• 001 | cute and squashy omega.


La campanilla de la puerta sonó, anunciando la llegada de un nuevo cliente, Yoongi se apuró a seguir limpiando el mostrador, su turno había finalizado hace poco y quería irse cuanto antes, ese día en particular se sentía especialmente enojado con el personal que se ocupaba del área de "repostería", ¡Esos mal nacidos! ¡Habían faltado a propósito para hacerlo sufrir!, Yoongi estaba completamente seguro de que en algún sitio, tal vez el cielo o el universo -cualquier cosa que asemejara lo omnipotente y estuviese por encima de su cabeza- lo odiaba, y lo hacía con ganas, la Diosa Luna seguramente estaba riéndose de la cantidad de desgracias que podían pasarle a un omega como él en un solo día, pero es que no podia ser posible que a él, un simple barista, le hubiese tocado...pff...qué vergonzoso, pero lo diría de todas maneras: ¡Hacer un puto pastel! ¿Lo pueden creer?, él no era ningún experto en la materia, pero la mezcla que preparó no estaba tan dulce ni consistente como había visto a sus compañeros hacerla, el pelinegro estaba nervioso, porque aparte de hacer la mezcla tuvo que hornearla, y se había quemado un poco en la parte inferior; negó, sopesando la situación...

"Bueno, al menos se ve bien por fuera, es lo que cuenta" Murmuró para sí mismo, aún continuando con su trabajo, sin notar que un muchacho se acercaba cada vez más a él para pedir algo. El problema en sí, no era que Yoongi cocinara, el problema era que ocupaba el puesto del único omega (tal vez en todo el mundo), que no sabía hacerlo. Sin embargo, para ser su primera vez tocando una cocina, la tarta de queso se veía bien para los clientes, la parte superior tenía helado de vainilla, con topping de galletas oreo y dulce de leche bañando los alrededores, y en la parte inferior se encontraba esa fina capa a base de galleta que era su única inseguridad por el momento, mientras ningún cliente probara sus desastres, él podía vivir en paz, bueno, o eso creía hasta que...

"Buenas tardes" Saludó amablemente un chico rubio, apoyándose del mostrador con una sonrisa. "¡Oh! Perdona que te interrumpiera, no sabía que estaban cerrando...si quieres voy a otro lugar...uh..." Dijo, inquieto, al ver como Yoongi terminaba de limpiar y se llevaba consigo un balde de agua sucia con un trapeador en dirección a una puerta trasera.

Yoongi se detuvo, esbozando una leve sonrisa y haciendo una breve reverencia a modo de saludo, como tenían la costumbre de hacer en la cafetería cada que un cliente nuevo llegaba.

"No estamos cerrando, señor, pero mi turno ya acabó y debo retirarme, disculpe, en breve vendrá a atenderlo alguien del personal" Respondió, Hoseok rió bajito al verlo tan avergonzado, así que decidió bromear al respecto.

"Soy muy joven para que me digan señor, dulzura, y qué pena que no puedas atenderme, me habría encantado, pero supongo que será en otro momento" Una sonrisa coqueta adornó sus finos labios, Yoongi revoleó los ojos, ahí iba otro cambiaforma mostrando interés en algo más que su trabajo. Se dió media vuelta con un resoplido, emprendiendo su camino hacia los baños para el personal, procurando no llenarse de agua sucia, ya que su delantal debía permanecer intacto todo el día o lo descontarían de su sueldo.

Hoseok lo miró en silencio, embelesado con cosas tan simples como los gestos que Yoongi hacía al fruncir la nariz en una mueca de desagrado o arrugando las cejas por el olor proveniente de la cubeta que sostenía, ¡Ah! ¡Era tan adorable!, mucha razón tenían sus amigos alfas cuando le dijeron que en Corea habían omegas irresistibles, pero de alguna manera, el rubio estaba seguro de que ese lindo pelinegro destacaba entre cualquier omega que hubiera visto antes, no podía explicarlo, simplemente lo sintió en el momento en que sus miradas se cruzaron.


☕️🍰🍼

Al cabo de unos minutos, Yoongi salió desde la cocina del local, Hoseok lo enfocó en cuanto el chirrido de la puerta se escuchó; inhaló con asombro, el barista iba vestido completamente de negro, la camiseta de manga corta se cernía a su pecho y los shorts dejaban a la vista sus esbeltas y trabajadas piernas, el rubio masticó parte de su tarta sin quitarle los ojos de encima, no perdiendo detalle cuando el menor pasó cerca de su mesa para dirigirse a la entrada, el aroma a cerezas lo mareó brevemente, haciéndolo atragantarse y toser, colocó una mano sobre su pecho, sosteniéndose de ahí, sintiendo a su león interior rugir con verdadero gozo.

¡Ve tras él Hobi! ¡Ahora! - Ordenó su león, gruñéndole en protesta, no le gustaba cuando su humano no cumplía sus caprichos.

Hoseok se extrañó, acomodándose sobre su silla, viendo cómo Yoongi saludaba a otro joven antes de partir del local.

"¿Qué es lo que te sucede? No estoy para tus juegos" Le susurró a su parte animal, que volvió a gruñirle, meneando su melena cobriza en señal de negación.

¡Es nuestro destinado! ¡Debes ir por él! - Demandó de nuevo, arañando lo que tuviera al alcance con sus patas.

Hoseok frunció el ceño, sin entender muy bien a lo que se refería; hasta que una idea en su mente hizo "click" y casi se desmaya ante la revelación.

Su padre solía decirle que cuando su pareja destinada apareciera su león empezaría a fastidiarlo de una forma insistente como nunca antes lo había hecho, y también, que cuando lo hiciera debía correr y acercarse a su destinado cuanto antes, o esa persona podría enamorarse de alguien más independientemente de si tenía otro destino; tras ese recuerdo, tomó sus cosas rápidamente y engulló lo que quedaba de pastel en un gran bocado y salió corriendo, casi parecía que estaba escapando del café, obvió las miradas que recibió y recorrió con la vista los alrededores colocando una mano en su frente para ver mejor, hacía un calor abrasador y el sol estaba en su máximo esplendor en lo alto del cielo al ser las doce del mediodía. Esbozó una sonrisa cuando lo vió acostado sobre una silla reclinable, con los ojos cerrados y los brazos detrás de la cabeza, simplemente tomando sol para un bronceado natural.

Trotó para cruzar la carretera, la arena tibia cubrió parte de sus pies en cuanto entró a la zona playera pero no le importó, siguió su camino y cuando estuvo a una distancia considerable disminuyó la velocidad a un ritmo normal.

Tomó asiento en la silla que estaba a su lado, el pelinegro mantenía los ojos cerrados todavía, sin percatarse de su presencia.

Se quedó observándolo, su piel se veía suave y tersa, de un color casi rosado pero níveo, su cabello negro tapaba su frente por completo, tenía un pequeño lunar en su nariz que le daba un toque de inocencia y sus labios gomosos formaban un beso al juntarse.

"Olvidaste decirme tu nombre, cajero" Habló en un tono suave, Yoongi abrió los ojos lentamente, tomándose el tiempo para apreciar como es debido al desconocido que pudo haber atendido en la cafetería tan sólo veinte minutos antes.

"Soy Min Yoongi" Susurró, sin saber exactamente porqué le estaba respondiendo; perdiéndose en la bonita sonrisa del rubio, y apartando la mirada de inmediato cuando notó que estaba observando de más.

"Y yo Hoseok, Jung Hoseok, es un placer conocerte, Gigi" Correspondió, volviendo a sonreír con alegría. Yoongi suspiró, sin decir nada más, el aroma a roble recién cortado le hizo sentir una extraña comodidad, una que no sentiría con alguien que no fuese un amigo o familiar, pero allí estaba, no sentía la necesidad de marcharse o darle la espalda a ese muchacho con pintas de acosador, al contrario, quería quedarse a su lado.

"¿Qué te trae por aquí?" Preguntó, girándose para quedar frente a él, Hoseok se encogió de hombros, y segundos después prosiguió a contarle que había venido a Jeju de vacaciones por tres meses, por recomendaciones de sus amigos, quiénes ya conocían la isla; explicó que era la primera vez que visitaba Corea y que le emocionaba ya que no solía salir de su país con frecuencia y tampoco viajaba solo muy seguido. Yoongi lo escuchó pacientemente y le recomendó algunos lugares turísticos para visitar, Hoseok agradecía soltando risitas y pidiéndole que lo acompañara cada tanto, Yoongi se negaba excusándose con que tenía que trabajar todos los días, y así, Hoseok prometió que iría a visitarlo cada que pudiera sin falta.

La tarde pasó mientras el sol se iba escondiendo con el ocaso, anunciando la pronta llegada de la noche, pero ellos siguieron conversando, entre lindas sonrisas y silencios cómodos, sin saber que desde antes de su nacimiento, sus almas ya se pertenecían.


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