12:49 a.m
El motor del elegante auto negro se apagó con un ronroneo suave frente a un edificio que parecía tocar el cielo. Sus relucientes cristales y estructura moderna proyectaban una opulencia que solo una poderosa corporación como Food Galaxy podía ostentar. La puerta trasera del auto se abrió lentamente, y de ella emergió Thot, impecablemente vestido con un traje oscuro que irradiaba autoridad.

En su mano, sostenía un maletín negro, su agarre firme e inquebrantable, mientras sus pasos resonaban sobre el pavimento como el eco de un juez acercándose al estrado. Alrededor, el personal y los transeúntes que reconocían al imponente hombre se detenían en seco. Unos lo miraban con respeto, otros con miedo evidente. Era el tipo de hombre que no necesitaba alzar la voz para ser escuchado; su sola presencia exigía atención y sumisión.

Los guardias de seguridad apostados en la entrada principal del edificio se apartaron inmediatamente al verlo aproximarse, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto de reverencia. Thot, sin detenerse, les dedicó un simple movimiento con la mano, un reconocimiento mínimo pero suficiente para dejar claro que había notado su deferencia.

El edificio era tan imponente por dentro como por fuera. Los suelos de mármol relucían bajo la luz de arañas de cristal, y las paredes estaban adornadas con obras de arte contemporáneo cuidadosamente seleccionadas. El logotipo de Food Galaxy se exhibía en el vestíbulo principal con una presencia monumental, recordándole a cualquiera que entrara quién tenía el control allí.

Thot caminó directo hacia los ascensores privados, diseñados exclusivamente para los altos mandos de la empresa. Sin necesidad de decir una palabra, el sensor reconoció su presencia, y las puertas se abrieron en un instante. Dentro del ascensor, la atmósfera era aún más lujosa, con paneles de madera oscura y una pantalla táctil que mostraba una variedad de pisos y accesos restringidos.

Presionó el botón que lo llevaría al piso más alto, un área reservada únicamente para él y su círculo más cercano. Durante el ascenso, su mirada se mantuvo fija en el maletín, como si este contuviera algo más que una simple "especia". En su mente, los engranajes giraban a toda velocidad, buscando una explicación a los eventos recientes que habían puesto en riesgo su impecable reputación.

Cuando las puertas se abrieron, Thot salió al pasillo alfombrado que llevaba directamente a su oficina principal. En la entrada lo esperaba su mano derecha, X, un hombre de mediana edad de apariencia fría y profesional. Vestía un traje tan perfectamente ajustado como el de Thot, pero su expresión carecía de la autoridad natural de su jefe. A pesar de su posición de poder, X siempre mostraba un aire de subordinación ante Thot, un recordatorio de que nadie estaba a su nivel.

—Señor Thot —saludó X, inclinando ligeramente la cabeza—. Bienvenido.

Thot no respondió de inmediato. Sus ojos recorrieron rápidamente la figura de X, evaluando su postura, su expresión, incluso su tono, buscando cualquier señal de incompetencia o descuido. Finalmente, asintió con la cabeza, indicándole que lo siguiera.

Ambos hombres entraron en la oficina principal, un espacio tan grandioso que hacía que el resto del edificio pareciera ordinario. Ventanales de piso a techo ofrecían una vista panorámica de la ciudad, y el mobiliario minimalista y funcional emanaba un aire de sofisticación. Thot caminó directamente hacia su escritorio, colocó el maletín sobre la superficie de cristal y se giró hacia X con una expresión que mezclaba impaciencia y expectativa.

—¿Algún avance? —preguntó Thot con voz baja pero firme, mientras sus ojos perforaban a X.

X negó con la cabeza, tragando saliva antes de hablar. —Lamentablemente no, señor. Hemos revisado cada registro, cada documento relacionado con el envío. No hay nada que indique cómo ese frasco pudo llegar al restaurante.

La mandíbula de Thot se tensó, y por un momento, el silencio llenó la habitación como una tormenta inminente. Sus dedos se apoyaron en el escritorio, tamborileando ligeramente sobre el cristal.

—¿Nada? —repitió, su tono casi un susurro pero con un filo que hacía que cada palabra pareciera una amenaza.

—Nada, señor —respondió X con un leve temblor en la voz, aunque mantuvo su postura profesional—. Es como si simplemente hubiera aparecido allí.

Thot desvió la mirada hacia el maletín, sus pensamientos consumidos por un torbellino de posibilidades. Su imagen de perfección estaba en juego, y lo sabía. Pero más allá del daño a su reputación, había algo en ese frasco que lo inquietaba profundamente, algo que no podía ignorar.

Finalmente, inhaló profundamente y se giró nuevamente hacia X, su voz más controlada pero igual de autoritaria.

—Entonces será mi trabajo averiguarlo —dijo con determinación—. Mientras tanto, quiero que te sigas asegurando de que esta noticia no se esparza más. Utiliza todos los recursos necesarios, pero asegúrate de que no llegue a oídos de alguien importante.

X asintió rápidamente. —Entendido, señor.

Thot observó cómo su subordinado salía de la oficina con pasos apresurados. Luego volvió su atención al maletín, abriéndolo lentamente. Allí estaba el frasco, aparentemente inofensivo, pero con un aura que sugería lo contrario.

Sin decir una palabra más, Thot cerró el maletín de nuevo y caminó hacia la ventana, su mirada perdida en la ciudad que se extendía ante él.

Apenas habían transcurrido unos segundos desde que Thot se quedó solo en su oficina, con el maletín negro sobre el escritorio, cuando un olor extraño comenzó a invadir el aire. Al principio, fue un leve aroma que apenas se percibía, pero rápidamente se volvió más intenso, desagradable, como algo orgánico descomponiéndose bajo el calor. Thot arrugó ligeramente la nariz, un gesto raro en su rostro habitualmente imperturbable, y bajó la mirada al maletín aún cerrado.

Sin prisa pero con cuidado, abrió el maletín una vez más. El frasco, perfectamente colocado en su interior, parecía inofensivo, pero emanaba ese olor nauseabundo que ahora llenaba la habitación. Thot apretó los labios en una línea fina, sus ojos centelleando con una mezcla de disgusto y curiosidad. Algo en ese frasco estaba más allá de lo que cualquiera podría considerar normal.

Decidido, Thot tomó el frasco con ambas manos, asegurándose de no tocar el contenido directamente. La textura del vidrio estaba tibia al tacto, un detalle que no pasó desapercibido para él. Sin perder tiempo, salió de su oficina con pasos firmes y rápidos, el frasco cuidadosamente envuelto en un pañuelo de seda negra.

El personal del edificio se apartaba aún más que antes, como si percibieran que ahora cargaba con algo mucho más peligroso. Thot no dirigió la palabra a nadie mientras recorría los pasillos, pero cada empleado que cruzaba su camino lo miraba con una mezcla de temor y respeto.

Llegó al ascensor privado y presionó un botón que no era visible para cualquier usuario. Una pequeña luz roja parpadeó en el panel antes de que un escáner reconociera su identidad y lo llevara a un nivel subterráneo altamente restringido: el laboratorio de investigación y experimentación de alimentos.

Las puertas del ascensor se abrieron, revelando un espacio aséptico, iluminado por luces blancas que reflejaban en las superficies de acero inoxidable. Equipos de última generación llenaban la sala, y un puñado de técnicos trabajaba en sus estaciones, realizando pruebas que parecían complejas. Al ver a Thot entrar con un frasco, todos se detuvieron de inmediato, observándolo con expectación.

—Fuera —ordenó Thot con voz calmada pero autoritaria, levantando una mano para enfatizar la instrucción.

Los técnicos se miraron entre sí con cierta confusión, pero ninguno se atrevió a cuestionarlo. Uno a uno, comenzaron a recoger sus cosas y abandonar la sala, algunos murmurando en voz baja mientras salían.

Cuando el último técnico estaba a punto de cruzar la puerta, Thot añadió:

—Asegúrate de que nadie entre aquí hasta las tres en punto. Si alguien intenta hacerlo... Hazle saber que habrá consecuencias....

El empleado tragó saliva, asintiendo nerviosamente antes de cerrar la puerta detrás de él. Ahora solo, Thot se acercó a una de las estaciones más avanzadas del laboratorio, equipada con herramientas y sensores diseñados para analizar incluso los componentes más complejos. Colocó el frasco sobre una plataforma de acero y se quedó inmóvil por un momento, observándolo como si estuviera enfrentándose a un adversario silencioso.

El olor se había intensificado dentro del espacio cerrado, pero Thot no parecía inmutarse. Encendió un panel táctil frente a él, activando una serie de sistemas que comenzaron a escanear el frasco. Rayos de luz láser pasaron sobre la superficie del vidrio, mientras una pantalla mostraba lecturas complejas que apenas parecían tener sentido.

Thot observaba con atención la pantalla del escáner mientras las líneas de datos se desplegaban en tiempo real. Los compuestos de la especia comenzaron a aparecer en la lista uno tras otro: sal, azúcar, aceites naturales, colorantes aprobados... Todos los ingredientes parecían inofensivos, lo que provocó que Thot frunciera el ceño ligeramente. No había nada fuera de lo ordinario en los primeros análisis, salvo el desagradable olor que persistía en el aire.

"Paprika," pensó, reconociendo el ingrediente principal al leer el nombre en la lista de compuestos. "Esto no puede ser más que un simple condimento. Tal vez esté caducado, por eso el olor."

Sin embargo, antes de que pudiera terminar ese pensamiento, la pantalla mostró una alerta repentina. Un pitido agudo llenó la habitación, y una línea roja apareció en la esquina superior del monitor, llamando inmediatamente la atención de Thot.

ALERTA: COMPUESTO DESCONOCIDO DETECTADO

La pantalla parpadeaba con un tono de advertencia mientras aparecían gráficos y cadenas moleculares imposibles de identificar. El software del laboratorio intentaba categorizar el compuesto, pero cada intento terminaba con un mensaje de error. Thot se inclinó hacia adelante, entrecerrando los ojos mientras leía los datos que seguían fluyendo.

"¿Un compuesto desconocido? Imposible..." murmuró para sí mismo. Este laboratorio estaba equipado con una de las tecnologías más avanzadas, capaz de analizar cualquier sustancia en el mundo. El hecho de que no pudiera identificar algo era, cuanto menos, alarmante.

Intrigado y ahora un poco más inquieto, Thot tomó el frasco con cuidado y lo colocó en un soporte diseñado para mantener las muestras estables. Desde un compartimiento cercano, sacó una pequeña cuchara de metal y procedió a extraer una pequeña cantidad del contenido. La sustancia tenía una textura extraña: era más densa de lo que esperaba, casi gelatinosa, pero con partículas finas que flotaban en ella como si estuvieran suspendidas en el tiempo.

Con movimientos metódicos y calculados, Thot preparó una diapositiva para el microscopio. Depositó una minúscula gota de la sustancia sobre el cristal y la cubrió con una laminilla, asegurándose de no derramar nada. Luego, ajustó el microscopio y se inclinó para observar con atención.

La primera imagen que vio lo dejó inmóvil. Bajo la lente, la muestra parecía estar viva. Las partículas que había notado anteriormente no eran simples sedimentos; parecían organismos microscópicos, moviéndose con un ritmo inquietante, como si tuvieran un propósito. Thot ajustó el enfoque, intentando obtener una visión más clara, pero lo que descubrió solo intensificó su preocupación.

Estas partículas no solo se movían, sino que interactuaban entre sí de manera casi coordinada. Formaban estructuras efímeras, que se deshacían y reconstruían en patrones distintos. Parecían responder al entorno, como si tuvieran una especie de inteligencia básica.

—¿Qué demonios...? —susurró Thot, incapaz de apartar la mirada del microscopio.

Decidió aumentar la magnificación para obtener más detalles. Ahora, podía ver pequeñas fibras emergiendo de las partículas y conectándose entre sí. Algunas incluso parecían vibrar ligeramente, como si estuvieran emitiendo algún tipo de energía. No había visto nada parecido en toda su vida.

El olor asqueroso que antes había atribuido a la caducidad ahora parecía tener otra explicación, una que no podía comprender por completo. Estas partículas no eran solo desconocidas, sino que parecían completamente alienígenas.

Thot se reclinó en su silla, procesando lo que acababa de ver. La pantalla del escáner seguía parpadeando con la alerta del compuesto desconocido, como un recordatorio constante de que esto no era algo común ni accidental.

"¿Cómo llegó esto aquí?" pensó. "¿Y qué demonios es?"

Aunque estaba intrigado, también sentía una creciente sensación de urgencia. No podía permitirse dejar esto al azar. Necesitaba respuestas, y las necesitaba rápido. Este frasco representaba un riesgo para todo lo que había construido, y tal vez algo mucho más grande de lo que podía anticipar.







Confirmado: Thot no es el malo en esta historia XDDDD

4807 palabras.

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