Capítulo 1. Traslado.


En la estación de policía, el alto detective sonreía mientras terminaba de vaciar las gavetas y cajones del escritorio para luego acomodar sus pertenencias en las cajas de cartón.

—Habla Ferrer— contestó el teléfono de la que pronto ya no sería su oficina.

—Justo acabo de escuchar el buzón de voz; esa una gran noticia— exclamó Thomas Saez al otro lado de la línea.

—Lo es, ni yo lo puedo creer— ensanchó su sonrisa y se pasó los largos dedos de la mano izquierda por su oscuro cabello.

—¿Ya encontraste un apartamento?— preguntó.

—Aún no; y bueno, quisiera saber si tú... si tú pudieras ayudarme a conseguir alguno.

—Mmm...— pareció pensarlo unos instantes, —creo que sí; sé de uno que pronto estará desocupado, se ubica en una zona tranquila.

—Suena bien.

—¿Cuándo llegas? ¿Quieres que te ayude con la mudanza?

—El lunes a medio día; pero no es necesario que...

—¡Perfecto! Augusto me debe un par de descansos, nos iremos de fiesta; por los viejos tiempos.

Rió; —claro, por supuesto—. Tras despedirse y colgar continuó con su labor en la estación; luego debía ir a su apartamento y continuar embalando sus pertenencias personales; no eran muchas pero no quería olvidar nada.

Thomas Saez y Raymundo Ferrer habían sido amigos desde siempre, y siempre su sueño había sido convertirse en defensores de la ley. Por ello habían tomado las mismas pruebas y exámenes, ambos habían aprobado y meses después decidieron tomar caminos separados: Ferrer se incorporó al departamento de narcóticos y Saez al de homicidios. Pero luego Thomas se mudó a la capital con la justificación de que en ese lugar habían "más acción"; y ahora Raymundo sería trasladado también a la capital debido a su buen desempeño, además de que él mismo había pedido su cambio.

El viaje a la gran ciudad fue más corto de lo pensó ya que durante el todo el vuelo había dormido, por lo que estaba dispuesto a llevarle el paso a su amigo: la personalidad de Thomas era bastante enérgica y demandante.

—¡Hermano!— la peculiar voz de Thomas no pasó desapercibida a pesar del bullicio de la gente que iba y venía por la sala del aeropuerto.

Raymundo sonrió ampliamente, su amigo no había cambiado mucho, su cabello era castaño y su estatura inferior sólo por unos centímetros podría pasar desapercibida por la atención que se le prestaba a sus tonificados brazos.

—¡¿Qué hay, Thom?!— se aproximó, pero en vez estrecharle la mano Thomas lo abrazó fuertemente.

—Me alegra que estés aquí.

—Y a mí me alegra tener una bienvenida como esta.

—Vaya, has crecido bastante— se separó y le revolvió el cabello azabache; —¿qué quieres hacer primero, quieres conocer el apartamento?

—Primero quiero algo de comer.

—Bien pensado, yo también. Iremos a mi lugar favorito— y lo guió hasta el área donde recogerían el equipaje.

Una vez que la maletas estuvieron seguras en la cajuela, subieron al Jeep de Thomas.

—En el Lucky sirven las mejores cervezas, y ni qué decir de sus aperitivos.

—Thom, no creo que sea conveniente ir a un club nudista, es demasiado temprano— dijo con tono burlón.

El conductor se echó a reír, —que el nombre no te engañe; aunque admito que tienes algo de razón, el Lucky sí es un bar pero hétero, y sólo por las noches; yo voy pero por la comida—; otra cosa que compartían era su gusto por las personas de su mismo sexo, eso lo descubrieron en la pubertad y al confesarse sus preferencias ese secreto los unió más como amigos.

Thomas puso sus direccionales para abordar la avenida, —y hay una cosa más qué aclarar mi amigo, yo ya no voy a esos lugares de perdición, ya no más.

—¿No?— Raymundo arqueó sus pobladas cejas.

—No— negó incluso con la cabeza, —de hecho antes de que te lleve al que será tu nuevo apartamento me gustaría que conocieras a alguien.

—¿Al casero?

—No exactamente— rió nervioso; —él será tu vecino y es... es mi pareja.

Raymundo silbó sorprendido; —¿formal?

—Bastante— se encogió de hombros, —bueno, en realidad llevamos saliendo casi cuatro meses— eso era bastante viniendo de alguien que no pasaba de las tres semanas con una persona.

—Comprendo— meneó la cabeza de manera afirmativa, —y me alegro por ti; ya era hora que maduraras.

—¿Acaso te parecía inmaduro?— dijo falsamente indignado.

—A veces sí, sobre todo cuando después de la tercera cita echabas a patadas a tu pareja en turno.

—¿Y qué me dices de ti? Después de lo de Ivan ya no has salido con nadie más— y quiso morderse la lengua pero era demasiado tarde, lo había remembrado.

—Thom, eso fue un golpe bajo.

—Lo siento— le miró rápidamente y luego volvió a posar su atención en el camino.

Raymundo exhaló y miró por la ventana; aquello era cierto, pero no podía evitar el sentir temor a ser lastimado de nuevo.

—Y dime, ¿cómo tomó Benjamin tu petición de traslado?— tras unos instantes Thomas quiso tomar otro tema.

—Casi echa fuego por la boca— sonrió Raymundo al recordar la expresión de su ex superior; —dijo que era una locura. Pero después mi postulación fue evaluada y al decidirse que era incluso una buena idea no pudo quejarse más.

—Él y Augusto se odian; imagino que parte del enojo de Benjamin era saber que no sólo iba a perder a uno de sus mejores hombres, sino que iba a estar bajo las órdenes de su archi-enemigo.

Raymundo rió, —no creo que se odien; sólo no se llevan bien, son muy competitivos entre ellos—; y vaya que lo sabía; Raymundo Ferrer sabía reconocer a los competitivos ya que él era igual de testarudo la mayor parte del tiempo.

~*~*~

El área de comida del hospital era pequeña y en ese momento estaba bastante tranquila; Alexander Vila suspiró y tomó asiento en una mesa para cuatro personas, sopló un poco su café antes de darle un pequeño sorbo. Estaba a la mitad de su jornada, una muy relajada por cierto, no se había presentado ninguna emergencia y sus tareas hasta el momento habían consistido en verificar a los pacientes que estaban en tratamiento, reposo y observación.

Sacó su teléfono móvil del bolsillo y miró el último mensaje que había recibido, había sido Thomas preguntándole si podía verlo, quería presentarle a su amigo, su mejor amigo policía.

—Hola, Alex; lamento la demora.

Giró el rostro al escuchar la contracción de su nombre y se sonrió; —descuida, sólo han sido unos minutos.

Thomas se acercó y besó su mejilla; —Alex; él es Raymundo Ferrer, esta semana se incorporará al departamento de narcóticos; —Alex meneó la cabeza e hizo una leve reverencia. Thomas continuó, —Raymundo, él es Alexander Vila, uno de los nuevos talentos de este hospital—. Raymundo también saludó; estaba sorprendido, jamás se imaginó que la pareja de su amigo fuera un médico.

Durante los siguientes treinta minutos platicaron de manera amena, Alex le habló sobre las cosas buenas de la capital y del barrio donde pronto viviría; mientras que Raymundo preguntaba cómo era que se habían conocido, y la respuesta fue bastante lógica cuando escuchó la historia sobre la herida a uno de los testigos de un caso que Thomas debía resolver, y justamente el testigo había sido atendido por Alexander.

—Es maravilloso y muy guapo, ¿no es cierto?— preguntó Thomas una vez que estuvieron solos; Alexander se había retirado puesto que sus minutos de descanso se habían finalizado.

Raymundo lo pensó unos instantes, la respuesta podría ser un arma de doble filo; si decía que sí, Thomas podría sufrir un ataque de celos como evidente enamorado; y si decía que no, también podría ocurrir lo mismo. Alex claro de color, la piel de su rostro se veía tersa, era obvio que se cuidaba demasiado, lo que le hizo preguntarse más de una vez durante su charla si se había hecho alguna cirugía plástica.

—Es alguien amable y educado; me alegra que salgas con un médico— respondió al palmearle el hombro; a lo que Thomas sonrió satisfecho.

~*~*~

El lugar era bastante bueno, el departamento era amplio y tenía un bonito balcón que daba hacia la calle; una habitación, cocina y suficiente espacio para poner un par de amplios sofás. Lo mejor era la tranquilidad, sus vecinos hasta ese entonces parecían silenciosos, aunque realmente al único que conocía era a Alexander que estaba al final del pasillo.

—¿Quién vivía aquí?— le preguntó a Thomas. El día anterior había terminado de instalarse y ahora su amigo le había ido a buscar para ir a la estación a presentarse.

—La señora Ramos, una mujer mayor cuyos hijos se la llevaron a vivir con ellos— explicó desde la cocina, donde había ido a dejar la taza en la que había tomado café.

—El lugar es bonito. No será difícil adaptarme.

—Para empezar esperemos que estés en casa lo suficiente para hacerlo— se refería a las a veces interminables noches de trabajo; miró su reloj de pulsera, —debemos irnos ya— anunció.

Al ingresar a la estación varios saludaron amablemente con un "buen día"; Thomas contestaba de igual manera y Raymundo meneaba la cabeza con una leve sonrisa. Saez era conocido por su buen trabajo y dedicación.

—¡Thomas, por fin! Pensé que moriría— un sujeto gracioso y un poco más robusto que el nombrado los interceptó; —el papeleo parecía interminable— se quejó.

—Te lo mereces, casi cagas el último caso— contestó Thomas.

—¿O sea que te estabas vengando al dejarme esa torre de documentos?

Thomas rodó los ojos y giró hacia su alto amigo, —Raymundo, te presento a Joel Goncalves, mi compañero y pareja de trabajo. Joel, él es Raymundo Ferrer, ha sido trasladado al departamento de narcóticos.

—Vaya— los ojos de Joel se abrieron un poco más, —he escuchado de ti; el jefe ha estado ansioso porque llegaras.

—No sé si tomar eso como un halago— sonrió Raymundo.

—Lo es; tu trabajo y récord de casos resueltos te precede, Augusto te atenderá de inmediato.

Augusto tenía los antebrazos sobre el escritorio y con ambas manos sujetaba la carpeta color crema mientras la leía por enésima vez. Raymundo agradecía esa pose, era mejor no verle a la cara, el jefe parecía nunca haber sonreído antes en su vida; era de temer.

—Me alegra que estés aquí; tienes un muy buen currículum— dijo por fin, cosa que no era coherente con su expresión facial.

—Gracias, señor. Daré lo mejor mi.

—No lo dudo— hizo una pausa al mismo tiempo que colocaba a un lado la carpeta, se aclaró la garganta y dijo; —sé que lo sabes, pero aún así te lo repetiré. El que seas amigo de Saez o recomendado por Benjamin Sotelo y Ricardo Guillén no te da ningún privilegio. No soy homofóbico ni racista, tampoco feminista ni machista, yo siempre trato de dar un trato equitativo, por lo que tus gustos, preferencias y lo que hagas en tus tiempos libres no me interesa, siempre y cuando no sean cosas ilícitas; solo quiero buenos resultados, ¿entendido?

—Entendido.

—Y algo más; por ahora estarás solo, en unas semanas sino es que antes te asignaremos a tu pareja de trabajo. De ahora en adelante te reportarás con Braulio Roca, él es el jefe del departamento de narcóticos, si no cumples entonces te las verás conmigo.

—Sí.

—Eso es todo; y bienvenido Ferrer.

La estación no era para nada pequeña, allí mismo se encontraban varios departamentos; entre ellos el de homicidios a cargo de Lucio Galán, y el de narcóticos bajo la supervisión de Braulio Roca.

—Este es uno de los que no se han resuelto— dijoRoca, ahora sí ya entrando en materia de trabajo tras las presentaciones ybienvenidas; dejando caer una carpeta sobre el escritorio; —estúdialo,analízalo, haz tu magia y dinos qué hemos pasado por alto— le sonrió; —esa serátu primera tarea.    


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