Niebla dispersa

No fue un buen día, cuando su hermano salió del consultorio, tenía los ojos rojos y mostraba una horrible mansedumbre, escasas veces lo ha visto así, pero definitivamente las tiene aborrecidas.

Felix no soltó ni media palabra en lo que restó del día. Cuando llamó al psiquiatra para preguntar, fue él el que se vio interrogado, ese hombre le estaba haciendo preguntas que sus padres ya habían respondido, tuvo que cuestionarse en si debía responder con sinceridad, pero al final terminó acobardándose y respondió igual que sus padres. Felix no se merece eso.

No puede dormir por estar dándole vueltas al asunto, por donde lo vea, no está bien.

Es seguro que a esa hora Felix está despierto. Jong-Suk se mantiene alerta.

Mientras tanto, Felix en su cuarto, parado frente a su ventana, acariciando el frío cristal que lo mantiene a salvo del fuerte viento que afuera azota los árboles. Su estúpido doctor inquirió en la primera cita lo que lo está atormentando cada noche. Ese algo que le falta, está seguro de que no está en esa casa. En cada desvelo involuntario, su ventana abierta deja entrar la brisa que por debajo de las sabanas le acaricia, haciéndole temblar ante el delirante sentimiento de soledad.

Hoy la brisa es violenta, tal vez una posible tormenta en pleno verano, las posibilidades se abrazan según el salvaje deseo de la naturaleza en dejarse ver frustrada por su deterioro a causa humana.

Felix sale de su cuarto con prisa, son casi las doce. Su desesperación es casi tan bruta como las ansias de castigo de la madre tierra. Es sublime, inquieto, las rudas caricias del viento allá afuera pueden doler, se detiene frente a la puerta. Lo que piensa es una locura y enseguida se siente incapaz y débil.

El minuto que se quedó parado frente a la puerta, fue suficiente para traer a Jong-Suk hasta encontrarlo quebrado en el suelo, llorando a lágrima limpia, extrañando algo que no recuerda, frustrado y decepcionado de sí mismo.

Para Jong-Suk fue suficiente verlo así, sería la última vez. Hoy, Felix llegó más lejos, aunque solo con sus pies calzados y el suéter gris que llevaba puesto no sería suficiente para salir a la calle. Jong-Suk se agachó hasta tener al alcance el rostro empapado de su hermanito, posó una de sus manos sobre la cabeza que se apoyaba sobre las rodillas que se notan temblorosas.

—¿Dónde quedó mi vida?— le preguntó con la voz quebrada, ya es un adulto, pero se siente como un niño abandonado y desprotegido —Jong-Suk...— se dejó jalar hacia arriba hasta estar de pie. Del llavero que se encuentra atrás de él, Jong-Suk estiró el brazo hasta tomar las llaves del auto de su padre.

—Vamos a buscarla, Felix.

La confusión se apoderó de él, pero su hermano no le dejó preguntar, lo vio volver por las escaleras y un minuto después estaba regresando a la puerta con él con el celular en mano.

Jong-Suk decidido, llevó a su hermano hasta el auto y lo hizo subir, luego subió él, y sin importarle el rugido del motor despertando al dueño del vehículo, se puso en marcha sin darle oportunidad a su padre para salir y averiguar si era que se estaban robando el auto, o su hijo mayor lo estaba desafiando directamente.

Se alejó de la casa viendo por el espejo retrovisor las luces encendidas, lo sentía por su madre, por quitarle la oportunidad de despedirse de Felix.

Y hablando Felix, el pobre ahora estaba asustado al ver a su hermano con una expresión tan seria, conduciendo a alta velocidad por las desoladas calles donde la ventisca se pierde entre edificios no tan altos.

—¿A dónde me llevas?

—Quiero que me escuches atentamente, Felix... pero primero quita esa cara susto, esto me lo agradecerás algún día— la expresión confusa de pecoso era más fácil de sobrellevar que el terror con el que lo miraba hasta hace unos segundos, seguro pensó que había enloquecido y quería abandonarlo en algún callejón oscuro lleno de ratas por andar de llorón —Primero... No pasaste ocho años en coma, solamente fueron dos.

—¿Qué?— preguntó incrédulo —Espera...— ya antes sospechaba que había mentiras en su supuesto hogar, pero no esperaba que empezaran a revelarse con algo así de grande —No sé sí quiero saber el resto— el maldito de Yoongi tenía razón con respecto a su contradictoria situación de enterarse de su pasado.

—Debes saberlo...

—No...

—¡Felix!— frenó de golpe, asustó a su hermano con eso —¿Quieres regresar y enfrentarlos a ellos? Podemos hacerlo, pero estoy seguro de que no te atreverías a preguntarles nada.

—Debieron tener una razón para mentir— se siente estúpido por estar dando excusas, y la parte inconsciente que retiene sus frustraciones le está gritando con fulgor que no sea cobarde.

—Claro, con esa razón te arrebataron la vida y por eso estás así ahora... Realmente extraño al hermano que se rebeló ante mi padre. No tenías miedo en ese entonces, después de un tiempo de asimilar las decisiones que tomaste, empecé a admirarte por tu coraje— volvió a poner en marcha el auto, no le dejaría a Felix tomar la decisión esta vez, su temor lo haría equivocarse —Quiero recuperar a mi hermano bastardo. Tienes que escucharme.

Se puso nervioso, antes buscaba una oportunidad para saber en qué realidad vivía, pero ahora que le llegó de golpe y en medio de una noche turbulenta, se le antoja volver a su cuarto a encerrarse. Jong-Suk citando a alguien a un determinado lugar por el celular lo estaba poniendo más inquieto.

Con los ardiendo y viendo el camino que se abre frente a él, sin ninguna otra opción, Felix tomó la oportunidad aunque pudiera sobrepasarlo.

—¿Por qué mintieron?

Ahora es Jong-Suk el que tiene que prepararse mentalmente para lo que va a decir, la expresión ausente de su hermano volvió, es preocupante, pero es seguro que lo escuchará.

—Solo querían una excusa para llenar el tiempo que pasó desde que decidiste cambiar de familia... tenías dieciséis años, ya andabas de loquito— sonrió con tristeza al recordar sus rabietas y celos —Te enamoraste, y pronto nuestros padres se enteraron, creí que ibas a obedecerle a papá...

—¿No lo hice?— eso le sorprende un poco.

+—Claro que no, tu novio te contagió lo salvaje y sacaste las garras...— hasta lo dijo con humor.

—¿Novio?— esa sorpresa es aún más grande. Su corazón se acelera y su cabeza la siente girar, la información llega demasiado rápido.

—Ese era el problema, Felix, te enamoraste de un chico y nuestros padres no lo aceptaron... y tú no aceptaste eso, te fuiste de casa con ese chico. Realmente me sorprendí, no esperaba que lo hicieras.
—¿Qué pasó después? ¿Cómo terminé en el hospital?— vio a Jong-Suk con desesperación, demasiado ansioso por enterarse de algo que posiblemente le provoque un colapso mental.

—Te diré que incluso yo no lo aceptaba, creímos que te arrepentirías con el tiempo y volverías a casa, estábamos seguros de que aceptarías que lo que hiciste fue un estúpido error... pero pasaron los años y no regresaste. Me enteré de que seguiste estudiando hasta acabar la segundaria, investigué un poco más y supe que seguías con él, que trabajabas con él y empezaron la universidad juntos... su familia les dio el apoyo que nosotros les negamos.

—Jong-Suk, ¿Cómo terminé en el hospital?— le está exigiendo saberlo.

—No fue mi culpa, yo ni siquiera estaba ahí...— se arrepintió después de permitirle a su padre salir ese día —Papá estaba furioso, se enteró de que me mantenía en contacto contigo y fue a buscarte... estaba ebrio cuando salió de casa, y unas horas después nos llamaron del hospital... ahí estabas tú, casi al borde de la muerte. En otra habitación estaba papá... y en otra estaba Christopher. No sé cómo acabaron así las cosas, pero sí fue un accidente— eso les habían dicho en el hospital.

—Christopher...— otra vez sus ojos querían desbordarse —No lo recuerdo.

Jong-Suk sabe que le duele, que talvez esa no es la manera correcta de revelar semejantes hechos, pero su hermano debe recuperar la fortaleza que ha olvidado.

—Nuestro padre fue el primero en recuperarse, en cuanto salió del hospital ordenó tu transferencia, ya estabas en coma y Christopher aún no se recuperaba. Nos mudamos a esta ciudad y cuando despertaste, la felicidad nos duró poco, tú no recordabas nada.

—Eso si lo sé...

—Lo que no sabes es que mi padre decidió dejar en el pasado toda tu vida lejos de nosotros, por eso nunca te mencionamos nada de esto, solo las partes de nuestras vidas antes de que te desviaras... ellos pensaron que era lo mejor para ti.

—¿Por qué nunca me buscó él?— tenía en verdad muchas preguntas, pero esa fue la primera que su lengua gesticuló.

—No lo culpes...— los aguijones de culpa los está recibiendo él —Le dijimos que habías muerto.

Cerró los ojos y se sostuvo la cabeza, tenía unas enormes ganas de llorar y gritar, lo que su familia hizo fue extremadamente cruel, pero en este momento no tiene idea de qué hacer, más que seguir en el auto esperando a llegar a donde sea que su hermano lo está llevando y así poder respirar profundamente para calmar el escándalo que hay en su interior

—Perdóname, hermanito... desde hace mucho me di cuenta de que no estarías bien con nosotros y no hice nada para ayudarte de verdad.

No le dijo nada, aunque en su mente se está retorciendo por gritarle hasta hacerlo sentir mal, desconoce por completo toda esa agresividad que en su cabeza se esconde, talvez es así desde antes pero no está seguro. Con todo lo que le acaban de soltar, desea volver a estar en coma, no sabe cómo enfrentar eso.

El viaje duró un poco más de una hora y acabó en un vecindario de la ciudad adyacente a la que actualmente viven. Una casa de dos pantas pintada en gris plomo los recibió completamente desalojada, las paredes interiores aún mantienen los tornillos de los posibles retratos que ahí colgaban, el polvo es mínimo y no huele a abandonado, alguien se encarga de darle mantenimiento y aseo al lugar.

—Aquí crecimos, Felix... ¿No te trae recuerdos?— pensó que un lugar verdaderamente familiar podría ayudarle a recuperar algo de su memoria.

Felix solo observaba detenidamente cada parte, un vago sentimiento de nostalgia fue todo lo que le llegó, pero no recuerdos.

—Me siento mareado.

—¿Eso qué significa?... No soy tu psiquiatra, ¿Te resulta familiar?... mira esto— fue hasta al pie de las escaleras, en la pared había una marca, como un rasguño —Me lanzaste un vaso de vidrio una vez— Felix se sorprendió —Te había dicho que te llevaría a un burdel para quitarte lo estreñido.

—¿No te dio el vaso?

—No.

—Que lastima.

—Ya suenas como antes, eso es bueno.

—Me es difícil de creer— se acercó, acarició la marca y pudo jurar oír el grito incrédulo de su hermano por atentar contra su vida. Miró hacia arriba y terminó por subir los escalones al segundo piso, abrió la primera puerta y no había nada más que un espacio vacío y más empolvado que el resto de lo que había visto —¿Quién dormía aquí?

—Nadie, es una las tres habitaciones que siempre estaban vacías, para las visitas— cerró la puerta e hizo que Felix lo siguiera —Tienes que ver tu cuarto.

—¿Quién limpia este sitio?

—Vengo de vez en cuando sin que mis padres lo sepan, iban a vender la casa pero los convencí de que me la dejaran a mí— entró al cuarto y Felix después —Resultó de gran ayuda al final.

—¿Por qué hay una cama?— es lo único en la habitación, se supone que no debería haber nada ahí tampoco —¿Duermes aquí?— su hermano no le contestó, solo se acercó hasta la cama, se agachó de debajo sacó una caja un poco más grande que una de zapatos —Jong-Suk...

—Yo no duermo aquí...— la dejó sobre el colchón al tiempo que el rugido de una moto llegaba hasta la orilla de la calle donde estaba parqueado el auto. Felix se acercó a la ventana para ver el sujeto que bajaba de la moto.

—Viene hacia acá ¿Quién es?

—Tienes que ver esto— vació el contenido de la caja, eran fotografías, muchas fotografías —Quédate aquí.

—Espera— su hermano cerró la puerta sin darle respuesta. Giró el rostro hasta el reguero de fotos sobre la cama.

Eran suyas. Suyas y de un tipo que en todas ellas lo abrazaba. Ambos sonrientes. Su pecho volvió a doler, entre las fotos había papeles doblados con largos párrafos escritos con una impecable letra acompañadas de un pequeño gusanito al final de cada escrito, algunas partes estaban borradas, quizás con agua, lagrimas, y sobre esas secas cayeron nuevas.

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—Tardaste en venir, esperaba que ya estuvieras aquí.

—Estuve media hora pensando en que solo querías burlarte de mí— Jong-Suk hizo una mueca ante lo que escuchó —El resto del tiempo estuve buscando la llave de la moto.

—No puedo creer que sigas usando esa cosa.

—Evita el tráfico.

—Son las dos de la madrugada— no hubieron risas, sus encuentros no eran amistosos y menos agradables, aunque tampoco resultaban en peleas, simplemente se reunían para mantener informado a uno, y para calmar el pesar del otro —Está arriba...

Los ojos azabaches se abrieron grande al escucharlo.

—¿Hablas en serio?— su voz se quebró

—Se acabó el descanso, ya te toca cuidarlo— caminó hasta la puerta donde su invitado aún permanecía —Por favor, cuida bien de él, Chan— pasó a su lado y al abrir la puerta el otro lo detuvo.

—¿Piensas irte así nada más?— no entiende por qué Jong-Suk está tomando esa decisión, pero le está sonriendo —¿Por qué?

—Está bien... Felix ya está en casa.

Lo dejó marchar, la puerta se cerró y unos segundos después el auto arrancó.

Se quedó ahí parado pensando en todo lo que hasta ese momento había vivido.

Le dijeron que murió y después de eso su vida quedó totalmente destrozada durante más de un año, un día Jong-Suk vino y le dijo que Felix estaba inconsciente en otro hospital, en otra ciudad, lejos de él. Se fueron al suelo a golpes esa vez. 

Saber que estaba vivo fue un trago amargo, nunca pudo ir a verlo, Jong-Suk no lo dejó, sin embargo lo mantuvo al tanto constantemente, desde que Felix despertó sin memoria hasta este momento, se mantuvo al margen obligado a no hacer nada estúpido para evitar que Lee Seung-Joon volviera a hacer de las suyas.

Fue doloroso, pero soportable hasta cierto punto, siempre confiando en que algún día Felix regresaría a él. Y ahí lo tiene ahora, en la habitación que algunas noches ha usado buscando algo de consuelo ante la soledad que ha enfrentado durante más de dos años, recurriendo a los recuerdos que en una caja ha mantenido guardados para saborear tristemente la loca felicidad que antes vivían.

Se creyó valiente y apto para enfrentar ese momento, pero sus piernas flaquearon a cada escalón que subía, sus manos empezaron a sudar y el nudo en su garganta le hizo dolorosa la tarea de pasar saliva. Abrió la puerta del cuarto y sus ojos no pudieron más al ver al pecoso soltando gruesas lágrimas mientras abrazaba contra su pecho todos aquellos recuerdos que su mente había perdido.

—¿Quién eres?— le preguntó con dolor, con la vista empañada y sin poder ver bien el rostro del hombre que lentamente se acercaba hasta arrodillarse frente a él —¿Chan...?— no lo recuerda, pero esos ojos azabaches son los mismos que los de las fotografías, reflejan el agonizante dolor que él mismo siente. Las manos que se posan sobre sus piernas son las mismas que con linda letra escribieron cuanto lo extrañó. Los brazos que ahora lo abrazan, los labios que besan su frente, el calor que ese cuerpo le brinda, la seguridad, el amor, el anhelo que lo envuelve, es lo que ha estado extrañando cada noche de insomnio.

—Tu estúpido novio está aquí... tranquilo, amor.

Es difícil consolar a alguien cuando se está tan destrozado como él.

Esa noche lloraron hasta la saciedad, Felix encontró su sueño y Christopher se quedó para cuidarlo, recostados sobre recuerdos que solo uno mantiene y que el otro añora recuperar, cobijados por la fría madrugada que habría paso a un nuevo amanecer y un cielo todavía con rastros de tormenta.

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