♥︎ ❪OO4❫
𝟬𝟬4. 𝙲𝙰𝚁𝙳𝙸𝙶𝙰𝙽 ✦˚ .
⋆ ࣪.☆ ̲a hermione granger fanfic ִֶ ⊹ 𝟷𝟿𝟿𝟻
*SE LES AGRADECERÍA QUE NO FUERAN LECTORES FANTASMAS Y APOYEN LA HISTORIA AUNQUE SEA CON UN
COMENTARIO, Y TAMBIÉN SU VOTO*
EL PESO DE ALGUIEN ENCIMA LA DESPERTÓ, Y HERMIONE SINTIÓ UNA PRESENCIA CÁLIDA SOBRE ELLA. Al abrir los ojos, se encontró con unos ojos de un profundo tono morado observándola de cerca, y el dulce aroma a uvas, canela y rosas llenaba el aire.
—Despierta, mi osita. Es hora de tu regalo —dijo Maeve, tomando su mano y ayudándola a levantarse de la cama.
—Maeve —murmuró Hermione—. Es de noche, nos van a descubrir. Esto es prohibido.
—Justo eso es lo divertido, Herms.
Hermione estaba a punto de protestar y soltar la mano de Maeve, pero de repente se sintió envuelta por una dulce somnolencia, y todo se volvió oscuro. Al despertar, aún sostenía la mano de Maeve, pero la habitación estaba sumida en la penumbra... hasta que varias estrellas aparecieron, iluminando el lugar. Hermione trató de discernir la constelación mientras Maeve la ayudaba a incorporarse, sonriendo a su lado. Hermione alternaba su mirada entre Maeve y las estrellas, hasta que notó que formaban la figura de una niña con el cabello desordenado. Llevó una mano a su boca, sorprendida.
—¿Qué constelación es esta, Maeve? Parece... una niña.
—Yo la llamo la constelación Mionette —respondió Maeve, lanzándole una mirada cómplice a Hermione, que la miraba asombrada, sin palabras.
—¿Esta es tu idea de "mirar las estrellas"? —preguntó Hermione, atónita.
—Claro. Te estoy regalando tu propia constelación. Sé que no es gran cosa, pero eres mi primera amiga... y quería darte este detalle.
—¿Estás bromeando, Maeve? —La rubia se mostró preocupada al pensar que su regalo no era bien recibido—. ¡Es lo más bonito que alguien ha hecho por mí, y solo porque soy tu amiga!
Hermione la abrazó y le dio un beso en la mejilla, susurrando un "gracias". Las dos se sentaron a observar la constelación creada por Maeve, charlando sobre sus pasatiempos y sus vidas antes de Hogwarts. Ambas estaban genuinamente felices por haber coincidido y convertirse en buenas amigas.
—Mi madre es bastante seria, pero aun así intenta ser buena conmigo. Ella me enseñó en casa todo sobre magia. Mi padre... es simplemente mi padre. Nuestra familia es estricta, y creo que por eso ellos también lo son conmigo, aunque quiero creer que me aman —Maeve suspiró, jugueteando con sus dedos.
Hermione le tomó las manos y le dijo suavemente:
—Claro que te aman, Maeve. Eres una chica increíble. Lo más probable es que, debido a su educación, sean un poco serios y fríos.
—Tal vez... —Maeve sonrió levemente—. De todos modos, a veces tengo toda la mansión para mí sola. Me gusta hacer repostería y cocinar comida muggle. Algún día te invitaré para que pruebes.
—Me parece perfecto... Maeve, debemos irnos. Ya es muy de noche.
Mientras caminaban de regreso por los pasillos, se toparon con Harry y Ron, que corrían por las escaleras. Las dos chicas se detuvieron, preocupadas.
—¿Qué sucede? —preguntó Hermione.
—¡Escapamos de Filch! Draco me retó a un duelo en la sala de trofeos, pero era una trampa para que Filch nos atrapara —explicó Harry mientras los cuatro subían apresuradamente las escaleras.
—¡Es que son tontos! —les reprendió Hermione—. Todos saben que Malfoy jamás se arriesgaría a ser expulsado.
—Dímelo a mí —intervino Maeve, rodando los ojos al recordar a su ex amigo.
Finalmente, las escaleras los dejaron frente a una puerta, que abrieron solo para descubrir que todo estaba oscuro y lleno de telarañas.
—Ay, cielos, arañas... ¡Asquerosas arañas! —susurró Ron, aferrándose a los hombros de Maeve—. ¿No sienten que no deberíamos estar aquí?
—No deberíamos estar aquí. Este es el tercer piso, ¡y está prohibido! —le contestó Hermione justo en el momento en que una antorcha se encendió, asustando a los cuatro y haciendo que Ron abrazara aún más fuerte a Maeve.
—Ron... me asfixias —murmuró la rubia con dificultad.
—Lo siento —dijo Ron en voz baja, soltándola un poco.
—¡Retirada! —ordenó Harry, y los cuatro se giraron para huir solo para ver al gato de Filch.
—¡El gato de Filch! —exclamó Maeve con pánico—. ¡Corran!
Huyeron tan rápido como pudieron, notando cómo el camino se iluminaba a medida que avanzaban.
—¡La puerta está cerrada! —gritó Ron—. ¿Qué hacemos?
—¡Déjame a mí! —dijo Maeve, sacando su varita—. ¡Alohomora!
La puerta se abrió, y todos entraron, tratando de recuperar el aliento.
—¿"Alohomora"? —preguntó Ron, desconcertado, mirando a Maeve.
—Libro de hechizos, capítulo siete —respondió ella justo cuando escucharon la voz de Filch en la distancia, hablando con su gato—. Ese viejo no se va a ir fácilmente.
—Ya se fue —susurró Hermione, alejándose de la puerta.
—Pensó que estaba cerrada —dijo Ron.
—Lo estaba —replicó Hermione.
—Y miren el porqué —añadió Harry con voz temblorosa al ver a la criatura frente a ellos.
—Lindo perrito —bromeó Maeve, recibiendo un pequeño codazo de Hermione.
El animal se levantó, y los cuatro hicieron lo único que harían niños de once años: gritar y correr, cerrando la puerta con esfuerzo mientras salían hacia la seguridad de su sala común.
—¿Cómo pueden tener eso aquí en la escuela? —exclamó Ron.
—Siento que voy a desmayarme; ni mis dragones son así —dijo Maeve, aferrándose de la mano de Hermione mientras recuperaba el aliento.
—¿No vieron lo que había debajo? Estaba sobre algo —señaló Hermione.
—La verdad, no miré sus patas —dijo Maeve, mientras subían las escaleras.
—Yo menos; solo noté sus tres cabezas —respondió Ron, limpiando el sudor de su frente al acercarse a sus dormitorios.
—¿No lo entienden? Está protegiendo algo. Es decir, están ocultando algo.
—¿Ocultando? —preguntó Harry.
—Sí —dijo Hermione—. Ahora, si no les importa, Maeve y yo nos iremos a dormir antes de que a ustedes se les ocurra meternos en más problemas o, peor, que nos expulsen.
Hermione tomó de nuevo la mano de Maeve y la llevó a la habitación, cerrando la puerta tras ellas.
—Esa chica necesita ordenar sus prioridades —dijo Ron, suspirando—. Pobre Maeve; la atrapó desprevenida.
Harry asintió con una sonrisa y, junto con Ron, se retiraron a sus habitaciones.
( . . . )
Maeve estaba sentada junto a Hermione, haciendo algunos trucos de magia mientras la castaña intentaba prestar atención a la clase, aunque de vez en cuando sus ojos se desviaban hacia Maeve. La rubia recorrió con la mirada a sus compañeros hasta que su vista se posó en Draco, quien la observaba con una sonrisa. Ella levantó la mano emocionada, saludándolo con entusiasmo. Draco solo rodó los ojos, divertido, y le devolvió el gesto con una inclinación de cabeza. Maeve, radiante, volvió a enfocarse en la clase, notando cómo todos practicaban el hechizo.
—Wingardium Leviosa —decían todos, intentando hacer levitar la pluma. Maeve se echó a reír al ver a Ron agitar su varita torpemente mientras decía:
—Wingardium Leviosaaa.
—Espera, espera, ¡vas a sacarle un ojo a alguien! Además, no se dice así. Es LeviOsa, no Leviosaaa —lo corrigió Hermione, molesta.
—A ver si tú eres tan lista —respondió Ron, frunciendo el ceño.
—Wingardium Leviosa —dijeron Maeve y Hermione al mismo tiempo, logrando que sus plumas se alzaran y flotaran por la clase. El profesor las felicitó, y ambas se miraron con una sonrisa de complicidad.
—Así es como se hace, Ron —soltó Maeve con un toque de superioridad.
Mientras salían de la clase, Ron imitaba a Maeve con voz aguda, provocando risas entre Harry y los otros chicos.
—"Así es como se hace, Ron", "Es LeviOsa, no Leviosaaa" —repitió Ron con tono burlón—. Por eso se llevan bien, a veces caen bien, y luego pueden ser muy fastidiosas.
Maeve y Hermione intercambiaron una mueca al escuchar a los chicos reírse de la imitación de Ron.
—Lo siento, Maeve. Solo consigo que pierdas amigos... —dijo Hermione, al borde de las lágrimas, antes de salir corriendo y empujar a Ron en el hombro al pasar.
Maeve, enojada, recogió bien sus libros y, sin pensarlo, le dio un golpe en la cabeza al pelirrojo.
—Eres un tonto, Ron. Si tener amigos significa tenerlos a ustedes, prefiero quedarme sola con Hermione.
Sin mirar atrás, Maeve corrió tras Hermione. Harry hizo una mueca de incomodidad por las palabras de Maeve, mientras Ron bajaba la mirada, apenado. Maeve, entretanto, se movía rápidamente por los pasillos hasta encontrarse con una chica de su misma casa.
—Hola, soy Maeve. ¿Has visto a Hermione Granger por aquí?
—¡Maeve! ¡Qué emoción! Soy Parvati. ¡Soy una gran admiradora de tus padres! —respondió la chica, emocionada, aunque Maeve solo asintió y levantó una ceja, impaciente—. Eh... sí, Granger está en los baños, llorando. Incluso asustó al fantasma que suele esconderse ahí.
—Gracias, le diré a mis padres que los saludaste. Nos vemos, Parvati —dijo Maeve mientras corría en la dirección que la chica le indicó.
—Es Par-vat-ti... Maldita Granger, qué suerte tienes —murmuró Parvati para sí misma.
Al llegar a los baños, Maeve escuchó unos sollozos. Lejos de parecerle molesto, el sonido le resultó conmovedor. Se sentó junto a la puerta del cubículo y esperó pacientemente.
—No les hagas caso, Mione. Hay muchas personas en esta escuela que querrán ser nuestras amigas. No los necesitamos —dijo suavemente.
No hubo respuesta. El silencio se prolongó durante una hora, hasta que Hermione, por fin, abrió la puerta del cubículo y se limpió las lágrimas.
—Gracias por quedarte, Maeve —murmuró Hermione, saliendo del cubículo.
Pero en cuanto levantó la vista, ambas se quedaron congeladas, sorprendidas, al ver un enorme troll justo frente a ellas. Las dos gritaron al unísono, asustadas, y el troll empezó a destrozar todo a su alrededor.
Las chicas se tiraron al suelo para evitar ser golpeadas, y entonces escucharon los gritos de Ron y Harry. Maeve sonrió al verlos venir en su ayuda, pero enseguida notó que Hermione trataba de escapar, así que, junto con Harry, intentaron detener al troll. Fue un grave error, pues la bestia los atrapó a ambos con sus enormes manos.
—¡Ron, ayúdanos! —gritaba Maeve.
—¿Qué hago? —respondió Ron, desesperado.
—¡Usa tu varita! —dijo Harry con dificultad mientras él y Maeve esquivaban los golpes del troll.
Hermione le indicó a Ron cómo mover la mano para el hechizo, y Ron pronunció Wingardium Leviosa, haciendo que el garrote del troll flotara en el aire. Un segundo después, el troll recibió un fuerte golpe en la cabeza con su propio garrote, cayendo derrotado.
—¿Está muerto? —preguntó Hermione con voz temblorosa, mirando al troll.
—No, solo está noqueado —respondió Harry.
—Creo que esto es tuyo, Harry —dijo Maeve, entregándole la varita del troll, con expresión de asco al ver que estaba llena de moco.
—Moco de troll... qué asco —dijo Harry, mirando la sustancia viscosa en su varita.
—¡Chicos! —exclamó la profesora McGonagall, llegando a la escena con otros profesores—. ¿Qué ha sucedido aquí?
—Bueno, nosotros... —intentó explicar Harry.
—Yo vine por el troll —dijo Hermione, sorprendiendo a los otros tres estudiantes—. Leí sobre ellos y quise hacerme la valiente, pero no pude. Si no fuera por ellos, yo habría muerto.
—Yo pensaba que tenía más sentido común, señorita Granger —dijo la profesora McGonagall con tono severo—. Por su imprudencia, le restaré cinco puntos a Gryffindor. Y a ustedes tres, no cualquiera sale vivo de un encuentro con un troll de las montañas, menos siendo estudiantes. Por eso, les otorgo cinco puntos... de recompensa.
Los cuatro chicos sonrieron, felices de no haber sido castigados.
—Ahora, salgan de aquí —ordenó la profesora.
Harry, Hermione y Ron se dirigieron hacia la salida, pero el profesor Quirrell detuvo a Maeve.
—Necesito hablar con ella —dijo a los otros profesores, quienes asintieron y salieron. Snape, sin embargo, lanzó una mirada desconfiada a Quirrell antes de marcharse.
—Pequeña Leighton, tus padres han pedido informes de ti. Dicen que si no respondes sus cartas, se verán obligados a... hablar contigo personalmente —dijo Quirrell con una sonrisa maliciosa que confundió y asustó a Maeve, quien salió corriendo para reunirse con sus amigos.
—Para eso están los amigos —dijo Ron, bromeando.
—¿Así que somos amigos? Vaya.
—Bueno, si quieres, Maeve —añadió Ron con una sonrisa burlona.
—Claro que quiero, bruto. Solo, por favor, no seas grosero con Hermione.
—Está bien, rubia, está bien.
Los chicos se fueron juntos a la sala común de Gryffindor, riendo y conversando sobre todo lo sucedido, sintiéndose felices de haber comenzado a forjar una gran amistad.
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