Capítulo 3. Princesa.
Como cada momento en que la tienda permanecía en calma, limpió a conciencia el mostrador y ordenó los panfletos.
—¡Bienvenidos!— exclamó cuando escuchó la campañilla de la puerta principal; —Oh, detective Saez, buen día.
—Buen día, Patricia— le saludó y caminó hasta el mostrador, —¿cómo está todo?
—Muy bien, la barra de ensaladas que Alexander recomendó es un éxito para los almuerzos.
—Supongo que sí— ondeó la mano, —pero como lo saludable no va conmigo me llevaré una caja de rosquillas.
—Claro— cabeceó y giró para buscar la mercancía de un aparador de junto; una vez que la tuvo la colocó sobre el mostrador; —¿algo más?
—Sí, un expreso y un panqué de vainilla para comer aquí—; el lugar tenía un par de mesas en la esquina y también unos cómodos sofás.
—Por supuesto, ¿y usted, señor? — Patricia se dirigió al alto que miraba atento la decoración del lugar.
—¿Eh?
—Disculpa al detective Ferrer, es nuevo— dijo burlón Thomas; ella sólo sonrió.
—Lo mismo que Thomas, por favor— pidió Raymundo.
—En un momento les llevo su pedido a la mesa— les indicó antes de desaparecer tras una puerta de vaivén; a lo que ambos policías asintieron y caminaron hasta la esquina.
—Es bonito el lugar, ¿no?— dijo Thomas una vez que tomaron asiento.
—Cálido diría yo— meneó la cabeza asintiendo, la decoración era sencilla y bastante linda, —¿y dices que es de Leonel?
—Sí, ha trabajado muy duro; le admiro por ello.
—¡Buen día!— escucharon la voz de un tercero justo después de la campanilla; —¡Thomas; no pensé verte tan temprano!— era Leonel ingresando al local.
—¿Qué insinúas, eh?— se hizo el ofendido; —¿Qué soy un perezoso?
—Sólo digo que no sueles desayunar aquí— rió y se acercó, luego miró a Raymundo; —buen día detective Ferrer; lo siento, Raymundo— se corrigió.
—Buen día— y no fue consciente de que sonreía como estúpido sino hasta que Thomas le dio una leve patada bajo la mesa.
—Patricia me ha dicho que la barra de ensaladas es un éxito— habló Saez, —Alex es un genio.
Leonel rió fuerte, —claro, siempre Alexander; dame algo de crédito, ¿no?
—Sabes que tú siempre tendrás mi admiración— le lanzó un guiño, el cual dejó aturdido a Raymundo puesto que no supo cómo interpretar eso, Thomas no le estaba coqueteando, ¿o sí?
Patricia llegó con una pequeña charola con los pedidos, saludó a su jefe y dejó los recipientes en el centro de la mesa antes de marcharse de nuevo.
Leonel miró lo que iban a comer y luego el mostrador donde la gran caja se encontraba; —Thom; Alex ya no te querrá si tu trasero se pone gordo, no deberías comer tanto pan.
Y Raymundo casi se atraganta por ese comentario; Leonel era demasiado ocurrente, alegre y directo.
—No es para mí; Goncalves y Roca lo encargaron.
—Sí, ajá— se cruzó de brazos.
—Es verdad; lo juro— miró a su amigo buscando su ayuda.
Pero antes de que articulara algo, Leonel dijo, —Raymundo, no dejes que Thom te manipule, es demasiado glotón.
Ferrer sonrió, le agradó la confianza con la que Leonel le habló.
—¿Glotón yo?
—Te apuesto a que esperas que tu consumo sea gratis; ¿o me equivoco?
Thomas comenzó a reír nerviosamente.
—¡Lo sabía!— pero luego el gesto de Leonel se suavizó, —pero está bien, hoy yo invito.
—Eres genial, ¿ya te lo había dicho?— celebró Thomas.
—Es bueno saber que pienses eso de mi— caminó hacia el mostrador para coger la caja de rosquillas, tomó también una bolsa de celofán con un lindo moño que contenía tres galletas de canela y regresó con los policías. Dejó la caja sobre la mesa y las galletas se las ofreció a Raymundo; —toma, para ti.
Raymundo las recibió al momento que sintió un nudo extraño pero agradable en el estómago, —Gg-gracias.
—¿Y yo?— pidió Thomas.
—Tú no; cuando dejes de ser un lambiscón consideraré darte unas.
—Es injusto.
—Si estás haciendo una rabieta por unas galletas, espera a recibir la llamada de Alex.
—¿Qué llamada?
Leonel sonrió, —Hoy, él y Nathy saldrán a pasear— y eso quería decir que muy probablemente la cita que tenían prevista para esa tarde sería cancelada; salir de paseo y de compras para esos dos era todo un ritual.
—¿Lo hiciste apropósito, verdad?— entrecerró los ojos, —justo cuando Alex tiene una tarde libre— exhaló a manera de resignación, —pero no importa, sólo porque es Nathy las cosas están perdonadas.
Tras bromear un poco más, Leonel se disculpó y se retiró a la cocina.
Una vez que estuvieron de nuevo a solas en el rincón, Raymundo observó la bolsita de celofán entre sus manos, se veía cuidadosamente atada; sería una pena deshacer el nudo y devorar las diminutas galletas.
—¿Te las vas a comer, sí o no?
—La verdad es que no quisiera, son muy... bonitas.
Thomas se echó a reír, —hombre, estás loco; sino las pruebas te perderás de una de las cosas más maravillosas que hay.
Al parecer todas las cosas que rodeaban a Leonel eran maravillosas: el local, las rosquillas, las galletas, incluso el panqué de vainilla el cual ya había devorado casi por completo.
—Si en verdad no las vas a comer será mejor que las guardes, si Joel las ve sería capaz de arrebatártelas.
Raymundo suspiró y guardó las galletas en el bolsillo de su chaqueta, luego el tema a tratar en la mesa fue su nuevo compañero. Thomas declaró no tener idea de la identidad del sujeto, pero que indagaría y usaría sus contactos para averiguarlo. Minutos después ambos policías se retiraron despidiéndose de Leonel y agradeciendo "el desayuno gratis".
—Es muy amable— dijo Raymundo cuando estuvieron camino a la estación.
—Lo es, en verdad lo es.
Entonces metió la mano en su bolsillo palpando las galletas de canela y agregó; —Leonel.. ¿él es... él está...?
—¿Soltero? ¡Wow! ¿De verdad te interesa?— por suerte para él, Thomas, quien le echó una rápida mirada de sorpresa antes de volver a prestar atención al camino, captó la idea y le evitó decirlo.
—¿Qué quieres decir con de verdad?— quiso mostrarse ofendido.
—Pensé que era imaginación mía cuando prácticamente te quedaste mudo ante su presencia, tartamudeaste y le miraste como idiota cuando te dio las galletas; pero ya veo que no, Thomas Saez aun tiene el don— celebró con regocijo.
Ferrer hizo una mueca con los labios ante la descripción acertada del conductor.
—Raymundo, no me lo tomes a mal pero— la voz de Thomas dejó de ser bromista, —pensé que después de lo de Ivan ya no deseabas algo... ya sabes, formal.
—¿Y quién dijo que sería formal?— habló rápidamente y sin meditarlo, simplemente fue como un "acto-reflejo" porque debía defenderse al escuchar el nombre de él.
Thomas apretó el volante entre sus dedos y endureció su gesto; acciones que no pasaron desapercibidos para el otro.
—Cuando dije que admiraba a Leonel no mentí, cuando le dije que pensaba que era genial es porque en realidad lo es; y cuando te dije que había trabajado duro no era más que la verdad— aparcó el vehículo, la estación no estaba muy lejos del local; Thomas giró y lo miró a los ojos; —eres mi mejor amigo y sé que no eres un conquistador ni un cazanova, sé también que nunca lo harías pero aún así quiero dejar en claro esto: con Leonel Castille no se juega, no de esa manera— incluso meneó la cabeza de manera negativa.
—No... no comprendo— entrecerró los ojos, su amigo estaba siendo demasiado misterioso; —¿acaso es un ex convicto o algo así?
—Claro que no. ¿Cómo puedes pensar eso? Sólo digamos que Leonel tiene... tiene prioridades y responsabilidades.
—Como todo mundo— aclaró Raymundo.
—Sí, pero...
—Oigan. ¿Se quedarán allí?— Joel se asomó, introduciendo la cabeza en el vehículo a través de la ventana de Raymundo, —traigan de una buena vez las rosquillas que tengo hambre.
Y a partir de ese momento ya no se mencionó nada más sobre Leonel.
El día en la estación fue algo aburrido para Raymundo, papeles y más papeles que archivar y releer; sin embargo el tema que había sido interrumpido por Joel aún rondaba en su cabeza: ¿Qué podría tener de malo estar con Leonel?... Bueno, en realidad Thomas nunca dijo que fuera algo malo; pero, vamos, su amigo se había comportado de manera muy extraña.
Aunque si lo analizaba mejor, ¿por qué le importaba tanto? La pregunta original sólo debió ser contestada con un sí o un no; Leonel era soltero o no lo era, punto. Y el hecho de que lo fuera no significaba que estuviese a su alcance, porque una cosa era no tener compromiso y otra muy diferente que le gustaran también los hombres; y la únicas pistas que tenía sobre ello era su amistad con Alexander y su dedicación a la repostería, que siendo sinceros esos dos datos no decían absolutamente nada sobre sus preferencias.
—¡Ding dong!— Thomas apareció en el umbral de la puerta, sonriente y como si el misterio de hacía unas horas no existiese; —hora de comer, detective Ferrer.
—¿Eh?— miró su reloj, el tiempo pasaba volando cuando se estaba ocupado... o divagando.
—Iré al centro comercial, hay un puesto de comida rápida muy bueno; ¿quieres acompañarme?
—Claro— lo que sea por dejar el escritorio, se puso de pie y preguntó; —¿Joel irá con nosotros?
—No, él prefiere quedarse aquí, ya sabes, comida casera— su esposa Pía siempre le empacaba una buena ración de alimento, aunque él después se la pasara buscando bocadillos o rosquillas.
Una hamburguesa era una buena comida rápida. Ambos policías comieron con ganas puesto que un panqué de vainilla y un expreso habían sido bien digerido horas antes.
—Pregunté sobre tu nuevo compañero— dijo Thomas de repente. —Y debo decirte que no es un él, sino una ella.
—¿Ah sí?
—Aún no hemos averiguado su nombre, pero mañana mismo la conoceremos.
—¿Por qué hablas en plural?
—Joel me ayudó a husmear en los archivos de Augusto; él también estaba intrigado— limpió rápidamente la comisura de sus labios y arrugó los desechables vacios.
—¿Por qué la prisa?— indagó Raymundo, usualmente quien terminaba de comer primero era el alto y esta vez aún le quedaban dos papas fritas y un poco de gaseosa.
—Alex y Nathy llegarán en cualquier momento.
Raymundo alzó las cejas, —pensé que vinimos por la buena comida.
—¡Y así fue! Pero no iba a desaprovechar esto, no siempre Alex tiene tiempo libre en un horario decente.
Raymundo engulló el par de papas y se bebió el refresco de inmediato, luego también arrugó la basura; —la próxima vez me gustaría que me avisaras de tus planes, así podría perderme por allí, no me agrada ser la tercera rueda— se puso de pie y tomó la charola de ambos para dirigirse al bote de basura más cercano; —ni tampoco quiero traumatizarme al presenciar alguna escena comprometedora.
—No seas tonto, no puede suceder nada porque Nathy estará aquí.
Tras deshacerse de los utensilios de plástico y cartón, Raymundo volvió a tomar asiento frente a su amigo. Nathy, ese nombre ya lo había escuchado, Leonel lo mencionó. ¿Acaso sería su novia o esposa? Eso tendría sentido y podría explicar la actitud de su amigo durante la charla interrumpida por Joel.
—Thom. ¿Quién es Nathy?
—Nathalia Castille es...
—¡Thommy!— una voz infantil vibró en sus oídos haciéndolos voltear en su dirección. Raymundo abrió un poco más los ojos al ver a Alexander llegar con algunas bolsas en la diestra y sujetando de la mano a una pequeña niña con la zurda.
—¡Hola princesa. ¿Cómo estás?!— con una gran sonrisa Thomas se puso de pie.
Alex soltó el agarre y la niña pudo avanzar los casi cinco metros que los separaban hasta llegar a la mesa y abrazar las rodillas de Thomas, —¡Compramos muchas, muchas cosas!
—¿De verdad?— se mostró sorprendido y le ayudó a subir a la silla junto a él. Ella meneó la cabeza frenéticamente de manera afirmativa agitando sus dos coletas; —¡Sí! Tío Alex me compró unos lápices de colores.
Raymundo observó a la pequeña detalladamente, tendría no más de seis años y hablaba de manera clara, se notaba que era lista; sus cabellos castaños eran brillantes y sus ojos almendrados eran muy lindos.
—¿Y sabes si tío Alex compró algo para mí?— quiso saber Thomas y le lanzó un guiño a su pareja, quien se había sentado frente a la pequeña pero al lado de Raymundo, fue algo así como un coqueteo y un saludo a la vez para con él.
Nathalia levantó los hombros y dijo con sinceridad—No lo sé. Pero compramos un bonito regalo para papi.
Raymundo pestañó de manera rápida, tratando decomprender e intuyendo el trasfondo de las palabras de su amigo: Leonel tieneprioridades y responsabilidades.
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