Única Parte

[ NOTA ] Miren, aprendan de mis errores y nunca se les ocurra apostar con sus amigos en Internet porque pueden salir estas cosas. Este fic surgió de una apuesta en un server de Good Omens en el que me encuentro y les digo que lo que escribí en este One-shot no me define como persona. Tengan piedad de mi alma porque tengo otros fanfics bonitos y decentes que merecen más atención que esto (que yo no me explicaré cómo esta cosa pueda tener más popularidad que los otros). Y si tú le diste clic a esto es porque ya sabes lo que se avecina y no me hago responsable de ello (aparte de que esto está escrito con las patas).

<<Eso es lo que hacen los amigos...>>

<<Por favor, ¡te necesito!>>

<<No me dejes...>>

     —¡Maldita sea, Aziraphale! —exclamó el demonio golpeando con desgano el volante de su preciado vehículo—. Fuiste un imbécil...

     "Un imbécil por no haber dejado las cosas como estaban" fue la frase que no terminó de articular ante el nudo formado en su garganta por el llanto que consumía todos sus sentidos y por el sentimiento de culpabilidad que invadía su alma ante el recuerdo de Aziraphale al llamarlo "su amigo". Creía que si nunca hubiera expresado su amor, si nunca hubiera alimentado aquel sentimiento tan tierno que experimentó por el ángel desde el inicio, las cosas seguirían siendo igual y ambos estarían en la librería hablando sobre trivialidades o anécdotas de siglos anteriores mientras se embriagaban con el vino más añejo que tuvieran a disposición.

     Apoyó su cabeza contra el volante y se permitió desmoronarse dentro de su hermoso Bentley mientras la lluvia se encargaba de mitigar el sonido de sus lloriqueos con sus fuertes ventarrones y el choque de las gotas de agua contra el parabrisas. Se sentía tan patético por estar llorando sobre una situación inevitable y más cuando debió haberlo premeditado gracias a lo devoto que fue el ángel con cualquier asunto que estuviera relacionado con el Cielo. Sin embargo, ahí estaba, llorando por haber creído que encontró a su semejante, a su compañero de vida con el que lucharía contra el mundo y sus sistemas, y culpándolo con sus palabras por haberlo abandonado para obtener todo el reconocimiento que el Cielo le negó durante siglos. Internamente se odiaba por no haber evitado el haberse enamorado de Aziraphale al creer que si no hubiera abierto su boca para articular aquellas palabras, él estaría a su lado y no en el Cielo tratando de salvar el mundo como el héroe que él mismo creía que era. No comprendía el motivo por el cual seguía insistiendo en luchar y en suplicar para que el ángel volviera a sus brazos; supuso que se trataba de lo que los seres humanos llamaban "duelo".

     Aziraphale no estaba muerto, pero sabía que no volvería a verlo después de muchos meses (que se convirtieron en un año y medio) que ni se esforzó por hallar alguna forma de comunicarse con él. Por lo que su mente lo asimiló como si Aziraphale hubiera muerto y por esa sencilla razón jamás volvería. Dio un suspiro pesado tratando de normalizar su ritmo cardiaco y tapó su boca con una mano, alzando su cabeza en un intento de tragarse todas las penas que lo estaban matando. Necesitaba distraerse ya fuera tomando cantidades industriales de alcohol para olvidar hasta su propio nombre u ocupándose con el cuidado de sus plantas. Pero ahora que miraba a sus alrededores y analizaba mejor sus alternativas, ninguna sería efectiva: sus plantas ya se estaban marchitando por el descuido y la falta de luz solar dentro del vehículo, y para conseguir el alcohol sería una labor complicada ya que tendría que crear gran cantidad de botellas que no cabrían dentro de su apreciado vehículo. Además, si una de sus botellas se rompía o derramaba dentro, la mancha tendría que ser limpiada con algún milagro demoníaco.

     —¿Qué hice mal para merecer todo esto? —cuestionó escondido bajo sus manos mientras nuevas lágrimas amenazaban con escaparse de sus ojos dorados.

     Con mucho gusto haría todo eso, de no ser porque estaba desganado y que desde que se desvinculó del Infierno sus milagros ahora eran limitados. Así que, resignado y sin nada mejor que hacer, se limpió el rostro con una de sus mangas, se colocó sus lentes oscuros y posicionó sus manos sobre el volante, para entonces dar marcha a su precioso ejemplar de vuelta a la ciudad. Sí, todo este tiempo estuvo a un lado de la carretera fuera de la ciudad porque no quería que nadie se acercara a preguntar si se encontraba en óptimas condiciones o que sintieran lástima por su estado actual. Al menos con sus lentes oscuros nadie se atrevería a decir algo porque veían que era capaz de continuar con sus asuntos aunque quisiera ahogarse en sus penas y morir de la forma más rápida e indolora posible al no tener ya nada por lo cual aferrar su existencia.

     Una vez llegó, se estacionó frente a la cafetería de Nina mientras veía a lo lejos la librería se encontraba en un estado deplorable. Sabía que Muriel, la nueva encargada del lugar, no sabía sobre cómo cuidar apropiadamente de los libros que almacenaba Aziraphale y que, a lo mejor, muchos de sus libros los apiló en las habitaciones desocupadas del segundo piso. Apagó su Bentley y se dispuso a salir mientras la lluvia azotaba las calles de Soho —ahora con más gentileza— y el techo de su vehículo. No tenía nada que perder y ya llevaba meses que no regresaba a estas calles que en su tiempo se sintieron como su hogar. A lo mejor Muriel necesitaría un poco de su ayuda para reorganizar la librería o algunos consejos de cómo tratar con ciertos clientes amargados. Mas un golpeteo en la ventana de su puerta lo sacó de su ensimismamiento y lo obligó a volver a la sombría realidad en la que vivía.

     —Creo que tú y yo debemos hablar —se escuchó decir una voz masculina algo profunda y envejecida.

     Genial, ahora para completar su día tenía al segundo al mando en el Cielo (después de Dios) frente a su ventana exigiendo una conversación refugiado bajo su paraguas. Emitió un pequeño gruñido a la vez que se acomodaba sus lentes oscuros y giraba la cabeza para detallar al sinvergüenza que convenció a Aziraphale en volver al Cielo. Se veía igual de aburrido y simplón como el día en que bajó a la Tierra para proponer su nuevo plan de la segunda venida; con la barba un poco más corta de lo usual. Fuera lo que quiso hablar, estaba indispuesto, y si el tema de la oportunidad de volver a convertirse en ángel era tocado, no dudaría ni dos segundos en destrozar todo a su paso para recalcarle que no estaba interesado. Otro golpeteo en la ventana lo trajo de vuelta a la realidad una vez más.

     —Ya te escuché —gruñó el demonio apretando los dientes y mostrando sus afilados colmillos—. Creo que tenemos absolutamente nada que discutir, menos si se trata de mi oportunidad de volver al Cielo.

     —En realidad... —Crowley lo interrumpió.

     —Suficiente me has molestado por el día de hoy. Déjame vivir en paz, ya me quitaste la única razón por la cual seguía luchando contra todos ustedes. —Esta vez alzó su voz airada—: ¡NO hay nada que discutir! Punto y final.

     —¡Crawley! ¡No seas irrazonable y déjame hablar por el amor de todos los cielos! —exclamó el ángel de alto rango frunciendo su ceño—. Sé que estás furioso pero necesitamos hablar. Es sobre Aziraphale.

     Y habiendo escuchado aquel nombre, se desconectó de la realidad. No recordaba qué sucedió después, sólo estuvo consciente de que ambos entraron en una discusión acalorada sobre el asunto de Aziraphale y que ahora se encontraban dentro de la cafetería de Nina, sentados uno frente a otro con una expresión sombría y cansada que denotaba lo exasperante que fue la discusión. Pero se disoció tanto de la situación que ni recordaba cuáles fueron las palabras o los insultos que los llevó a ese choque de ideas y a que terminaran tratando de reconciliarse en el mismo lugar en que Crowley estalló en celos al haber escuchado a Nina insinuarle a Aziraphale sobre su "amigo desnudo"; que resultó siendo Gabriel sin memoria. Incluso tenía recuerdos de haber intentado atropellar al ángel que tomaba la apariencia de un hombre mayor y de haber escuchado gritos diciéndole que no lo hiciera. Suspiró mientras bajaba su mirada hacia el capuchino que yacía entre sus manos que, por alguna extraña razón, pidió en vez de sus seis tazas de expreso como de costumbre.

     —Comprendo lo estresante que es esta situación —habló el ángel observando el latte que pidió para no mirarlo a los ojos—. Más porque te sientes traicionado por absolutamente todos, por eso me alegra que finalmente recapacitaras lo suficiente para aceptar esta charla.

     —Sólo ve al grano, cuanto más rápido se acabe esto, mejor. —Se cruzó de brazos y se apoyó sobre el respaldo de la silla.

     —Creo que es momento de que pases la página, Crowley. —Tampoco tan directo, pero ya no se podía rebobinar el tiempo—: Aziraphale ha conseguido a un nuevo compañero de vida con el cual ha caído profundamente enamorado y debido a la conexión que ustedes dos todavía tienen, tu tristeza lo ha afectado bastante.

     Sentía que lo único que escuchaba era ruido. ¿Tan olvidable era como para que lo hubiera reemplazado con alguien nuevo tan rápido? Ouch, eso dolió bastante, especialmente porque se esforzó todo este tiempo en demostrarle cuánto lo amaba y en lo dispuesto que estuvo de protegerlo del mundo que los rodeaba. Aún si Aziraphale lo hubiera reemplazado tan fácilmente, él no podía hacerlo por el fuerte instinto de lealtad y fidelidad que sintió por él, sin contar la confianza que tuvo para mostrarle su verdadero ser; su lado más vulnerable. Por lo que sí, no podía olvidarlo con facilidad y mucho menos podía reemplazarlo. Hasta en cierto modo tampoco quería romper esa conexión que era lo único que permanecía intacto entre ambos.

     —Mira, no puedo hacer nada para deshacer ese lazo. No es como si pudiera ir y acostarme con cualquier ser humano esperando que por arte de magia desaparezca —expresó golpeando la taza con una de sus uñas—. Ni yo sé cómo formamos una conexión así de... Inefable. Supongo que tú podrás, no lo sé, ¿rezarle a Dios para que nos separe?

     —Así no es como funciona. Lamentablemente no sé cómo romper ese lazo y Aziraphale tampoco parece saber. —Hizo una breve pausa para respirar—: Pero no te martirices mucho por eso, encontraremos una solución.

     El demonio observó su taza con añoro dándose la oportunidad de probarla, y un sorbo fue más que suficiente para ir explorando los componentes que poseía la bebida. Era la primera vez que decidía variar su bebida por algo más suave y dulce, pero sin eliminar por completo el sabor familiar de la cafeína. Le terminó gustando, decir que no sería estar mintiendo y negando una verdad intangible.

     —¿Y cómo van las cosas en el Cielo? —preguntó sin saber porqué quiso sacar un tema de conversación para cambiar el que ya estaba a flote.

     —Oh, bueno...

     Y desde ahí comenzó todo. Los siguientes meses se reunieron cada vez más seguido en la misma cafetería para charlar sobre cualquier cosa que les llamara la atención; rara vez tocaban el tema del vínculo que debían disolver entre él y Aziraphale. Era curioso como un ser tan autoritario e imponente como lo era Metatrón podía tener un vasto conocimiento sobre el ser humano y cómo funcionaba su mundo, además de tener gustos peculiares. Descubrió entre sus charlas que Metatrón adoraba las artes, especialmente la pintura en óleo y la escultura; y que admiraba la forma en que los humanos representaban a los ángeles como lo que eran: seres poderosos. Por supuesto que Crowley difería en su opinión, pero más que atacarlo decidió escuchar y argumentar su punto de vista.

     En otra ocasión decidió llevarlo a un museo para comprobar que verdaderamente él apreciaba las artes humanas y terminó sorprendiéndose con toda la información que Metatrón le arrojó sobre los humanos, el trasfondo de cada obra, el contexto e incluso el propósito que tuvieron algunas de ellas. No podía evitar prestar atención a cada una de sus palabras y tampoco se esforzó en ocultar su asombro, obteniendo como respuesta una sonrisa sincera un tanto indescifrable. Fuera lo que fuera, sintió una punzada en su corazón que se convirtió con los días en un sentimiento grato y placentero. La verdad era que a medida que lo iba conociendo más, no podía evitar sentirse tan familiarizado y hasta algo atraído por toda la información que podía recordar sobre la humanidad y sus creaciones. ¡Incluso él mismo hizo sus propias interpretaciones a sabiendas del verdadero significado de cada una!; debía admitir que estaba asustado porque estaba alimentando el mismo sentimiento que cultivó por Aziraphale, pero a lo mejor si le daba cabida podría acabar con el lazo que estaba provocando el malestar en Aziraphale.

     Y podría vengarse del Cielo al arrastrar a su autoridad superior a la lujuria.

     Hoy volvió a aparecerse en la cafetería que ya tenían por costumbre, hallando a Nina alistando el local para su apertura. Había llegado temprano esta vez porque quería estar a solas con Metatrón para compartirle un tema muy importante, siendo su única colaboradora su amiga Nina (sí, en cierto modo la consideraba su amiga). Y por si lo preguntas querido lector, ¡claro que en todo este tiempo visitaron muchas partes! Sin embargo, si me pongo a detallar todas y cada una de sus citas esta historia se extendería muchísimo. Lo único que mencionaré es que todas y cada una de sus citas fueron gratas aunque difirieran en opiniones en cuanto respectaba a la naturaleza humana. Y que Crowley jamás lo llevó al Ritz, pues sentía que era un insulto a los buenos momentos que vivió con su ángel; ya que era como un santuario que mantenía en su ambiente gratos recuerdos de su amistad y cercanía. Por esa razón era el único lugar al que el demonio jamás llevaría a Metatrón.

     —Oh, tú de nuevo, ¿cómo vas con tu Sugar Daddy? —preguntó con curiosidad y cierto ápice de incomodidad detrás de su voz—. Veo que te devolvió la alegría que perdiste hace mucho tiempo.

     —A este punto deberías saber que yo soy el Sugar Daddy —respondió con un gruñido mientras tomaba asiento—. Y, por favor, sólo estás exagerando.

     —Crowley, hace cuatro años desde que Aziraphale se fue y duraste el primer año como mendigo hasta que conociste a este señor...

     —Metatrón —aclaró rápidamente.

     —Metatrón. —Hizo una breve pausa para saborear el nombre extraño del ser que le trajo un nuevo propósito al demonio pelirrojo—: Desde entonces te empezaste a arreglar más y a salir más seguido. ¡Mírate! Incluso tienes la sonrisa de un enamorado.

     —No seas absurda... —No pudo evitar soltar un siseo de advertencia—. Sólo encárgate del ambiente, ¿sí? No quiero comentarios al respecto...

     —Está bien, pero me alegro de verte así. —Y con eso se retiró para organizar la decoración en la esquina que el demonio apartó en su tienda.

     Una vez terminado todo, Crowley se quedó esperando nerviosamente la presencia del ser angelical a la vez que jugaba con sus dedos en busca de distraer su mente de lo que estaba sucediendo. Veía con detenimiento la decoración en forma de enredaderas y flores que armaron solamente en esa esquina junto al florero con rosas que posaba sobre la mesa. Sabía que Maggie llegaría más tarde por lo que no debía preocuparse de que otras personas se enteraran de esta especie de... Relación que tenía con el ser celestial. Y es que llamarlo amistad sería una descripción errónea del lazo que estaban formando. Se sentía ridículo por estar llevando esto a un nivel más arriba de lo que logró con Aziraphale, pero era necesario para culminar su plan de arrastrarse a Metatrón con él. Pronto una silueta más bajita que él se hizo presente por el umbral de la puerta, revelando así al ser que llevaba esperando desde hace un rato.

     —Lamento la demora, Miguel no paraba de hacerme preguntas estúpidas sobre a dónde estaría —mencionó para entonces detenerse a admirar la decoración del lugar—. Uhm, podría jurar que esta decoración es nueva. Igual está muy bonita.

     El resto de la conversación fue como de costumbre hablando sobre temas triviales mientras tenían de fondo música relajante y sus sentimientos estaban a flote. Con las cosas más mínimas se sonrojaban e incluso Metatrón se esforzó en traerle un obsequio: un vino de esos añejos que tanto le gustaban. Se sintió mal por no haberle regalado nada, mas las palabras de confort que le proporcionó Metatrón fueron más que suficiente: "con que tú estés aquí, me es suficiente". A medida que pasaba el tiempo más gente iba llegando al local y su cobardía iba aumentando hasta el punto de dejarlo casi mudo, pues quiso aprovechar la ocasión para proponerle una oferta que sabía que no rechazaría pero que ahora le daba vergüenza pronunciar por la cantidad de personas presentes. Podría hacer un milagro demoníaco y sacarlos a todos... Pero algo se lo impedía. Al final de la cita ambos salieron del local, obviamente pagándole lo correspondiente a Nina, sin mucho que decir. Ambos se estaban despidiendo cuando un impulso obligó al demonio a finalmente lanzarse.

     Si no pudo decir las cosas ahí dentro, al menos intentaría cumplir con su venganza.

     Con rapidez agarró la mano del ser divino y bajó su mirada con un sonrojo notable. Metatrón lo observó preocupado y abrió la boca para articular una pregunta, mas fue acortado por el casi desesperado susurro que trepó por su espalda hasta incrustarse dentro de su cerebro humano.

     —Quédate conmigo sólo por un rato más... —musitó Crowley en casi un suspiro.

     —Pero... —Fue interrumpido.

     —Sólo unos 20 minutos, no será mucho. —Colocó su otra mano encima para aferrarse a la de él—: Nunca te enseñé mi Bentley, ¿cierto?

     No entendía la razón por la cual Crowley quiso invitarlo a invadir su espacio personal tan de pronto y mucho menos el porqué actuaba de forma tan extraña. Lo único que presentía era que tenía muchas palabras reservadas que quería expresar en un lugar seguro y privado donde nadie los interrumpiera. Así que aceptó quedarse un poco más del tiempo debido al no estar tan desesperado en regresar a sus repetitivas labores diarias. Una vez estando dentro del vehículo, se percató del aroma a lavanda que invadía el ambiente junto a las plantas casi completamente sanas al fondo del vehículo y que Crowley se aferraba con cada vez más fuerza a su mano.

     —¿Qué sucede? te veo afligido —mencionó el ser divino formando una expresión preocupada en su rostro.

     —¿Recuerdas lo que me decías del vínculo que tenía con Aziraphale? —inquirió con inseguridad sobre cómo convencerlo—. Creo haber descubierto una forma para deshacerlo pero... Necesitaré que me ayudes en esto. Todo por el bienestar del Cielo, ¿verdad?

     Porque sabía que de todas formas su preocupación principal era el Cielo y no él.

     —Lo que sea que me pidas... —dijo acariciando suavemente la palma de la mano del demonio y oh, Dios, que el Cielo lo estaba condenando por las miles de sensaciones que producía aquel tan suave tacto contra su piel fría.

     —Acuéstate conmigo. —Trató de ocultar el gran vuelco que dio su corazón por el deseo carnal que llevaba semanas formándose en su espalda baja.

     —¿Disculpa? ¿Por quién me crees?

     —¡Sólo hazlo por el bien de Aziraphale! —exclamó frustrado—. De esa forma el vínculo se deshará... Por favor...

     ¿Un demonio suplicándole para caer en tentación a sabiendas de que aquel pecado condenaría su alma pura? Sin embargo, estaba contra la espada y la pared porque no había otras alternativas que no involucraran algún pecado que pudiera romper el lazo puro que existía entre Crowley y Aziraphale, pero si accedía estaría traicionando sus votos de devoción. Podría ocultárselo al Cielo, pero no a Dios. A Dios no le podía ocultar nada... Pero ella lo entendía, ¿verdad? Muchos de sus siervos en el pasado se sacrificaron en la tentación para ayudar a que su voluntad se cumpliera y ella aún así lo entendió. ¿Por qué entonces no los entendería a ellos que lo estaban haciendo por conveniencia? Además, así podría averiguar cuál era la extraña fijación que tenían los humanos con el pecado de la carne.

     —Está bien, Crowley, te ayudaré, todo por el bien del Cielo. Sólo tengo una condición: nada de mordidas o marcas.

     —No es nada que no pueda manejar. —Y con eso una sonrisa pícara se formó en su rostro mientras resaltaba uno de sus colmillos.

     Y el demonio con cierto ápice de nerviosismo por tocar una piel que no era la de su antiguo amante, deslizó su mano lentamente dentro de la manga del ser celestial, provocando que su piel se erizara por el gratificante estímulo que recibía; y posó su mano libre sobre el muslo del ángel y comenzó una vaga danza donde subía y bajaba explorando cada centímetro de este por encima de su ropa. Todo esto era tan nuevo para ambos y, sin embargo, necesitaban mucho más que simples roces para culminar esto. Fue cuestión de segundos para que la adrenalina se expandiera mediante sus torrentes sanguíneos y que la idea de saborear la piel del otro se volviera tentadora, por lo que impulsados por el calor y la tensión que poco a poco iba aumentando en sus almas, Crowley se inclinó hacia adelante para unir sus labios en un fogoso —pero torpe— beso. La mano que antes sujetó el brazo del ser divino subió a su cuello mientras que las manos de este reposaron sobre su pecho y acariciaron en círculos sus puntos sensibles, provocando un áspero suspiro en el demonio que estaba concentrado en lo suyo.

     En un rápido movimiento Crowley colocó a Metatrón sobre sus piernas, rompiendo el apasionado beso en el proceso. Pasó su lengua bípeda por encima de sus labios para saborear los restos del latte que momentos antes Metatrón bebió y colocó sus manos encima de los pectorales del ser celestial con una sonrisa, demostrando cómo su deseo iba creciendo rápidamente.

     —¿En serio tu nombre es Metatrón? Más bien debieron llamarte Megatetón —halagó mientras acariciaba sobre la ropa la figura de aquellos pectorales que poseía el segundo al mando del Cielo.

     Pero antes de que pudiera contestar aquel hermoso halago, el estruendoso choque de un cartón de leche contra el parabrisas del pobre Bentley que tenía que presenciar esta escena espantosa descrita por el libro bíblico de Apocalipsis, los sacó a ambos de su escenario fantasioso lleno de lujuria.

     —¡¡MALDITA SEA, CROWLEY!! ¡¡CONSÍGANSE UN CUARTO PARA QUE NO LO HAGAN FRENTE A MI CAFETERÍA!! —gritó con furia lista para lanzar una piedra al parabrisas—. ¡¡HAY NIÑOS AQUÍ!!

     —¡¿QUÉ LE PASA, VIEJA METICHE?! —espetó el demonio tirando a Metatrón al asiento de al lado sin percatarse de cómo la tensión del pobre viejito iba aumentando por el estrés.

     —¡¿QUÉ ME PASA A MÍ?! ¡¿QUÉ LE PASA A USTED CON SU SUGAR DADDY?! —Nina se fue acercando más al vehículo con piedra en mano.

     El Bentley, ya presintiendo lo que sucedería, se quitó a sí misma el seguro, se encendió y con un rechinido de sus ruedas contra el pavimento salió acelerado de la escena del crimen, llevándose a los dos responsables a donde sea que le rindiera la gasolina para que terminaran lo que empezaron en privado.

[ F I N ]

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