FOUR


Perfecto, señor Yang, su cita queda agendada para esta noche a las nueve en la suite del hotel Palace.

Jeongin agradeció y colgó la llamada, acostado en su cama mientras miraba al techo, anticipando lo que pasaría en la noche y con un revoltijo en el estómago. De nuevo.

Durante todo ese tiempo, había fantaseado con aquel encuentro. El chico definitivamente sabía hacer su trabajo, sabía cómo ponerlo desde el segundo cero. No pretendía hacer de los encuentros algo muy recurrente, estaba convencido de reparar su mundo antes de siquiera pensar en aceptar tener sentimientos por alguien más. Quería ser un poco más a analítico sobre a quién le daba la ventaja de tener su confianza.

...

— Nueve de la noche, suite del hotel palace.

— Oh, por Dios, la suite... debe ser alguien con mucho dinero.

Ya lo conoces. Yang Jeongin.

La respiración de Hyunjin se trabó y comenzó a toser de manera descontrolada mientras su corazón golpeaba sin cesar.

— Lo siento, t-tengo una alergia... Ahí estaré, gracias Ten. — dijo, para luego colgar la llamada con el manager.

El crush enorme que tenía por ese hombre era algo que nunca había pensado en experimentar. Había sido acompañante de muchísimos hombres, incluso mujeres y algunos muy bien parecidos, pero no había sentido nada por ninguno de ellos más que el compromiso de hacer un buen trabajo.

Sin embargo, Yang Jeongin tenía algo que lo hacía desear derretirse en sus brazos y empaparse de sus gemidos. Era el hombre más caliente que había conocido, el hecho de que volviera a contactarlo le daba vueltas a todo su mundo de fantasía en la que se conocían de verdad.

Pero Hyunjin sabía mejor que nadie, que gente como él no estaba hecha para estar con gente como Yang.

Con eso en mente, decidió entrar al edificio y hacerle frente a su trabajo con profesionalidad. Ingresó la tarjeta en el lector y abrió la puerta, tenues luces lo recibieron y toda esa idea de no sucumbir a sus deseos se fue a la mierda en el momento en el que vio a Yang Jeongin disfrutando de una copa de vino en el balcón del lugar, con una camiseta desprolija y la mirada puesta en él.

— Hola, Sam.

Juró sentir las piernas flaquear al escuchar su voz llamándole por su apodo, trastabillo un poco al cerrar la puerta y se acercó al joven. Este dejó la copa en la mesa de centro y le indicó que se sentara en sus piernas.

— Hola, señor Yang. — saludó, intentando victoriosamente que su voz no sonara temblorosa, al contrario de sus manos. — Me honra que quiera mi compañía otra noche.

— Yo debería estarlo, debes ser alguien bastante solicitado.

— ¿Por qué supone eso? — cuestionó interesado, colgándose del cuello del mayor. Comenzando un camino de besos que iban desde su pecho descubierto hasta su oreja.

— Porque me has demostrado que vale cada segundo tener tu compañía — susurró, echando el cuello hacia un lado, disfrutando de las caricias del chico.

— Entonces me esforzaré mucho más por hacerlo volver a mí, véase como un cliente frecuente, señor Yang — susurró de manera suave, colocándose a horcajadas en el regazo del pelinegro.

Los jadeos no tardaron en llenar el silencio en la habitación, Sam se frotaba con vehemencia en el bulto creciente de Jeongin, mientras este se adelantaba a quitar con creciente desesperación la ropa del, esta vez, peliazul; Cuando este ya estuvo semidesnudo aprovechó para chupar sus pezones, escuchando los gemidos con placer.

Tomó al chico de los muslos y lo llevó a la cama, acostándolo con delicadeza, trazando un camino de besos por su abdomen y quitando su ropa interior, maravillado por el cuerpo tan hermoso que este poseía. Miró su rostro, deseando poder conocerlo sin ese molesto antifaz, y tomó el miembro del joven, el cuerpo de Sam tembló y soltó un alarido de placer que envió una descarga por todo su cuerpo. Su mano se movía de abajo hacia arriba, presionando de vez en cuando su punta, cosa que lo hacía arquearse y pedir por más.

— Chupa — indicó al chico, metiendo dos dedos a su boca, cosa que acató al instante, empapándolos de saliva — Verte así de vulnerable me hace querer cogerte hasta que no recuerdes nada más que mi nombre.

— Por favor, s-señor Yang, hágame olvidar hasta el mío — siseó con suplica, frotando su trasero contra la erección cubierta de Jeongin. El mencionado acarició el anillo de Sam, tentando la zona hasta meter su dígito, el chico respingó por la intromisión, al cabo de unos segundos sintió dos de los largos dedos del pelinegro en su interior, con movimientos de tijera que lo estaban preparando para lo mejor de la noche.

Escuchó a Jeongin deshacerse del cinturón, la hebilla golpeando el suelo, después el sonido de la cremallera de su pantalón ser bajado y la tela cayendo al suelo, en ningún momento sus dedos dejaron de entrar y salir de Sam.

— ¡Ah, sí, sí! — gritó, cuando el contrario encontró su punto. Este decidió que era suficiente y sacó los dedos de su interior, mientras se quitaba el resto de la ropa — ¿Por... por qué paras? — cuestionó el peliazul, jadeante.

— Qué perra egoísta eres, ¿crees que la diversión es sólo para ti? arrodíllate y chúpamela, tal vez así te ganes la cogida por la que tanto ruegas — se mofó Jeongin, con un risilla que hizo a Sam estremecerse.

El chico había olvidado el tipo de rol que Yang tomó en su encuentro pasado, cosa que agradecía, porque con tan sólo esas palabras estaba ansioso de tragárselo y obedecer a todo lo que Jeongin le dijera.

Se encaminó hasta estar entre las piernas del hombre, quien acariciaba con lentitud su falo, quitó la mano de este y lo cubrió con la suya mientras daba pequeños besos en la punta y la extensión.

— Lo siento tanto, tanto, tanto, señor Yang — susurró, acariciando con su nariz la piel húmeda del pene que poseía entre sus manos. Dejando una lamida que hizo a Jeongin sisear y tomar su cabello.

— Empieza — demandó, metiendo el pedazo de carne caliente en la cavidad bucal del peliazul. Follando su boca, sin detenerse ni titubear en ningún momento, hasta que sintió que estaba a punto de correrse. Retiró su falo de la boca de Sam, que estaba empapada de saliva que se escurría por toda su barbilla y bañaba la extensión hasta volverla brillante ante los reflejos de la luz que entraba por la ventana. Un hilo de saliva que conectaba los labios regordetes de este y la punta rosada de su miembro. — Quiero correrme en tu culo.

El menor asintió frenéticamente mientras se subía al regazo de este y frotaba su húmedo anillo con el pene del contrario, haciéndolos soltar un gemido que avivó el ambiente para ambos. Sam alineó a Jeongin en su agujero y fue bajando hasta tenerlo todo por completo dentro de sí, Yang acarició sus mejillas y dejó un beso en el cuello del contrario hasta que se relajara. Cosa que funcionó porque este no tardó ni un minuto en comenzar a subir y bajar de su extensión, pegando sus cuerpos para que su miembro quedara entre sus abdómenes y masturbarse mientras montaba al pelinegro.

— Lo haces tan bien — susurró el mayor, apretando las nalgas de Sam con deseo, marcando un ritmo que hizo al peliazul gemir como loco.

— Dios, dios, dios... mierda — decía una y otra vez, saltando cada vez más rápido, sintiendo las bolas de Jeongin golpear sus mejillas. Estaba tan estimulado que no resistió mucho más y se corrió, dejando salir su esencia entre ambos cuerpos, sintiéndose pegajoso mientras se aferraba a los hombros del contrario.

El pelinegro sintió la cavidad apretarse alrededor de su pene, exprimiéndolo por completo, sin dejar de embestir hasta que un sonido chicloso se hizo presente. Ambos jadeantes, se miraron a los ojos y se dieron un beso hambriento sin separarse en ningún sentido, hasta que el aire les faltó. Salió del menor y tomó una toalla húmeda que había preparado al llegar a la habitación, limpiando su miembro y el trasero del peliazul, que se estremeció al sentir la frialdad.

— Gracias — susurró Sam, tapándose con las sábanas. Jeongin lo miró, pero no dijo nada, simplemente observó la pequeña sonrisa que se hizo presente en el rostro del contrario hasta que se quedó dormido, sintiendo una calidez en su estómago que no sintió correcto.

Se vistió y abandonó la habitación, así que cuando Sam se despertó, se encontró con la cama vacía y algo punzar en su pecho que crecía al recordar el encuentro de la noche anterior.

Lo dejé besarme.

No conocía a Yang Jeongin más que en lo sexual, así que refunfuñó molesto consigo mismo por sentirse usado, cuando desde el principio era eso. Algo para usar y desechar cuando quisiera.

Pero no era culpa de Jeongin, Hyunjin debió aclararle desde el primer encuentro que él no era un escort, sino un acompañante. Debió explicarle que los toques estaban prohibidos, que él no era de aquellos, pero verlo despertó en él sensaciones que no podía apagar. Se desconocía por completo cuando aquel hombre lo acariciaba, y no podía permitir que se metiera debajo de su piel.



★★★

ahora sí viene la mejor parte, muchas gracias por leer¡!

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