16 "El sueño"
La madrugada del sábado. Tuvo el mismo sueño.
Comenzó de la misma forma, en el bosque de hojas de otoño que, está vez, sí tenía superficie, Daniel la podía ver; era nieve. Nieve que se mezclaba con las hojas, cristalizaba algunas y se derretía entre los cúmulos de estas.
Hacía frío.
A los lejos vio a las figuras humanas, que ahora eran tres, y reconocibles: Gastón, Marta y Muriel, quienes conversaban. Daniel sintió mucha duda, no entendía cómo es que ellos se pudieran conocer.
De repente, Muriel divisó a Daniel a lo lejos.
Su tío y la mamá de Muriel se esfumaron, deshaciéndose en nieve y hojas de otoño.
Muriel comenzó a acercarse a él. Y Daniel, después de un momento, también. . A medida que avanzaban, las hojas de otoño fueron desapareciendo cada vez más.
Se detuvieron cuando estuvieron a un metro y medio. Muriel era esbelto, un poco más alto que él. Iba vestido con unos jeans, una camisa blanca y la chaqueta de cuero café. Su cabello era corto y castaño claro, tenía un barba incipiente del mismo tono y una mandíbula cuadrada. Mantenía una expresión seria y fría que contrastaba con la suavidad de sus rasgos. Todo concordante a las fotos que le había mostrado y dado Marta esa vez en su casa.
Todo excepto sus ojos. En el papel, no se lograba apreciar el color de estos; un azúl opaco, pero a la vez brillante, que parecía casi gris.
Daniel comenzó a temblar, por controlar el impulso de saltar a sus brazos que le demandaba su instinto. Capu saltaba de alegría en su interior y sentía calor en las extremidades, pero a la vez, el aire frío mantenía que tuviera congeladas las manos y congelados los pies.
Muriel lo miró de pies a cabeza al igual que él.
Daniel se cruzó de brazos, y tragó saliva. Al ver que no iba a hablar, se hizo de valentía.
—¿Por qué me marcaste? —preguntó con la voz temblorosa, pero haciendo el esfuerzo de demostrar su devastación y descontento con el hecho.
—No quería hacerlo... De verdad no quería hacerlo.
Aquella respuesta pareció ser honesta, pero no demostraba arrepentimiento realmente.
Muriel se acercó más, Daniel rápidamente retrocedió, pero el otro joven agarró su brazo con su mano, impidiéndolo.
—Ven conmigo —habló bajito. Casi susurrando, lo que hizo sentir a Daniel que se le erizaba el vello de la nuca.
Quiso zafarse de su agarre, pero Muriel lo afianzó más, atrayéndolo a sí, hasta que su frente chocó con la del moreno. Daniel suspiró y posó sus manos en el pecho del joven, intentando alejarlo, pero este siguió pegándolo a él, ahora, envolviendo su cintura con su brazo y sujetándolo desde la espalda con su mano entremedio de sus omoplatos. Tacto que hizo a Daniel cerrar los ojos y afligir el ceño.
No quería tenerlo cerca... Pero a la vez, la necesidad de hacerlo era insufrible. Era como... sed.
Una sed mortal.
—Ven conmigo Daniel. Y aléjate de él.
Joseph...
Joseph a colación otra vez. Daniel lo supo. Lo supo y otra vez no entendió.
—Pero... ¿por qué...?
Muriel selló sus labios con los suyos. Daniel siguió forcejeando con más desespero para librarse del castaño. Pero este tenía fuerza, y poder sobre él.
Dejó de resistirse cuando enterró su mano en su cabello, desde la nuca. Sencillamente se dejó. Se entregó y le siguió el beso, aún sintiendo angustia, pero ya sin poder aguantar.
Y es que se sentía tan bien.
Húmedo y frío..., pero tan bien. Se sentía conectado a él, tan enamorado. Aunque nunca lo haya conocido. Aunque supiera que era solo un sentimiento ilusorio del vínculo. Aunque lo odiara.
Muriel lo abrazó con fuerza desde la cintura y se impulsó hacia adelante. Entonces, el escenario cambió rápidamente y Daniel cayó de espaldas en la cama de la pieza de la cabaña de Joseph, dónde se estaba quedando.
Muriel recorrió su boca hasta llegar al cuello de Daniel, que comenzó a babear y morder con su boca, haciendo quejar al joven, quien otra vez comenzó a forcejear. La pasión en su interior estaba desatada, Capu estaba hecho una bestia. Pero aún así, sabía que estaba mal... Que todo eso no tenía que ser. Que no era correcto y que aunque su instinto se lo demandaba no quería hacerlo.
—No... Suéltame...
—No... Eres mío.
—No te conozco... Te... te odio...
Muriel enterró su mano en su nuca otra vez, reconociendo que aquello lo debilitaba.
—Ven conmigo, Daniel.
—Ni... ni siquiera estái' vivo... Déjame...
Muriel depósito un beso casto en sus labios y se dirigió a su oído.
—Entonces estemos muertos los dos.
—¿Q... qué?
Muriel dio un beso en su cuello que le dejó la piel chinita. Daniel se aferró a sus brazos con sus manos.
—Por favor... Mu... Muriel...
—Pégate un tiro.
Muriel bajó hasta la esquina de la cama, y posó sus manos sobre la cinturilla del jean de Daniel, quien con pánico llevó su manos a las del otro joven, que eran delgadas y heladas.
—Déjame... —Daniel ya no se sentía débil pero excitado, estaba meramente asustado.
—... Daniel... Oye... Oye, ¿estás bien? —le habló Joseph preocupado, sentado al borde de la cama.
Hace un momento, el hombre había entrado a buscar el calefactor en su pieza para llevarlo al comedor, dónde ya estaba la mesa puesta para que tomaran desayuno. Al entrar, lo había visto durmiendo, temblando por el frío al estar destapado hasta la cintura y con expresión afligida.
—Daniel, despierta —seguía diciendo Joseph amablemente. Palpó su mano en el costado izquierdo de la cintura de Daniel, y la dejó allí, acariciando con su pulgar la piel del chico por encima de la tela amarilla de su polera.
Joseph estaba intrigado por lo que estuviera soñando Daniel, parecía ser una tragedia.
—Él tiene una pistola detrás de la tele... —continuó diciendo Muriel en el sueño, con total calma y normalidad.
Daniel supo que se refería a Joseph.
—Aléjate de él...
«¿Por qué... por qué siguen diciéndome eso? Si Joseph es más bueno que el pan», se lamentó.
Daniel se incorporó levemente en la cama, con la convicción de esta vez sí agarrarse de todas sus fuerzas y separarse de Muriel, pero justo el castaño había desabrochado el botón y bajado el cierre de su jean con brusquedad.
Daniel volvió a perder las fuerzas, apretó los ojos sintiendo secretar lágrimas, ya esperando lo peor, pero cuando los volvió a abrir...
Ya no era Muriel.
Era Joseph.
Daniel jadeó por la impresión, volviendo a sentir pánico. Con la diferencia de que ahora no sé le heló la sangre.
Le hirvió.
Y terminó de flaquear completamente cuando el hombre, posando sus manazas en sus caderas, lo atrajó al borde de la cama, con una absurda facilidad que lo hizo sentir insignificante.
Su espalda se arqueó y se contrajo emitiendo un jadeo agudo.
Muriel era un cero a la izquierda...
Despertó. Abriendo los ojos con vehemencia. Con la respiración agitada. Y el corazón latiendo desbocado. Miró a Joseph frente a sí, sintió la caricia en su cintura, comprendió que solo había sido un sueño y nunca se sintió tan aliviado en su vida.
—¿Pesadilla?
Daniel abrió la boca para responder, pero nada salió de ella. Solo asintió, aún con la respiración agitada.
(...)
Durante el desayuno, Joseph le había propuesto una actividad a Daniel para ese día, algo básico y necesario que ya no podían continuar dejando pasar si querían que la estancia del joven siguiera siendo estable, y para que se pudieran conocer mejor: se presentarían formalmente en forma animal. Por más que quizo, Daniel no le contó el sueño a Joseph, el cual cada vez que recordaba lo hacia atragantarse con el té.
𓃥 𓃦
1/2
Francisco Dañobeitía (actor)
Esta una referencia de la apariencia de Muriel, aunque a mí gusta imaginarlo cien por ciento como ese actor, es que lo amo :')
Su instagram es @franciscodanobeitia
Voy a estar subiendo referencias de Dani y Joseph en los próximos capitulos. La verdad me es muy difícil encontrar para ellos dos, sobre todo para Daniel, pero algo tengo 🧐
¡Muchas gracias por leer!, espero con ansias compartirles la segunda parte del capítulo y el siguiente 💌
—Dolly
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