Capitulo final

Aaron angustiado, estaba usando toda la fuerza que tenía para llamar la atención de la señora Scott, avisarle de alguna forma; que Anabel estaba por hacerse daño.

Prendió y apagó las luces, pero tanto Carol como su actual visita pensaron que había un cortocircuito. Ellos se encaminaban al cuarto de Evan. Él no perdió el tiempo y fue hasta estar frente a la cama de su amigo. Miró desesperado a todas partes, hasta que dio con una posible solución.

-Lo siento Evan, pero no la puedo dejar morir -Aaron entró al cuerpo de su mejor amigo, la sensación de vértigo que sintió fue tan fuerte como la batalla que realizaba dentro del maltrecho cuerpo. Debía hacer todo lo que estuviera en sus manos para sacar el alma del joven y ocupar su lugar-. Evan, no seas egoísta. Hace mucho que estás muerto y no has querido abandonar este cuerpo. Te debes ir, ella no tiene por qué pasar por toda esta mierda.

El alma de su amigo empezó abandonar su cuerpo, dejando poco a poco a Aaron dentro.

-Hacía meses que esperaba por ti -Dijo la voz lejana de Evan-. Tú no debías morir, solo yo y por eso ahora mi cuerpo es tuyo. Se feliz, amigo.

-Si Anny te hubiera escuchado, seguro hubiera pensado que de verdad somos gay -Evan y él se encontraban en completa oscuridad dentro de su mente, los únicos que brillaban allí eran ellos, la risa que se le escapó por el comentario de Aaron, fue el único sonido que retumbó en el espacio-. Gracias. En serio muchas gracias. No entiendo mucho, pero lo que me interesa ahora es salvarla.

-Gracias a ti, Ron. Espero no verte pronto y suerte.

Aaron luchó para que el débil cuerpo reaccionara a sus exigencias. Tenía que abrir los ojos, algo; y lo logró, de a poco sus parpados se abrieron, mostrando ante él una perspectiva de la habitación un tanto borrosa. Los ojos de Evan eran miopes. No veía formas, solo destellos de luces. Esperaba que el sacrificio de su amigo valiera la pena, de lo contrario estaba acabado.

-¡Oh por Dios! -gritó extasiada Carol-. ¡Ha despertado! ¡Richard mi niño ha despertado! Llama a Michel -arrodillándose ante su hijo, empezó a besarle la frente, la mejilla y todo mientras lágrimas de felicidad corrían por su rostro-. Mi bebé.

-A... -La garganta le dolía y raspaba cuando trataba de hablar, pero aunque sangrara lo haría igual-. A-na-bel -Tuvo que tomarse un momento más para tomar fuerza y aire-.Su-i-ci-dar. -Los ojos de Carol se abrieron como platos, pero sin cuestionar nada. Salió disparada hacia la habitación de la jovencita.

- ¡Richard! ¡Richard! ¡Ayúdame!

-¿Qué pasó? acabo de llamar a Michel. Me acaba de decir que va a regresar.

-Anabel sé trancó en su habitación, algo malo está pasando -No le dijo que fue su propio hijo quien le había comentado que algo andaba mal-.Tumba la puerta, no tengo llaves de ese cuarto. Michel las tiene en su llavero.

Richard no se hizo esperar. Con tres empujones tumbó la puerta, una vez adentro se sobó el hombro. Carol confirmó que su hijo tenía razón. La niña tenía las venas cortadas y se encontraba tirada en el medio de la habitación. Estaba en shock, quería reaccionar pero su cuerpo se había quedado paralizado.

-Llama a una ambulancia. Yo me encargo de detener el sangrado lo más que pueda -Ordenó Richard, mientras tomaba una franelilla y la convertía en gasas provisionales para tratar de parar el flujo de sangre- Carol, reacciona y busca ayuda.

Luego de eso todo fue un caos, la ambulancia, los vecinos chismosos arremolinados al frente de su casa; para saber qué había pasado. Los rumores no se hicieron esperar, unos más absurdos que otros. Muchos decían que Anabel había hecho un ritual de sacrificio para que Evan despertara del coma y cosas por el estilo.

Los días en la clínica fueron un martirio, unos sentimientos agridulces batalla para dominar a Carol, que por una parte estaba muy contenta de que su hijo regresará de ese letargo, angustiada y triste por Anabel, esa jovencita que había prometido proteger.

Lo cual sentía que no lo hizo muy bien. Pero por otro lado; la duda, la incertidumbre de no saber qué había pasado realmente en su casa. Nada de lo que ocurrió en su hogar fue algo normal.

**

Anabel no entendía qué ocurrió, se dejó arrastrar por la tristeza, y la depresión había podido con ella. Ni siquiera se había dado cuenta de lo que hizo hasta que despertó en el hospital.

Salió de la consulta con el psicólogo del hospital, Michel la esperaba en la sala de espera. Con un ademán de manos la instó a que se sentara y esperara mientras hablaba un momento con el especialista. Una vez que terminó se sentó con ella.

-Tremendo susto nos has dado -La miró seriamente-. Carol y yo nos sentimos un poco mal por no haberte cuidado más.

-Ustedes no tienen la culpa de nada -susurró apenada- Todo estaba en mi cabeza. Ahora lo sé. Yo pensaba que ustedes solo me cuidaban por compromiso. Y mi tristeza me llevó a imaginarme cosas; todo nació de mi estrés post-traumático y no pude distinguir la realidad de la ficción -Anabel se retorcía los dedos con nerviosismo-. Yo de verdad lamento causarles problemas.

-Quiero que una cosa te quede claro -La reprendió con la mirada-. Nosotros no decidimos cuídate solo porque se lo prometimos a tu madre. Lo hicimos porque te queremos, eres como una sobrina para nosotros. Te vimos crecer, cuidamos de ti cuando eras más pequeña -Tomó sus manos-. Jamás permitiríamos que terminaras en un orfanato. Y que conste; nunca serás una molestia y mucho menos un problema para nosotros.

La joven no pudo responder por el nudo que tenía en su garganta. Pero no hizo falta decir nada. Todo había sido aclarado. Luego de que ambos se recompusieron, se alzaron para dirigirse hacia la habitación de Evan.

Abrieron la puerta de la habitación. Michel se acercó a su esposa, la cual se encontraba sentada cerca de la cama de su hijo. Creando así el hermoso marco feliz de la familia Scott. Ella se acercó un poco para ver a Evan acostado en una cómoda cama, sin apartar sus ojos de Anny.

-¿Qué tal la terapia? -Varios días pasaron, no sabía bien: desde que ella había intentado atentar con su vida, así como también de que Evan reaccionara. Después de más de año y medio en su sueño consumidor. Lo habían dejado un poco más para hacer las terapias pertinentes y para mantener su salud bajo control.

-Se me había olvidado comentarte. Va muy bien, los médicos están sorprendidos -Michel miró con orgullo a su hijo -Hoy salió algo bien en varias pruebas de reflejos. El proceso de recuperación es lento, pero seguro. Deben seguir sobre él para descartar secuelas.

-Correcto -Interrumpió su esposa-. Es una gran bendición tener a mi hijo con nosotros -Sonrió Carol, mientras le revolvía el cabello rubio a su pequeño-. Más no podemos bajar la guardia, según los médicos, mientras más tiempo una persona esté en coma, más probabilidad tiene de presentar secuelas -Evan le hizo una débil seña a su madre-. Cariño vamos por un café, dejemos un rato a los niños solos. -Michel que era un hombre un tanto inocente, no se había dado cuenta de lo que realmente pasaba en la habitación. Asintió y se fue al cafetín junto con su esposa. La cual sabía un poco ya de lo que ocurrió en su casa.

-Tus padres están muy contentos de que volvieras en sí -murmuró cohibida por la mirara penetrante que le ofrecía el chico.

-Como sea -la cortó usando un tono de voz baja y algo brusca-. No sabes lo preocupado que estuve por ti Anny, pensé que moriría otra vez cuando vi lo que intentabas hacer.

-¿Qué? -Anabel no entendía nada.

-Tengo que explicártelo con manzanas, señorita anaconda y cascabel -Los ojos de Anny se abrieron como platos, no era posible. El doctor le había dicho que todo había sido producto de su imaginación. Las lágrimas no se hicieron esperar, brotaran y surcara sus rojas mejillas-. Soy yo -Le pidió que se acercara. Por más que quisiera, zarandearla, abrazarla, no lo podía hacer por ahora con ese cuerpo en el que habitaba-, Tuve que mentirle a la señora Carol, nunca le he mentido a esa mujer. Tuve que decirle que tú me hablabas en las noches, para que no sospechara más de nosotros. Los médicos le han dicho que era muy posible que yo, es decir; Evan hubiera despertado del estado de coma hace meses y por eso podía escucharte. Que una gran fuerza de voluntad, y que con eso tuve suficiente motivo para abrir mis ojos, hablar un poco y desmayarme otra vez -La recriminaba, pero a la vez sus ojos brillaban por verla más repuesta. Por saber que estaba bien- Pero nadie sabe que en realidad soy Aaron. Solo tú.

-Yo. Lo siento, de verdad. Fueron muchas cosas, ni yo misma sé como llegué a ese extremo -Su barbilla temblaba, se le hacía tan raro hablar con él así; Tan diferente, pero a la vez sabía que era Aaron.

-Ahora ya puedo.

-¿Puedes? -Carraspeó para ubicar sus ideas- ¿Qué puedes? No comprendo.

-Tocarte -Tomó su mano, acariciando el espacio vendado de su muñeca- Tener el honor de darte ese beso que me habías pedido -Anabel sonrió llorosa, mientras asentía.

Aaron en cambio depositó un beso en sus muñecas, donde se encontraban sus nuevas cicatrices. Él se carcajeó cuando vio la pequeña y mal disimulada decepción en su rostro.

-Eres lo mejor que me ha pasado en todo este tiempo. Te encontré cuando más sola me sentía, y tengo miedo de todo esto; de lo que siento por ti. Te prometo que no volveré a caer. Lucharé, por ti, por mí, porque te quieto, Aaron.

Anabel se acercó un poco más, sellando el nuevo comienzo de sus vidas con casto y dulce beso en los labios. Serían los dueños de sus vidas y pintarían juntos los caminos que recorrerían hasta soltar su último aliento. Aunque se perdieran en el camino, buscarían la forma de encontrarse.

FIN.

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